Drogas y economía en los Países Andinos: enfoques metodológicos[*]

Pierre Salama[**]

(publicado en Riqueza y pobreza en América Latina : La fragilidad de las nuevas políticas económicas 1999)

Cuando se estudia la influencia del sector aeronáutico, por ejemplo, sobre el conjunto de la industria nacional, se dispone de datos estadísticos que permiten analizar su aportación al crecimiento, la participación de sus exportaciones netas en el saldo de la balanza comercial y, finalmente, si ésta resulta significativa, el impacto que tiene el aporte de divisas sobre el tipo de cambio.

Estas evaluaciones son muy arduas en lo que concierne al cultivo y la transformación de productos ilícitos. En razón misma de este aspecto ilícito, no existen datos estadísticos. Sólo se pueden efectuar estimaciones, tanto sobre la base de la observación como a través de la deducción. Por su propia naturaleza, éstas resultan discutibles.

El estudio de los efectos macroeconómicos de la producción y distribución de productos ilícitos, por una parte, y por otra, de la repatriación de parte del dinero que proviene de la venta de estos productos en el exterior resulta importante pero difícil de realizar. En los años ochenta, el crecimiento sostenido de Colombia, acompañado por una inflación baja que se produjo mientras los demás países caían en la desindustrialización inflacionista o incluso hiperinflacionista, debe atribuirse probablemente en gran parte a las entradas de fondos provenientes de esta producción-distribución de productos ilícitos. También, pero de manera muy diferente, la muy elevada inflación boliviana hasta 1985, la disgregación económico-social, y finalmente política, de Perú, llevan el sello de esta actividad. Por el contrario, la reanudación del crecimiento en Bolivia, aunque poco dinámico, y el relativo control del alza de precios que se observa, probablemente deben asociarse a la repatriación de dinero lavado. Muchos efectos opuestos constituyen un enigma y en consecuencia, un estímulo para el investigador en su búsqueda de las relaciones entre la droga y la transformación de las estructuras socioeconómicas y, más aún, políticas, de una sociedad.

Debido al carácter ilícito del producto, resulta difícil apreciar el impacto indirecto de estas actividades sobre el ingreso agregado. ¿Se trata de un producto que aporta una renta, al igual que ciertas materias primas?, y ¿cabe entonces aplicar los análisis en términos de economía rentista para estudiar la evolución del ingreso agregado y las distorsiones que se dan en el seno de éste? Por razones diferentes en un caso y en otro, el modo de formación de los precios incita a efectuar esta comparación. El precio de una materia prima está relativamente alejado de su costo de producción y parece resultar sobre todo de la evolución de la correlación de fuerzas a nivel internacional. El precio de un producto ilícito depende muy poco de su costo y tiene mucho que ver con la prohibición que acompaña su producción y distribución. El diferencial muy amplio entre el costo de producción y el precio de exportación, sin mencionar el precio al menudeo en las principales ciudades occidentales, favorece este paralelo, aun cuando en un caso se trata de un recurso renovable y en el otro no. ¿Es posible aplicar, entonces, las enseñanzas de las tesis sobre economía rentista[1] para apreciar y aun evaluar el impacto del dinero proveniente de estas actividades ilícitas sobre el contexto económico, social y político?

Son estas interrogantes las que trataremos de contestar. Nuestro estudio abarcará dos aspectos. El primero tratará de los problemas planteados por la evaluación de las entradas de divisas generadas por estas actividades ilícitas; el segundo, de los efectos macroeconómicos de la economía de la droga sobre su contexto.

              Una evaluación difícil

Se puede proceder dedos maneras diferentes para evaluar la importancia de los flujos que provienen de estas actividades ilícitas. La primera va de atrás hacia adelante, la segunda en sentido inverso. Estos enfoques no se excluyen mutuamente. Pueden más bien complementarse y/o contrastarse para estimar la pertinencia de una evaluación-

                    Desde atrás hacia adelante

Las estimaciones son muy discutibles. Las literaturas andina y norteamericana abundan al respecto; no las retomaremos aquí, pero subrayaremos los problemas planteados.

La evaluación puede ser cuantitativa: hectáreas cultivadas, rendimientos por hectárea que varían en función de las técnicas utilizadas (fertilizantes) y estimación de estos rendimientos, consumo local sin transformar (sobre todo para las hojas de coca). El producto obtenido es luego transformado. Se requieren varias operaciones, más numerosas para la heroína que para la cocaína, y se estima la cantidad de materia prima transformada en el país y la cantidad obtenida después de esta(s) transformación(es). De igual manera se estima la cantidad transformada a partir de la materia prima y/ o del producto semielaborado que se importa.

En efecto, existe una especialización internacional (Bolivia exporta la materia prima, Colombia produce relativamente poco pero transforma toda o parte de la producción de otros países, por ejemplo) y, como toda especialización, ésta es muy cambiante: otros países producen y/o transforman, pues la deslocalización tiende a aumentar con fuerza, y cultivos tradicionalmente ubicados en ciertos lugares empiezan a aparecer en otros (la amapola, por ejemplo, en México y en Colombia, la marihuana -masivamente- en Estados Unidos pero también en Holanda, en invernadero), La magnitud de la transformación puede ser estimada, pero con probabilidades de error bastante elevadas, a partir de los productos químicos requeridos por estos tratamientos. De hecho, la cantidad de estos insumos químicos resulta difícil de evaluar debido al cambio de las técnicas productivas., asociado a la posibilidad de utilizar sustitutos y a la calidad del producto. La producción doméstica de estos insumos puede ser difícil y, sí es efectiva, su comercialización puede hallarse estrechamente reglamentada. Pueden ser importados en parte, sea de manera legal, desviándose luego de su uso reglamentado, y también ilegalmente, por el contrabando.

Las cantidades estimadas se calculan luego en valor, sobre la base de una gama de precios verosímil, Se obtiene entonces una aproximación del valor de estos productos ilícitos a la salida del país[2]. El número de etapas de la transformación, su ubicación en relación con la producción, la cantidad de productos químicos y su diversidad, la posible modificación de ciertas técnicas, los variados grados de pureza de los productos obtenidos, las fluctuaciones de precios vuelven difícil el cálculo de la cantidad de drogas exportadas por tal o cual país. Por estas razones, las estimaciones divergen ampliamente entre los diferentes autores. Su fiabilidad puede, entonces, estimarse a través de una confrontación con evaluaciones efectuadas después de encuestas de consumo de drogas en los países industrializados. Las divergencias entre la oferta supuesta (de los países andinos) y la demanda estimada (de los consumidores norteamericanos, corregida luego al incluir los consumidores de otros países) son a veces de gran magnitud[3].

Se puede considerar que una fracción relativamente importante del ingreso proveniente de las actividades de transformación es traída de regreso mediante un proceso de lavado relativamente costoso. Esta hipótesis es un poco arriesgada. En efecto, las sumas repatriadas provienen tanto de los ingresos asociados a la exportación (ilegal) de los productos ilícitos como de los ingresos que se originan en la distribución (mayoreo medio mayoreo y menudeo). El grado de control ejercido por los "productores" difiere mucho en las diversas etapas de la distribución, y se tiene muy poca información acerca de la importancia de estos controles. En la medida en que los ingresos que se originan en el tráfico provienen sobre todo de la distribución, existen relativamente pocas estimaciones confiables del coeficiente de repatriación. Aun cuando sea obviamente discutible, es posible suponer entonces, que la proporción de los ingresos repatriados es tanto más elevada cuanto mayor es el grado de control. Si esta hipótesis es acertada, ello significaría que los ingresos traídos al país se originarían sobre todo en las actividades de producción y elaboración, que pueden evaluarse en función de determinados criterios. Por esta razón también, y en aras de la simplificación, puede uno limitarse a considerar sólo estas actividades.

Evidentemente, ello puede conducir a una amplia subestimación de las sumas reales recibidas por los traficantes de los países productores, fenómeno que tiene dos consecuencias (que no son mutuamente excluyentes): la primera se refiere a los ingresos repatriados, que se subestiman tanto más cuanto mayor resulte la penetración de los traficantes en la distribución; la otra consiste en sobreestimar el nacionalismo de los traficantes, quienes sólo desearían, según lo que se quiere entender adquirir una posición notable en su país para hacer fructificar allí su fortuna. Resulta obvio que si dicha subestimación tiene algún fundamento, las actividades financieras de estos traficantes sobrepasarían con creces a las que llevan a cabo en su país de origen, y estarían constituyéndose grupos financieros, difíciles de detectar en los países del centro. Y más importante aún, ello significaría que la relación entre las actividades asociadas con los productos ilícitos y la repatriación de capitales lavados es cada vez menos creciente (la elasticidad seria decreciente)[4].

                Desde adelante hacia atrás

Hasta ahora hemos privilegiado las estimaciones que iban desde atrás (producción) hacia adelante (distribución). Se puede operar también en orden inverso. Este enfoque no excluye al que acabamos de presentar muy por el contrario, permite en cierta medida confrontar las estimaciones y eleva el grado de verosimilitud de aquellas que serán conservadas (cabe, sin embargo, notar que este doble enfoque, donde se interroga a un análisis a partir del otro, no es muy común en la literatura).

El contrabando ha sido, hasta los años recientes, un medio privilegiado para repatriar los fondos y lavarlos, en la medida en que el tráfico de drogas fue a menudo emprendido por antiguos contrabandistas. Se pueden utilizar dos medios:

  1. Los productos se adquieren en un tercer país con dinero sucio. Esta compra lava el dinero sucio. Sin embargo, las sumas gastadas no deben ser demasiado importantes (se puede repetir la operación) para volver más difíciles las eventuales investigaciones acerca del origen del dinero. Las mercancías se transfieren luego ilegalmente y se venden en moneda local; el producto de las ventas se deposita entonces en bancos locales. Se trata de una venta que está emparentada, en parte, con la compensación: un depósito en dólares en un país, un depósito en moneda local en otro. Los capitales pueden ser repatriados aun sin circular físicamente. En consecuencia, no se produce un aumento del dinero en circulación. La velocidad de circulación del dinero puede acelerarse, pero resulta difícil separar lo que se debe tal vez a las consecuencias de la compensación, mediante el contrabando, de lo que provendría de la actividad económica en general y del auge de nuevos productos financieros (con frecuencia títulos de deuda) casi líquidos y sustitutos del dinero. Se entiende que estimar los fondos repatriados por este medio constituye una tarea difícil.

  2. El segundo medio es más clásico. El dinero es transferido materialmente, en billetes; alimenta el mercado paralelo e influencia el diferencial existente entre el tipo de cambio paralelo y el tipo de cambio oficial. Ello explica probablemente que, durante varios meses, el tipo de cambio paralelo en Colombia haya podido estar más apreciado que el tipo de cambio oficial, caso único en América Latina, donde prevalecía más bien lo contrario. El diferencial entre ambos tipos podría, por lo tanto, constituir un indicador de la importancia del contrabando. Ahora bien, este indicador no siempre es pertinente. En primer lugar, porque el diferencial puede explicarse en parte por la política del gobierno en relación con el tipo de cambio y la credibilidad de esta política para los agentes, como ocurre en los demás países; en segundo lugar, porque el contrabando puede realizarse también vía la compensación.

Sea lo que fuere, las estimaciones sugieren que el contrabando representa hoy en día una modalidad poco importante. Se considera que actualmente el valor de los productos importados de manera ilegal puede evaluarse en 15-20% del valor de las importaciones legales. Mas adelante, este medio debería ser abandonado con la liberalización del comercio exterior y del cambio que se introduce en la mayoría de los países.

Tratándose de la compensación, señalamos por último que puede también utilizarse en caso de fuga de capitales. Aquellos que desean mandar capitales al extranjero y no lo pueden hacer debido a la prohibición, pueden transferirlos a una cuenta local a nombre de una tercera parte vinculada con los traficantes. Una suma equivalente (deducidas las comisiones) se transfiere entonces en el extranjero[5]. Sin embargo, cabe señalar dos limites: el primero proviene de la evolución de la reglamentación en materia cambiaria (la liberalización del cambio reemplaza este procedimiento complicado); el segundo está vinculado al hecho de que el dinero depositado en el tercer país debe haber sido lavado previamente, lo cual disminuye el interés hacia este procedimiento.

Los trabajadores inmigrados en Estados Unidos mandan dinero a sus familias. Cuando estos trabajadores son numerosos, como es el caso de los colombianos, las sumas son importantes. Se puede pensar que esta vía es utilizada por los traficantes que transfieren capitales por medio de los trabajadores emigrados, en sumas cuyo monto individual sólo puede ser reducido. Ahora bien, resulta difícil estimar cuanto proviene de los salarios y cuánto se relaciona con el narcotráfico.

Cabe recordar un método arcaico. Tuvo un día su importancia. El dinero puede lavarse directamente en casas de cambio, y aun en bancos (en ciertas ventanillas). Sin embargo, los depósitos son limitados y su número debe multiplicarse en la misma proporción. Este procedimiento es engorroso si se consideran las cantidades que se desea lavar. Cabe recordar que repatriar un millón requiere varios vagones de ferrocarril llenos de billetes de veinte dólares. Nos hallamos, entonces, muy lejos de la tradicional imagen del traficante que transporta una maleta de dólares. Aun así, es obvio que este método permitió que Colombia hiciera durante algún tiempo una experiencia cambiaria original, donde el tipo de cambio paralelo estaba sobrevaluado en relación con el tipo de cambio oficial.

Quedan dos vías más: la subfacturación de determinadas importaciones y a veces la sobrefacturación de ciertas exportaciones. Resulta obvio que una estimación directa es muy difícil, en razón del gran número de productos. Los autores conservan las exportaciones que no se relacionan con materias primas, cuya cotización se determina en un mercado internacional. En consecuencia, se excluyen por lo general el petróleo, el café, el carbón. La estimación se realiza a partir de precios utilizados tanto en la importación como en la exportación a la salida del país, comparados con los que existen en Estados Unidos para productos similares. Este diferencial constituye un indicador de la presencia de los narcotraficantes en los circuitos de importación-exportación y produce una estimación de las sumas que transitan por medio de estas manipulaciones.

Este método de evaluación no está exento de críticas. Aun cuando es muy interesante y con frecuencia pertinente, sí sólo fuera en razón de la magnitud de los diferenciales, tiende a sobrevaluar el lavado de dinero que se realiza por esta vía. En efecto, puede existir una evolución de los términos de intercambio independiente de estas manipulaciones, que puede deberse o bien al carácter de los productos o bien a la presencia de empresas multinacionales que utilizan precios de transferencia (o precios de traspaso interno) en el seno de su grupo, siguiendo una estrategia de maximización de ganancias que aprovecha las diferentes prácticas fiscales: los exportadores adoptan estrategias de fijación de los precios, sobre o subfacturando en función de las facilidades existentes (subsidios a la exportación, diferencial entre el tipo de cambio oficial y los bonos, que les permite utilizar el procedimiento más provechoso)[6], sin que ello refleje una intervención de los narcotraficantes. Por último, y sobre todo, suponen que los narcotraficantes pueden manipular el conjunto de las exportaciones-importaciones (con excepción de las materias primas) es considerar que el peso y la presencia de estos últimos son en extremo importantes, incluso en el mundo industrial. Esta omnipresencia supuesta entra, entonces, en contradicción con los análisis que consideran que la inversión de los ingresos repatriados se limita a los servicios (propiedad inmobiliaria incluida), la ganadería, y alcanza muy poco a la industria.

Queda pues solamente el camino real: los movimientos de capitales. Limitados por la reglamentación, liberados por la desreglamentación, vueltos más fáciles por la globalización financiera, deberían desarrollarse cada vez más. Ya hemos señalado que esta vía parecía adquirir una importancia creciente con el regreso de estos países a los mercados financieros internacionales.

            Economía de la droga ¿Una economía rentista?   

Hemos visto cuán difícil es obtener una estimación rigurosa de las transferencias de fondos lavados en las economías donde se produce y/o transforma la materia prima en producto final.

Las transferencias de capitales pueden tener efectos perversos. Basta recordar los efectos inflacionistas del pillaje de América Latina por los españoles después de la conquista y el provecho que los holandeses sacaron de este oro. Más adelante, los economistas se interesaron por este problema cuando se percataron de que la explotación de determinadas materias primas no generaba el enriquecimiento (colectivo) esperado. De esta manera, aparecieron las tesis que se conocen bajo la denominación de stapple theory, y luego aquellas que consideran que las economías rentistas son antiproductivas (véase "La economía rentista: ¿una economía antiproductiva?") y, por último, las del Dutch disease o enfermedad holandesa (véase "Economía rentista y enfermedad holandesa").

                La economía rentista: ¿una economía antiproductiva?

1. El primer enfoque subraya la oposición entre la circulación y la producción, para luego analizar los comportamientos de los agentes.

Enfatizar la producción consiste en poner por delante la lógica de una economía "de producción". Ésta sólo se reproduce a partir de la explotación que financia la inversión. La reproducción se halla condicionada por el mercado por un doble motivo. El mercado emite las señales de una posible valorización del Capital; en tanto lugar de socialización, sanciona el acto productivo. Los productos sólo se venden y sólo podrán reproducirse si son competitivos.

Esta restricción no existe cuando la actividad se mueve alrededor de la circulación. El comportamiento de los actores se modifica cuando la actividad económica se organiza más alrededor de la explotación de un recurso natural que a partir del hombre. El tamaño de la renta depende esencialmente de una relación de fuerza establecida en el nivel internacional y, por ende, de una negociación. El enriquecimiento de unos y otros depende de su capacidad de ubicarse en el circuito de la renta y muy poco de la explotación de la fuerza de trabajo. Se desprende de este análisis que la distribución predomina sobre la producción y la reproducción. La renta adquiere, entonces, un carácter fundamentalmente antiproductivo y conserva esta característica aun cuando sirve para una inversión en el sector productivo. Las capacidades productivas se encuentran subutilizadas tanto por razones técnicas (deficiente dominio de la tecnología en los sectores petroquímicos) como, y sobre todo, por razones de gestión. En efecto, la cuestión esencial no es la generación de ganancias, sino la redistribución. La redistribución se erige en soporte de la legitimación requerida para justificar la apropiación de parte de la renta, En otras palabras, en primer lugar, sólo se puede tener acceso a este maná si se le redistribuye parcialmente y en segundo lugar, esto redistribución puede requerir seudoinversiones. Ello permite entender el enorme despilfarro de recursos y la muy baja productividad de capital observada en las economías rentistas, así como la extraña atracción hacia actividades especulativas (incluida la inversión inmobiliaria) y ostentosas para aquellos que resultan beneficiados. Ello explica también que se pueda extender este análisis a los efectos provocados por otras fuentes de ingreso, como por ejemplo la ayuda, los ingresos provenientes del capital y las remesas de la emigración.

2. Varios argumentos defienden la validez del uso de esta teorización. El primero se asocia al carácter del producto; los demás, a los efectos comparables a los cuales conduce el desarrollo de una actividad rentista y/o de drogas.

La droga parece ser un producto que, al igual que las materias primas, aporta una renta; su precio está muy alejado de los costos de producción. Si bien es cierto que su precio depende de la evolución de una relación de fuerzas establecida en el nivel internacional como es el caso de las materias primas, se encuentra también muy influenciado por los riesgos corridos en las diferentes etapas de producción, elaboración y distribución, en razón del carácter ilícito de estas operaciones. La represión tiende a elevar el precio al aumentar el riesgo, salvo cuando el mercado deviene menos favorable, debido a una reducción de la demanda, un aumento excesivo de las existencias (a las cuales se debe dar salida); en este caso el precio cae y el grado de pureza del producto se eleva (lo cual conduce a numerosas sobredosis entre los consumidores desinformados). Pero aun cuando los precios bajan, la disminución es mucho menor, porcentualmente, que la que los productores tuvieron que aceptar, y el diferencial entre el precio con el cual se paga a éstos y el precio cobrado al consumidor se amplía otro tanto, reforzando el parecido entre este producto y un producto de renta.

El enriquecimiento proviene mucho del carácter prohibido y no de la explotación de la fuerza laboral. Esta característica hace que estas actividades se asemejen a aquellas que aportan una renta, debido a que la magnitud de ésta se explica más por la negociación que por la explotación de la fuerza de trabajo. Por esta razón, se pueden asimilar a una renta los ingresos generados por estas actividades.

Ahora bien, asimilar éste a un producto de renta es discutible por varias razones. Los autores que analizan la economía rentista se refieren sobre todo a las materias primas minerales no renovables, que emplean poca mano de obra. En el caso que analizamos se trata de recursos renovables, que requieren una importante cantidad de trabajo en el transcurso de su producción, que proporcionan recursos a los campesinos, los cuales, aun cuando son relativamente bajos, resultan mucho más elevados que aquellos asociados a la explotación de otros productos agrícolas lícitos; de hecho, estos recursos ensanchan el mercado interno, activan en alguna medida la producción de bienes de consumo y favorecen, por lo tanto, la acumulación de capital. Se trata también de materias que luego son transformadas a través de procesos industriales que podrían llegar a ser sofisticados con la aparición de nuevos productos. Estas actividades conciernen a un número reducido de personas y su impacto en el mercado interno es bastante limitado. Por ultimo, se trata sobre todo de recursos privados e ilícitos, a diferencia de los recursos que provienen de la explotación de una materia prima, los cuales son lícitos y con frecuencia públicos.

El desarrollo de esta actividad aporta ingresos considerables y fuertemente concentrados, los cuales favorecen la expansión de una economía de servicios (actividades inmobiliarias privilegiadas, especulación sobre el precio de la tierra) y requieren una redistribución muy importante (corrupción, utilización de bandas privadas, actividades de legitimación). Tales efectos acercan el desarrollo de estas actividades a las de una economía rentista antiproductiva y redistributiva en esencia.

Existen, sin embargo, algunos límites a esta cercanía. En el caso de un producto de renta cualquiera, pero lícito, la renta favorece la expansión de una burocracia: ésta busca engancharse al circuito de la renta y redistribuye para legitimar esta operación. La redistribución representa de alguna manera un costo de acceso a la renta. Puede tomar la forma de proyectos de industrialización que permiten justificar las sumas arrancadas al circuito y que autorizan una redistribución a través de comisiones otorgadas, pero también a veces de salarios. Se constituye, entonces, aquello que se ha dado en llamar un mercado de trabajo burocrático-tribal, que tiene como objeto no sólo obtener una eficiencia cualquiera de la aplicación del proyecto, sino que, al transferir parte del tributo extraído del circuito de la renta, procura alcanzar una legitimación sobre la base de su propio enriquecimiento, para luego seguir enriqueciéndose. Por estas razones, se puede considerar que el desarrollo de esta burocracia es parasitario y antiproductivo.

A diferencia de un producto de renta lícito, la droga no conduce, o conduce poco, a este comportamiento. Es cierto que las actividades de corrupción son muy importantes y que resulta impresionante la concentración del dinero lavado en actividades no productivas, lo cual permitiría imponer el acercamiento con la burocracia rentista, pero en un caso y en el otro estas actividades tienen fundamentos totalmente diferentes. Con las actividades vinculadas a la droga, nos hallamos ante organizaciones criminales debido a que se trata de productos ilícitos; la corrupción y su aspecto de violencia no constituyen costos de acceso a una renta preestablecida. No se trata de engancharse al circuito de una renta, sino de crearla. En consecuencia, la corrupción/violencia representa un costo de producción de esta renta.

Una vez obtenida la renta, ya lavada, se invierte en los servicios o en la especulación. Pero desde el momento en que las redes mafiosas utilizan el sector industrial para repatriar parte de sus ingresos a través de la sobrefacturación de las exportaciones, la subfacturacion de las importaciones o el contrabando, incluso de bienes destinados a las empresas, se puede considerar que se establecen vínculos con este sector Con la liberalización de los mercados financieros y del mercado cambiario, se puede considerar que crecerán los acercamientos con la industria o con actividades de servicio que no sean centros nocturnos o inmobiliarias, etc.; en efecto, la complejización de los circuitos financieros, aunada a su mayor liberalización, autorizaran inversiones en sociedades que cotizan en bolsa,

A diferencia de la economía de renta, el dinero lavado estimula el lavado de los individuos, incitándolos a conquistar una posición de notables[7]. A largo plazo, este lavado de los individuos puede conducir a un cambio de los comportamientos, que podrían dejar de ser especulativos para volverse industriales o financieros.

Ahora bien, seria erróneo considerar que esta última metamorfosis ya se dio. Las actividades de distribución asociada a la corrupción, a la violencia, pero también a la legitimación siguen siendo muy numerosas, a la vez que son muy reducidos sus efectos positivos sobre la modernización. Figuran todavía en líneas punteadas, pero son probablemente más importantes en las economías más complejas que en aquellas que lo son menos.

                Economía rentista y enfermedad holandesa

1 Según la tesis de la enfermedad holandesa (Dutch disease), la aportación masiva de divisas obtenida a través de la explotación de un recurso natural conduce a una sobrevaluación de la moneda nacional.

Esta sobrevaluación tiene consecuencias positivas; abarata las importaciones y tiene, por lo tanto, un efecto deflacionista. Si las importaciones se concentran en los bienes de capital la disminución de su costo unitario eleva la eficiencia del capital y mejora las condiciones generales de valorización. Puede, entonces, asimilarse a un cambio técnico de tipo capital saving, en la clasificación de Joan Robinson.

Sin embargo, la sobrevaluación de la moneda nacional tiene también efectos perversos que se extienden mucho más allá de las mayores dificultades del sector exportador, donde los precios oscilan en función del ritmo de la apreciación. El costo menor de las importaciones equivale a una menor competitividad en los sectores de la industria nacional que producen bienes "canjeables", sustitutos de importaciones. Salvo en caso de presencia de una protección ampliada, la sobrevaluación de la moneda nacional conduce a una sustitución parcial de componentes completos del aparato productivo por estas importaciones. El esfuerzo requerido para modernizar el aparato productivo y volverlo competitivo, a pesar de la apreciación de la moneda nacional, es demasiado importante para que pueda llevarse a cabo correctamente y de manera duradera por dos razones: la rentabilidad relativa de los sectores que producen bienes no canjeables (protegidos naturalmente) aumenta, y los inversionistas tienden a orientarse hacia estos sectores, produciéndose una deformación notable del aparato productivo, a favor del sector servicios, de las actividades inmobiliarias, etc.[8] La segunda razón está asociada al carácter repentino y a veces a la amplitud del aporte de divisas. Un carácter repentino, pues este aporte resulta poco de actividades antiguas que estarían llegando a la madurez, como, por ejemplo, cuando la competitividad se eleva, sino de descubrimientos debidos en parte al azar (el costo de la prospección sólo es alto cuando no se produce ningún descubrimiento). Amplitud a veces cuando la mejoría de los términos de intercambio es importante (en el caso del petróleo) y es alta la proporción de estos ingresos en relación con el conjunto de los demás ingresos de exportación (México a finales de los años setenta-ochenta, por ejemplo).

Mientras que se afirma el efecto desindustrializante transmitido a través de las importaciones, las exportaciones se vuelven más difíciles y la necesidad de obtener ingresos por esta vía se hace menos apremiante, en razón de la abundancia de divisas. Se deja de lado el sector exportador, acentuándose así la desindustrialización.

Estos efectos son clásicos. La esterilización de parte de las divisas, una política industrial de mediano plazo y un control de los efectos perversos del libre funcionamiento de las leyes del mercado deberían permitir compensarlos, pero esto no es el objeto de este estudio.

La enfermedad holandesa se resume, pues, en los efectos perversos provocados por la sobrevaluación de la moneda nacional, producto a su vez de un aporte repentino y considerable de divisas (en porcentajes del PIB y/o de las exportaciones totales). El hecho de asimilar el cultivo y/o la elaboración de productos ilícitos, y luego parte de su distribución en el mercado, a una renta, conduce a aplicar las enseñanzas de dicho análisis a esta actividad. Resulta interesante comparar estas enseñanzas con los datos estadísticos. Constituye una primera evaluación de la pertinencia de la aplicación de esta teoría a nuestro objeto.

La observación de la trayectoria del tipo de cambio en los tres países andinos más afectados por el desarrollo de una economía de la droga parece confirmar en un primer momento nuestro análisis, pero luego lo desmiente, pues hasta 1985 se da una apreciación de sus monedas nacionales. Esta política permanece en Perú pero desaparece luego tanto en Bolivia como en Colombia. Es interesante notar que estos movimientos cambiarios resultan ser casi simétricos a los que se observan en los demás países latinoamericanos. En efecto, después de 1982, la mayoría de ellos experimentaron una notable depreciación de su moneda nacional, es decir, el fenómeno inverso de lo observado en los tres países andinos y, alrededor de 1987, una política de apreciación de su moneda, mientras que nuestros tres países practicaban una depreciación; la excepción fue Perú, que se hundía en la hiperinflación y en la hiperrecesión.

En su conjunto, los movimientos cambiarios se oponen, por lo tanto, a lo observado en otras partes. Con excepción de Perú, no se produjeron movimientos regulares de apreciación. Ahora bien, no se puede concluir que falte pertinencia a la tesis de la enfermedad holandesa para la economía de la droga. Dos factores desempeñan un papel central en este enfoque: el carácter repentino y la amplitud. El primero está presente: estas actividades son recientes y el declive relativo de una de ellas (la cocaína) parece ser compensado por el desarrollo reciente de la otra (la heroína). Por el contrario, la amplitud varía según los países, siendo mayor, en porcentajes del PIB en Perú y en Bolivia, y relativamente menor en Colombia.

CUADRO IV.1. Evolución del tipo de cambio real efectivo

 

Países Deflactor 1978 1979
1981
1982
1983
1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1995
Bolivia IPC 143 137 116 88 100 136 13 147 135 191 215 234
Colombia IPC 94 88 78 86 100 13 147 180 153 173 171 174
Ecuador IPC 73 74 74 102 100 110 125 146 150 159 151 143
México IPC 95 82 112 101 100 139 145 118 110 108 98 91
Perú IPC 108 93 79 83 100 89 81 84 52 42 35 33
Venezuela IPC 97 88 81 99 100 121 161 156 184 192 180 169
Argentina IPC 101 69 108 95 100 107 131 137 144 113 86 82
Brasil IPC 65 79 81 97 100 106 104 94 72 65 76 85
Chile IPC 82 70 72 80 100 123 134 141 133 140 136 133
FUENTE: CEPAL (1992).

En consecuencia, y como lo veremos más adelante, se entiende que otros factores pueden contraponerse al libre juego de las entradas de divisas generadas por estas actividades ilícitas.

Los países que producen y/o transforman materias primas con el objetivo de elaborar mercancías ilícitas parecen compartir algunos rasgos de las economías rentistas. Su tipo de cambio está (a veces) sobrevaluado, y la industrialización experimenta a menudo numerosas dificultades.

La situación económica de estos países es muy diversa. Como lo hemos observado, algunos experimentaron (experimentan) inflaciones muy altas (Bolivia, Perú), o una desindustrialización (Perú); otros no (Colombia, México) y otros más, las dos situaciones de manera consecutiva (Bolivia). En este último caso, el dinero lavado está acompañado por una fuerte inflación y por un deterioro pronunciado del aparato productivo hasta 1985; por el contrario, parece luego facilitar la aplicación del plan de austeridad, al suavizar la restricción externa; gracias a la abundancia de capitales lavados, y en un contexto marcado por la liberalización del comercio exterior y el servicio de la deuda, las importaciones se expanden a pesar de la reducción del valor de las exportaciones y del desarrollo de un déficit comercial[9].

En síntesis, y tomando de alguna manera cierta distancia con las enseñanzas del análisis en términos de renta se podría proceder a establecer una taxonomía que clasifique los efectos positivos y negativos de este dinero lavado.

 

I
Porcentaje del PIB elevado
II
Porcentaje del PIB bajo
Tipo de cambio, poco apreciado: E apreciado: A
no apreciado: A'
poco apreciado: E
Industrialización negativo: B
pero con posibilidad de efectos capital saving: B'
positivo: F
Tasa de inflación hiperinflación: C
inflación elevada/media: C’
inflación elevada/media: J
Restricción externa muy suavizada: D suavizada: H
Distribución del ingreso

Partiendo de esta taxonomía, se pueden trazar algunas sendas (escenarios) posibles:

Comentarios:

La entrada neta de divisas tiende a apreciar el tipo de cambio (A) cuando esta entrada es importante (en relación con el PIB, con las exportaciones lícitas y con los movimientos de capitales lícitos difíciles de evaluar), cuando no existe ninguna política que procure controlar el dinero) para esterilizar todo o parte de este aporte; cuando, por último, la entrada de divisas no suscita inmediatamente un aumento de las importaciones y no hay fuga de capitales o un servicio de la deuda externa que compensen todo o parte de este aporte. Si así fuera, nos encontraríamos en el caso A’.

La apreciación cambiaria abarata las importaciones. Los bienes de capital importados presentan, por lo tanto, un costo inferior al que tendrían si no se hubiera producido la apreciación. En esta medida, la eficiencia de este capital se eleva, lo cual puede favorecer una acumulación más importante y, por ende, la industrialización, oponiéndose parcialmente a los efectos desindustrializantes que puede generar una apreciación fuerte y repentina (B).

Comentarios:

La entrada repentina y masiva de divisas puede provocar la aceleración de una inflación preexistente, salvo cuando se dé una política de retención del gasto público y de esterilización monetaria (C')


Comentarios:

De hecho, el efecto sobre las importaciones es más elevado de lo que muestran las estadísticas, pues se debe tomar en cuenta la subfacturación de las importaciones, excepto aquellas cuyo precio se determina directamente en dólares (o cualquier otra divisa importante), como el petróleo.

Se puede considerar que la sobrefacturación de las exportaciones no se compara con el efecto mecánico de una apreciación, debido a que se trata de una sobrefacturación voluntaria cuyo objetivo es permitir la transferencia de dinero lavado desde el exterior hacia el país receptor, mientras que una apreciación vuelve las exportaciones menos competitivas, y es por lo tanto sufrida por el exportador. Al igual que para las exportaciones, no todos los productos dan lugar a una sobrefacturación destinada a autorizar el lavado. El precio de algunos productos exportados se expresa en una divisa clave, y entonces cualquier manipulación del cambio sólo tiene efectos distributivos (en este caso, una apreciación cambiaría reduce el ingreso de estos exportadores). Otros sufren subo sub o sobrefacturaciones debidas a las políticas de precios internos aplicadas por las multinacionales.


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Más allá de los efectos sobre el tipo de cambio, el cambio en el perfil de la distribución de los ingresos, debido al cultivo de estas plantas y/o a su transformación en productos ilícitos, tiene consecuencias para las condiciones de valorización del capital. Estos difieren si existe sólo el cultivo, o la transformación, o bien el cultivo y la transformación. En el caso del cultivo, están involucrados muchos campesinos. El aumento de sus ingresos amplia el mercado interno de bienes de consumo e incita a producir algunas de estas mercancías; el cultivo de la droga funciona, entonces, como demanda previa y favorece la industrialización. En el caso de la transformación están involucradas pocas personas: la concentración muy elevada, aunada al menor número de personas involucradas, tiene efectos menos favorables sobre la acumulación. Las importaciones aumentan, en especial aquellas que constituyen signos de riqueza. La concentración de las riquezas puede autorizar cierta acumulación, pero ésta tenderá a orientarse inicialmente hacia la ganadería, la especulación inmobiliaria y luego financiera y, hasta la fecha, lo hace directamente hacia la industria sólo de manera marginal (aun cuando podemos imaginar que se diera un financiamiento de la industria más cuantioso que el financiamiento directo a través de las bolsas de valores).

Cuando las entradas de divisas no son muy altas con respecto al PIB y/o a la balanza de pagos (II), los efectos negativos suelen no aparecer. Por otra parte, estas entradas suavizan ligeramente la restricción externa y compensan parcialmente el efecto recesivo atribuible a los pagos del servicio de la deuda externa, Los empréstitos de Estado destinados a comprar las divisas requeridas por este servicio se efectúan con mayor facilidad, lo cual disminuye sus consecuencias inflacionistas.

El ejemplo de Bolivia resulta interesante a la vez porque es atípico y porque cuestiona las generalizaciones abusivas que se pueden hacer al contrastar los dos casos extremos de Perú y Colombia. Hasta 1985, en el caso de Bolivia, la estructura industrial era débil y, aun cuando estuvieran en declive, medidos en términos del PIB, los ingresos de la droga eran importantes. Los efectos atribuibles a la repatriación de dinero lavado habrían sido casi sólo negativos. Pero, si se supone que este dinero tiene simultáneamente un efecto recesivo e inflacionista por una parte, y consecuencias anti-industrializantes, por otra, deben analizarse los límites de estos efectos para explicar a la vez que el dinero de la droga haya podido facilitar el surgimiento de una economía inflacionaria y recesiva antes de 1985 en Bolivia, y que luego estos efectos hayan podido operar exactamente en el sentido opuesto, cuando el dinero de la droga hizo posible el éxito de la política de estabilización.

Se entiende, por lo tanto, que el análisis no puede hacerse de manera lineal. La modificación de una variable (la política económica, por ejemplo) puede provocar rupturas. Debe, entonces, llevarse a cabo sobre la base de un estudio de los efectos de umbral a partir de los cuales lo cuantitativo se transforma en cualitativo, e inversamente, cuando el contexto macroeconómico se modifica.

El estudio de las diferentes sendas posibles constituye igual número de contextos macroeconómicos en los cuales los hombres van a laborar y las políticas económicas por definir. Dependiendo de su importancia relativa, el dinero lavado determina los rasgos esenciales de este contexto, o bien sólo lo influencia ligeramente. Moldea, entonces, poco o mucho el comportamiento de los agentes, incluidos los traficantes futuros. Es cierto, sin embargo, que el desencadenamiento de la dupla violencia + corrupción, o costo de producción de la renta, disgrega a la sociedad civil, socava al Estado al disputarle el monopolio de la "violencia legítima", produce a futuro una crisis que, siendo política en sus inicios, puede alcanzar lo económico al volver más difícil su reproducción. Más allá de los efectos, a veces positivos. que podría tener el dinero de la droga, las tendencias al desmoronamiento de la sociedad civil, a la alteración profunda de los comportamientos a la desconfianza frente al Estado y a su incapacidad para dominar su territorio imponiendo sus códigos y valores, todos productos del binomio corrupción + violencia, pueden en el futuro debilitar estas economías y frenar su modernización.


[*] Una primera versión de este texto fue presentada en el marco de los seminarios « Pensar las drogas » de Bogotá (Colombia) y Río de Janeiro (Brasil) en abril de 1993, organizados bajo los auspicios de la Asociación Descartes. Agradezco a Pierre Kopp y Jacques Valier por las sugerencias que me hicieron y que tomé en cuenta en rhedacción final.
[**] Pierre Salama es profesor de la Universidad de París XIII, tiene una larga lista de publicaciones a nivel internacional, y es miembro distinguido del Grupo de Investigación sobre el Estado, la Internacionalización de las Técnicas y el Desarrollo (GREITD), Ha contribuido a la formación de investigadores latinoamericanos a través de sus cursos y dirección de tesis doctorales, y ha efectuado una eficaz e intensa vinculación entre los grupos de investigación económica franceses y latinoamericanos por medio de numerosos coloquios y actividades académicas conjuntas.
[1] Recordamos que los análisis en términos de economía rentista se pueden clasificar en dos grandes tipos. Los primeros. conocidos bajo el nombre de Dutch disease. o enfermedad holandesa subrayan los efectos de una entrada de divisas repentina e importante, proveniente de una actividad vinculada a un producto de renta. Sus efectos se manifiestan en primer lugar sobre el tipo de cambio. Ceteris paribus, esta inyección de divisas suscita una apreciación de la moneda nacional. Ésta dificulta las exportaciones y favorece las importaciones. Más generalmente, se dificultan las actividades que producen bienes canjeables y la estructura productiva se distorsiona a favor de actividades no permutables. La economía se ha vuelto rentista y tiende a ser antiproductiva. El oro negro deviene en oro maldito y vuelve obsoleto el aparato productivo. Para una presentación completa de estos análisis y modelos, se puede consultar Sid-Ahmed (1989). Para una primera aproximación a la economía de la droga, véase Fonseca (1992).
Las segundas insisten más en los comportamientos particulares provocados por el desarrollo de la economía rentista. se privilegian las actividades de distribución en desmedro de las actividades productivas. La razón fundamental proviene de que el precio resulta más de una relación de fuerza que del costo productivo. En consecuencia, el enriquecimiento proviene más de una capacidad de insertarse en el circuito de la renta que de explotar de manera competitiva la fuerza laboral. Por esta razón, las actividades productivas, cuando se dan, sirven más como legitimación de La inserción en el circuito de la renta, tanto hacia adelante como hacia atrás. Hacia atrás, en tanto financiamiento de un gran proyecto cuya rentabilidad se descuida; hacia adelante, como distribución de ingresos que busca justificar esta actividad. Por esta razón, se observa en las economías mineras tanto una muy baja rentabilidad del capital como la constitución de mercados de trabajo burocrático-tribales, caracterizados por una plétora de mano de obra cuya casi única justificación es de orden político. Por esta razón también, más que productivas. las economías rentistas son ante todo economías de circulación-distribución. A pesar de su insistencia sobre los comportamientos parasitarios, este análisis difiere del enfoque conducido en términos de búsqueda de rentas (rent-seeking), pues éste es más bien microeconómico y puede resultar útil en lo que concierne el estudio de las redes ilícitas de producción–transformación-. distribución de este producto. Se trata de un enfoque más bien macroeconómico, que privilegia los comportamientos antiproductivos generados por el carácter rentista del producto. Sobre este aspecto antiproductivo, véase Chatelux y Schemeil (1986).
[2] Los precios de la hoja de coca presentan una pronunciada tendencia a la baja. Conforme se avanza desde la producción hacia la transformación, y luego hacia la distribución, esta disminución se hace menos sensible, La aparente estabilidad de los precios en la etapa final de la distribución esconde, sin embargo, una ligera disminución en la medida en que, para un precio más o menos estable, e grado de pureza se eleva. En consecuencia, la sensibilidad de los ingresos de los países andinos con respecto al precio difiere en función de su especialización internacional, a pesar de un aumento notable de las áreas cultivadas. A propósito del caso del Perú, véase Rementéria (1992).
[3] Al respecto, véase Rementéria (1993).
[4] Probablemente, con excepción de los años más recientes. El ingreso proveniente de la cocaína parece haber bajado (los precios pagados a los productores cayeron mucho). Esta disminución habría llevado a aquellos que deseaban repatriar parte de sus ingresos a tomar también parte de los activos que mantienen en Estados Unidos. Véase Urrutia yPonton (citado en Cárdenas y Garay, 1993).
[5] Hoy en día, esta vía parece menos actual. Desde fines de los años ochenta, numerosos países latinoamericanos se reinsertan en los mercados financieros internacionales. México, Brasil y Argentina se endeudan enormemente en estos mercados y/o sus mercados financieros experimentan un auge, que atrae a numerosos inversionistas extranjeros, interesados en los diferenciales de las tasas de interés, la liberalización de los mercados, la apreciación con frecuencia sostenida artificialmente de las monedas nacionales. Bolivia (más de 650 millones de dólares). Colombia (más de 450 millones) y Perú (más de 3295 millones) en 1992 siguen el movimiento general (CEPAL. 1992). Pero parte de este movimiento general se debe al regreso de capitales fugados con anterioridad (con excepción de Brasil. que combina estas entradas masivas con fugas de capitales de sus residentes). En la medida en que los capitales buscan huir menos y que las medidas de liberalización de los desplazamientos de fondos tienden a profundizarse, la compensación que hemos presentado tiende a volverse obsoleta.
[6] Como lo muestran Urrutia y Pontón (1993), los exportadores efectúan arbitrajes entre la ganancia que pueden sacar del diferencial cambiario (entre tipo de cambio oficial y bonos, pero también en función del tipo de cambio paralelo y de la magnitud de ciertos subsidios a los cuales podrían aspirar en razón de su política de precios.
[7] Por esta razón no compartimos las conclusiones de J. Cartier-Bresson acerca de la posible emergencia de una mafia empresarial. La orientación de las actividades hacia los servicios y la especulación constituye un subproducto de la organización criminal. Cuanto ésta empieza a desarrollar actividades productivas, rentables a mediano y largo plazos, mediante modalidades que descansan en la capacidad de explotar científicamente la mano de obra, más que en el racket o el miedo, genera su contrario Al desarrollarse, la actividad productiva "lava" a los hombres que la dirigen Dejan de ser criminales para volverse industriales, a través de un proceso de ruptura que se asemeja de alguna manera al proceso por el cual la organización esclavista puede hacerse capitalista al introducir la asalarización en lugar de la esclavitud. Véase su estudio en Tiers-Monde (1992), y su texto « Quelques interrogations sur le concept de mafia entrepreneuriale dans une economie capitaliste » (1993).
[8] Esta deformación se observó en Holanda, pero también en Inglaterra y en México, después de 1976.
[9] Cabe recordar sin embargo, que este dinero lavado no se encuentra al alcance de los gobiernos. Cuando la fuente de divisas es privada, como en este caso, el gobierno debe adquirir estas divisas si las necesita para pagar su deuda externa. Para un monto dado de gastos e ingresos presupuestales, esta compra corresponde a un gasto adicional, cubierto por lo general con un alza de la deuda interna y, desde luego, de su servicio posterior. La deuda externa genera deuda interna. La restricción externa se ha suavizado en la medida en que no ha sido útil disminuir las importaciones, para un monto de exportaciones dado, pero la restricción interna se ha elevado a la altura del endeudamiento interno del Estado (salvo cuando éste financia su déficit a través de una emisión de billetes, como fue el caso de Bolivia en los últimos años de su período hiperinflacionista, 1985). Para mayores detalles, se puede consultar Salama y Valier (1993).