Festival de la Coca Cauca 2008_MMMoreno

 

LOS GRANDES AUSENTES

Yo quisiera aprovechar el espacio que me ha brindado Dora Troyano y la organización de este encuentro para asumir la voz de los grandes ausentes del debate sobre las “drogas” en Colombia: los consumidores y/o usuarios.  ¿Cómo hay que decir –para que la filosofía antinarcóticos entienda- que las plantas son un don y que eso no lo cambia ningún decreto humano?  Lo que distingue las planta frente al fenómeno de las “drogas” es el uso que se les da.

Podemos tomar un ejemplo claro. Los Comuneros del Cabildo de Calderas vienen  produciendo té de coca desde el año 2001, con el auspicio de la Comunidad Europea para originar el proceso productivo. En Colombia, el empeño del Pueblo Nasa por salvar sus costumbres ancestrales e impedir la incursión del narcotráfico en su comunidad ha logrado resucitar la costumbre de la coca sana en Colombia con novedosas fórmulas (entre otras, la bebida energizante natural Koka-Sek, deliciosísima por cierto). Sin embargo, en el 2005, la JIFE recuerda a Colombia que ella, a diferencia de Bolivia y Perú, no hizo salvedades a la Convención Única que, por lo tanto, los alimentos de coca (netamente indígenas Nasa Esh's y Kokasana) quedan prohibidos. Esto no sólo constituye un atropello sino que además da cuenta de lo poco que se ha reflexionado sobre la brecha entre la teoría y la práctica de la Prohibición y la contradicción de prohibir un té benéfico en un país cundido por el narcotráfico ¡¡¡¡ Este absurdo pone de manifiesto, una vez más, las violaciones de los DESC, Convenciones ambientales y obligaciones humanitarias que genera la aplicación a mansalva de las politizadas leyes antidrogas.  

Los funcionarios de la Cancillería y la Dirección Nacional de Estupefacientes se ven obligados a retirar del mercado la coca indígena,  con todas las repercusiones que implica este nuevo ataque a los pueblos originarios. Además de las implicaciones económicas y atropello del derecho a la divulgación cultural, esta visión conlleva a  Colombia a "reinterpretar" —coartar— las funciones jurisdiccionales de los Pueblos Indígenas al limitar la venta de los productos de coca a los territorios indígenas.  Se da así al traste con un exitoso proyecto económico y autónomo de los Pueblos Indígenas. Se desconoce que, gracias al amplio mercado que lograron crear estos Comuneros del Cabildo de Calderas (David Curtidor y Fabiola Piñacué) a través de la divulgación de sus costumbres de formas novedosas ajustadas a los gustos occidentales, los colombianos hemos podido recordar que venimos de la coca y que la cocaína es un gusto importado y no una fatalidad.

Yo insisto en que el mayor triunfo del Prohibicionismo es haber generado el automatismo puritano de que las “drogas” enorme palabra que incluye y confunde todo lo que se quiera atacar/ son malas. Eso dificulta enormemente cualquier paso pues, al síndrome de narcotraficante que achaca a los colombianos, se suma la convicción profunda de que consumo y desequilibrio van de la mano. Es tan grave la confusión que tienen muchos usuarios estadounidenses y europeos sobre coca y cocaína como lo es la distancia infranqueable que se puede pretender hacer entre las plantas de marihuana y amapola y la coca. No se pueden confundir pero sus destinos parecen entrañablemente ligados y el silencio sobre los usuarios es uno sólo: el de los grandes ausentes del debate sobre las políticas antinarcóticos.   

Ahora bien, quienes consumimos marihuana con fines recreativos y de salud somos las ovejas negras, toleradas pero a raya. La marihuana sirve para aliviar el glaucoma, las nauseas ocasionada por la quimioterapia, dolores e inflamación artrítica macerada en alcohol, la pérdida de apetito para quienes sufren por ello, es utilizada en Reducción de Daños para aliviar el síndrome de abstinencia en casos de dependencia química. Esto no quita que muchas personas fumamos marihuana con fines recreativos y no dañamos a nadie por ello. Eso no se puede ignorar ni su mención en este espacio tan valioso es una falta de respeto a la sacralidad de la coca. Los orígenes de la marihuana también se encuentran en lo sagrado, lo ritual y la comunicación espiritual. 

La inclusión de la referencia a los usuarios y/o consumidores debe servir para recordar que la industrialización de la coca busca no sólo cumplir con un cometido cultural y satisfacer una demanda del mercado nacional e internacional sino que también tiene como fin llevar un mensaje espiritual y de sanación. El mensaje es “paz con la coca, paz con la droga” como bien lo viene recalcando Anthony Henman desde tiempo atrás. 

Esa paz con la coca implica devolver la coca a sus orígenes, a quienes la conocen y la respetan. Los colombianos no podemos comer sino coca indígena. Los productos alimenticios a base de coca hechos en Colombia tienen que tener un certificado de origen netamente indígena. Las consideraciones subyacentes son de simple sentido común. Con la más obvia debe bastar: la intensidad de las fumigaciones en Colombia no es la mejor recomendación para usar coca que no sea indígena para comestibles.  

La coca fumigada no se puede comer. Sin embago, con la arremetida en contra de la producción de Coca Nasa, ahora aparece en un blanco negociante que se está robando el proyecto indígena y lo ha llamado harina de coca "Mama Coca". Decimos en Colombia "Río revuelto, ganancia de pescador".  Es imperativo determinar —por razones de índole sanitario, riesgos de narcotráfico…..—

 

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