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Bogotá, agosto 3 del 2001

Señora:
Anne Patterson
Embajadora de los Estados Unidos de América
Ciudad

Respetada señora Patterson:

Los titulares de prensa del 2 de agosto del 2001, reproduciendo sus declaraciones en el sentido de que suspender la fumigación llevaría a suspender el Plan Colombia no deja de ser una advertencia interesante. Su anuncio debe haber llevado a muchos colombianos a pensar en cómo sería un escenario sin ese Plan en nuestro país. En mi perspectiva y como una contribución realista para medir los efectos de su llamado de atención, alcanzo a percibir el siguiente escenario sin el Plan Colombia:

  1. Al suspenderse la fumigación y las acciones de fuerza en las zonas cocaleras, en muy corto plazo se produciría una sobreproducción de hoja de coca con la consiguiente caída espectacular del precio de la pasta básica, con lo cual se produciría un efecto que en 25 años de fumigaciones en Colombia no se ha logrado: bajar las áreas de producción. Es evidente que las fumigaciones y las acciones interdictivas son el principal sostén de los buenos precios de la materia prima para producir cocaína, con el consiguiente efecto de estímulo al incremento de las áreas de cultivos ilícitos.

    Como se sabe, ese incremento de áreas de ilícitos es nocivo a nuestro medio ambiente ya que la instalación de nuevos cultivos significa más deforestación y mayor contaminación, por el procesamiento de la pasta básica. De este modo se crearían las mejores condiciones para que el campesinado productor ingrese – sin el mecanismo de chantaje de las fumigaciones que es tan duro como ineficaz – a procesos de alternativas de desarrollo para sus regiones.
  2. Al salir el Plan Colombia, le quitaría un argumento a la insurgencia que busca la polarización del conflicto armado, denunciando la intervención indebida de su gobierno en la guerra que vive nuestro país. Este hecho, junto con la interpelación a la guerrilla y a los poderes reales detrás del paramilitarismo sobre su verdadero compromiso frente a la lucha contra el narcotráfico, en el marco de un proceso de paz replanteado y con un énfasis en decisiones claras frente a la economía de las drogas, sería un inicio interesante de solución a ese problema de cara a la comunidad internacional.
  3. Igualmente eliminaría una de las trabas estructurales a la creación de condiciones de confianza entre las partes que desarrollan conversaciones de paz. En efecto, el Plan Colombia es uno de los factores que más ha propiciado la radicalización de las fuerzas armadas frente a una solución de fuerza del conflicto y justificado el rearme de la guerrilla, su crecimiento y en general su preparación a un incremento de la confrontación.
  4. Así mismo, con la salida del Plan se le quitaría un factor grave de deslegitimación del Estado colombiano en las zonas productoras, puesto que al fumigar se afecta la economía legal e ilegal de regiones enteras sin que aparezcan alternativas viables de desarrollo, ni se solucione la pobreza de los colonos e indígenas. La inexistencia de procedimientos judiciales claros para tramitar y decidir sobre las quejas de los campesinos, la ausencia de voluntad política de Ministerios como Ambiente y Salud para investigar esos casos, significan en el mediano y largo plazo, una pérdida de legitimidad y confianza en el Estado empujando a los productores a los brazos (armados) de las guerrillas y el paramilitarismo.
  5. El retiro del Plan Colombia crearía condiciones favorables a la cooperación internacional distinta a la de Uds., la cual busca alternativas a la producción de ilícitos sobre la base de procesos manuales de erradicación, en condiciones distintas a los actuales “pactos” cuyo futuro es incierto, por las absurdas condiciones impuestas. Tal escenario de confianza se vería complementado, con procesos de concertación con las comunidades implicadas.
  6. Con la suspensión de las fumigaciones y por tanto del Plan Colombia se dejarían de afectar proyectos de desarrollo alternativo de la cooperación internacional y del mismo gobierno colombiano (programa Plante) con lo cual se le quitaría un factor perturbador de la buena marcha de esas iniciativas.
  7. Se crearían condiciones interesantes para empezar a entender que el narcotráfico no se combate fumigando cultivos ilícitos sino luchando contra la parte más rentable del negocio: las organizaciones criminales, los mecanismos de lavado con grandes utilidades de la banca internacional, el contrabando de armas, las redes de prostitución, grandes casinos, etc. en fin, el gran lavado que se produce en las economías legales e ilegales y que goza de una gran impunidad en el mundo global.

    De este modo se corregiría la gran distorsión en el concepto de corresponsabilidad, mal entendido como “yo pongo la plata (y me quedo con ella a través e las empresas productoras de helicópteros, aviones y contratistas de mercenarios) y Uds. la guerra en la parte de la oferta, con sus grandes costos”.
  8. Se restablecería el escenario principal de acción de la Policía Nacional que es velar por la seguridad de los ciudadanos en contra de la distorsión presupuestal, administrativa y de cooperación de hoy y que pone el énfasis en atender los requerimientos de Uds. en la inútil y perjudicial erradicación con químicos peligrosos. Los delincuentes de las grandes y medianas ciudades volverían a sentir la presencia de la ley y es probable que la delincuencia disminuiría o por lo menos, los ciudadanos se sentirían más seguros al volver los policías a sus funciones originales.

    Con relación al narcotráfico, la Policía empezaría a entender que este problema se debe combatir con labores de inteligencia sobre el crimen organizado y por lo menos se abrirían condiciones para saber algo acerca de cuántas y de qué tipo son las desconocidas organizaciones que hoy exportan centenares de toneladas de drogas ilegales hacia Estados Unidos y Europa desde Colombia.
  9. Se restablecería la función de seguridad de nuestras fuerzas armadas en función de nuestros problemas y no sobre la base de la agenda impuesta por Uds. en esa materia. Se levantaría la moral de la tropa dedicada hoy a quemar cambuches o perseguir pequeños productores en las destartaladas carreteras de las zonas productoras, en donde hacen esperar 4 o 5 horas a los pobres colonos e indígenas para sus requisas, mientras los narcotraficantes se mueven a sus anchas por todo el territorio nacional, incluyendo ciertos ámbitos del Estado.
  10. Se abrirían las condiciones para que se persiga al narcotráfico donde más le duele: en la extinción de los bienes adquiridos con los dineros de las drogas. De este modo, los funcionarios que no han hecho nada en esta materia o han cohonestado su fracaso, no podrían encubrir su falta de compromiso a través de declaraciones públicas radicales sobre la necesidad de fumigar los cultivos ilícitos.
  11. Así mismo los presidentes dejarían de utilizar el comodín de las fumigaciones para tapar su falta de compromiso en combatir la corrupción, verdadera cantera de afirmación del narcotráfico. Así mismo, los ministros de Justicia no podrían encubrir, con el tema de las fumigaciones, su incapacidad absoluta para administrar y ordenar la cárceles como centros de rehabilitación y no antros en manos de poderes privados, incluido el narcotráfico.
  12. Por otra parte, sin el Plan Colombia la comunidad internacional empezaría a entender que en el país, la guerrilla no fue la que sustituyó a los viejos carteles en crisis, sino que las organizaciones del narcotráfico se diversificaron y se multiplicaron y que son estas las que sostienen la gran demanda de materia prima para producir psicoactivos ilegales. E incluso se empezaría a entender que se afectaría más a la insurgencia, golpeando al capital comprador de materia prima que fumigando los cultivos ilícitos como la supuesta “gran estrategia” para combatir las finanzas de la guerrilla.
  13. También se empezaría a entender que para la institucionalidad colombiana es más peligroso el desajuste producido por los dineros ya lavados y legalizados del narcotráfico, que las exportaciones de drogas por realizar a futuro. Aquellos han potenciado un poder privado sin antecedentes en Colombia y dirigen la estrategia contrainsurgente más exitosa hasta ahora, a costa de la pérdida del monopolio de la fuerza en manos del Estado y de violaciones inclementes al DIH y de expropiaciones violentas a grandes masas de la población colombiana.
  14. En fin, se acabaría la gran mentira que fundamenta el Plan Colombia en el sentido de que el narcotráfico depende de los cultivos ilícitos y se demostraría que es exactamente al revés: que son los cultivos ilícitos los que dependen del capital del narcotráfico.
  15. Pero lo más importante señora embajadora, es que con la salida del Plan Colombia la comunidad internacional empezaría a entender que los fracasos reiterados en materia e drogas no obedecen a la ausencia de eficacia del Roundup; ni a los rechazos por los efectos devastadores del Roundup Ultra; ni al impedimento oportuno del hongo fusarium oxysporum; ni al control armado de la guerrilla en el Sur de Colombia; ni a la existencia de adictos en sus ciudades, sino que obedecen a una vetusta e irracional política de drogas que ha causado tantos o más daños que algunas drogas ilegales de pésima calidad, usadas en condiciones que multiplican sus riesgos, por razón de la represión que se ejerce sobre sus demandantes.

Por las anteriores razones señora Patterson, como colombiano, sólo me resta recomendar que deje una huella imborrable en nuestro país y pase a la historia como la representante más sensata en la historia de nuestras relaciones bilaterales: cumpla cuanto antes su advertencia y ayude a retirar en el menor tiempo posible el nefasto Plan Colombia.

Con mi mayor respeto y consideración,

Ricardo Vargas M.

Acción Andina – Transnational Institute TNI


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