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Estrategia antidroga: ¿Hay alguna alternativa?

Bernardo Pérez Salazar

Como puede apreciarse, los “pactos sociales de erradicación voluntaria y desarrollo alternativo” no representan ninguna estrategia antidroga alternativa. Se trata sencillamente del cambio de una técnica por otra – erradicación manual en vez de fumigación aérea – para lograr el mismo objetivo de la política contemplada en el Plan Colombia: atacar el problema del narcotráfico internacional reduciendo la oferta mediante la erradicación del 50% del área de cultivos ilícitos en el año 2005, e incrementar la efectividad de los esfuerzos de interdicción capturando el 30% del tráfico en las áreas “fuente” para el año 2007. Sin embargo el asunto no necesariamente se aprecia así en los ámbitos políticos y sociales del Putumayo.

Para los jefes de las administraciones municipales y departamental, quienes en su mayor parte tomaron posesión de sus cargos a partir de enero del año en curso, la inversión del Plan Colombia representa la posibilidad más concreta que tienen a su disposición para realizar inversiones. Al igual que la vasta mayoría de las entidades territoriales colombianas, se encuentran en una situación cercana a la quiebra financiera. El Departamento del Putumayo tiene una carga pensional que asciende a más del 50% de sus ingresos corrientes, mientras que municipios como Puerto Asís tienen en el presente deudas de exigibilidad inmediata equivalentes a más del doble de sus ingresos corrientes anuales.

De otra parte el ambiente incierto del escalonamiento del fuego y las hostilidades asociado con la política antidrogas del Plan Colombia, sólo contribuye a afianzar localmente condiciones subjetivas de lo que podría denominarse un ‘estado social de guerra’. Es decir, un estado en donde el temor continuo y la inseguridad lleva a legitimar en la mente de los individuos el uso de la fuerza e inventiva para depredar recursos y ventajas para servirse de ellos sin mayor consideración por la cohesión social. En un contexto subjetivo y social de esta naturaleza, las condiciones son francamente adversas para adelantar actividades productivas que ofrezca oportunidades de empleo e ingresos distintas a la ofrecida por la inversión pública. Esta circunstancia determina la presencia de una corrupción administrativa de proporciones inmanejables tanto en el ámbito público como en el de las ONG, lo cual a su vez se refleja en la bajísima calidad de la inversión pública y la carencia casi absoluta de credibilidad en el Estado[1].

En vista de lo anterior, es comprensible que los “pactos sociales” se manejen local y regionalmente por parte de las autoridades públicas y organizaciones de la sociedad civil, y en su discurso aparecen como “alternativos” a las fumigaciones. Igualmente comprensible es que la inversión de recursos externos dirigida a fortalecer alianzas entre las organizaciones de campesinos vinculadas con los ‘pactos sociales ‘ y las ONG en el campo de desarrollo rural, formación empresarial y los derechos humanos, probablemente contribuirá a alimentar esta distorsión.

‘Pactos sociales’ y las alianzas de la sociedad civil para la promoción de la paz

Recientemente una analista de la guerra y la paz en Colombia, Alfredo RANGEL, tipificó la conducta general exhibida por las FARC como un desarrollo de la doctrina del aprendizaje estratégico.[2] Se trata de un modelo de comportamiento a través del cual se busca poner a prueba las propias capacidades mediante la confrontación con el enemigo para revelar las fortalezas y debilidades de ambos. Esa tipificación corresponde bien al propósito principal que puede intuirse tras los sucesivos paros armados que las FARC han realizado en el Putumayo desde 1995, los cuales se han ido prolongado hasta el límite alcanzado el año pasado de 75 días.

Esta misma doctrina parece estar inmersa en la versión de las FARC de lo que debería ser el Plan Colombia: un ejercicio de aprendizaje dialogado y de consolidación de confianzas entre las FARC y el Gobierno en torno a la planificación, ejecución, control y evaluación de las decisiones e instrumentos de política requeridos para hacer las reformas estructurales en el ámbito político, jurídico, institucional y económico del país, a fin de zanjar las brechas que han mantenido en el marginamiento a los campesinos y colonos colombianos durante buena parte del siglo XX.

¿ Puede una alianza de la sociedad civil inscribirse dentro de la lógica del aprendizaje estratégico, para jugar un papel positivo en la promoción de la paz entre el Gobierno y la guerrilla? En el presente, las condiciones para hacerlo en zonas con cultivos ilícitos como el Putumayo son adversas por dos razones.

La primera porque el tratamiento de los cultivos ilícitos como un problema penal por parte del Plan Colombia limita de manera significativa el espacio potencial de alternativas de solución para resolver este problema. El interés preponderante de parte del Gobierno nacional está reflejado en el indicador de número de hectáreas erradicadas, que es a su vez, la cifra que refiere públicamente la Embajada de EE.UU. en Colombia para valorar los resultados del Plan Colombia. Por consiguiente temas relacionados con problemas estructurales como los que se relacionan a continuación, no son relevantes para el Gobierno nacional debido a que su solución desborda el horizonte de corto plazo fijado para alcanzar las metas propuestas de erradicación de cultivos ilícitos:

La segunda razón es la co-presencia de paramilitares en las zonas de cultivos ilícitos, en permanente choque con la guerrilla con el propósito de disputar el control económico y territorial de estas zonas. Esta circunstancia condiciona el hecho que el aprendizajeestratégico resultante, se concentre en la actividad militar en detrimento del aprendizaje que podría derivarse en provecho de un modelo de gestión pública para atacar los problemas estructurales relacionados atrás.

Iniciativas de la sociedad civil vinculadas con la promoción de la paz en zonas de cultivos de ilícitos

Si bien las condiciones reseñadas anteriormente representan dificultades reales para la participación positiva de la sociedad civil a través de proyectos específicos o experiencias piloto importantes para la negociación pacífica del conflicto, las consecuencias de no hacerlo pueden agravar seriamente el conflicto. El fracaso de los ‘pactos sociales’ y su registro por la comunidad local como un intento fallido más en la larga secuencia de propuestas institucionales para solucionar el problema de los cultivos ilícitos en los últimos 15 años, quedará como un nuevo hito para reforzar el discurso de resentimiento profundo contra la sociedad civil y sus instituciones que soporta la voluntad de lucha de los alzados en armas. De este modo, un desenlace negativo del proceso puede convertirse en una justificación más del argumento militarista según el cual la única alternativa para modificar el orden actual de cosas es implantar una estructura de mando militar dictatorial en vista que las estructuras institucionales civiles han demostrado con reitero su incapacidad para hacerlo[3].

La problemática de los cultivos ilícitos es efectivamente un asunto clave para el avance del proceso de paz en Colombia, en tanto ofrece un reto de proporciones mayores cuya solución va depender del desarrollo de capacidades para el análisis y manejo práctico de los principales problemas estructurales del país por medio de la innovación institucional y organizacional. Un problema que por lo tanto se presta para aplicar provechosamente la doctrina del aprendizaje estratégico al ámbito de la gestión de desarrollo social y económico sostenibles, en vez de a la guerra.

En casos como este, donde el ambiente es desfavorable debido a la debilidad tanto en el ámbito de las políticas e instituciones públicas como de las organizaciones de la sociedad civil, se estima que la ayuda externa puede jugar un papel clave brindando apoyo a agentes específicos involucrados en el desarrollo e implantación de prácticas y rutinas innovadoras que contribuyan al mejoramiento de la efectividad operativa de entidades públicas y organizaciones de la sociedad civil. Para la selección de esos agentes se recomienda tener en cuenta las siguientes condiciones [4]

Como este informe ha intentado señalar hay en el país un importante movimiento social de denuncia y rechazo a la política antidrogas del Plan Colombia, pero hay pocas visiones de largo plazo con ‘alternativas’ sistémicas de reforma de esta política. Una visión reformadora y de largo plazo de esa política puede ser la llave para abrir dentro de las negociaciones de paz el tema de la conversión económica de la zonas que dependen económicamente de la coca, hacer de este proceso un laboratorio de aprendizaje e innovación, y a través del mismo consolidar las confianzas necesarias para avanzar en la negociación pacífica del conflicto colombiano.

[1] Una parte importante de la inversión pública en los departamentos afectados por cultivos ilícitos se ha realizado por medio de los programas del Gobierno para el desarrollo alternativo a lo largo de los últimos 15 años, en los cuales se ha invertido miles de millones de dólares a ningún efecto
[2] EL TIEMPO, Bogotá, Viernes 19 de Enero, 2001 – Sección Opinión: ¿Negociación sin conflicto?
[3] La ineficacia de los municipios y departamentos para cumplir con las funciones públicas a su cargo (seguridad, justicia, servicios sociales básicos y condiciones locales de estabilidad económica y política), favorece la tendencia de los aparatos militares a ocupar cada vez más espacios propios de la organización civil de la vida social, como se vio claramente en la propuesta del M. MARULANDA –TIROFIJO– presentada en la Audiencia Internacional sobre Cultivos Ilícitos celebrada en Junio de 2000 en San Vicente del Caguán. Según esta propuesta debería ser el Comandante del Frente 14 de las FARC el responsable de manejar los recursos que aportaría la comunidad internacional para una experiencia piloto de sustitución de cultivos que se realizaría en el municipio de Cartagena de Chairá, en el Departamento de Caquetá. Otro indicio de la creciente subordinación tanto de entidades territoriales como de las organizaciones de la sociedad civil a los aparatos militares de los grupos alzados en armas, es el fenómeno frecuente de que los recursos externos que se canalizan a través de estas instancias en la práctica son controlados y manejados por las minorías armadas en los territorios que controlan.
[4] World Bank 1998 Assessing Aid: What works, what doesn’t and why? pg. 25 En http://www.worldbank.org/research/aid/
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