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En Florencia nació algo grande

Por Olga L. González
olgaroa@yahoo.com
Militantes curtidos, franceses que estuvieron en las barricadas de mayo del 68 me lo dijeron: “empieza un momento histórico”. 500.000 personas según los helicópteros de la Policía, 1 millón según los organizadores de a pie. Ni el alarmismo de los medios de comunicación, ni la histeria de la Fallaci –que invitó a sus conciudadanos a resistir a la invasión de las hordas, que comparó a los fascistas que invadieron Roma durante la guerra- lograron socavar el espíritu de la marcha.


La marcha era el acto de clausura del Foro Social Europeo, el primer encuentro continental derivado de los Foros Sociales Mundiales, el primero de los cuales se realizó en la ciudad socialista de Porto Alegre hace casi dos años. A diferencia de encuentros pasados, el foro de Florencia no se realizó en sincronía con una cumbres del G8 o G7, ni con un encuentro del FMI o del BM.
 

Todos recuerdan que el Primer Foro Social Mundial, en Porto Alegre, se realizó al tiempo que la cumbre de Davos, Suiza, en enero del 2001; meses después vino el desorden de Seattle (conferenciantes muy importantes que se vieron negado el acceso al edificio donde tenía lugar el encuentro y el desconcierto del director del Banco Mundial, Mike Moore: "No entiendo por qué protestan, queremos lo mismo que ellos", que inauguraban el ciclo de Stiglitz); luego, en el verano sofocante del 2001 se produjo el delirio de Génova : mientras en un barco aislado la dirigencia mundial decidía el futuro de la humanidad, en las calles de una ciudad amurallada por Berlusconi la policía se enfrentaba furiosa con la masa de manifestantes y en imágenes que dieron la vuelta al mundo, un tanque de la policía pasó por encima del cuerpo inerte del primer mártir de la causa, un joven de 21 años llamado CarloGiulani, del que hoy se consiguen varias biografías.
 

Ninguno de los policías que estuvo en Génova fue desplazado a Florencia, pero el ambiente estaba caldeado desde el miércoles, el día en que comenzaron a llegar las delegaciones extranjeras a la estación de Campo di Marte. Aunque no se suspendieron los acuerdos Schengen de libre circulación en Europa, como amenazó en algún momento Berlusconi, los controles fueron estrictos en la frontera. En el muelle, carabineros de chaqueta abultada esperaban la menor anomalía para intervenir. Aupados por unos medios de comunicación devotos del presidente, la mayoría de los comerciantes de la ciudad había comenzado a cerrar sus comercios y a ocultar las vitrinas y los emblemas de sus negocios con láminas de madera. Nadie se imaginaba que esas mismas láminas que escondían el fetiche iban a ser el medio de expresión favorito de muchos manifestantes y el punto focal de las cámaras fotográficas de los turistas de la ciudad.
 

El día miércoles, los cobres de la retreta resonaban con furor en la Estación Central de Florencia. Acaso se proponían aplacar la vergüenza que produjo el artículo de la señora Fallaci. Tubas, trompetas y percusiones, y el aire de BandeiraRossafue lo primero que oyeron los viajeros que se desgajaban en permanencia de los trenes. Tan alegre tocaba la banda, que era como si el solo hecho de haber llegado a Florencia constituyera un triunfo. Los forasteros se registraron en el Palacio de Eventos, de donde salieron con un distintivo rojo colgado del cuello. Al caer la noche, todos los habitantes del centro de Florencia llevaban la insignia roja. Se mezclaron con las bandas, ahora varias regadas por las calles. La cofradía estaba lista para las jornadas de los tres días siguientes.
 

Los organizadores nunca previeron la magnitud del foro: 60.000 personas, en su mayoría jóvenes menores de 25 años, pagaron cerca de 30 dólares para poder asistir a alguno de los aproximadamente 50 seminarios simultáneos que se llevaban a cabo en el pentágono de la Fortezza del Basso. Durante tres días, se podía escuchar e interactuar con la intelligentsia de la izquierda para demostrar que “Otra Europa es posible” no era sólo el lema del evento. Tres temas aglutinaron los miles de seminarios: Globalización y liberalismo; Guerra y paz; Derechos, ciudadanía y democracia. Periodistas famosos (plumas de IlManifesto, de Le Monde diplomatique), profesores renombrados (el marxista Daniel Bensaïd o el inglés Ken Coates), activistas internacionales (desde SusanGeorge, de Attac, hasta el argelino AhmedBen Bella), políticos (desde MustafaBarghuti, de la Asociación Nacional Palestina hasta comités chechenos, pasando por el alcalde de Florencia) y sindicalistas (desde representantes de la poderosa CGIL italiana hasta ligas intersindicales de mujeres) se confundían en la profusión de conferenciantes de todas las edades y de varias nacionalidades. La mayoría son poco publicitados por fuera de su entorno, pero constituyen lo más granado de lo que algunos sociólogos llaman los “contra-especialistas”, es decir cerebros que consagran su saber a la causa noble de pensar un mundo más justo.
 

Por Latinoamérica, la representación más visible fue la colombiana: estuvo encabezada por el candidato de izquierda Lucho Garzón, quien ante un auditorio de unas 400 personas habló de corresponsabilidad en materia de drogas, de neoliberalismo, del “presidente a la medida de Bush, Uribe Vélez,” y de la necesidad de una negociación política con la guerrilla. Asistieron varios delegados campesinos y sindicales que retrazaron la historia del latifundio y de la expoliación de los recursos naturales en Colombia, específicamente en Arauca y el Sur de Bolívar; que narraron cómo fue que el paro realizado en las Empresas Públicas de Cali contó con el apoyo de los ingleses. Se denunciaron los nocivos efectos del Plan Colombia en la comunidad campesina, la impunidad de las multinacionales (hubo una ponencia que rememoró la denuncia judicial que pesa sobre Coca Cola y su filial colombiana por represión sindical; en esta campaña de divulgación, se vendieron muchas camisetas pidiendo boicotear a Coca Cola). Además de Brasil, otra delegación vistosa fue la argentina, con varios foros dedicados a la crisis del modelo. También hablaron el ex Arzobispo de Chiapas Samuel Ruiz, el brasileño Miguel Urbano Rodríguez, Estela Carloto, de las Abuelas de la Plaza de mayo, y delegados del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil.
 

Pero sobre todo, se podía entrar en contacto con más de un millar de organizaciones y asociaciones que han sabido aprovechar al máximo las virtudes de la mundialización, especialmente en el trabajo de información y divulgación y en la creación de redes de interés. Hoy día, los campesinos Sin Tierra del Brasil saben que su lucha no sólo es conocida y divulgada por asociaciones campesinas del hemisferio norte (Via Campesina), sino que pueden contar con acciones concretas de apoyo. Sindicalistas amenazados de Colombia cuentan con el respaldo de sus homólogas europeas (Colombia SolidarityCampaign, Comité de Solidaridad Carlos Fonseca,Ospaal, Rete europea di solidarietà con Colombia). Muchas asociaciones se han conformado de lado y lado del Atlántico para, por ejemplo, ejercer veeduría sobre las prácticas deshonestas o ilegales de las multinacionales (ej: Taller de Multinacionales). Son una pequeñísima muestra del trabajo minucioso de organizaciones que a ambos lados del Atlántico están pensando en un mismo objetivo.

Atrás ha quedado la época de la sola crítica. Este fue un argumento bien fundado de los detractores del mal llamado “movimiento antiglobalización”, pero ahora carece de sentido. En todos los sectores de la vida pública hay iniciativas y propuestas. Desde las muy divulgadas (la tasa Tobin, que dio origen a Attac[1], pasando por experiencias de democracia participativa, como la Porto Alegre del PT, pero también intercambios de saberes Sur-Sur y Sur-Norte, o iniciativas puntuales para los derechos de los migrantes en Europa). En las pequeñas asambleas, lejos de los entusiasmos demagógicos de los encuentros multitudinarios de rigor, se veía cómo el encuentro de cerebros de horizontes muy diversos concurría con propuestas concretas sobre problemas similares. Sin duda, este fue uno de los mayores provechos del FSE:favorecer el cruce de experiencias para afinar otra manera de concebir la empresa, la educación, el trabajo, la información... Incluso, una nueva representación pictórica está apareciendo y hay organismos (Université tangente -utangente.free.fr) que trabajan exclusivamente en la cartografía del nuevo mundo.
 

Toda esta gente bien informada, y los miles que seguían escupiendo los buses el sábado en la mañana, con sus banderas, sus panfletos y sus instrumentos de música, sus lemas y pancartas, desafiaban el silencio de una ciudad espantada. A las 9 de la mañana del día sábado, era difícil conseguir una panadería abierta. La mayoría de los comercios había escondido sus vitrinas, con papel periódico algunos, con láminas de madera la mayor parte. Muchos florentinos se habían fugado de su ciudad, haciéndole caso a una prensa local que decidió darle un tratamiento bajo al evento. El desafío era lograr que la marcha no se convirtiera en un campo de batalla, como ocurrió en Génova el año anterior. Los comités antimundialización y los sindicatos organizadores han declarado desde siempre ser enemigos de la violencia. Aunque los grupos más radicales presentes en Génova no estarían en Florencia (BlackblockTutebianchi), a las 10 no parecía fácil lograr romper el ambiente de desolación de Florencia. Pero hubiera sido menospreciar la capacidad de vivir la política como un acto de fiesta. A las 12 del día - en vez de las 3, como programado, empezó la marcha-. Poco a poco se fueron uniendo otras delegaciones –la griega, muy ruidosa; los católicos, numerosísimos; los ingleses, siempre cantado; los franceses, el primer contingente de extranjeros, muy bien organizado; los calabreses de largas barbas, que bailaron todo el tiempo; las comparsas brasileñas; 5 estalinistas con un altoparlante que difundía himnos de épocas pretéritas; rumanos cantando; varios diputados italianos; africanos reclamando igualdad de derechos; banderas de Colombia y de Venezuela desperdigadas entre el río humano; transgays y lesbianas contra la guerra; una bandera palestina de 100 metros de largo, que vieron todos los viajeros que sobrevolaron Florencia; una trapecista colgada de un semáforo; rastas de pelo largo, scouts de pantalón corto, pancartas, folletos, pañoletas palestinas... Muchos elegantes florentinos que no desertaron de su ciudad, bajaron emocionados a las calles para hablar con la gente y para exhibir pancartas caseras: “Yo tampoco estoy de acuerdo con la actual mundialización”. Otros aplaudían desde los balcones y colgaban sábanas blancas. Los negocios que habían tapado sus vitrinas con láminas de madera se convirtieron en el mural favorito de los manifestantes. Horas más tarde, los flashes de los turistas no paraban de fotografiarlos: “Soy carpintero de Pisa y le dejo mi teléfono para cuando se le ofrezca quitar esta tapia absurda”. “¿Qué esconde? ¿De qué tiene miedo? ¡Somos pacíficos!” “No a la guerra en Irak”.
 

Las más de 500.000 personas que simultáneamente marcharon durante 6 kilómetros, sumada a la declaración final del Foro Social Europeo, firmada por todos los movimientos sociales presentes y cuyo encabezado reza: A todos los ciudadanos y las ciudadanas de Europa, ¡Todavía podemos detener esta guerra!, son el preludio de una movilización que deberá ser constante, paciente y cada vez más amplia. Pese a las grandes manifestaciones que ya tuvieron lugar o que se harán próximamente (fueron 100.000 manifestantes en Washington y quién sabe cuántos sumarán en todas las capitales europeas el próximo 15 de febrero), nadie puede garantizar que no se producirán los bombardeos del ejército norteamericano, sino todo lo contrario. La lucha contra los intereses del petróleo, contra los mercaderes de armas, contra los beneficios improductivos de la especulación financiera y contra los descalabros que genera el mercado, por sólo citar los temas clásicos de la ola antiglobalización, necesita una coalición más vasta, con redes en todos los países y optimistas del realismo, conscientes de que sí es posible cambiar este mundo. Lo que lo que se vio en Florencia, impensable hace apenas 2 años, ya tuvo lugar. El reto es estar a la medida de los tiempos, porque algo grande está naciendo.

[1]En 1998 se constituyó la Asociación para el impuesto a las transacciones financieras de ayuda a los ciudadanos (www.attac.org). Inspirada originalmente en una idea del nobel James Tobin, hoy Attac se ha convertido en uno de los movimientos a la cabeza de la antiglobalización. Presente en 35 países, su trabajo no se limita a lograr que haya un impuesto sobre el 1% de las transacciones financieras en el mundo destinadas a inversión social en el tercer mundo. Trabaja, de manera amplia, por transformaciones viables que permitan un desarrollo equilibrado y justo para la mayoría. 

 
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