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EL PAPEL DE LA COCA


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El principio de la autonomía del ser humano para ser autor de su propio destino

Gustavo De Greiff. — Quisiera decir que una ley de legalización, naturalmente presume el fracaso de las leyes prohibitivas, que es evidente y a lo cual me referí en las palabras de inauguración de este encuentro y en el trabajó que presenté el día viernes al final del encuentro. Pero también presupone que se considere en una ley de legalización, el principio de la autonomía del ser humano para ser autor de su propio destino, así como la existencia del Estado como coordinador de la igual libertad de todos los ciudadanos.

            Si consiguientemente el bien más preciado para el hombre es la libertad, la ley penal no debe usarse sino excepcionalmente. Tampoco puede extenderse para todas las acciones que el Estado, en un momento dado, considere que no deben realizarse o que deben ser motivo de punición. Habr+a casos en que medidas administrativas de tipo civil (por ej., multas, revocación de permisos, exigencia de licencias, etc) son preferibles

            Generalmente, los penalistas estudian el delito una vez que está establecido por la ley; entonces, recién piensan cuáles son sus elementos, cuál su punición, el tipo penal, etcétera. Pero, pocos se preguntan cuándo es legítimo que un acto humano pueda ser penalizado o deba ser penalizado. Desgraciadamente, es increíble que desde 1925 el mundo no haya aprendido, cuando un gran penalista español, refugiado en esta tierra argentina, ya advertía sobre el horror de la ola penalizadora que recorría el mundo.

            Si ustedes miran la historia del nazismo, fascismo, comunismo, del franquismo; en fin, de todas las dictaduras, verán que bajo esos regímenes es cuando más se penalizan las conductas humanas.

            Creo que estamos en una etapa del estudio del problema de las drogas en donde se debe reconocer el fracaso de la guerra contra los estupefacientes y la necesidad de encontrarle una solución racional diferente de la simple prohibición, mediante la legalización o regulación legal de la producción y comercio de las drogas narcotizantes y sicotrópicas. Esta legalización también debe ser acompañada de campañas educativas disuasivas del abuso de las drogas y del suministro de tratamientos médicos a los adictos.         Bajo esa concepción, en México, la senadora María del Carmen Bolado del Real, requirió mi intervención para que la ayudara a redactar un proyecto de ley sobre legalización de la droga, porque sobre el tema se habla mucho, pero hasta ahora —que yo conozca— muy poco se ha presentado en forma sistemática y precisa acerca de cómo debe ser esa legalización.

            Naturalmente, con entusiasmo me presté a ayudarle a redactar el proyecto correspondiente, que fuera el resultado de la ambición de la senadora de lograr en México la aprobación de un proyecto de esa naturaleza, comprendiendo las dificultades que existen para que eso suceda; es decir, para que pueda lograrse en un cuerpo legislativo de alguno de nuestros países, que estudie un proyecto de ley de esas características.

            A ello se oponen las tres convenciones firmadas en las Naciones Unidas que reglamentan o rigen el sistema de control de las drogas de esta clase, de drogas sicotrópicas y narcotizantes, junto con un programa político fundamental, que es la oposición del gobierno de los Estados Unidos, a que se modifique este sistema prohibitivo.  Pero, por una parte, no debe olvidarse que los tratados internacionales pueden modificarse con el consetimiento de las partes y denunciarse por la parte que no quiera seguir atada con algun tratado. En cuanto al gobierno estadounidense es cierto que puede ejercitar una presión muy fuerte para impedir un cambio de estrategia enel combate a las drogas, pero no es tan poderoso como la naturaleza le acaba de demostrar.

 

            En todo caso, creo que debemos pasar del estado de crítica justificada de las leyes prohibitivas y transitar por el camino de la imaginación respecto de cómo debe ser un proyecto de ley de  legalización que, repito, llamaría de regulación de la producción y del comercio, acompañado de campañas educativas y de tratamiento para los adictos.

            Fue así que en quince artículos tratamos de concretar ese imaginario de cómo debe ser una ley de legalización que, naturalmente, es distinta para países como Argentina o los países europeos, que no sufren el problema del cultivo de las plantas de donde se extraen algunas de esas drogas, pero que sí sirve para países como Colombia, Perú, Bolivia y México, en donde se registra o se encuentra el cultivo de plantas de donde se extraen esas drogas.

            Si tenemos en cuenta esa finalidad, hay que preguntarse cómo debe ser la legalización. ¿Debe dejarse a cualquiera que quiera y pueda —bajo controles y con permiso de la autoridad— cultivar, producir y comerciar o debe ser un monopolio estatal o debe permitirse sólo que sea producido por empresas farmacéuticas y el envío mediante fórmula médica? Es que hay muchas clases de legalización.

            En el proyecto del que les he hablado, que naturalmente corresponde a mis ideas, pienso que es mejor dejar a la industria privada, o al sector privado, la producción y el comercio, pero con reglamentación. Cuando en su momento se levantó la prohibición que pesaba sobre las bebidas alcohólicas quedó permitida su producción sin reglamentación ni controles de ninguna clase. Y a pesar de eso fue benéfico, porque se terminó la violencia y dejó de haber batallas campales de bandas de traficantes de bebidas alcohólicas en las calles de Chicago, de Houston, de Nueva York, de las grandes ciudades de los Estados Unidos y dejó de haber corrupción en la Justicia, etcétera.

            Pero, en el caso de las drogas, se justifica más no sólo levantar la prohibición sino también establecer en qué condiciones debe ser posible la producción, el comercio y el consumo.

            En el proyecto de ley se partió del principio de tratar de evitar que la producción de esas drogas esté monopolizada. Entonces, se trató de romper el monopolio vertical y horizontalmente. Verticalmente estableciendo que el cultivo puede ser, o podría ser, realizado por personas naturales; la producción de las drogas mediante compañías de responsabilidad limitada y la venta, el expendio de la drogas, también mediante compañías de responsabilidad limitada pero que, en ningún caso podrán estar mezcladas entre sí. Repito: para romper la posibilidad de un o unos monopolio en cada sector.

Yo creo que el mejor sistema de legalización es dejando las actividades de cultivo, producción y comercio en manos particulares pero bajo la súper vigilancia del Estado, como sucede con las actividades económicas importantes, tales como la banca, el seguro y otras.

            El cultivo se autorizaría y habría una entidad del gobierno, que en México podría ser la Secretaría de Salud Pública, que expediría los permisos de cultivo, de producción y de comercialización. Y que debería tener un desempeño similar a las superintendencias de bancos, de sociedades anónimas o de capital, por ejemplo.

            Este proyecto de ley se referiría únicamente a cocaína, heroína y marihuana, que son el problema fundamental de México, Colombia y de cualquier país en donde se cultivan todas o algunas de plantas de donde se extraen las materias primas de las drogas que he mencionado.

            Se establece en la ley cuál debe ser el porcentaje máximo del elemento activo en cada una de las drogas. Por ejemplo, en la marihuana el THC debería ser del equis por ciento, en la cocaína la presencia de HCL sería también de equis por ciento, los porcentajes apropiados deben ser el resultado de consulta con expertos médicos que determinen cuál debería ser la concentración de cada elemento activo. Este tema debería fijado estar en la ley, no en la reglamentación, para evitar cambios tendenciosos o producto de intervenciones movidas por intereses económicos.

 

            Naturalmente, a las compañías dedicadas a la producción y al comercio deberíamos exigirles el cumplimiento de la ley bajo penas tales como multas o revocación de los permisos de funcionamiento. También debería llevarse un control de las ventas y de las exportaciones. Y, finalmente deberían establecerse controles sobre la propaganda, es decir, no habría que permitir que se hiciera publicidad masiva en los medios de comunicación para el consumo de esas drogas. Así,  no podrían establecerse sitios de expendio de las drogas cerca de instituciones religiosas o educativas. Las empresas tampoco podrían, como sucede ahora con las tabacaleras, promocionar eventos deportivos. El deporte promocionado por una compañía productora de drogas podría llevar a pensar en una propaganda del consumo. Entonces, estos principios pues de no monopolio y, por consiguiente, no plantación, cultivo, producción y comercio unidas en una sola entidad o en varias, es uno de los principios fundamentales —pienso yo— de una ley de legalización.

            Así mismo, debe establecerse un sistema tributario que permita que el Estado reciba ingresos que se dedicarían para promociones, campañas educativas y suministro de tratamientos para los adictos.

            A los interesados les recomiendo un trabajo que fue recientemente editado por una fundación inglesa sobre este aspecto de la legalización que lo pueden encontrar en la página web que se identifica con la siguiente dirección: www.tdpf.org.uk. Es bastante comprensiva de cómo se justifica la legalización y las varias formas que he mencionado.

            Termino aquí incitando a los asistentes a que pasemos de la etapa de la censura, de la prohibición —que aunque no debemos dejarla, no nos podemos limitar a ello— a la de imaginar y concretar cómo puede ser un ambiente de regulación. Muchas gracias.

 

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