El Plan Colombia, ¿El fin de la Historia o la reconfiguración cultural?
(reseña)

María Mercedes Moreno

Septiembre 2000

Mucha tinta ha corrido sobre el Plan Colombia, dice María Mercedes Moreno en su artículo. Quizás se podría agregar: Mucha tinta... y mucha sangre y lágrimas. Como ella misma afirma, Colombia es receptora de un paquete que seguramente hipotecará su capital humano, recursos naturales y futuro económico. El proceso de militarización extranjera del territorio colombiano auspiciado por las administraciones Clinton-Pastrana  se enmarca en un proyecto de conformación de un Nuevo Orden Mundial. El escrito enfoca esta política a la luz de los intereses y parámetros generales de lucha antinarcóticos y concepción ideológica neoliberal proclamados en su diseño. Sostiene que el mundo está en franco reajuste y que la Guerra Contra la Droga en suelo colombiano es uno más de los varios frentes embestidos por los políticos estadounidenses para consolidar su poderío, propagar la “democracia de mercado” y garantizar el control de los recursos.

Las referencias teóricas del modelo neoliberal dentro del cual se enmarca este análisis del Plan Colombia son los paradigmas defendidos por académicos como Francis Fukuyama, quien ha trabajado con el Departamento de Estado en calidad de asesor sobre el diseño de políticas para el Tercer Mundo, y Samuel P. Huntington, quien esDirector del Olin Institute for Strategic Studies de la Universidad de Harvard, preside la Harvard Academy for International and Area Studies y sirvió en la Casa Blanca como coordinador de planeación de seguridad para el Consejo Nacional de Seguridad.

Destaca el escrito que el discurso oficial estadounidense no sólo justifica el Plan Colombia con base en la lucha antinarcóticos, sino en especial en el riesgo de desequilibrio regional propiciado por el conflicto colombiano. Que todo parece indicar que los colombianos seremos el primer frente militar antinarcóticos de esta guerra mundial, liderada por los EEUU, contra un bien de consumo producido mayoritariamente por los países del Sur. Una de sus tesis básicas es que el mercado de estupefacientes, producto puro de la dinámica capitalista, que pone en jaque el imperio planetario y, según se estima, la salubridad de la globalización, es una de las grandes contiendas económicas con las que se inicia el Nuevo Orden.

Pero, advierte María Mercedes, la Guerra Contra la Droga no nace con el Plan Colombia; con él se afianza una línea de política pública estadounidense que se viene gestando desde comienzos del siglo XIX mediante el control del negocio del alcohol. Lo interesante de todo esto, es que la polarización respecto al consumo de alcohol contribuyó al despertar de una consciencia política y al reconocimiento de objetivos políticos, que consolidaron movimientos como el feminismo, el sindicalismo y el abolicionismo. La Prohibición del alcohol, sostiene ella, tuvo como desenlace la eventual legalización y control estatal de esta sustancia. Es evidente para analistas como Milton Friedman, Ethan Nadleman, Françis Caballero y George Soros que la despenalización de la droga es la solución más equilibrada en el contexto actual y que probablemente el escenario futuro será una eventual legalización escalonada de las diversas drogas. Sin embargo, las clases dirigentes asumen un discurso "moral" que seguramente con frecuencia contradicen en su vida privada. El problema radica en que al alinearnos en Colombia con este discurso limitativo estamos afirmando que 50 años de lucha por una sociedad más justa se reducen al fenómeno del narcotráfico; que erradicando el narcotráfico con medidas militares tendremos en Colombia la tan anhelada paz con justicia social.

También nos perfila dos escenarios: