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Pulso Digital (Bolivia)

Coca clandestina
...no estaba muerta, estaba en la Argentina

Víctor Orduna

Es la voz oficial, la voz del Estado, la que tendría que escudarse en que el narcotráfico está detrás de todo, controlando nuestras vidas... Pero no es así, la voz de Carlos Montenegro, el jefe de Comercialización de la Dirección del Control de la Hoja de Coca (DIGECO), dice otra cosa: la coca migra a la Argentina, en cantidades inmensas. Es un mercado y un consumo que ya no se puede ocultar.

En ausencia viajera del viceministro de Defensa Social, Oswaldo Antezana —del que comentan que subirá a Ministro de Gobierno en cuanto Leopoldo Fernández baje a la arena electoral— nos recibió Carlos Montenegro, jefe de Comercialización de la Dirección General de Control de la Hoja de Coca (DIGECO). Papeles en mano y un tema: el comercio de coca con el norte de Argentina.

Según los informes de DIGECO, el año pasado se comercializaron 1.910 toneladas de hoja de coca en los seis puntos fronterizos de Tarija y Potosí con la Argentina. Esta cantidad representa un 25% del total de hoja de coca legal que circula en Bolivia. Se trata de un mercado impresionante...

—Hay un negocio de comercio de la hoja de coca hacia la Argentina, eso es indudable porque no puede ser que en Yacuiba (Tarija) tengamos 469 comerciantes que equivalen a dos tercios de los que hay en todo el departamento de La Paz. El tema es que, de la cantidad que se lleva a esa zona fronteriza —unas dos mil toneladas— entre un 10 y un 15 por ciento se quedan para el consumo local, no más, es imposible. El resto, el 90 por ciento de esa coca está yendo al mercado lícito Argentino.

Pero, ¿hasta dónde llega el control de DIGECO? Porque una vez la coca cruza la frontera, como se trata de contrabando, nadie le sigue la pista...

—El control de DIGECO llega hasta la frontera, no podemos ir más allá, ahí es donde tropezamos con la formalidad legal. Y eso es lo que nos preocupa, porque nuestra función esencial es controlar que esta coca sea usada legalmente, que no se desvíe al narcotráfico.

¿Tienen sospechas de que se está desviando al narcotráfico?

—De la Argentina no hemos recibido ninguna reclamación en el sentido de que la coca esté yendo al narcotráfico, lo que dicen es que es una cantidad muy elevada y que les está causando problemas de control, que necesitan más personal, que pasan bolivianos todo el tiempo, además debe ser una fuga de divisas espectacular, porque los bolivianos que venden la coca vuelven a Bolivia, no usan ese dinero en Argentina.

Pasar la coca de lado a lado de la frontera se pinta como un negocio redondo, se multiplica el precio. ¿Han hecho ustedes un balance económico?

—El precio promedio de la coca el año pasado ha alcanzado casi los cien dólares (un taqui de 50 libras) y al pasar la frontera alcanza los 500 o 600 dólares, por pasarla sólo a La Quiaca. Yo he conocido datos de la policía federal de que un taqui puesto en Tucumán ya alcanza cerca de los mil dólares.

Unas dos mil toneladas a 600 dólares el taqui, estaríamos hablando de 50,4 millones de dólares. ¿No le parece una economía digna de ser formalizada?

—Sí. A mí me parece imprescindible. Así acabaríamos con las especulaciones de si la coca llega o no llega al mercado. Inclusive yendo un poco más allá, si tuviéramos estos datos con más certeza hasta podríamos restringir el uso de licencias en la zona porque sabríamos que cantidad de demanda se requiere. Lo que le interesa al viceministerio es el control estricto de los comerciantes y la cantidad y segundo, la normalización del comercio con Argentina, ya sea en sentido de que Argentina acepte unos cupos o en sentido de que Argentina rechace completamente y el Estado boliviano tendría que patrocinar el retiro de las licencias. Por ahí, a la Argentina no le interesa tener comercio de coca con Bolivia, creo que sería el primer país que acepte el comercio legal e coca.

Claro, pero es difícil imaginar al ministro de Comercio Exterior tratando la exportación de coca o incluyéndola en una agenda bilateral...

—Yo no estaría tan seguro de que no hablaría, un negocio de más de 50 millones de dólares tiene que despertar interés, lo que pasa es que estamos hablando de coca y necesitas más control. Tal vez un impuesto pagaría el costo del control.

Económicamente es, sin duda, interesante pero políticamente es delicado. Cuando ya casi se ha impuesto la idea de que la coca yungueña también está manchada por el narcotráfico, ¿qué político se va a atrever a hablar del consumo lícito en Argentina?

—Proponer en este momento una política nacional como la que se le ocurrió al presidente Paz Zamora traería sus consecuencias, lógicamente. Primero se asumió que toda la coca del Chapare era para el narcotráfico y se descuidaron los controles sobre DIGECO porque se pensaba que toda la coca que pasaba por aquí era legal. Después se han empezado a ver las cifras de comercialización y se ha advertido que es mucho y los cultivos legales han adquirido importancia. Ahí la gente ha empezado a abrir los ojos porque comercialización en el norte de Argentina ha existido siempre, que yo conozca, a Yacuiba, hay licencias desde 1986.

¿Se ha medido el incremento de la demanda en el norte de Argentina?

—El ascenso es constante. Por ejemplo, si el año pasado fueron 84 mil taquis (paquetes de 50 libras), este año, faltando tres meses, ya estamos en unos 85 mil. Es mucho, mucho. Y mientras nos sigamos manejando en esta informalidad va a ser muy difícil controlar. Cada vez se está concentrando el tráfico en esa zona. De aquí a fin de año, cuando cerremos las estadísticas va a haber ingresado al mercado de coca de Villa Fátima y de Cochabamba una cantidad superior a las diez mil toneladas, lo que puede significar que se han consumido en el interior unas cinco mil y se han desviado a Argentina otras cinco.

El problema es que el único parámetro que considera la 1008 es el consumo interno, nunca se ha pensado en evaluar un consumo tradicional más allá de Bolivia...

—Mientras tengas un comercio informal con Argentina nunca vas a tener un parámetro de medición exacto. Tu puedes decir: “se necesitan 5.400 toneladas y se han producido nueve mil, esas cuatro mil hay que reducirlas porque se está produciendo de más en los Yungas”, pero no se está produciendo de más, se está yendo a la Argentina.

Se puede acabar estrangulando a un mercado de exportación gigante...

—No, si tu erradicas el negocio de la coca hasta cierto límite con la idea de producir solamente para el mercado local lo que vas a estrangular es el mercado local porque el externo siempre va a estar mejor pagado. Pero a DIGECO lo que le interesa son los asuntos de control. Si un comerciante cruza la frontera con un burro llevando diez taquis para nosotros empieza a ser un asunto de la aduana nuestra y de la gendarmería argentina, deja de ser competencia de DIGECO, para nosotros lo importante es que ese comerciante este cumpliendo con todos los requisitos y que esa coca que está cruzando esté yendo a fines lícitos.

Comercialización de hoja de Coca Regiones Fronterizas con la República de Argentina
(Vinculación Camino Carretero, Ferroviaria, Sendas, y Vía Fluvial)
(Expresado en paquetes de 50 libras)

 
Localidades
Gestión
1998
1999
2000
Tarija
Yacuiba
27.153
30.721
28.496
Bermejo
18.450
16.252
13.366
San José de Pocitos
15.226
15.869
13.963
Villamontes
3.481
3.721
3.067
Esmeralda
250
570
450
Sub Total
64.560
67.133
59.342
Potosí
Villazón
22.190
23.463
24.716
Sub Total
22.190
23.463
24.716
Total
86.750
90.596
84.058
Fuente: DIGECO

Comerciantes detallistas autorizados para comercializar hoja de coca
Por departamentos

 
Departamento Número de Comerciantes
Tarija 1.251
Santa Cruz 973
Potosí 913
La Paz 865
Chuquisaca 405
Cochabamba 365
Oruro 335
Beni 28
Pando 20
Total 5,155

Ya pues, dejen de acullicar

¿Usted está convencido de que el consumo tradicional de hoja de coca en Bolivia desaparece?

–Claro, cómo no, si hasta el latín ha desaparecido como idioma, el acullicu cómo no va a desaparecer... El aymara va a desaparecer, ¿o no? Es un hecho histórico.

La respuesta es de Franklin Alcaraz. Para definirlo a él y al trabajo que realiza la institución que dirige –el Centro Latinoamericano de Investigación Científica (CELIN)– es importante destacar que su pensamiento coincide, simétricamente, con la posición de la Embajada y del gobierno en el tema del narcotráfico. Por eso, quizás, el CELIN es siempre la fuente oficial a la que se recurre para repetir que el consumo tradicional de coca está bajando en Bolivia y que hay un excedente en la producción, por lo tanto: hay que erradicar. El último estudio del CELIN, de 1997 establece que el consumo tradicional en Bolivia es de 9.300 toneladas de hoja de coca y que, por lo tanto, 5.400 hectáreas son suficientes para satisfacer la demanda.

"Quien cuestione al Celin tiene que hacerlo en el campo científico. Nosotros hemos hecho una investigación metódica. Ahora, la interpretación que hagan no es nuestro problema".

Hasta ahora sus estudios han tratado de medir el consumo tradicional interno. ¿Han medido el consumo en el norte de Argentina?

–No, no nos corresponde, si conseguimos plata para hacer una investigación sobre el consumo en el norte argentino, vamos y lo hacemos.

Nunca les van a dar plata para eso...

–¡Ah, ve!

Públicamente puede no interesar que se conozca un mercado tan grande...

–No sé, si ustedes llegan a concienciar a los políticos sobre ese tema como importante para las exportaciones, pero ese es un tema de ustedes.

Si Argentina consume el 25% de la coca boliviana, ¿no debería cambiar eso las pautas de la medición?

–Pero los argentinos, ¿acaso son bolivianos? Y ¿por qué tenemos que producir nosotros para el norte de Argentina? ¿Por qué tenemos que ponerlo en la 1008?

Y¿ por qué no se puede promover la exportación de coca para un consumo legal?

–¿Por qué no promover la exportación de quinua? Con la quinua no se hace droga, con la coca sí. Porque la coca es materia prima para hacer cocaína y punto

Los productores pasmados

Los productores de coca de los Yungas reunidos en la Asociación de Productores de Coca (ADEPCOCA) nunca se imaginaron —o a lo mejor es que lo disimulan muy bien— que cerca del 25% de su producción se está mascando en Argentina. Dionisio Núñez, que además de productor es dirigente del Consejo de Federaciones Campesinas de los Yungas (Cofecay) —el brazo sindical de los cocaleros— tiene la palabra:

“No hemos tenido mucho acceso a los datos. En base a estas cifras tenemos que cambiar algo el discurso frente a la opinión pública, frente a un gobierno que nos ha venido ganando espacios con su propaganda de que la coca es igual a droga, narcotráfico y violencia”.

“Queremos que se legalice un mecanismo de Estado a Estado con Argentina para que se pueda exportar la coca. También en el caso de las empresas. Justamente hace unos días hable con el señor Teodoro Tito Araníbar, un empresario que tiene intención de llevar coca al norte de Argentina. Dice que legalmente no tiene ningún problema en la Argentina pero que tiene temor a las trabas de aquí. La posición de los detallistas —los productores acusan a la Federación de Minoristas de monopolizar el mercado— frena estas posibilidades”.

“Estos detallistas que llevan la coca al sur son los que hacen dinero. Tienen una red para hacer pasar la coca clantestinamente al norte de Argentina. Nosotros como productores vendemos, en el mercado de Villa Fátima, al mismo precio, tanto si va para el consumo interno como si va para la Argentina”.

Así que frente al mercado que representa Argentina los productores se quedan pasamados. Algo tiene que ver que anden todo el día peleándose —reglamento va, reglamento viene— con los que venden su coca: la Federación de Minoristas. También tiene que ver que su pelea sea mucho más urgente, frenar la erradicación, como lo hicieron en el mes de julio cuando el ex ministro Guillermo Fortún metió a su tropa y luego la sacó.

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