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Diferentes dimensiones del control social.



Agustín Lapetina. -

Cuando pensaba acerca de que reflexiones compartir con ustedes en función de la consigna que tenía esta mesa que era “reducción de daños o redes de reducción de daños y reforma a las políticas de drogas”, intente pensar lo más auto críticamente posible acerca de que temas pendientes podría llegar a tener el movimiento de reducción de daños que contribuyeran a enriquecer la discusión sobre las políticas de drogas.

De esta reflexión surge esta propuesta sobre la que tengo unas pocas diapositivas que me gustaría compartir con Uds. en estos minutos, las cuales si bien son un poco teóricas, tienen también - y como verán -  una clara aplicación práctica.

 

En estos días de seminario se ha hablado bastante sobre el tema de las políticas sociales. Quiero retomar acá una línea de análisis que mencionó ayer Paolo y que volvió a retomar en la presentación de hoy, que tiene que ver con las diferentes dimensiones del control social.

Las políticas sociales de drogas, históricamente, como decíamos ayer en la presentación del Seminario, han tenido dos grandes dimensiones, las cuales han estado siempre presentes a lo largo de la historia de la humanidad. Esto en la historia no es nuevo. Las dos dimensiones de toda política social sobre el tema drogas son: la dimensión del control social, es decir, cómo una política social sirve para lograr la estabilidad a nivel del colectivo humano satisfaciendo sus necesidades de seguridad - sea una gran sociedad o una pequeña colectividad - y la dimensión del cuidado de las personas, es decir, la satisfacción de las necesidades materiales, emocionales, y espirituales de los miembros de un colectivo. Si lo tuviéramos que sintetizar diríamos, control por un lado y - simultanéamele - cuidado por el otro lado, entendido este como su opuesto complementario.

Existe una tensión permanente e inevitable entre estas dos funciones de cualquier política social en cualquier sociedad humana, en cualquier período histórico y mucho más, en la temática de las drogas. Control y cuidado son, entonces, dos dimensiones opuestas y a su vez complementarias de cualquier política social humana. En otras palabras: no es posible pensar una política social en el tema drogas que satisfaga ciertas necesidades del cuidado de las personas y no instrumente simultáneamente diferentes modalidades de control - yendo las mismas  de los controles más autoritarios como la  Prohibición, hasta los sistemas de control más informales, más compartidos y, por decirlo de alguna manea, más “democráticos” -.

Por qué comienzo con esta reflexión un poco teórica sobre el control social y las políticas sociales? Porque, según como lo entiendo yo, las estrategias de reducción de riesgos y daños no son nuevas en la historia del uso de drogas. Para ser mas preciso, ellas son tan antiguas como el uso de drogas mismo. ¿Por qué? Porque, en pocas palabras, si pudiéramos definir qué es la reducción de riesgos y daños diríamos que son el conjunto de creencias y prácticas que las sociedades humanas a lo largo de la historia - desde el paleolítico hasta la fecha -  han ido ensayando y experimentando con el objetivo de obtener el máximo beneficio de las drogas reduciendo simultáneamente los riesgos que todo uso de drogas conlleva. Por lo tanto, esto no es nuevo en la historia de la humanidad; en realidad es tan antiguo como el uso de drogas mismo, como los consumos rituales, religiosos y médicos de los que hablamos que datan de hace mas de 40 mil años.

Ahora bien, la organización de estas prácticas y creencias en un conjunto sistemático de políticas públicas que tienen como actor principal al Estado, si emerge en la década de los 80 con la expansión de la epidemia del VIH-SIDA. Pero reitero, las estrategias de reducción de riesgos y daños desde el punto de vista antropológico, son tan antiguas como la Humanidad misma. Y me parece importante a los efectos de hacer un análisis critico del tema, poder rescatar esta riqueza y diversidad cultural y antropológica que han desarrollado las sociedades humanas en su “convivencia” con las drogas, enfoque que creo yo se ha ido perdiendo en buena medida, por estar trabajando en un régimen prohibicionista.

Hemos perdido la conciencia de la necesidad de incorporar este acervo histórico. Hablamos de reducción de daños y muchas veces ni siquiera cuestionamos por qué no hablamos de la potenciación de los beneficios. Por qué hacemos una conferencia anual sobre reducción de daños cuando las drogas tienen - desde el punto de vista físico, psicológico, social y espiritual - miles de millones de beneficios que muchas veces los terminamos condensando en lo que llamamos políticas, seminarios y talleres de reducción de daños. Y los beneficios, dónde quedan? Y ellos son innumerables.

Bueno, hasta acá una breve introducción al tema.

 

A continuación, quería proponerles en unas pocas transparencias armadas con fines didácticos, analizar algunos desafíos de la reducción de daños. No me quiero centrar en todas las cosas positivas que se han hecho en el movimiento de reducción de daños,

- muchas se han trabajado bastante en los dos días que llevamos de seminario - sino en algunas cuestiones que me parece tenemos pendientes de resolver aun como movimiento.

El movimiento de reducción de daños tiene desafíos internos que involucran tanto a decisores políticos, como a usuarios, profesionales, activistas, etc. con miras a  enriquecer las perspectivas de intervención. En lo personal, creo que la mejor forma  de contribuir a la reforma de las políticas de drogas que tiene el movimiento de reducción de daños es haciéndose fuerte él mismo como movimiento, para lo cual necesita trabajar sobre sus debilidades. Les propongo analizar algunas de estas debilidades.

 

Quien habla de desafíos siempre habla de un “para qué” o sea de objetivos. El desafío esta planteado, de alguna manera, en relación al logro de un conjunto deseable de objetivos. Sin embargo, quien habla de desafíos, también habla de un “para quién”. No son los mismos los desafíos que plantea la reducción de daños para los usuarios de drogas, que los que plantea para un campesino, un activista, un parlamentario o un profesional.

Son desafíos conceptualmente diferentes que deben ser abordados diferentemente.

Vuelvo al esquemita básico de la diapositiva. Sólo con fines didácticos, intenté identificar  cuatro áreas posibles de desafíos del movimiento de reducción de daños, desafíos internos 1. los desafíos del nivel paradigmático conceptual, 2. los del nivel paradigmático estratégico, 3. los relacionados con las políticas públicas y 4. los que tienen que ver con el nivel operativo

 

En el primer campo de lo paradigmático conceptual, me parece que hay algunas amenazas que el movimiento de reducción de daños tiene y debe afrontar con relativa urgencia. Ellas tienen que ver en parte con la constatación de que el movimiento no ha podido - debido en parte a la propia prohibición - rescatar y sobre todo incorporar los aprendizajes del acumulado milenario que han hecho las sociedades humanas en su  relación con las drogas. Esto es un capital que estamos perdiendo como movimiento desde el momento en que empezamos a hablar conceptualmente de la reducción de daños como un fenómeno que tiene 30 años, cuando en realidad estas prácticas son - como veíamos - inherentes al mismo consumo de drogas en cualquier colectividad humana.

Un objetivo posible frente a esta amenaza sería redimensionar el sentido antropológico e histórico de la reducción de daños y comenzar el gran proyecto de incorporación al análisis de todos los beneficios, no centrando la mirada en la mitad del vaso vacío, sino en la mitad del vaso lleno.

Otra amenaza importante que enfrenta el movimiento tiene que ver con el creciente grado de imprecisión en la definición del paradigma de la reducción de daños. Si bien el movimiento ha crecido mucho y se ha hecho muy fuerte, considero que el mismo  está en un momento de crisis de madurez.

Muchas personas y colectividades enteras de  profesionales de muchas partes del mundo intervienen en el tema drogas desde un punto de vista ético y técnico que muy poco tiene que ver con la reducción de daños, terminando además por “levantar la bandera” de la reducción de daños como signo de su identidad. En la mayoría de los casos, tras  estas intervenciones se esconde una concepción de sujeto muy diferente a la del movimiento de reducción del daño. Esto finalmente deviene en el gran riesgo de la  inexistencia de un  conjunto de definiciones básicas compartidas y consensuadas por el movimiento.

Me refiero con esto, por ejemplo, a las actividades de muchas comunidades terapéuticas. En Uruguay muchas veces hemos escuchado: “Nosotros hacemos reducción de daños porque trabajamos para eliminar el consumo, lograr la abstinencia y por ende, eliminar la posibilidad de daño”. En general, las comunidades terapéuticas de Uruguay distan mucho de trabajar desde una perspectiva real de reducción de daños. Otro ejemplo, las formas de control que lleva a cabo el gobierno de los Estados Unidos, es claramente una potenciación del daño. Creo que en este punto hay una crítica y una tensión conceptual muy importante - desde el punto de vista de la definición misma -  que lleva a que muchas personas que quieren eliminar el uso de drogas terminan, en alguna medida, considerándose como parte del movimiento de reducción de daños porque aspiran naturalmente a la eliminación del daño.

La resolución de esta tensión conceptual me parece un tema de mucha relevancia para el movimiento.

 

En el segundo campo, que tiene que ver con lo paradigmático estratégico, veo algunos puntos importantes para compartir con ustedes.

El uso de la metáfora de la guerra para el abordaje del tema drogas me parece que es una muy mala opción. Creo asimismo, tan o más peligroso e inaceptable que nosotros, miembros del movimiento de reducción de daños, usemos el mismo marco lingüístico para trabajar en contra de la guerra a las drogas. Creo que esto es “hacerle el juego” a una matriz discursiva de blancos y negros que muy poco tiene que ver con lo que ha sido el uso de drogas en la historia de la humanidad, el cual no puede ser representado científicamente por  blancos y negros, sino mas bien por un espectro esencialmente de matices de grises que solo se mueven entre extremos de blanco y negro. Creo que debemos intentar eliminar de nuestro léxico y de nuestra matriz analítica y discursiva los conceptos que hemos importado de la guerra a las drogas y comenzar a hablar con  otras categorías.

Este desafío esta asociado también a la necesidad de profundizar la concepción estratégica de la reducción de daños como un conjunto de programas que esencialmente y en última instancia son de promoción de la salud. Desde el punto de vista ético, moral o científico, uno puede criticar a la Prohibición, pero el impulso humano hacia la prohibición, así como también el impulso humano hacia la reducción de daños, son parte esencial de un mismo continum. Se han convertido - erróneamente - en abordajes opuestos que la Humanidad ha desarrollado para concebir y trabajar sobre éste tema.

 

Otro desafío en este campo tiene que ver con la no integración de la reducción de daños al imaginario social y político dominante. Es otra amenaza que enfrentamos como movimiento y que puede ser neutralizada a través de la ampliación del espectro de los programas de reducción de riesgos y de daños, tanto al abordaje de otras drogas que no sean las drogas ilegales, como al de otros comportamientos de riesgo como la sexualidad, la violencia o el juego.

 

En relación al tercer campo de desafíos, el de las Políticas Públicas, creo que hay una amenaza importante que enfrentamos y que tiene que ver con una relación todavía muy inmadura de cooperación entre la producción de evidencia científica y la utilización de los resultados como un insumo para el diseño de políticas en esta materia.

Ciencia y política, han estado signadas por la cooperación y tensión entre dos lógicas y racionalidades diferentes. En general, esta relación de escasa cooperación y frecuente desconfianza entre ciencia y política ha llevado al desarrollo de programas ineficaces y “políticas de bomberos” destinadas a “apagar el fuego” que genera “el problema de las drogas”, sin abordar los verdaderos desafíos sociales y de fondo que este tema nos plantea.

 

El conocimiento sobre el uso de drogas generado a partir de las personas miembros de colectivos humanos no ha sido en general tenido en cuenta para el enriquecimiento de las políticas en esta temática.

Al régimen prohibicionista debemos fundamentalmente la generación de un estado de una auto eficacia negativa, tanto a nivel individual como social, es decir, una  convicción ultima de las personas y sociedades de que no es posible regular saludablemente el uso de drogas. Esta es, desde mi punto de vista, la consecuencia más sutil y a su vez más nefasta y potencialmente duradera de la prohibición. Como no “se” permiten experiencias de aprendizaje en la relación entre las personas y las sustancias - aprendizajes que si se permitieron en la Historia grande y con mayúscula de la Humanidad - se termina apelando al modelo de blanco o  negro. Como ya vimos, esta es una concepción totalmente errónea que no representa el uso de drogas de las personas.

 

Finalmente, en el nivel operativo, también se pueden identificar algunas amenazas, o luces amarillas a considerar. Ellas tienen que ver tanto con las dificultades operativas y técnicas que genera el intentar integrar a la sociedad a personas con comportamientos diferentes (los que socialmente y habitualmente son valorados como “no deseables”), así como también con el desarrollo de programas ineficaces y potencialmente dañinos.

Otro desafío operativo tiene que ver con el hecho de que, en general, el valor salud no es de los motivadores más fuertes para el desarrollo - en lo educativo -  de programas de reducción de daños, sobre todo cuando hablamos de adolescentes. Por ejemplo, ¿Qué es estar sano y cual es su relevancia para un adolescente? Naturalmente, no es lo mismo que para un adulto. En general, el valor positivo estar sano, no es un motivador fuerte a la hora de diseñar los contenidos de los programas de reducción de daños que se dirigen, por ejemplo a los adolescentes.


Querría terminar ahora con una pequeña cita de un psiquiatra argentino que se llama Norberto Levy, tomada de su libro El Asistente interior. Dice así: “La persona puede auto asistirse porque es ella misma quien se auto enfermó. Si no tuviera la capacidad de auto enfermarse tampoco tendría la capacidad de auto asistirse, es decir, ambas capacidades vienen juntas. La capacidad de auto asistirse es el resultado que se produce como consecuencia de la comprensión y la transformación de las actitudes que auto enferman...”

El concepto de “auto asistencia” que este autor maneja para el nivel individual, yo quería  rescatarlo y aplicarlo al nivel colectivo de las sociedades humanas. Según este autor, la persona puede auto asistirse porque es ella misma quien se auto enfermó. Si no tuviera la capacidad de auto enfermarse tampoco tendría la capacidad de auto asistirse. La capacidad de auto asistirse es pues el resultado que se produce como consecuencia de la comprensión y la transformación de las actitudes que auto enferman.

 

Creo que la aplicación de esta afirmación, refleja el mejor aporte que podemos hacer desde el movimiento de reducción de daños para la reforma de las políticas de drogas. Es decir, empezar a constatar tanto a nivel de cada persona individualmente como del colectivo social, qué actitudes estamos generando en relación al tema drogas que nos “auto enferman” individual y socialmente. Y seguidamente, ocuparnos en indagar cómo esas actitudes pueden modificarse de forma que podamos encontrar en nosotros mismos, no sólo en el colectivo sino también en cada uno nosotros como miembros de la sociedad, las mejores actitudes para relacionarnos de la forma más saludable, digna e integradora posible con el tema del consumo de drogas.

 

Como les comentaba hace un rato, los impulsos que sustentas - tanto la prohibición como las medidas más liberales en relación al tema drogas- tienen su germen en cada  conciencia individual. La prohibición no existe porque sí. No es un problema de políticos corruptos o de narcotraficantes exclusivamente. En buena medida, es un problema o actitud de cada uno de nosotros, que en cierto lugar de nuestra conciencia individual legitimamos determinadas formas de control social. Por lo tanto, su modificación es asimismo un trabajo que nos involucra a todos y cada uno en particular.

 

Como decía el pintor Van Gogh, “comienza por pintar tu propia casa y estarás pintando el mundo”. Muchas gracias. (Aplausos)

 

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