Las fumigaciones, historias de consumo. Proteger la salud de los usuarios sin dañar la de los campesinos

25 de mayo 2015

Un informe de María Mercedes Moreno MamaCoca elaborado para ATS

A raíz de un reciente estudio comisionado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que determinó el potencial cancerígeno del glifosato (y otros agrotóxicos), se suscita todo un debate y se anuncia en Colombia el fin de las fumigaciones, el fin de la aplicación forzada del glifosato por parte del Estado. Y, éste es el momento en el que los colombianos todavía nos estamos preguntando ¿aquí qué pasó? Es natural. Las fumigaciones han sido un acto de barbarie contranatura llevado a cabo de manera tan opaca que su historia y sus orígenes sólo salieron a la luz pública cuando ya llevábamos cualquier cantidad de años, hectáreas y galones fumigados.

En asuntos de drogas nada es como nos lo quieren hacer ver. Las políticas de consumo, cultivo, producción y comercialización se diseñan como si estos fenómenos se desarrollasen en mundos paralelos. De igual forma, por el lado social, es palpable el distanciamiento de los cultivadores de coca pues los de cánnabis son cada vez más los mismos consumidores con los usuarios y el desconocimiento de las reformas que venimos exigiendo y hemos logrado. Primero, porque aún subsiste el estigma, un imaginario que ve los consumidores como peligrosos; degenerados; personas que viven exclusivamente para/y consumiendo SPA; delincuentes marginales; carentes de carácter y/o fuerza de voluntad; adictos; perjudiciales para e insensibles a la sociedad, y me quedo corta con la caracterización del “otro”. Se maneja asimismo una confusión entre uso recreativo normal, agradable, fresco y con todo el derecho al placer que es el que prevalece ampliamente y los problemas que puede eventualmente ocasionar un consumo compulsivo, ante todo al individuo pero, por el manejo represivo y no sanitario del tema, a la sociedad en general. El segundo distanciamiento de las problemáticas, viene por la persecución de la que son víctimas los cultivadores que las políticas han querido hacer correr, por cuenta de los daños que ocasiona el consumo.

Una de las formas más atroces de control de la que han sido víctima los cultivadores son las fumigaciones. La fumigación es como nosotros los colombianos conocemos la aspersión masiva de químicos desde aviones en vuelo con el propósito de erradicar las plantas proscritas internacionalmente: el cánnabis, la coca y la amapola. La erradicación química está prevista para erradicar maleza no matas. De tal forma, como no hay defoliantes previstos para matar matas, las agencias antinarcóticos vienen buscando desde los años 1970, entre los agroquímicos existentes en el mercado, el que mejor se adapte a su propósito de exterminación de determinadas plantas. Ante la resiliencia de la naturaleza y las fuerzas del mercado, se ha llegado al extremo de proponer el uso de polen contra la marihuana para disminuir la calidad y valor económico de la cosecha[1] y hongos patógenos, el Fusarium Oxysporum[2] o insectos como la mariposa Eloria Noyesi,[3] y la enemiga natural de la coca.[4]

En Colombia, finalmente se ‘conforman” con una formulación química llamada Glyfos compuesta por Roundup-SL®, Fuete-SL® y Gly-41® potenciada con un coadyuvante Cosmo Flux 411SL. y asperjada en concentraciones hasta 26 veces por encima del uso recomendado para labores agrícolas. [5] Es de notar que, además de que el mismo campo se fumiga varias veces, [6] las misiones de aspersión van acompañadas de helicópteros artillados que disparan sobre los campos para evitar ser derribados. Es posible que, desde el 2012, con la colombianización de los costos de las fumigaciones, la Policía Antinarcóticos, con base en la ‘inteligencia’ de la DynCorp,[7] esté fumigando con un glifosato chino Cúspide 480SL® de la empresa Talanu Chemical Ltda, del cual Colombia compró 1.155 canecas de 200 litros con una inversión de 12.000 millones de pesos en el 2012.

De drogas y otros demonios

Las policitas antinarcóticos tienen su origen en una visión puritana, que considera que el placer es un pecado, que las drogas son el demonio pagano e indeseables vicios ajenos pero, ante todo, como necesidad de proteger la industria farmacéutica y a sus consumidores de pociones mal formuladas y preparadas (por emprendedores privados independientes en competencia) que por su dosificación errada podrían convertirse en venenos.[8] Las fumigaciones llegan por el mismo camino. Aduciendo la necesidad de cortar el flujo de drogas al mercado de consumo, se encuentra hacía los años 1970, que la alternativa es atacar la oferta en la llamada ‘fuente’: los cultivos. No sólo porque es el sector más débil de la economía de las drogas sino por considerar que es un sector relativamente estático en un punto fijo y, por ende, fácil de eliminar. Y porque es un buen negocio para, entre otros, la industria farmacéutica que fábrica los defoliantes.

Antes de amañarse en Colombia por 35 años [1978-2015], las fumigaciones, en América y en contexto de Guerra por las Drogas, pasaron por México, Costa Rica, Nicaragua, Guatemala, Panamá, Belice, Venezuela y Estados Unidos. A Colombia, la ‘recomendación’ de Estados Unidos de fumigar con paraquat (cuyo uso aéreo se encuentra prohibido en nuestro país desde 1989) le llegó en 1978. Quien primero reacciona oficialmente contra la posibilidad de que se fumigará fue el Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inderena) mediante un comunicado en el que advierte al Gobierno de Julio Cesar Turbay [1978-1982] de los riesgos de los que podría ser responsable el Estado colombiano si se decidía a fumigar con herbicidas como era la intención (y se hizo, efectivamente) en las estimadas 19,000 hectáreas de marihuana en la Sierra Nevada de Santa Marta. En ese momento, en Colombia, la coca era poca y la amapola apenas una flor exótica. [9]

Turbay, dicen los informes estadounidenses, se muestra renuente a fumigar[10] y, en últimas, opta consecuente con lo que fueron sus políticas represivas: militarizar la problemática de las drogas y mandar tropas a atacarse a los cultivos de marihuana en la Costa Caribe. La leyenda urbana era que Turbay era consumidor de cocaína. No obstante la ‘renuencia’ de Turbay, entre 1978 y 1984, los Estados Unidos y Colombia experimentan la fumigación con un sinfín de químicos; incluso el paraquat con sus secuelas de fibrosis pulmonar por aspiración del humo. Fumigan la Sierra Nevada de Santa Marta, reserva de la Biosfera y Patrimonio de Colombia para la Humanidad [1979] con la intención afirmada de erradicar la marihuana colombiana, la suave Golden sativa y la Punto Rojo. Como alternativa, en 1978, la Asociación de Instituciones Financieras (ANIF) en cabeza de su Presidente Ernesto Samper lanza una propuesta con cálculos económicos para legalizar el cultivo de marihuana en Colombia.[11] Colombia está demasiado arrodillada para hacerle caso y Samper (y Colombia) paga cara su osadía durante su presidencia [1994-1998] y con las ganas de delfinato de Andrés Pastrana.[12]

La marihuana que frenó las fumigaciones

Las primeras fumigaciones (en México en 1975) se dan con el discurso estadounidense de que el consumo de marihuana era un problema y que la solución estaba en fumigar con paraquat el mayor proveedor de yerba que en ese momento era México. Pocos años después se empiezan a develar los problemas de salud que puede ocasionar al paraquat. No a los campesinos cultivadores de marihuana en México sino a los consumidores (‘ilegales’) de marihuana en Estados Unidos. El estudio “Paraquat y marihuana: Una evaluación epidemiológica” indica que “en marzo 1978, 13 (el 21%) de las 61 muestras de marihuana del sudoeste de los Estados Unidos se encontraron contaminadas con el herbicida paraquat, un contaminante pulmonar. La fuente de la contaminación era un programa de aspersión aérea en México, apoyado indirectamente por fondos de Estados Unidos. Las prueba de combustión indicaron que aproximadamente 0.2% de paraquat en la marihuana pasa en el humo”. [13]

A pesar de que los usuarios de drogas estamos al origen del buena parte de las reformas, mientras en Colombia los consumidores hemos sido considerados como parte del problema de las fumigaciones, son asociaciones como la Organización Nacional Por la Reforma de las Leyes de Marihuana (NORML) las que frenaron las ‘ayudas’ de paraquat de Estados Unidos para las fumigaciones de marihuana con este tóxico en tierras federales estadounidenses y en México, e intentaron impedir que las fumigaciones se trasladaran a Colombia. Dice NORML, en ese momento [1979]: “Si no se acata la ley, la fumigación con Paraquat podrá extenderse más allá de México otras naciones, como Colombia, que verá el Paraquat como una forma viable aprobada por los Estados Unidos para detener su problema de marihuana. Si esto sucede, los Estados Unidos estarían abocados a una epidemia de salud grave, mucho más grave de la que enfrenta en la circunstancias actuales”. NORML trató de frenar el glifosato y todas las fumigaciones. Sin embargo, los Halcones ‘corrigieron’ la enmienda para permitirse seguir fumigando la amapola (y la coca). [14]

Las fumigaciones se trasladan a Colombia sin querer queriendo y sin saber sabiendo en un escenario de guerra y conflicto interno que constituye un terreno minado en el cual todo y nada es posible: defender esta medida de fumigaciones como política intocable antinarcóticos y contrainsurgente y no poder contrariarla por las mismas razones. La marihuana colombiana se va de la Sierra para el Cauca; pasa a invernaderos y/o se cosechan los moños inmediatamente después de la aspersión y así se venden. En algunos casos, a la época de la fumigación de la marihuana a campo abierto, se le molían pepas a la yerba para que hiciera algún efecto. Poco importa que la falta de regulación/reconocimiento del consumo de millones de colombianos permita que el herbicida concentrado en los moños y/o hojas y semillas de coca deje un residuo tóxico que seguramente incrementa los riesgos para los consumidores.

Pero, principalmente las fumigaciones trasladan paulatinamente el cannabis a Estados Unidos donde se fumiga selectivamente. Todo parece indicar que, en Estados Unidos se fumigó entre 1979 y 1983 principalmente en los estados de Kentucky y Georgia, y en el estado de la Florida se fumiga con paraquat con aspersores portátiles en los años 1980. Después de una interrupción de 2 años en el uso de paraquat, se reiniciaron las fumigaciones con glifosato hasta 1998/1999 básicamente en Hawái.

El descontrol químico

En Colombia, de la fumigación esporádica y experimental de la marihuana desde 1978, en 1984, se pasa ‘oficialmente’ a la fumigación de la coca. Se autoriza la experimentación con 2 hectáreas pero se pasa de una a la fumigación masiva y, cuando menos nos damos cuenta, hay años, como el 2006, en los que se llegan a fumigar hasta 170,00 hectáreas de coca. Se estima que, en Colombia, el Estado ha fumigado más de 2 millones de hectáreas del territorio nacional, básicamente en persecución de la coca, de la cual, en 1984 existían una estimadas 16,000 hectáreas y, entre 1984 y 1985, se fumigaron 5.546 hectáreas utilizando 11.418 galones de glifosato,[15] y, según la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca (ONDCP), en 1986 subsistían en Colombia unas 17,600 has de coca.

Para esta primera etapa oficial [1984] de las fumigaciones, el Instituto Nacional de Salud (INS) a solicitud del Consejo Nacional de Estupefacientes convoca un Comité de Expertos en Herbicidas cuyo concepto, previniendo sobre los riesgos y cuidados a tener frente a este uso indiscriminado de agrotóxicos, es ignorado soberanamente por el Gobierno de Belisario Betancur [1982-1986]. El Gobierno ignora asimismo las posiciones adversas del Inderena [16] y del INS y Ministerio de Salud. La decisión de fumigar la tomó el CNE ( Consejo Nacional de Estupefacientes) a puerta cerrada a raíz de los problemas de seguridad suscitados en plena guerra contra el narcotráfico por el asesinato del Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla y, según Tokatlian, el último empujón para que Colombia accediera fumigar fue justamente el asesinato del Ministro. [17]

Es de notar que este Estado de Sitio cuasi permanente en el que vivió Colombia durante décadas fue el que propició la promulgación de una buena parte de los decretos de drogas que se fueron volviendo permanentes e incorporando a la legislación. En lo que se refiere a la erradicación forzada, ésta se llevó a cabo durante años sin permiso y luego amparada por ‘licencias’” ambientales transitorias; y está básicamente enmarcada por decretos promovidos por un órgano asesor (sin función de crear procedimientos), el Consejo Nacional de Estupefacientes afirma la Policía Nacional que tiene autoridad para fumigar pues los cultivos ilícitos no cumplen con la función social y ecológica que se debe, y todo parece indicar, que la deriva (que las autoridades estiman en 50 metros) que afecta cultivos lícitos, bosques, animales y fuente de agua, ha sido un asunto de ‘de malas’ y un sacrificio en aras de la “supremacía del interés general sobre el particular”.

Con las fumigaciones y la prohibición llega la amapola

Las fumigaciones que continuaron en los años 1980 en México y Guatemala sobre la amapola y las fumigaciones de la marihuana y la coca en Colombia, nos traen a Colombia un tercer cultivo con usos ilícitos: la amapola con cuyo latex se procesan el opio y la heroína. Los primeros síntomas de que Colombia iba a ser objeto de presiones para fumigar la amapola es un documento secreto de 1991 de la CIA (hecho público en el 2001 por una demanda bajo la ley de la libertad de información -FOIA). Este documento sostiene que “el cultivo de opio en Colombia podría exceder los totales combinados de México y Guatemala antes de finales del año entrante.”[18] Se estima que en Colombia actualmente, en el 2015, puede haber unas 400 hectáreas de amapola. Comparativamente, en Afganistán se estima que los cultivos de amapola ascienden a 209,000 hectáreas. Aunque los afganos no permitieron las fumigaciones, si tuvieron su propia intervención estadounidense que contribuyó al aumento exponencial de cultivos al igual que su cuota de mercenarios que se siguen (al igual que la DynCorp en Colombia) lucrando con los contrato prohibicionistas del Departamento de Estado.[19]

En cuanto a las cifras de amapola, se puede afirmar que ni idea, pues lo único certero es que los “estimativos oficiales “de drogas divergen según quien las emita y el cometido que se busca. El hecho es que, a mediados de febrero de 1992, con el presidente Cesar Gaviria [1990-1994] asediado por el narcotráfico; los grupos insurgentes; los paramilitares; y, ante todo, los halcones de Washington, contrariando todos los conceptos desfavorables a esta política agrotóxica, se lleva a cabo la primera operación de aspersión aérea contra la amapola.

La propuesta que le costó caro a Colombia

Durante su presidencia [1994-1998], Samper pagó cara su propuesta de legalización de 1978 y se ensayan nuevos químicos y se legisla como nunca contra las drogas. No obstante, en 1994 se promulgan dos sentencias históricas la Sentencia C-221 de mayo 5 de 1994[20] de la Corte Constitucional con ponencia del magistrado Carlos Gaviria que dictamina que el consumo de estupefacientes no es infracción penal, y la Sentencia No. C-176/94 que confirma las reservas de Colombia a la Convención de droga de Viena de 1988 y que obliga al Estado colombiano a “reservarse para evaluar el impacto ecológico de las políticas contra el narcotráfico ya que la persecución del narcotráfico no puede traducirse en un desconocimiento de la obligación que tiene el Estado colombiano de proteger el medio ambiente, no sólo para las generaciones presentes sino también para las generaciones futuras.” [21]

Lo que no impide que, en asuntos de fumigaciones, en diciembre de 1998 pasemos a la velocidad siguiente: el Plan Colombia y la intensificación de la aspersión aérea de, entre otras, la Amazonía, el Anden del Pacifico y el Catatumbo. Pocos meses antes de que el Gobierno Clinton entregara el Plan Colombia al Presidente Andrés Pastrana [1998-2002] para que fuese traducido al español, en Estados Unidos Donald Wirtshafter y Paul Armentano/NORML estaban rindiendo un concepto según el cual “La Fundación NORML se opone a la ‘aspersión aérea dirigida’ de herbicidas desde aviones en bajo vuelo con el propósito de eliminar cultivos silvestres de marihuana. Tras evaluar el Programa Doméstico de Erradicación Supresión del Cánnabis (DCE/SP) de la DEA encontramos que es desatinado; constituye una carga excesiva para los contribuyentes; es contraproducente; y potencialmente dañino para la salud y seguridad de los residentes y su medioambiente.”

De ahí en adelante, los partes de victoria en la guerra contra la oferta en la llamada ‘erradicación’ aérea de cultivos, se refieren exclusivamente a Colombia, el único, desde 1998/1999, país que fumiga sus cultivos con usos ilícitos. Anecdóticamente, durante el periodo de Andrés Pastrana en la Alcaldía de Bogotá [1988-1990][22] y sus programas “no a la droga”, se organizaron unos conciertos buenísimos en los que abundaba una cocaína escama de pescado (no el nefasto producto que así se llama ahora) y se afirmaba que los funcionarios de la Alcaldía tenían el mejor perico del momento. En ese momento, el lema era la prevención y el negocio era el mercado no la adulteración.

Lo que va del consumo

Lo que no se estima es que, además de la persecución en común, uno de los riesgos que compartimos consumidores y los cultivadores son los químicos; en particular los herbicidas, pesticidas y precursores que se usan con el desconocimiento y adulteración que permite las desprotección de la ley, la falta de regulación. Aquí vale precisar que regulación no es prohibición como nos lo han querido hacer ver. Prohibir es negar, vedar, colocar a la sombra. Regular es vigilar que el uso se dé en las condiciones sanitarias óptimas para las que han sido previstos los productos; porque, querámoslo o no, estos productos han sido previstos para su consumo voluntario (contrario al consumo involuntario por parte del campesinado colombiano de la mezcla que le impone/imponía el Gobierno).

La coca se cultiva también para procesar cocaína, que es voluntariamente consumida en todo el mundo por banqueros; políticos que legislan en su contra; yuppies; activistas; mamás y papás amorosos y responsables; y millones de “otros” cuyas vidas (contrario a lo que pretende el imaginario prohibicionista) no giran necesariamente alrededor de su consumo sino, como quien se toma un whisky ocasional, alrededor de sus funciones y trabajo. La diferencia está en que el whisky corre menos riesgo de estar adulterado y el centeno es posiblemente fumigado por los mismos cultivadores a razón de 1.12 kg a.i/ ha, y no por el Estado con una descarga por hectárea de 23,5 litros de un coctel químico de alta potencia y tirando a matar.

Como los subestimados 13 millones de consumidores de cocaína figuramos entre las especies a exterminar y/o que se deben quedar en las sombras/ilegalidad, no tenemos voz, no existen estudios conocidos sobre los efectos de los agrotóxicos al aspirar el producto final clorhidrato de cocaína cuando la coca procesada ha sido sembrada y fumigada con glifosato y cultivada con, entre otras, una variedad de hasta 67 pesticidas, fungicidas y fertilizantes químicos.

Estamos en mora de hacer muestras y estudios rigurosos sobre el efecto herbicida/pesticida/fertilizante y los precursores sustitutos (por controles a los que propiamente se deben utilizar para procesar la cocaína medicinal y recreativa) con los que se viene fabricando la cocaína y que probablemente están ocasionado mayores daños a sus usuarios cultivadores, cocineros y consumidores de drogas. Por otra, hasta ahora, se comienza a reconocer que lo que se consume y prohíbe en el mercado no es cocaína sino un coctel de adulterantes con un toque de clorhidrato de cocaína.[23] Ni qué decir del producto final que se fuma como PBC y el que se inyectan los usuarios de heroína sin control de calidad en Colombia. Esos son algunos de los efectos “colaterales” de la Prohibición que los usuarios conocemos al dedillo pero que se ven opacados por el drama monumental que viven los campesinos por las fumigaciones: pérdida de sus cultivos de pan coger; desplazamiento y despojo; y enfermedades debilitantes, entre otros.

El fin del fin al fin

Ante el estudio de la International Agency for Research on Cancer (IARC) que clasifica el glifosato en el grupo 2A como “probablemente cancerígeno para humanos”, el Ministro de Salud, Alejandro Gaviria, emite un concepto el 24 de abril 2015 recomendando “…La suspensión de manera inmediata del uso del glifosato en las operaciones de aspersión aérea para la erradicación de cultivos ilícitos mediante la aspersión aérea con el herbicida Glifosato (PECIG)”.[24] Esto no significa que se va a prohibir el glifosato; significa que el Gobierno no lo va a usar de manera indiscriminada por vía aérea como lo viene haciendo oficialmente desde hace 30 años y la sugerencia del Ministerio es que el producto se etiquete con las debidas advertencias para que su consumo sea voluntario y con conocimiento de causa.

El sábado 9 de mayo nos enteramos por un artículo de El Espectador que el Presidente solicita al Consejo Nacional de Estupefacientes que “establezca con el Ministerio de Defensa y con todas las autoridades que están comprometidas, y que estamos comprometidos en la lucha contra el narcotráfico, un periodo de transición que no puede ir más allá del 1° de octubre”, para que se adopten nuevos mecanismos en la lucha contra los cultivos ilícitos como, por ejemplo, intensificar la erradicación manual.” [25] Se fija una reunión decisoria con el Consejo Nacional de Estupefacientes (CNE) para el viernes 15 de mayo 2015.

Con el cese definitivo de las fumigaciones y el rechazo de las alternativas de continuación de Colombia de experimentación en humanos y de modificación ambiental, y con la aplicación efectiva de otras propuestas de Salud Pública y de alternativas al encarcelamiento de consumidores, cultivadores, microtraficantes y mulas, entre otros[26], el Presidente Santos podrá pasar a la historia como el político en cargo que realmente impulsó una reforma en las políticas de drogas.

Los usuarios de drogas y nuevos mecanismos

Las personas que usamos drogas en América Latina reunidas en la red latina LANPUD[27] nos unimos a la causa de buscar “nuevos mecanismos” para que el cese de las fumigaciones se consolide. Con la convicción de “Nada Sobre Nosotros Sin Nosotros”[28], proponemos el diseño de alternativas propias con conocimiento de causa frente a las políticas. Esperamos que, dentro de este enfoque de las drogas como un asunto de Salud Pública, las organizaciones sociales colombianas de nuestros integrantes que proponen enfoques novedosos y necesarios de trabajo entre pares encuentren el eco y los apoyos oficiales que se requiere para efectuar un verdadero giro de drogas en los hechos en Colombia. Para que Colombia sea un modelo de cambio en el escenario internacional.

Proponemos la formación de un equipo social interdisciplinario que investigue y formule propuestas alternativas desde los consumidores de drogas en apoyo de la moción del Presidente Santos y su Gobierno de desarrollar nuevos mecanismos para contener de forma voluntaria los cultivos con usos ilícitos. Solicitamos, como propuesto en el Nuevo estatuto nacional de Drogas aun en discusión, nuestra participación en el diseño, decisiones, actuaciones y programas del Ministerio de Salud y otros organismos gubernamentales frente a la problemáticas de las drogas con un enfoque integral que abarque el consumo, cultivo, producción y comercialización como lo que son: los varios aspectos del mismo fenómeno social.

Esperamos que, dentro de este enfoque de las drogas como un asunto de Salud Pública, las organizaciones sociales colombianas de nuestros integrantes que proponen enfoques novedosos y necesarios de trabajo entre pares encuentren el eco y los apoyos oficiales que se requiere para efectuar un verdadero giro de drogas en los hechos en Colombia. Para que Colombia sea un modelo de cambio en el escenario internacional.

Saludamos y apoyamos la movida de Gobierno Santos de proteger la salud de los usuarios sin dañar la de cultivadores y campesinos.


 

[1] CIA (FOIA) “Regarding your question on the use of viruses to attack coca” : 1989Tomado de http://www.foia.cia.gov/docs/DOC_0000700738/DOC_0000700738.pdf /en mamacoca: http://www.mamacoca.org/docs_de_base/Fumigas/DOC_0000700738virs%20CIA.pdf

[2] BBC “Britain’s Secret War on Drugs” Transcripción 2/10/2000- emitido el 15 de Octubre en Colombia http://news.bbc.co.uk/hi/english/static/audio_video/programmes/panorama/transcripts/transcript_02_10_00.txt

[3] http://www.mamacoca.org/docs_de_base/Fumigas/Eloria%20Noyesi%20contra%20la%20coca_.htm

[4] https://www.ncjrs.gov/pdffiles1/Digitization/132907NCJRS.pdf

[5] http://www.mamacoca.org/feb2002/art_nivia_fumigaciones_si_son_peligrosas_es.html

[6]  http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/02/140213_colombia_coca_drogas_erradicacion_aerea_aspersion_aw.shtml

[7] “ Joint Intel and ISR Support Manager http://www.jobs.net/jobs/dyncorp/en-us/all-jobs/Colombia/?TNMissingJobRedirect=true

http://www.mamacoca.org/docs_de_base/Fumigas/Joint%20Intel%20and%20ISR%20Support%20Mgr%20at%20DynCorp%20International.htm

[8] http://www.mamacoca.org/El_Papel_de_la_coca_June_2008/_es/MMMoreno_imaginario_y_drogas_2001.htm

[9] http://www.mamacoca.org/docs_de_base/Fumigas/Carta_al_cne_del_inderena_junio_18_1978.html Disponible en la Fundación Pro Sierra

[10] Select Committee on Narcotics Abuse and Control “Fact Finding Mission to Colombia and Puerto Rico https://www.ncjrs.gov/pdffiles1/Digitization/63241NCJRS.pdf

[11] http://www.mamacoca.org/docs_de_base/Debate_despenalizacion_Colombia/ANIF_La_lelgalizacion_de_la_MARIHUANA_1980.pdf

[12] http://www.mamacoca.org/feb2002/art_mmmoreno_plan_colombia_fin_de_la_historia.html

[13] “Paraquat and Marijuana: Epidemiologic Risk Assessment “, AJPH July 1983, Vol. 73,. 7 de julio 1983

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1650884/pdf/amjph00642-0064.pdf

[14] http://www.leagle.com/decision/1979509508FSupp1_1509

[15] Arrieta et al.: “Narcotráfico en Colombia, dimensiones políticas, económicas, jurídicas, e internacionales”, Ed Artico, 1989

[16] http://www.mamacoca.org/docs_de_base/Fumigas/Carta_de_Inderena_a_Policia_oficio-c3885_agosot8_1984.html

[17] Juan Gabriel Tokatlian “Glifosato y política: ¿Razones internas o presiones externas?”, http://colombiainternacional.uniandes.edu.co/view.php/132/1.php

[18] CIA: Colombian Traffickers and Heroin Production”, November 1991 http://www.foia.cia.gov/docs/DOC_0000725745/DOC_0000725745.pdf /en mamacoca: http://www.mamacoca.org/docs_de_base/Fumigas/DOC_0000725745.pdf

[19] http://www.govcb.com/Aerial-Eradication-Advisor-ADP14176501750000353.htm

[20] http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=6960

[21] http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/1994/C-176-94.htm

[22] http://www.semana.com/nacion/articulo/como-ha-resultado-andres/11225-3

[23] http://www.echelecabeza.com/comunicado-para-los-usuarios-del-servicio-de-analisis-de-sustancias-sas/

[24] http://www.mamacoca.org/docs_de_base/Fumigas/MinSalud-Concepto-2015-N0002651_20150424.pdf

[25] http://www.elespectador.com/noticias/judicial/santos-ordena-suspender-fumigacion-de-cultivos-ilicitos-articulo-559592

[26] http://cicad.oas.org/apps/Document.aspx?Id=3202

[27] http://lanpud.blogspot.ch/2012/10/el-teatro-de-la-guerra-contra-las.html

[28] http://www.mamacoca.org/docs_de_base/Consumo/lanpud_nada_sobre_nosotros_sin_nosotros_Manifiesto_octubre2012.html

©1998  MamaCoca. Favor compartir esta información y ayudarnos a divulgarla citando a MamaCoca.