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La economía de los cocadólares

Producción, transformación, exportación de drogas, blanqueo, repatriación y reciclaje del dinero criminal en Colombia
(reseña)

Pierre Salama[*]

Publicado en inglés enInternational Journal of Politics, Culture and Society. Vol. 14, No 1, 2000

Los problemas que plantea la producción, comercio y uso de drogas son, para un economista, tanto una muestra de los límites de su disciplina como un poderoso estímulo para su estudio. El objeto está mal definido, la medición es cuando menos difícil y a menudo “folclórica”,[1] el comportamiento de los traficantes es poco conocido y su posible cambio de condición difícil de evaluar.

El objeto está mal definido porque su definición depende de una prohibición; ahora bien, ésta varia según los países y, sobre todo, según la época. El consumo de hojas de coca está autorizado en algunos países y prohibido en la mayoría; en otros, el tráfico está prohibido, pero la utilización de drogas puede no estar reprimida. La variedad es considerable y sus modalidades son poco conocidas: la diferenciación puede ser horizontal o vertical, según el tipo de productos y sobre todo del grado de pureza, que varía en función de la represión y de la evolución de los precios. La calidad, pues, es difícil de apreciar, al no estar definida la variedad antes del acto de venta por los traficantes. La sustitución entre productos es asimismo poco conocida; depende de la evolución diferenciada de los precios, de la importancia de la dependencia, de las modificaciones del contexto “cultural”. La expansión de productos sintéticos -nuevos cócteles químicos- es considerable y su uso sustituye en parte el de las drogas naturales; extractos de plantas transformados por medio de productos químicos se mezclan a veces con estos, y la distinción entre lo que es medicamento (y en consecuencia lícito porque responde a una prescripción facultativa) y lo que no lo es no es siempre fácil, sobre todo si estos productos ayudan a mejorar records como los de velocidad o resistencia. La profesionalización del deporte y su mercantilización a ultranza llevan naturalmente al dopaje de los deportistas. La droga forma parte entonces de la reproducción de la fuerza de trabajo de los deportistas. La vigorosa entrada de estos productos es reveladora de profundos problemas de sociedad,[2] pero también de las dificultades que se encuentran para definir lo que es droga y lo que es medicamento,[3] de los límites y a veces de la arbitrariedad de lo legal. Viejo problema con el que se tropezó una y otra vez durante las discusiones internacionales sobre la legalización o no del opio a fines del siglo pasado y a principios de este,[4] pero nuevo problema al tratarse de productos sintéticos, mal definidos en cuanto a sus efectos a medio y largo plazo sobre la salud de quienes prueban múltiples cócteles de composición más o menos misteriosa.

La medición es imperfecta principalmente porque se trata de productos cuya producción, transformación y comercialización es ilícita, y su valoración, como veremos, a menudo folclórica. Valoración ardua, más aún cuando las formas de organización del comercio, en sus diferentes estadios, se insertan en un conjunto de actividades informales que le sirven de soporte y revisten el aspecto de redes móviles, versátiles, lejos de la imagen que da la prensa cuando menciona a tal o cual cártel. Paradójicamente, se puede obtener una apreciación o, más exactamente, un cuadro macroeconómico creíble de la producción de drogas y de su valor. Es más problemática en cambio la evaluación de los montos repatriados directamente atribuibles a estas actividades criminales.

Es trabajoso delimitar y valorar el comportamiento de los traficantes. La creciente apertura de las economías, tanto en lo que concierne al intercambio de mercancías como a los movimientos de capitales, facilita la exportación de productos ilícitos, y aparentemente vuelve el blanqueo de capitales más fácil, pero paradójicamente aumenta su coste, como veremos. La profunda crisis de numerosas economías ex socialistas en “transición hacia el capitalismo” o de las ayer llamadas emergentes, el mantenimiento de ciertas regiones asiáticas -países, como Birmania, o regiones que agrupan a varios países- en una cuasi autarquía con excepción de su ilícito comercio, tiende a multiplicar la oferta en el mismo momento en que la demanda, en algunos de los más importantes países desarrollados, tiende a estabilizarse o a retroceder y se diversifica hacia productos sintéticos, mientras la eficacia de la represión pareciera aumentar en lo que se refiera a las incautaciones.

Más difícil de evaluar es el comportamiento cuando se trata de estimar la amplitud del dinero repatriado a los países de producción. ¿A partir de qué nivel de la cadena de comercialización (mayorista, semimayorista, al por menor) se puede considerar que cesa este proceder? Espinosa cuestión, cuando se conocen los factores de multiplicación de los precios, especialmente elevados entre el precio en la producción, el mayorista durante el embarque, a su llegada, el semimayorista, la venta al por menor (véase anteriormente).[5] ¿Cuánto hay de arbitrario en la hipótesis de que los precios a partir de los que se debe evaluar la posible repatriación de los traficantes colombianos son los de la venta al por mayor en el caso de la cocaína, o los de salida en el caso de la heroína? En fin, más allá de esta cuestión ¿cuál es el fundamento de tal repatriación?

Las técnicas de blanqueo, por más sofisticadas que sean, no pueden eludir la pregunta esencial, la del carácter de este dinero. ¿Qué legitima la posesión de importantes sumas de dinero limpio? La respuesta a esta pregunta es fundamental y traza los límites de la búsqueda de notabilidad de los traficantes. En la medida en que en numerosos países con legislación laxa parece más sencillo “legitimar el dinero limpio” cuando es utilizado en actividades como la construcción, la especulación inmobiliaria o la compra de terrenos, se comprende la preferencia de los traficantes por estas actividades y estos países, pero también su dificultad para transformarse en “burgueses industriales”.

El objeto de este artículo es esbozar los problemas planteados por la producción y comercialización de los productos ilícitos “naturales”, y después presentar las diferentes técnicas que permiten repatriar el dinero sucio y blanquearlo, apreciar desde un punto de vista macroeconómico la importancia de estas repatriaciones y, por fin, analizar el compartimiento de los empresarios mafiosos.


[*] Profesor de la Universidad de París XIII, Greitd-Cedi (salama@seg.univ-paris13.fr).
[1] Para retomar la expresión utilizada por Steiner (1997).
[2] Mercantilización del deporte en forma generalizada y estrés relacionado con la necesidad de alcanzar ciertas metas en el trabajo o, en su defecto, miedo a menudo legítimo de perderlo.
[3] Piénsese en la cuantiosa proporción de la población que, en Francia, depende fuertemente de calmantes de la más diversa especie y que son, a veces, muy potentes.
[4] G. Fabre, 1998. (N. De la R.: Obviamente, el autor se refiere a fines del siglo XIX y comienzos del XX.)
[5] L. O. Machado, 1997; Steiner, 1997, Thoumi, 1997.
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