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Coca: tradición y promesa

Baldomero Cáceres Santa María[*]

“De todas las plantas medicinales de los Indios de América del Sur, adoptadas por la ciencia moderna, la hoja de coca, Erythroxylum coca Lamarck, es quizás la más famosa”
Richard Martín, 1970.

El arbusto de la coca , Erythroxylum coca Lamarck . o Erythroxylum novogranatense Morris con sus respectivas variantes ( Plowman,1984), cuyas hojas han animado a los pueblos nativos de estas tierras americanas desde milenios atrás, como demuestra la arqueología(Patterson,1971; Cohen, 1978), no ha sido debidamente considerada por el mundo académico dentro de nuestras fronteras. Paradójicamente, dada su relevante importancia cultural, económica, social y política no se le estudia incluso en nuestras propias facultades agronómicas. Estimado oficialmente como un cultivo indeseable que debe sustituirse en los países andinos, de acuerdo a la Convención Única de Estupefacientes (Nueva York,1961), su erradicación sólo dejaría en pié la producción necesaria para abastecer al mundo tradicional indio que permanezca leal al hábito milenario ,“cotradición”(Bennett,1948), tradición compartida , de los diversos pueblos de estas tierras, desde el norte de Argentina y Chile hasta Colombia

Cuando en 1977 inicié la revisión bibliográfica del “problema de la coca” que me forzó a un apresurado artículo crítico publicado en el diario La Prensa de Lima con el título “La coca, el Mundo Andino y los extirpadores de idolatrías del siglo XX”, no sospeché que sería tan difícil la tarea de revalorizar nuestro cultivo tradicional, pues asumía que sería una tarea compartida. Las razones y sinrazones de su condena internacional quedaban claras. Habían sido prejuiciosas investigaciones, fundamentalmente de la escuela psiquiátrica peruana, las que encontraron culpable al coqueo andino de ser una “toxicomanía”(en inglés “addiction”), contradiciendo lo sostenido por la propia medicina regional, voz ésta que ignorara la Comisión de Estudio de la Hoja de Coca de las Naciones Unidas que en 1950 emitió su Informe, fundamento de la posterior condena de la coca por el Comité de Expertos en Drogas Susceptibles de Engendrar Toxicomanía de la Organización Mundial de la Salud (1952-1953).

Lo sostenido, por otro lado, no era nuevo, como descubriría luego. Ya en 1970, Richard T. Martín había señalado tal distorsión en un pionero artículo crítico, publicado en Economic Botany sobre el rol de la coca en la historia, religión y medicina de los indios sudamericanos, artículo que, a su vez, sirvió de punto de partida para el paralelo esfuerzo de revalorización llevado adelante en los Estados Unidos por el doctor Andrew Weil desde la publicación de su texto fundamental , The Natural Mind , en 1972. No sólo en su estudio, como comprobé desde el primer momento, sino también en su defensa, se nos habían adelantado los académicos americanos. Respecto a los estudios históricos , basta recordar que en Fuentes Históricas Peruanas, indispensable obra de consulta para todo peruanista, el historiador Raúl Porras Barrenechea sólo pudo mencionar como referencia “al más precioso ramo de cuantos produce el fecundo Perú”, en palabras del doctor Hipólito Unanue , “el grueso repertorio” de Golden W. Mortimer, médico e historiador de Nueva York, quien en 1901 publicara Peru, History of Coca , The “divine plant” of the Incas with ..., obra que cien años más tarde carece aún de traducción al español.

No es sorprendente, por lo expuesto, que el descuido de la coca continúe en nuestras universidades, con excepción de los sectores antropológicos cuya voz se hizo presente en 1978 mediante el número especial de América Indígena 4 dedicado a su defensa por el Instituto Indigenista Interamericano(III). No contento con ello, el Instituto panamericano retomó, en La Coca, visión indígena de una planta satanizada (1986), parte del material publicado, al cual sumó un artículo sobre la historia económica de la coca del historiador Ruggiero Romano, quien había sido alertado por la reacción académica americanista.

La reconsideración académica del tema llevada adelante por el movimiento antropológico logró su objetivo fundamental , como fue asegurar la respetabilidad del hábito andino en la Convención de Viena de 1988 . En ella se precisó “que las medidas que se adopten (contra los cultivos de coca) deberán respetar los derechos humanos fundamentales y tendrán debidamente en cuenta los usos tradicionales lícitos donde al respecto exista la evidencia histórica”. Evidencia histórica que legitimaría el uso de la coca desde Argentina y Chile , al menos hasta Colombia

Un año más tarde , el Instituto Indigenista Interamericano publicaría el informe multinacional La coca...tradición, rito, identidad(1989),en cuya introducción el doctor Oscar Arce Quintanilla , Director del Instituto, resumió la nueva perspectiva, según la cual el coqueo andino "no puede por ninguna razón equipararse a una toxicomanía" .

Al limitarse el grupo "interdisciplinario" peruano a seis antropólogos y un médico, creí conveniente agregar, en la revista del Instituto Indigenista Peruano, Perú Indígena 28 (1990), un estudio documentado de la leyenda negra de la coca que apuntaba al origen de la condena. Con el título "Historia, prejuicios y versión psiquiátrica del coqueo andino", señalé no sólo lo desacertado del juicio recaído sobre la costumbre andina, sino de la misma "teoría" psiquiátrica de las "plantas susceptibles de engendrar toxicomanía" (o "adicción"), basada, en todos los casos(amapola del opio, cáñamo, hoja de coca), en la negación de su carácter medicinal en otras culturas y en su recategorización como “droga”. Sólo al prescindirse de tal "teoría" (y del lenguaje consiguiente) como "marco de referencia" (Allport,1939) –sostuve y mantengo- podrá recuperarse la legitimidad de los recursos naturales prohibidos, al permitir la recuperación de la perspectiva estrictamente médica.

La coca como recurso natural legítimo

En 1991, la Empresa Nacional de la Coca del Perú (ENACO S.A), asumiendo la campaña de esclarecimiento realizada, inició una serie de acciones destinadas a lograr la revalorización oficial de la coca en las cuales participé como asesor académico. En 1992, con tal finalidad, se realizó en Trujillo el I Forum sobre Bondades de la Hoja de Coca, con la asistencia de Andrew Weil, Mauricio Mamani , co-autor con William Carter de Coca en Bolivia (La Paz,1984) , y Ana María Lema, por entonces directora de Cocayapu (La Paz), institución que colaboraba en la nueva diplomacia de la coca llevada adelante por el Presidente Paz Zamora. Un II Forum, Por la Revalorización de la Coca, realizado en Cuzco(1993), permitió reunir a los iniciales defensores del recurso andino, entre los cuales Anthony Henman, el autor de Mama Coca (London, 1978) y Enrique Mayer, el promotor de la campaña en el Instituto Indigenista Interamericano, responsable personal del número especial de América Indígena del 78. En julio de 1994, la llamada Declaración de Ilo, suscrita por los presidentes de Bolivia y Perú , vino a rubricar el cambio de imagen de la coca . En su acápite 19, “Acordaron constituir una comisión binacional de alto nivel, coordinada por los Ministerios de Relaciones Exteriores, para elaborar y ejecutar una estrategia conjunta de revalorización de la hoja de coca, cuyo principal objetivo será el retiro de este recurso natural de la lista 1 de la Convención Única de 1961”.

Como apreció Andrew Weil en un artículo sobre la nueva política de la coca en los países andinos,[Weil, A. "Letters from the Andes: The New Politics of Coca" The New Yorker, May, 1995], difícilmente los gobiernos de nuestros países llevarían adelante la gestión necesaria para ponerle término a la mantenida "guerra a la coca", a pesar del fundamento académico que apoyaría la revisión del tema.

Pese a la enorme trascendencia del cambio de posición oficial, acreditado por la declaración de nuestros mandatarios- en efecto- las proyectos de sustitución de los cultivos de coca continuaron en Bolivia y en el Perú, al tiempo que en 1995 nos dábamos cuenta de que los grandes cultivos de coca se habían desplazado , con notables mejorías técnicas, a la hermana república de Colombia, donde posiblemente la controversia andina sobre la coca no se había divulgado como en nuestro caso.

Hoy, ante la amenaza regional anticipada por la naturaleza represiva del Plan Colombia, la causa andina de la coca reclama la atención académica, en la cual espera encontrar fuerza para establecer “...las virtudes de la famosa planta nombrada Coca”, cuyo elogio inicial debemos al doctor Hipólito Unanue, prócer de nuestra Independencia y maestro fundador de la escuela médica peruana.

La tradición de la coca : su naturaleza

Si pensamos en nuestro patrimonio histórico y en la necesidad de integrarnos regionalmente en la búsqueda de un desarrollo sustentable, ha de ser ineludible reconsiderar el lugar que los cultivos de coca ocupan en nuestra polìtica agropecuaria.

La investigación experimental psicológica ha demostrado cómo la percepción está condicionada por las creencias previas. “Creer para ver” sería el complemento opuesto del conocido proverbio. Desde Kulpe (1904) hasta Bruner(1949, 1955) el acto fundamental de la percepción es descrito como una “identificación”, “reconocimiento” o “categorización” , confirmando los hallazgos de la psicología social en la investigación sobre prejuicios y estereotipos(Allport,1959). En tal identificación juega un rol esencial el “marco de referencia” (Allport,1939) constituido, en nuestro caso, por la cultura moderna coexistiendo con el mundo andino. La categorización de la coca como “droga” , en lugar de “alimento” y “medicina”, corresponde a tales perspectivas.

Para el mundo tradicional andino, la hoja de coca ha sido, por sus especiales virtudes comprobables día a día, el alimento más estimado. “Tanta”, como al pan, le llaman aún hoy en quechua. La medicina naturalista y experimental observó y confirmó sus cualidades. A fines del siglo XVIII, Hipólito Unanue la consideró “architónico del reino vegetal” y ,mediando el siglo XIX, Paolo Mantegazza, en un ensayo premiado que despertara el interés europeo, se refirió a ella como “ alimento nervioso”. Fue la medicina experimental, basada en la razón y la experiencia como había fijado Claude Bernard, la que hizo el cumplido elogio de la coca. La recepción europea y americana de la coca a lo largo del siglo XIX ha sido debidamente historiada por Golden W. Mortimer, quien al iniciar el siglo XX resistió a su descrédito.

Lamentablemente, la cultura moderna, racionalista y materialista, puso su confianza en quienes, esgrimiendo el prestigio de una presunta ciencia que en realidad no tenían, pretendieron lidiar con los avatares existenciales del ser humano e imponerle sus arbitrarias reglas. En el imaginario colectivo fueron reemplazados entonces los flagelos apocalípticos (guerras, hambre, peste y muerte) por los flagelos psiquiátricos, “toxicomanías”, “adicciones” y “dependencias”. Como resultado de un escandaloso caso de mal uso de cocaína prescrito por Sigmund Freud en Viena en 1884, se acusó al imprudente Freud de haber dado origen al “tercer flagelo”. La psiquiatría académica alemana, tal como fue fijada por Emil Kraepelin en el texto fundante de la nueva doctrina(Psiquiatría,1899 y ss.ee), recategorizó a la distancia, arbitrariamente, como sustancia “tóxica” y a su uso habitual , por lo tanto, como una “intoxicación crónica”.

Para un joven médico sudamericano que realizaba sus estudios de psiquiatría en Italia , como era entonces el doctor Hermilio Valdizán, padre fundador de la psiquiatría peruana, fue irresistible la fascinación del prestigio de la nueva profesión en la que se iniciaba y asumió por ello, sin espíritu crítico alguno, la recategorización del coqueo y sus implicancias. En un artículo inicial de la versión denigratoria publicado en La Crónica Médica de Lima, el 15 de agosto de 1913, el doctor Valdizán sugeriría con el simple título ,“El cocainismo y la raza indígena”, cuál habría de ser la línea de la escuela psiquiátrica que él orientara durante una década, ocupando la cátedra de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Marcos. Imperdonable ligereza de juicio y, lo que es peor, ignorancia culpable frente a la información médica acumulada hasta entonces. En su artículo, en efecto, es nula la revisión bibliográfica del tema, cuando no está interesadamente mutilada.. Tal fue el caso de La Disertación sobre el aspecto, cultivo, comercio y virtudes de la famosa planta del Perú nombrada Coca de Unanue, la que fue reducida por Valdizán a “un estudio agronómico” que habría tenido como título “El cultivo de la coca”(sic).

Me permito reprochar desde aquí, a este respecto, la conjura de silencio sobre el falso paso inicial de la doctrina psiquiátrica en nuestro suelo dado por Valdizán , ejemplificada en la exclusión de tal artículo de la detallada bibliografía registrada por el doctor Javier Mariátegui en su estudio biográfico del antiguo maestro sanmarquino y paradójico estudioso de la historia de la medicina peruana.

La gravedad de la exclusión del criterio médico por los nuevos “extirpadores de idolatrías”, continuada desde Valdizán hasta Carlos Gutiérrez Noriega en los 40, quedó manifiesta en la parcializada revisión bibliográfica que precedió al Informe de la Comisión de Estudio de la Hoja de Coca del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas de 1950. No sólo se desconocía en ella la obra de Unanue(1794,1821) sino también los informes médicos posteriores (Moreno y Maíz, 1868; Ulloa, Colunga y Ríos,1889). La monumental revisión histórica de Mortimer, que inevitablemente registrara la bibliografía, era desestimada con una nota crítica:”En conjunto, no es un libro digno de confianza, y por lo tanto puede sencillamente pasarse por alto”. En un Boletín de Estupefacientes de 1952, respondiendo a algunas críticas formuladas, el autor de la “Bibliografía anotada”, doctor Pablo Oswaldo Wolf, pretendió justificar la omisión de Unanue apoyándose en lo escrito por Hermilio Valdizán en 1913 . La que fue una burda maniobra para olvidar el prestigio medicinal de la coca anterior a su estigmatización psiquiátrica, no fue debidamente enrostrada hace cincuenta años, ni ha sido denunciada hasta el momento, pese a su trascendencia regional o, quizás, por temor a ésta.

Cuando en 1992 se reunió el Comité de Expertos en Farmacodependencia de la Organización Mundial de la Salud y evaluó la posibilidad de reabrir el caso de la hoja de coca, poniendo distancia frente al emergente movimiento de revalorización andina, no tuvo escrúpulo alguno al refugiarse en la información recogida por el Informe de 1950 para desestimar un examen crítico del expediente. Una instancia, que se reclama científica, se negó impunemente a poner su información al día. Hasta donde tengo conocimiento tampoco esta vez nuestros Gobiernos protestaron. La revalorización de la hoja de coca, llevada adelante en ese tiempo por el Presidente Paz Zamora con motivo de la celebración del V Centenario, no tuvo continuidad y lo atado siguió atado como sigue hasta nuestros días.

La única gestión necesaria, establecida en la propia Convención Única de 1961, para revisar la situación internacional de la hoja de coca, sería solicitarle al Secretario General de las Naciones Unidas que se reabra el caso, dada la valiosa evidencia documental escondida en 1950 para negarle al coqueo andino su carácter nutricional y medicinal que reconoció la medicina regional hasta la oficialización del prejuicio psiquiátrico que le condena.

La trascendencia interna y externa.

Al iniciarse el nuevo milenio en la era globalizada tenemos la responsabilidad generacional de reflexionar sobre lo vivido en la región andina durante los últimos veinte años en términos de violencia, corrupción y economía. Tengamos presente que los analistas políticos desde Nadelmann en su trascendente artículo “La política de drogas de los Estados Unidos: una mala exportación” (1988) han abundado en señalar los graves efectos de la legislación imperante en los países andinos, de los cuales creo que somos todos concientes. Las reuniones internacionales convocadas por la Comisión Andina de Juristas entre 1989 y 1993 han dejado sendas publicaciones en las cuales se examinan las distintas aristas del considerado “problema de la coca”.

Lamentablemente. pese a lo expuesto y publicado sobre las consecuencias del veto internacional que pesa sobre nuestro recurso; no obstante el singular valor simbólico de la coca en la conciencia andina, no se han continuado acciones concertadas tendientes a consolidar y reafirmar el valor de la “preciada hoja” de la cual nos habló el Inca Gracilazo de la Vega en sus Comentarios Reales y que defienden tan ardorosamente los campesinos de Bolivia, Perú y recientemente Colombia. Nuestras propias sociedades son ajenas aún al tema y el mundo político, en general, conforma con el sistema que excluye nuestra producción del mercado mundial.

Como concluyó Andreu Viola su informe sobre la investigación cumplida en Bolivia entre 1991 y 1994 sobre el desarrollo alternativo, “la hoja de coca, si dejamos de lado su controvertida penalización internacional, podría ser algo así como el sueño de un economista del desarrollo”, citando a un experto(Thiesenhusen,1987) que fijó 10 criterios de estimación de los cultivos óptimos en cada región, de los cuales la hoja de coca cumple 7, como el apoyo tradicional del campesinado. Recobrar la legitimidad de nuestro gran recurso natural, dentro del retorno a las plantas medicinales que marca nuestra época, daría lugar al surgimiento de variadas agroindustrias que canalizarían nuestra producción cocalera actual y ampliarían la frontera agrícola, dando solución así, en su raíz, a los males derivados del narcotráfico, corrupción y violencia incluidas.

El. Consejo Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos, en su anticipación sobre la seguridad en América Latina para el año 2015 ha sostenido que: "Los países más débiles de la región, especialmente en la región Andina, seguirán retrocediendo. El fracaso en atender con efectividad las demandas populares, el crimen, la corrupción, el tráfico de drogas ilícitas y las insurgencias, provocará un retroceso de la democracia en algunos países". Ojalá que su predicción no se cumpla y que por entonces ejerzamos nuestra soberanía y seamos regionalmente dueños de nuestra producción cocalera, recuperando, al mismo tiempo, nuestra vieja tradición andina.. Dada la globalización, es vital para la región aprovechar sus ventajas competitivas, especialmente en el caso de las agroindustrias y nuestros recursos ancestrales, entre los que destaca nuestra hoja de coca.

Reitero, para terminar, la esperanza de encontrar apoyo universitario para la causa andina, en esa “armonía de fuerzas que, por muy contrarias que sean, en la Universidad y acaso sólo en ella, pueden alimentar el conocimiento” como señaló José María Arguedas al despedirse en una carta de la Universidad Nacional Agraria de La Molina, en cuyo campus se quitó luego la vida.

En el contexto mundial actual, más deseosos los pueblos de la paz que nunca, justamente por el reto representado por el demencial terrorismo, no habría mejor extinguidor de los fuegos de la violencia que un reordenamiento mundial del mercado de las plantas perseguidas en Afganistán, en el valle del Beca del Libano, en el Putumayo colombiano, el Huallaga peruano o el Chapare de ustedes, bolivianos . Tenemos que hacernos escuchar por esa otra América que, como nos advirtió José Martí, nos debe tener en menos por vernos muchas veces “limosneros y arrimadizos”.

Muchas acciones se podrían emprender, en el ánimo de incorporar debidamente la coca a la conciencia regional, desde destacarla en nuestros museos arqueológicos e históricos hasta incluir la verdad en nuestros textos escolares, en los cuales el hábito del mundo indígena sudamericano ha sido tantas veces desprestigiado. No debiéramos esperar para ello que nuestros respectivos gobiernos se liberen de la imposición colonialista que representa el actual ordenamiento internacional. La Universidad de la subregión ha de encarnar la idea expresada por el filósofo alemán Karl Jaspers al sostener que le corresponde ser “la conciencia más lúcida de su tiempo”. Confiemos en ello.

Articulo de B. Cáceres aparecido en El Peruano del 21 de diciembre del 2001.

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[*] Psicólogo social, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima M.A , Leland Stanford Junior University, Palo Alto.caceresyvegas[at]bonus.com.pe

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