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BASES PARA UNA NUEVA POLITICA SOBRE LA HOJA DE COCA

 

Hugo Cabieses Cubas

 
A solicitud de la Federación Provincial de Campesinos de La Convención, Lares y Yanatile (FEPCACYL), expongo mi posición personal sobre la problemática de la hoja de coca, en tanto que estudioso del tema y solidario con las luchas del movimiento campesino y la población de las cuencas hidrográficas en las que se produce esta planta sagrada y maravillosa. Esta posición no compromete a la institución en la que trabajo – el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) -, al Consejero Presidencial de Alto Nivel para la Política de Drogas y tampoco a las asociaciones de productores, Federaciones y la Coordinadora Nacional de Productores Agropecuarios (CONAPA-Perú) de las cuencas cocaleras a las que he asesorado desde hace años.
 
  1. Para impulsar una política de drogas que sea justa y eficaz, considero que en relación con la hoja de coca se debe distinguir sus caracteres, sus dicotomías y sus dimensiones. Pero a la vez, para impulsar programas de desarrollo rural integral sustentables y sostenibles tipo DRIS que estén asociados a esta problemática, debemos desarrollar y distinguir una tipología adecuada para las cuencas hidrográficas en las que se produce coca y sus entornos.
  2. Pero antes de ello, creo necesario ratificar sin cortapisas, tal como lo he hecho desde hace varios años a nivel nacional e internacional en diversos escritos, declaraciones de prensa y entrevistas que:
    1. el movimiento campesino y de productores agropecuarios de las cuencas cocaleras, al que he tenido el honor de asesorar por solicitud de sus dirigentes, es enemigo del tráfico ilícito de drogas, del abuso en el consumo de drogas y de los delitos conexos asociados como son la violencia subversiva y el terrorismo;
    2. nunca he sostenido que es necesario incrementar las extensiones actuales de cultivos de coca en el Perú, por encima de las necesidades del consumo tradicional y su posible industrialización benéfica;
    3. considero que la coca no debe ser el principal cultivo de la unidad familiar campesina, estoy en contra de cualquier de monoproducción en zonas de selva alta debido a su fragilidad ecológica, poca aptitud para la agricultura de exportación y, más bien, recomiendo y promuevo la diversificación de actividades económicas y el uso de diversos pisos ecológicos;
    4. con esta misma convicción, abogo porque la hoja de coca sea excluida de la Lista I de estupefacientes de las Naciones Unidas en la que fue ubicada injustamente por prejuicios étnicos, psiquiátricos y anticampesinos, razón por la que varios hemos propuesto la revisión del fallo anticientífico que dieran los “expertos” en 1953, razón por la que desde 1961 ésta planta-símbolo de la cultura andino-amazónica está presa y satanizada a nivel internacional;
    5. asimismo, estoy en contra de la erradicación forzosa de cultivos de coca en todo el territorio nacional, bien sea manual, química o biológica, salvo aquellos cultivos que se encuentren cercanos a pozas de maceración y/o en parques nacionales;
    6. abogo por una disminución gradual, manual y concertada con los agricultores de los cultivos excedentes de coca con relación al consumo tradicional y su posible industrialización benéfica, particularmente con aquellos cultivos que están ilegalmente ubicados en parques nacionales, con cuyos agricultores se debe impulsar actividades agroforestales;
    7. dado que la legislación nacional sobre drogas que data de 1978, permite la erradicación forzosa de cultivos y, los convenios firmados entre el Perú y Estados Unidos desde 1995, obligan a cumplir metas sobre este tema, el Ministerio del Interior a través de la Oficina Ejecutiva de Control de Drogas (OFECOD) y el programa especial Control y Reducción de Coca en el Alto Huallaga (CORAH), está erradicando en el parque Von Humbolt y otras zonas focalizadas en cumplimiento de las leyes – aunque sin concertar con los agricultores como estas mismas leyes exigen -, sostengo la necesidad y conveniencia para el país que la legislación y los convenios internacionales deban ser revisados adecuándolos a la nueva situación que se vive en el país;
    8. por otro lado, no estoy de acuerdo con promulgar leyes que declaren “zonas reservadas” o “exclusivas” para la producción de coca, como La Convención, Sandia y/o Monzón, ya que sería una mala señal para dedicarse a la monoproducción de coca, además de que esta propuesta promueve salidas no solidarias con los productores de zonas que han estado más ligadas al tráfico de drogas; y,
    9. por esto último sostengo que en la actual coyuntura los representantes de los productores agropecuarios y de coca, así como los alcaldes de La Convención y Sandia, deberían participar activamente en la Mesa de Diálogo con el Gobierno creada por DS 009-SA del 24 de marzo del 2001 y que fue reinstalada en Lima el 5 de octubre del 2001 ya que se trata de la instancia máxima de discusión y propuestas para una nueva política de drogas, coca y desarrollo rural integral sostenible y sustentable.
  3. En mi concepto, los debates sobre la hoja de coca debemos ubicarlos en las discusiones globales sobre la política de drogas que confronta posiciones duras, suaves y pragmáticas con respecto a la producción, el tráfico y el consumo con fines ilícitos. Debemos participar en esta discusión con argumentos respecto a la ineficacia e injusticia de las políticas de “guerra a las drogas” y de los enfoques que reducen las drogas a un “problema de seguridad nacional”. Las salidas a esta compleja problemática están por el lado de políticas de reducción del daño, de enfoques socio-económicos, médico-sanitarios y culturales y de estrategias de seguridad humana. Estas políticas han demostrado ser más eficaces que las de carácter policial-militar y penalizadoras que son las que desde hace años se aplican sin éxito.
  4. A nivel nacional el Perú debe impulsar una Política de Estado sobre las drogas lo que implica que sea discutida, acordada y asumida por los diversos sectores de la Sociedad Civil organizada – ciudadanos, obreros, agricultores, campesinos, empresarios, amas de casa, políticos, profesionales, funcionarios, científicos, comunicadores, etc. – para luego ser propuesta a la comunidad internacional que debe asumir su responsabilidad en la problemática, por ser los principales demandantes de las drogas que nuestro país produce.
  5. La comunidad internacional no nos debe decir qué hacer frente a una problemática tan compleja, como lamentablemente ha sucedido hasta ahora. Ello implica revisar lo que se ha actuado sobre el tema ya que los “éxitos” hasta ahora han sido más bien virtuales y engañosos, debido a que la estrategia fue diseñada por la mafia fujimontesinista con el acompañamiento de los sectores duros de la administración norteamericana y la ejecución de los programas, planes y proyectos no tuvo la fiscalización adecuada. Debemos mirar al futuro, pero sin borrón y cuenta nueva ya que no podemos darnos el lujo de repetir los errores y horrores del pasado.
  6. En esta nueva política sobre drogas y el marco jurídico necesario que le de sustento, se debe considerar que la planta de la coca tiene tres caracteres:
    1. se trata de un bien cultural de consumo integrante de la biodiversidad andino-amazónica y, por ello, en las zonas cocaleras y las regiones alto-andinas los productores mismos la consumen en estado natural para sus labores agrícolas;
    2. es una fuente de sobrevivencia para tiempos difíciles, “caja chica” del agricultor campesino, lo ha sido desde tiempos inmemoriales y, en combinación con otros cultivos, es parte importante de su canasta de productos y por lo tanto del ingreso familiar; y,
    3. lamentablemente la hoja de coca también es materia prima para producir drogas derivados como la pasta básica y el clorhidrato de cocaína, que no son parte de la cultura y buenas costumbres andino-amazónicas sino una demanda externa.
  7. En sus luchas y propuestas los productores cocaleros buscan afirmar los dos primeros caracteres de la hoja de coca y desean que el tercero no exista. En mi concepto, la gran mayoría de estos productores no son ni quieren ser traficantes de drogas, aunque son conscientes que una buena parte de su producción de coca alimenta la industria y el comercio de la cocaína.
  8. Por otro lado, debe asumirse la complejidad del tema de la coca en base a sus tres dicotomías:
    1. la hoja de coca es integral y diferenciada de sus componentes con fines ilícitos como son la pasta básica y/o clorhidrato de cocaína;
    2. el cultivador y comercializador de coca es diferente que el traficante con fines ilícitos; y,
    3. el consumidor de coca debe ser respetado y su consumo alentado ya que no se trata de un droga dependiente.
  9. Para formular una política adecuada sobre ^la coca, se debe considerar sus tres dimensiones: la producción, los productores y los consumidores.
    1. en la primera dimensión, se trata de un producto agrícola, la hoja de coca en sus diferentes variedades, que constituye un recurso natural que es necesario defender, revalorizar y aprovechar; esta planta es integral, tiene varias decenas de componentes beneficiosos - minerales, vitaminas y alcaloides - y, en más de 6,000 años de producción y consumo, a los andino-amazónicos no se les ocurrió aislar ninguno de ellos; el aislamiento de la cocaína fue realizado por la cultura occidental en 1860, en concreto, por el médico austriaco/alemán Albert Niemann.
    2. en la segunda dimensión, se trata de miles de productores campesinos que cultivan coca porque lo han hecho desde siempre como un cultivo más en el caso de los cultivadores tradicionales; estos son aproximadamente 40 mil, ubicados en los valles de La Convención, Sandia, Monzón, La Libertad y en partes reducidas de los valles del Apurímac/Ene, Ucayali, Marañón y Huallaga; también se trata de productores campesinos recientes que cultivan y producen coca como consecuencia de la crisis agrícola y las políticas macro económicas que no les proporcionan alternativas de sobrevivencia viables como es el caso de más de 100 mil cultivadores en los cuatro últimos valles mencionados; y,
    3. en la tercera dimensión, por lo menos 1.7 millones de campesinos, indígenas, trabajadores agrícolas, pastores, mineros, pescadores y obreros de la construcción civil, del campo y la ciudad, consumen hoja de coca de manera regular y existe un mercado en expansión de consumidores de infusiones de hoja de coca en bolsitas filtrantes, principalmente en las ciudades; no se conoce con certeza las dimensiones y dinámica de estos mercados, lo que hace indispensable realizar una Encuesta Nacional que nos dé luces sobre ello.
  10. Al proponer estrategias de desarrollo rural integral sostenibles y sustentables tipo DRIS, debemos considerar por lo menos tres zonas en las que se produce coca en el Perú: tradicional, antigua y reciente. Es necesario diferenciar cuencas cocaleras para impulsar políticas de desarrollo rural que contribuyan además de y no en vez de, a combatir el fenómeno de la producción de drogas con fines ilícitos. No se puede aplicar una "plantilla" de "desarrollo alternativo" o de proyectos:
    1. zona tradicional: cuencas de Yanatile-Quillabamba, Inambari-Tambopata y Moche-Chicama, en las que el cultivo de coca es ancestral y su producción es para "chacchar" (masticar) y para usos medicinales y rituales; en estas zonas los colonos están asentados y tienen más de 50 años viviendo en ellas; la organización de base es relativamente fuerte y antigua; aquí las comunidades nativas son escasas y se trata de zonas que van de los 800 a 2000 m.s.n.m.; en ellas debe aplicarse políticas de desarrollo rural integral sostenible y sustentable en el que exista respeto al cultivo de coca como parte de una canasta diversa de productos y actividades económicas;
    2. zona Antigua: cuencas de Apurímac-Ene, Monzón, Uchiza y Tingo María, en las que el cultivo de coca es antiguo y la producción se destina para usos tradicionales pero también al tráfico ilícito de drogas; en estas zonas los colonos tienen menos de 50 años de asentamiento, las organizaciones de base fueron fuertes e importantes pero han sido debilitadas por la presencia del terrorismo y el tráfico ilícito de drogas, existe una débil presencia de comunidades nativas y son zonas de altitud mayor de 600 m.s.n.m.; en estas zonas debe aplicarse con mayor rigor el llamado "desarrollo alternativo" como la manera más eficiente y pacífica de sustituir la economía de la monoproducción de coca por una economía diversificada; y,
    3. zona reciente: cuencas de los ríos Huallaga Central y Bajo, Alto Marañón, Aguaytía, Pichis, Palcazú, Pachitea y Tambo, en las que la producción de coca es básicamente para el tráfico de drogas, su cultivo es relativamente reciente y en zonas de reserva forestal, los colonos tienen menos de 20 años de asentamiento, las organizaciones de base son débiles o inexistentes, existe una presencia importante de comunidades nativas pero su organización es débil y son zonas ubicadas en alturas menores de 600 m.s.n.m.; aquí también debe aplicarse el llamado "desarrollo alternativo", particularmente en agroforestería, más proyectos puntuales de subsistencia en zonas alejadas para comunidades nativas y proyectos rentables de cultivos permanentes en zonas articuladas a los mercados.
  11. Sugiero tres recomendaciones sobre el compromiso que la Confederación Campesina del Perú (CCP), la Federación Departamental de Campesinos del Cusco (FDCC) y la FEPCACYL firmaron con el Presidente Toledo durante la campaña electoral con respecto a esta problemática:
    1. discutir las propuestas de Ley de Coca en el marco de la Mesa de Diálogo entre el Gobierno y los representantes de las cuencas en las que se produce coca;
    2. realizar la comercialización de la coca legal a través de convenios de “siembra por contrato” con empresas privadas, la ENACO S.A. y las asociaciones y/o federaciones de productores en base a convenios de compromiso de compra-venta entre los municipios de las cuencas productoras y aquellos municipios que están ubicados en zonas altas mayormente consumidores de coca; y,
    3. adecuarse a las propuestas que está realizando el Directorio de la ENACO S.A. para reempadronar a los cultivadores de coca, realizar estudios de mercado sobre consumo tradicional, desarrollar estrategias productivas que protejan este recurso natural y alienten la reforestación de zonas degradadas para el fortalecimiento de biodiversidad andino-amazónica.
  12. Finalmente, con respecto al Memorial presentado al Presidente Toledo por diversas fuerzas sociales y gremiales de la provincia solicitando el retiro de la oficina desconcentrada de Contradrogas del ámbito de la provincia de La Convención, señalo lo siguiente:
    1. desde 1997 opiné en contra de la instalación de Contradrogas en aquellas cuencas de zona tradicional (Yanatile-Quillabamba e Inambari-Tambopata);
    2. consideré innecesaria e inconveniente su instalación dado que el íntegro de la producción de coca en esas cuencas es para el consumo tradicional que es legal y permitido en el Perú;
    3. consideraba que la instalación no sería bienvenida en Quillabamba-Yanatile por la mala experiencia del proyecto de las Naciones Unidas (CODEVA) que le hizo paralelismo a la Federación y contribuyó poco al desarrollo de la zona;
    4. mi recomendación fue que los fondos de la cooperación internacional para desarrollo rural podían ser canalizados a través de los proyectos especiales del INADE (Sierra Centro Sur en Quillabamba-Yanatile y Lago Titicaca en Puno) y/o el Ministerio de Agricultura; y,
    5. dado que se está revisando la estrategia sobre drogas, coca y desarrollo alternativo, así como tratando de construir una nueva institucionalidad en reemplazo de Contradrogas, sugiero que la FEPCACYL y los Municipios participen en esta discusión a través de la Mesa de Diálogo y propongan una instancia ejecutora estatal y/o privada que ejecute los fondos públicos destinados para estos efectos.
 

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