Nuevo modelo de dominación colonial

Daniel Libreros Caicedo*

Las causas de la declaratoria de la guerra

El Plan Colombia hace parte de una estrategia integral, política, social, militar y económica de dominación imperialista en la zona andina, dada la crisis política que actualmente se evidencia en los países que la conforman1. Esta estrategia utiliza, en el terreno diplomático, la justificación de la lucha en contra de la producción de narcóticos, uno de los temas que, en el universo del llamado “nuevo orden internacional”, permite desde controles policíacos preventivos hasta escalamientos bélicos regionales a nombre de “causas humanitarias”. Debe añadirse que esta invocación altruista-humanitaria presupone un ordenamiento jurídico internacional que ya no consulta la decisión de los Estados nacionales y que proclama su regulación a nombre de la defensa de la democracia de mercado, colocándola como fundamento ético-globalizante, como principio ordenador de las sociedades contemporáneas2. La fuerza disciplinar de esta nueva versión del derecho internacional la garantiza el poder militar norteamericano; desde Irak-1991, hasta Kosovo-1999, los hechos lo han confirmado hasta el cansancio.

 Debe recordarse que este pretexto diplomático de la lucha antidrogas esconde la realidad del negocio de narcóticos, ya que tan sólo 2% de las ganancias queda en manos de los productores, mientras el grueso de las mismas ingresa a los flujos del sistema financiero desregulado; esconde las políticas de apertura comercial, las cuales están arruinando la agricultura interna de la región, debilitando la opción de cultivos alternativos y aumentando la pobreza de los pequeños agricultores radicados en zonas atrasadas en donde se requiere la subsistencia a cualquier costo. Igualmente esconde el hecho de que en varias oportunidades los colonos productores han manifestado públicamente la decisión de realizar la erradicación manual de cultivos en el marco de una política concertada con autoridades internacionales y nacionales.

La lógica imperial no sólo desconoció estos hechos sino que impuso sus condiciones. En el proceso de negociación, que terminó con la aprobación del Plan Colombia en el Congreso norteamericano, quedó la huella de las exigencias del gobierno Clinton. Efectivamente, la propuesta inicial del Plan Colombia fue presentada en los inicios del gobierno de Pastrana, por quien es actualmente ministro de Desarrollo Augusto Ramírez Ocampo, sobre la base de la experiencia de negociación en El Salvador, país al cual fue invitado en carácter de observador internacional de los acuerdos, dada su condición de ex canciller. Esta propuesta se basaba en la inversión focalizada de recursos para rehabilitar zonas afectadas por la guerra, zonas de cultivos ilícitos o de conflictos ambientales. Incluso, esta primera fórmula del Plan fue parte de los preacuerdos entre el gobierno de Pastrana y las FARC en el momento inmediatamente anterior a la instalación de las negociaciones en enero de 1999. Unos pocos meses después, Barry McCaffrey, zar antidrogas norteamericano, empezó a colocar en la agenda de su dependencia el asunto de la narcoguerrilla en Colombia, posición que fue compartida por algunos parlamentarios republicanos en el Congreso. La política pacificadora debería cambiar de énfasis; se requería el enfrentamiento directo a las guerrillas, lo cual exigía aumentar la ayuda militar a Colombia y desbloquear los recursos al Ejército, cuestionado internacionalmente por violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Entonces, el subsecretario de Estado, Thomas Pickering, anunciando un acuerdo bipartidista sobre el tema, facilitó la intermediación entre el gobierno de Pastrana y Congreso norteamericano para que esta ayuda se oficializara en el propio Plan. Al acuerdo bipartidista se sumó la anuencia de las compañías multinacionales. El representante de la Oxxy presentó uno de los debates finales de trámite aprobatorio expresando los intereses de un bloque empresarial.

El documento que Clinton termina oficializando no deja dudas sobre las intenciones bélicas estadounidenses. Así, de los US$1.600 millones que aportará el gobierno norteamericano al Plan, US$1.043 serán gastos de defensa, aunque, en su gran mayoría, esos recursos no llegarán a Colombia: formarán parte del flujo de dinero de los circuitos de negocios de la industria privada de armas norteamericana3. Aquí se constata que la privatización de las guerras es otro de los signos de la fase neoliberal del capital. Además, el énfasis bélico determina el conjunto del Plan; el monto total del mismo será de US$7.588 millones, de los cuales cerca de US$5.000 millones se destinarán a defensa4. Ello se acompañará de la consolidación de un cordón de seguridad aéreo para toda la zona5 y del reconocimiento de ayudas puntuales a otros países andinos6. Como si fuera poco, se adicionó al Plan la definición del asunto Colombia como problema de “orden público interno” abriendo paso a la posibilidad de la intervención directa en cualquier momento.

El comportamiento del gobierno Clinton confirma que para el capital en general y para el imperialismo norteamericano en particular, Colombia y los países andinos constituyen un punto prioritario de su agenda política inmediata, por la vía del escalamiento bélico. La guerra se hace necesaria por cuanto recuperaría, por la fuerza, la hegemonía política capitalista en una región en crisis. Pero este objetivo puntual de la guerra, es, al mismo tiempo, tan sólo un plano del proyecto imperial. Incluso, el propósito de solucionar la crisis regional aparece en lo inmediato como respuesta contrainsurgente a las guerrillas, en particular a las FARC, las cuales han logrado establecer poderes territoriales con control político y militar, en zonas de colonos agrícolas, en el sur del país, y, de hecho, parte del diseño del Plan Colombia pasa por la apuesta de derrotarlas militarmente7. Sin embargo, la guerra persigue objetivos de mayor envergadura, intenta adecuar la región a las exigencias de la globalización neoliberal, reorganizar la sociedad y la política conforme a las pautas de la misma. Para ello, el proyecto imperial ha diseñado un modelo de dominación colonial.

La crisis económica regional

Otra de las líneas transversales del Plan Colombia tiene relación con la economía, proyectando iniciar un proceso de anexión de la región al ALCA. Para el capital norteamericano éste es un tema estratégico de comercio internacional. El propio Clinton lo reconoció al instalar la XXX Conferencia del Consejo de las Américas en Washington8. El encontrar un mercado estable se convierte en prioridad debido al cuantioso déficit en la balanza cambiaria norteamericana con el “resto del mundo”, resultado, a su vez, del papel de principal comprador que Estados Unidos viene asumiendo en el comercio internacional durante los últimos años. Este papel es necesario en momentos en que se evidencia una sobreproducción de mercancías en dicho comercio, y asume la forma de una desregulación arancelaria mayor a la del promedio de los países desarrollados. Además, los exportadores estadounidenses se han beneficiado de manera considerable con las políticas de desregulación comercial, generalizadas por el FMI como “políticas de ajuste” desde los inicios de la década del noventa en Latinoamérica, triplicando sus ventas en el período 1990-1996; tan sólo en 1996 aumentaron dos veces más que el comercio norteamericano con el resto del mundo9.

Pero, en la geografía desigual del capital, las ganancias de unos llevan inexorablemente a las pérdidas de otros. Desde que se establecieron las políticas de “apertura económica”, la economía latinoamericana viene siendo llevada a una de sus peores crisis con agotamiento de los aparatos industriales, desempleo masivo, crisis agrícola y aumento notorio de la pobreza. El Departamento Nacional de Planeación, entidad técnico-estatal, ejecutora del modelo de apertura económica en Colombia, acaba de reconocer que desde 1998 el país ha perdido un millón de puestos de trabajo llegando a 20,5% de desempleo abierto, que el ingreso per cápita de los colombianos cayó de US$2.158 a US$2.043, que han quebrado 560 empresas y que el precio de las acciones medido en dólares bajó en 70%10.

La explicación a esta situación solamente puede encontrarse en las diferencias de productividad media. La desregulación arancelaria de los países periféricos castiga su rezago histórico productivo en el universo del capital, desestructurando la industria y la agricultura internas, al obligarlos a importar productos que anteriormente se producían dentro de sus fronteras. Estamos asistiendo a la inclusión de la región en una nueva forma de la división internacional del trabajo. El reordenamiento internacional del capitalismo, posterior a la crisis de 1973, confirmó las limitaciones del anterior modelo de sustitución de importaciones. En una apuesta como la neoliberal –en la cual, después de que el capital impuso una correlación internacional de fuerzas a su favor disciplinando trabajadores y poblaciones, y hasta el keynesianismo y el fordismo de los países desarrollados fueron abandonados por imponer “límites artificiales” a una nueva fase de acumulación capitalista por la vía de la intensificación productiva, resultado, a su vez, de la “revolución informática”–, el “fordismo dependiente” latinoamericano no tenía posibilidades de sostenerse11.

La crisis de la deuda en los años ochenta fue la expresión en la superficie de la crisis estructural del modelo sustitutivo. Aquí se dibujó una curva en sentido contrario a lo que fue su origen. Mientras que en los años que siguieron a la crisis del treinta el colapso exportador obligó a las burguesías latinoamericanas a volcarse sobre los mercados internos, desarrollando una industria mediana y produciendo una modernización capitalista tardía, la caída de las exportaciones, resultado de la crisis internacional de los setenta, evidenció que ya no había posibilidades de que el modelo se siguiera soportando en los mercados internos. De hecho, el mayor endeudamiento se realizó en los países latinoamericanos más desarrollados (Argentina, Brasil y México) y por parte de empresarios ligados al sector externo, quienes renovaron sus equipos industriales, convencidos de que la bonanza exportadora del período 1968-1973 continuaría prolongándose en el tiempo. Entonces, la crisis de la deuda correspondió a un ciclo de reciclaje de créditos privados para intentar pagar créditos anteriores sin que las ventas mejoraran. Los planes de ajuste del FMI transformaron ese endeudamiento privado en público al comprometer a los Estados en el pago de los mismos, iniciándose el período de las llamadas “reformas estructurales”, bajo el pretexto de la crisis fiscal. La desregulación arancelaria que hizo parte de estas reformas condenó a la región a una desestructuración de la industria y la agricultura internas, y nos hizo convertirnos en compradores de los productos excedentes del capitalismo desarrollado.

Esto se acompañó de la desregulación de capitales. Las reformas-FMI significaron cambios institucionales que llevaron a la articulación de los mercados financieros nacionales, igualmente en condiciones de desigualdad, al sistema financiero internacional controlado por los grupos financieros transnacionales, sistema que surgió después del final de la paridad dólar. Para invertir en estos países, los operadores financieros internacionales diseñaron un esquema de inflaciones decrecientes y tasas de interés altas, obteniendo, efectivamente, durante la mayor parte de la década ganancias considerables. Ello seguía reduciendo de manera dramática la calidad de vida de la población, por cuanto la explicación de esas ganancias no es otra que la transferencia de valor al exterior, vía crédito, mediante la reducción de la demanda interna. Las elites económicas internas aceptaron este esquema porque les permitía, en lo financiero, intermediar en la circulación de divisas y en lo comercial compensar el déficit en las balanzas de cuenta corriente, resultado inevitable de la “apertura económica”, con el ingreso de estos capitales. Pero, más allá de sus intenciones, estaban actuando en los límites de la separación artificial entre economía dinero y economía real, resultado, a su vez, de la hegemonía internacional del capital financiero. Inflaron una “burbuja especulativa” que les explotó en la cara como crisis financiera de los países periféricos en octubre de 1997. A partir de ese instante, los operadores financieros internacionales entendieron que había que reducir al máximo las inversiones en los países dependientes. Naciones Unidas ha reconocido que la salida de capitales de estos países desde el inicio de la crisis hasta mediados de 1999 fue de cerca de 50%12. Esta fuga de capitales presiona devaluaciones que aumentan las deudas externas tanto públicas como privadas en momentos en que la base productiva interna ha sido erosionada. Es casi seguro que en pocos años asistiremos a un segundo momento de la renegociación de la deuda externa en el continente. La crisis económica se agrava en espiral descendente.

El modelo económico y político de la anexión colonial

Por ello, el modelo económico de anexión al ALCA parte de supuestos diferentes a lo que fue el modelo de sustitución de importaciones. Éstos son:



*  Profesor de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional de Colombia.
1. Las manifestaciones de esta crisis son cada vez más evidentes. Al fraccionamiento territorial en Colombia, resultado de una guerra secular en la que el Estado, dada su debilidad histórica no ha podido encontrar solución política o militar, debe añadirse el derrocamiento en Ecuador de dos presidentes en pocos años a causa de la movilización popular y de las contradicciones inter-burguesas; el distanciamiento progresivo del gobierno de Chávez de la diplomacia norteamericana en la región, caso Plan Colombia y en el comercio internacional, caso apoyo a la OPEP en la disputa por los precios del petróleo; la salida por la “puerta de atrás” de Fujimori, considerado como una de las figuras más importantes del neoliberalismo latinoamericano, lo cual, igualmente, obligará en la transición a discutir públicamente el tema del terrorismo estatal, transición que a su vez, concluirá probablemente con un gobierno Toledo enfrentando la peor crisis económica de la historia del país y con un erario público saqueado por la camarilla fujimorista; y la crisis agobiante de una Bolivia considerada por el propio FMI como uno de los países más pobres del planeta y en la cual la protesta social, particularmente la de los campesinos, viene siendo confrontada con militarización directa. Los representantes del capital internacional ya han tomado nota de esta crisis regional. Camdessus, cuando aún era el director del FMI, en diciembre de 1999 llegó a declarar que los signos más preocupantes de inestabilidad política en Latinoamérica se encontraban en la zona andina.
2.  Michael Hardt y Antonio Negri utilizan esta caracterización en el contexto de otra más compleja: la de “Imperio”. Según ellos, “el tránsito al imperio surge del debilitamiento del concepto moderno de soberanía. En contraste con el imperialismo, el imperio no cuenta con centros de poder territorial y no actúa dentro de fronteras fijas, o con barreras. Se trata de un aparato de regulación descentrado y desterritorializado que progresivamente incorpora la realidad global de manera abierta y expandiendo fronteras(...). Los distintos colores nacionales del mapa imperialista vienen diluyéndose en el arco iris del imperio global... “Empire”, Harvard University Press, 2000, Preface, pp. xii y xiii.
3. Human Rights Watch denunció en informe entregado públicamente el 7 de diciembre de 2000, que: “Las leyes de Estados Unidos disponían el despliegue en Colombia de un máximo de 500 efectivos estadounidenses y 300 personas contratadas en cualquier momento, salvo en caso de emergencia. Pero como reflejo de la tendencia mundial a “subcontratar” la guerra, algunos analistas estimaban que un millar de profesionales relacionados con Estados Unidos estaban presentes en Colombia, entre ellos oficiales retirados de las fuerzas especiales estadounidenses trabajando para empresas civiles tales como Dyn Corp Inc. y MPRI, contratadas por los Departamentos de Estado y de Defensa de Estados Unidos(...)”. Una fuente de la Casa Blanca se limitó a responder: “A veces el Comando sur, llamado a realizar estas tareas, se ve corto de personal dadas sus múltiples obligaciones en el hemisferio. Además, resulta menos costoso subcontratar: no es una decisión estratégica sino operativa”. El Tiempo, sábado 9 de diciembre de 2000, pp. 1-20.
4. Debe tenerse en cuenta que el grueso de los recursos (50% aproximadamente) debe salir del fisco colombiano, situación bastante dramática para un país en el que el pago del endeudamiento llegará a 40% del presupuesto en la ejecución fiscal de 2001; igualmente, en esa misma vigencia, el pago de la deuda ($22,5 billones) será superior al monto de los ingresos tributarios por recaudar ($22 billones), anunciando una situación de “inviabilidad fiscal” que se agravará en el futuro inmediato, dadas las onerosas condiciones del endeudamiento externo para los países periféricos después de la crisis económica de 1997.
5.  Incluyendo las Fuerzas Armadas colombianas en la red de bases aéreas del Comando sur norteamericano que, a nombre del combate antinarcóticos, controlan militarmente la región. Estas bases son: la de Manta- Ecuador encargada de cubrir los países andinos, las de Aruba y Curazao en el Caribe y las centroamericanas en Liberia-Costa Rica y Soto Cano-Honduras. En el esquema del Comando sur norteamericano, estas operaciones se denominan F.O.L. ( Foward Operating Locations ) y obviamente, la base de Manta se define como prioritaria en el control de la zona andina. Sobre el tema, véase Ricardo Vargas Meza, “Plan Colombia: ¿Construcción de paz o sobredosis de guerra?”. Acción Colombia, Documentos Plan Colombia, Número 2, periódico Desde abajo , Bogotá, 2000, pp. 23 y ss. A propósito de la base de Manta, el general Charles Wilhelm, jefe del Comando sur, declaró ante el Congreso norteamericano que era “el lugar ideal para recuperar el terreno perdido al abandonar la base aérea de Howard-Panamá (...). La importancia de Manta reside en el hecho que se encuentra situada en un área que nos permitirá capacidad operacional, conforme nuestras necesidades, para cubrir la totalidad de Colombia, Perú y las zonas de cultura coquera en Bolivia...” Ernesto Herrera, “Plan Colombie: opération sans anesthésie”, Inprecor-Número 451, IV Internacional-S.U, París, octubre de 2000, p. 23. Datos tomados, a su vez, del diario Hoy de Quito.
6. “US$90.000.000 para Bolivia y US$40.000.000 para el Perú en el marco de la autorización de apropiaciones del Congreso para el período octubre 1 de 1999 a septiembre 30 del 2002...”. Congreso USA-sesión 106, sec 219, literal E-numeral 1. Desde abajo , No. 3, p. 18. En ese mismo documento llama la atención la preocupación por involucrar a Brasil en el conflicto.
7. La definición de las zonas de fumigación-erradicación forzosa de cultivos en el sur no deja dudas de la complicidad de los gobiernos norteamericano y colombiano con el paramilitarismo, el cual, igualmente, controla áreas territoriales en el norte del país con apoyo de narcotraficantes que participan en la producción y distribución de narcóticos. Además, la mayor parte de los proyectos de inversión diseñados en el Plan y el fortalecimiento de Ejército y Policía miran hacia el sur del país.
8. “Quiero afirmar también aquí que aún estamos resueltos a alcanzar la meta que nos fijamos en la Cumbre de las Américas, en Miami, en diciembre de 1994, para lograr un acuerdo de libre comercio en 2005 que comprenderá todo el continente. Será la zona de comercio más extensa del mundo, 800 millones de personas invirtiendo en el futuro mutuo, enriqueciéndose la vida unos a otros y avanzando en nuestros intereses mutuos. Los negociadores están elaborando un borrador de acuerdo para presentárselo a los ministros de Comercio el próximo año en Argentina. Será presentado también a los presidentes en la Cumbre de las Américas en Quebec. Debemos continuar el proyecto para realizarlo en 2005. La fecha no debe aplazarse y estoy seguro que lo lograremos” dijo Clinton en esa reunión. Desde abajo, No. 3, p. 21.
9. Por ello Charléne Barchevsk, ex secretario norteamericano de Comercio, ha declarado que para Estados Unidos el mercado con Latinoamérica es más importante que el de la propia Unión Europea. Véase Janette Habel, “Integration à marche forcée pour les Ameriques”, Le Monde Diplomátique, octubre de 2000, edición francesa, p. 12.
10El Espectador, domingo 10 de diciembre de 2000, p. 1-B. Las cifras en otros países de la región son igualmente alarmantes. En México, el déficit total de empleos alcanzó en 1997 los 20 millones de puestos de trabajo (para una población de 91,9 millones). El salario mínimo, en 1996, alcanzó su nivel más bajo desde que fue instituido en 1935 por el gobierno Cárdenas. Corpamex (asociación gremial patronal), acepta que sólo 3,5 trabajadores de 10 (34,6%) ganaban por encima de dos salarios mínimos (de 200 dólares hacia arriba). La misma fuente reconoce que de los 6,5 trabajadores restantes, 1,5 no recibe ningún salario (casi 5 millones de los cuales 3.100.000 trabajan en la agricultura), dos trabajadores reciben menos de un salario mínimo y los otros tres restantes ganan un equivalente a 1 o 2 salarios mínimos. Para las mujeres, la situación es más grave: menos de dos trabajadoras de cada diez ganan el equivalente de dos salarios mínimos o más. En Brasil, los propios datos oficiales aceptan 80 millones de pobres, de los cuales 30 millones se encuentran en pobreza absoluta. En Uruguay (datos de 1998), el desempleo abierto llegaba a 11%; igualmente, 11% de la población vive bajo la línea de pobreza. Según la propia Federación Rural (asociación gremial patronal), este porcentaje llega a 43% en el campo. Venezuela ha conocido un incremento de los pobres absolutos de cerca de 40%, en este período de “apertura”. Solamente la crisis financiera de la región en 1994 arrastró una fuga de 15.000 dólares en Argentina, obligando a una contracción de la demanda interna que significó la pérdida de 15 puntos en el salario real. Datos tomados de documentos de las delegaciones nacionales al Foro de São Paulo, México, noviembre de 1998.
11. Confirmándose la tesis de que la dependencia condicionó al capitalismo periférico al papel de socio secundario del capitalismo en el « primer mundo ». Así, aun en los países periféricos que lograron un mayor desarrollo (caso Brasil y los « tigres asiáticos ») no se consolidó el denominado sector I, limitando la apuesta de un desarrollo tecnológico a escala. Igualmente, las diferencias histórico-culturales de los trabajadores terminaron afectando el crecimiento de la productividad media en la periferia, evidenciando que el asunto « desarrollo de las fuerzas productivas » no es tan sólo una renovación técnica de instrumentos de trabajo sino, ante todo, transformaciones permanentes en la « mentalidad laboral » de los asalariados. Paul Krugman reconoce este hecho, obviamente dentro de su lógica discursiva, al analizar la caída de los países del Sudeste asiático. Véase, « De vuelta a la economía de la gran depresión », capítulo 5, en Todos caen : el derrumbe de Asia, Bogotá, Editorial Norma, 1999, pp. 139 y ss.
12. Véase Eric Toussaint. “La dinámica infernal de la deuda externa”, en Le Monde Diplomátique, octubre de 1999. El caso colombiano confirma la tesis de manera dramática; desde 1998 vienen saliendo del país aproximadamente US$1.800 anuales y en el año 2000, esa cifra, según las propias estadísticas oficiales, ya fue superada. Además, las aseguradoras internacionales de riesgo-crédito lo consideran inviable. Han orientado que de cada 100 dólares por invertir en Latinoamérica tan sólo uno llega a Colombia. Esta “inviabilidad” viene encareciendo el crédito externo en unos porcentajes casi demenciales, 520 puntos por encima del nivel de endeudamiento del Tesoro estadounidense. Véase “Informe sobre deuda pública 1999”, Contraloría General de la República.
13.  La primera experiencia “exitosa” para el capital internacional en cuanto a zonas maquiladoras se refiere fue la de Monterrey en el norte de México. Los resultados están a la vista; hace dos años, aproximadamente, la CNN mostró casos de niños que, por exceso de polución, habían nacido sin la parte superior del cerebro. La degradación que ese tipo de trabajo -para nada innovador, repetitivo y monótono- produce en los asalariados, es otra de las variables que se constatan. Además, por la rotación de capas jóvenes de trabajadores, se envejecen prematuramente, para el mercado laboral, aquellos que salen de circulación. No cabe duda que la maquila es la forma moderna de la esclavitud. El papel de las agencias internacionales de crédito en la implantación de estas zonas francas maquiladoras tampoco deja lugar a dudas. República Dominicana recibió del Banco Mundial en 1989 un crédito de 30 millones de dólares para el efecto. Actualmente existen en ese país 350 marcas de ropa que operan en esas zonas francas, y República Dominicana se convirtió en el quinto exportador de ropa a Estados Unidos. De los trabajadores de estas zonas, 85% son mujeres.
14. Unesco, Balance hídrico mundial y recursos hidráulicos de la Tierra, 1979.
15. Plan de ordenamiento territorial comunitario en las tierras colectivas de las comunidades negras del bajo Atrato, municipios de Riosucio, Carmen del Darién y Belén de Bajirá. Corporación Autónoma Regional del Chocó, octubre de 2000, p. 8.
16.  De hecho el tema de las maquilas viene siendo recurrentemente escogido, por personalidades democráticas, como tema de debate en los escenarios internacionales. Esta presión internacional obligó a pronunciamientos declarativos de organismos internacionales para el caso de China continental, aunque los intereses norteamericanos en ese país impidieron que se pasara de la declaración a la sanción. En el caso de República Dominicana, los consumidores estadounidenses de ropa lograron que un tribunal transitorio investigara las condiciones de trabajo maquilar.