Presentación


I

La idea de la publicación de este libro surgió hacia la mitad del segundo semestre de 2000. En ese momento ya eran notorias las múltiples preocupaciones que había desencadenado la aprobación del Plan Colombia en el Congreso de Estados Unidos. Tales preocupaciones estaban precedidas por la traducción y la publicación –en ediciones especiales– del proyecto de ley conocido como la Alianza Act, y de otros importantes documentos oficiales de Estados Unidos por parte del periódico colombiano Desde Abajo, así como por los primeros trabajos sobre el Plan elaborados por sectores de la intelectualidad crítica y por importantes organizaciones sociales y políticas en Colombia y a nivel internacional.

Al mismo tiempo, se hacía manifiesto el alborozo del establecimiento colombiano, que apreciaba en el Plan Colombia la posibilidad de desatar –tras el manto de la guerra antinarcóticos y por la vía de la creciente intervención militar estadounidense– una pronta solución al conflicto social y político armado, en tanto el Plan contribuiría a crear las condiciones para modificar, en su favor, el balance militar estratégico y, sobre ese supuesto, generar un nuevo escenario de negociación frente a una insurgencia debilitada política, económica y militarmente. De esa manera, el Plan aparecía también como una opción facilitadora de la reedición de procesos de negociación en el formato de aquellos de fines de la década de los ochenta y principios de los noventa: desmovilización de las fuerzas insurgentes, acompañada de planes individuales de “reinserción en la vida civil”, de un buen posicionamiento de la Comandancia –incluso en cargos públicos– y de algunas reformas al sistema político.

En ese contexto, la publicación del libro se concibió como un esfuerzo académico, gestado en la Universidad Nacional de Colombia, con el apoyo especial de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, con el propósito de presentar al país, a la opinión pública en general, y a la comunidad universitaria en particular, en la forma de ensayos críticos, algunos elementos para un entendimiento integral del Plan Colombia. El libro representa una continuación de los esfuerzos precedentes anotados y expresa la intención de abordar de manera sistemática diversos temas relacionados con el proceso de gestación, el contenido, los alcances y los previsibles efectos del Plan Colombia.

El libro sale a la luz pública en momentos en que el Plan Colombia ha entrado en la etapa de plena implantación. Las comunidades y los pobladores del sur del país, en especial en el departamento del Putumayo, ya viven en carne propia los primeros efectos de la aplicación de las políticas contenidas en el Plan. Tras la intensificación de las fumigaciones aéreas con herbicidas para la destrucción de cultivos de coca, se encuentra el drama social y humano de decenas de miles de familias, a cuyas condiciones ancestrales de pobreza e injusticia social se unen hoy la destrucción de su medio ambiente, de sus fuentes de agua, de sus cultivos de supervivencia, el mayor deterioro de las ya precarias condiciones de salubridad y el creciente fenómeno del desplazamiento forzado, con toda la problemática que lo acompaña. Al mismo tiempo, se expresan de variada manera formas de resistencia, todavía localizadas, frente a las políticas del Plan Colombia. Tales formas se mueven en un amplio espectro que va desde las comunidades directamente afectadas hasta las autoridades públicas del sur del país, tales como gobernadores y alcaldes, sobre cuyos gobiernos recae en la práctica la atención de las víctimas del Plan.

Pese a ello, puede aseverarse que no existe todavía en el país una clara conciencia del significado del Plan Colombia, de sus implicaciones para el devenir de la nación y el mismo futuro de una salida política negociada al conflicto social y político armado. Si esa conciencia no se ha constituido frente a los impactos evidentes y protuberantes de las políticas que lo configuran, mucho menos lo está frente a lo que se ha dado en caracterizar como las “intenciones ocultas” del Plan: ¿Qué hay en la tras-escena de la “política antidrogas” mediante fumigaciones aéreas?, qué tipo de vínculos se pueden establecer entre el Plan Colombia y la estrategia de Estados Unidos para América Latina?, qué relaciones se pueden determinar entre el Plan Colombia y los intereses de empresas multinacionales, especialmente estadounidenses?, qué articulaciones se pueden definir entre el Plan Colombia y las transformaciones estructurales de la economía, el acuerdo extendido con el Fondo Monetario Internacional incluido?, cómo puede incidir el Plan Colombia sobre el curso de la guerra en Colombia y sobre las perspectivas de una salida política negociada? Esas son algunas de las preguntas que en un análisis del Plan Colombia deben ocupar un lugar central.

En la perspectiva regional son grandes las preocupaciones sobre los impactos del Plan Colombia, no sólo en términos de la compleja problemática social que él ha de generar en las zonas de frontera. También inquieta una posible relocalización de los cultivos de coca, con sus respectivos acompañamientos, una extensión del conflicto colombiano y con ello una eventual tendencia a la regionalización de la guerra y de la intervención estadounidense. Y sobre todo, son objeto de la mayor atención las “intenciones ocultas” del Plan. Al fin y al cabo, se está en presencia de una región con una gigantesca riqueza petrolera, mineral y en diversidad biológica. Desde luego, las posturas en los distintos países también asumen sus especificidades y están relacionadas con las trayectorias concretas de sus respectivos procesos políticos y de sus conflictos sociales y de clase. En el sentido regional aún están por develarse los impactos del Plan Colombia. De ellos se sabrá cuando el Plan se encuentre en una fase más avanzada. ¿Cómo serán las extensiones del Plan Colombia a los países de la llamada línea frontal?, qué tipo de conflictos y de respuestas sociales y políticas generarán tales extensiones? Eso también está por verse y por estudiarse.

Aunque no se puede aseverar que la “cuestión colombiana” ocupe un lugar central en el contexto mundial o despierte una gran atención en la opinión pública internacional, se podría afirmar que con la aplicación plena del Plan Colombia se puede asistir a una extrapolación de la problemática actual en tales proporciones (en particular en relación con una previsible agudización de la “crisis humanitaria y de derechos humanos”), que bien podría esperarse que el asunto Colombia suscite mayores y crecientes inquietudes, y se pudiera activar un movimiento de opinión tanto en Estados Unidos como en Europa contra la intervención norteamericana, la muy posible creciente disposición de recursos para la financiación de la guerra en los próximos años, y a favor de una solución política negociada del conflicto social y político armado. De otra parte, está por concretarse cómo se proyecta la política de la administración Bush frente al conflicto colombiano, aunque ya hay señales claras en cuanto a la creciente identificación del fenómeno del narcotráfico con la insurgencia (la llamada narcoguerrilla), la propuesta de formulación de un plan andino antidrogas y la reciente designación del subsecretario del Departamento de Estado para América Latina, comprometido con la guerra sucia, y la promoción de los “escuadrones de la muerte” en la Centroamérica de los años ochenta. En el mismo sentido, no está plenamente definida la política de los gobiernos de los países de la Unión Europea. Allí hay matices que oscilan entre las políticas de “cooperación para la paz” y la adopción del concepto estadounidense; entre la disposición de recursos para programas sociales por fuera del Plan Colombia y la cofinanciación del Plan Colombia. En este sentido, el juicioso seguimiento a las posturas internacionales frente a los desarrollos específicos del Plan Colombia y del conflicto colombiano atraerá mucho interés.

En otro plano de la reflexión, el Plan Colombia resulta de relevancia cuando de develar la naturaleza de las políticas públicas en la actualidad se trata. ¿Cómo explicar que el gobierno colombiano haya adoptado como su política pública más visible, lo que en Estados Unidos es ley, y en ese sentido, haya quebrantado el orden jurídico nacional-estatal al someterse –en la práctica– a la aceptación y adopción de un controvertido principio de extraterritorialidad? Más allá de las tradicionales lecturas desde la teoría del imperialismo y de la dependencia, ¿no será que se está en presencia –con el Plan Colombia– precisamente de una de las expresiones específicas localizadas de las nuevas configuraciones del imperio?
 
 

II

Como se ha podido apreciar, el objeto de estudio Plan Colombia promete complejidad y discernimientos que superan la simple visión de un “plan antidrogas”. Desde esa perspectiva, el libro debe entenderse como una contribución a la comprensión más juiciosa de lo que es el Plan Colombia y, en esa medida, como un aporte a la aclaración de su significado en el marco de un debate que apenas comienza. Los trabajos que comprenden la obra proponen una aproximación a la caracterización del Plan Colombia considerando distintas dimensiones de estudio y de análisis:

En primer lugar, es notoria la preocupación por comprender el Plan Colombia en el marco de las transformaciones estructurales del capital en su actual fase. Más allá de las lecturas de coyuntura, relacionadas con los llamados componentes militar y social del Plan respectivamente, se intentan develar sus vínculos con los elementos constitutivos de la fase capitalista en el marco del imperio, entendido éste como dispositivo supranacional, mundial, total; como el orden del “capital colectivo”; como el proyecto de unificación política del mercado mundial.

El Plan es estudiado como parte del proyecto de constitución política del libre mercado en las Américas (proyecto ALCA 2005) y como estrategia violenta de disciplinamiento regional y local en función de dicho proyecto. El Plan es presentado como la manifestación de intereses capitalistas específicos multinacionales, vinculados entre otros a la industria productora de armas, a la industria química y farmacéutica, a la industria petrolera, a la minería y la biodiversidad, así como al llamado biocomercio. Y desde luego al negocio multinacional del narcotráfico y a todos los circuitos legales e ilegales que éste activa, pues –como paradoja– la acentuación de la “guerra contra las drogas”, dispara su tasa de ganancia.

En la perspectiva de la trayectoria específica de la acumulación en Colombia, el Plan es abordado, de una parte, en su relación con otro pilar de la concreción de la política global del capital: el acuerdo extendido con el Fondo Monetario Internacional en diciembre de 1999, el cual inaugura y da cuerpo a la nueva etapa de reformas neoliberales que se adelantan bajo la administración del presidente Pastrana. La consideración de la imbricación Plan Colombia – Plan de ajuste resulta inevitable y deviene en argumento fuerte de una economía política de la guerra en Colombia. De otra parte, el Plan es examinado como proyecto de despliegue capitalista y de sometimiento al mercado de zonas que, por fuerza de la tendencia histórica de la acumulación, se constituyeron en estratégicas. En ese sentido, el Plan conlleva la pretensión de un proceso de “modernización capitalista”, basado en el control territorial sobre el sur del país, la “solución” regional a la cuestión agraria a partir de la expropiación masiva, el estímulo a la concentración de la propiedad sobre la tierra, la ejecución de políticas poblaciones que se mueven entre el desplazamiento forzado y el repoblamiento, y gigantescos programas de infraestructura vial (terrestre y fluvial) que anuncian una nueva forma de incorporación al mercado, distinta a la del negocio del narcotráfico.

En suma, con diversos acentos en el análisis, en el libro se encontrará el intento de caracterizar el Plan Colombia atendiendo la tendencia de la nueva espacialidad capitalista, con varias especificidades: El Plan es un proyecto de control territorial de un proyecto desterritorizador; el Plan es un proyecto localizado de un proyecto de deslocalización; el Plan es un proyecto regionalizado de un proyecto de constitución política del mercado global.

En segundo lugar, el Plan Colombia es examinado en relación con las tendencias concretas del proceso de globalización capitalista, considerando aspectos de la geopolítica y de la configuración específica actual de las relaciones internacionales, en general, y de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos, en particular. En esa perspectiva, se muestra, de un lado, la continuidad histórica de la política estadounidense respecto del proyecto de guerra interna planteado para Colombia en el marco del Plan LASO (Latin America Security Operation) en los años sesenta, ahora sobre nuevos presupuestos en cuanto a las justificaciones de la intervención, la escala y el espectro del involucramiento y el contexto regional de la intervención norteamericana. La “amenaza comunista” devino en “amenaza del narcotráfico”; la agenda contrainsurgente incluye ahora una mayor utilización de las tecnologías de la guerra (“inteligencia tecnológica”, armamento moderno, entrenamiento y uso de “fuerzas de despliegue rápido”, entre otros); la intervención en Centroamérica resultó eficaz para la recuperación de la hegemonía estadounidense y puede ser un modelo digno de repetir. En suma, con el Plan se está en presencia de una edición renovada –acorde con las nuevas realidades de la globalización capitalista– de la pax americana. De otro lado, en la dimensión geopolítica, el Plan es abordado como parte de un proyecto cuya pretensión fundamental consiste en consolidar la hegemonía del imperio y de sus aliados locales, en una región (andina) en la que el proceso político se ha tornado inestable, las estrategias neoliberales de la reestructuración han generado violentos impactos sobre las condiciones de vida y de trabajo de la población y afloran variadas formas de resistencia social, política y militar, e incluso proyectos –como el venezolano– que no encuadran en el programa de constitución política del mercado capitalista y de la “democracia” global. El Plan representa, en ese sentido, una opción para vencer formas de resistencia.

Más allá de estas consideraciones y situándose en el terreno de la evolución reciente de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos, el Plan es estudiado en el marco del restablecimiento de la normalidad en las relaciones entre los dos países, luego del período de tensión durante la presidencia de Samper. De los esfuerzos iniciales de la administración Pastrana tendientes a diversificar la relación bilateral, se transitó rápidamente a una situación en la que la agenda antinarcóticos se situó en un primer plano con el fin de asegurar la ayuda estadounidense. Sólo que en esta ocasión, el pleno sometimiento de la política colombiana se ha dado a cambio de un gigantesco programa de “ayuda militar”. En esta dimensión del análisis la identificación de intereses mutuos es incuestionable: el financiamiento de la “guerra contra las drogas” deviene en financiamiento de la guerra contrainsurgente.

Desde otra perspectiva de análisis, el Plan Colombia se aborda teniendo en cuenta el manejo de conflictos regionales por parte del imperio al ponerse en evidencia que la “cuestión colombiana” entra en órbitas de preocupación y en políticas de dirección global que antes no contaban. Como afirma Alain Joxe: “El análisis estratégico impone pensar que la historia y el porvenir se juegan, justamente, en esos lugares situados en las franjas del débil edificio de los Estados pacificados y prósperos de Euroamérica; allí donde se acumulan y expresan, por medio de la violencia, todos los conflictos de la pobreza y del subdesarrollo al mismo tiempo que todos los conflictos de la modernidad y del desarrollo ‘mundializado’”. Aunque se puede aseverar que el eje de la intervención estratégica que encuadra el Plan Colombia es asumido en conjunto por el imperio en sus configuraciones actuales, es posible identificar en todo caso –en las expresiones específicas de la política– diferencias entre los conceptos reguladores de Estados Unidos, de una parte, y de la Unión Europea, de la otra, no sólo en el asunto de la financiación del Plan Colombia, que en principio es comprendido como un problema estadounidense, sino también en las posturas frente al entendimiento de la “cuestión colombiana” y sus posibles salidas, que en últimas se desenvuelven entre la posibilidad de una solución militar con el financiamiento de la guerra y el despliegue de variadas formas de intervención directa, y la confrontación parcial y localizada de causas socioeconómicas del conflicto con el financiamiento de programas sociales, acompañada de formas no militares de intervención y de disciplinamiento social

Desde una óptica subregional –en los países de la línea frontal, según el lenguaje del Plan–, en el libro se encuentran reflexiones que muestran un claro distanciamiento de los gobiernos de la región frente a los propósitos del Plan, con motivaciones uniformes en algunos casos y con preocupaciones distintas en otros. También se señala que desde la perspectiva de los movimientos sociales y políticos locales antiglobalización y alternativos, el Plan Colombia es objeto de preocupación, por cuanto puede devenir en instrumento de contención de variadas formas de resistencia y de gestación de alternativas existentes en la región.

En tercer lugar, el Plan es abordado en el marco de la especificidad de la situación colombiana, considerando el ciclo actual de violencia, la agudización del conflicto social y político armado, las perspectivas de una salida política negociada y de un proceso de paz. En varios trabajos se aprecian caracterizaciones diversas sobre estado actual de la confrontación armada, sobre sus alcances y particularidades. Tales caracterizaciones se expresan en la tipología del conflicto: como conflicto de baja intensidad, o como guerra interna, o como guerra social de mediana intensidad, o como guerra social de la globalización. Independientemente del tipo definido, el conflicto es analizado más allá de visiones propiamente militares; su naturaleza social y política es sustentada con juicio, pese a la tendencia de algunos análisis –confrontados en el libro– de considerar la degradación como rasgo esencial en la pérdida del propósito político altruista del lado insurgente y, por tanto, su conversión en industria criminal organizada.

En este punto se pueden introducir las problemáticas relaciones entre el negocio del narcotráfico y la insurgencia armada. Los trabajos de este libro se distancian de la hipótesis sobre la narcoguerrilla. Señalan sí la presencia (o el control) insurgente en zonas de cultivos de coca y de producción de pasta de coca; advierten sobre importantes ingresos para las finanzas guerrilleras provenientes de una política de tributación sobre este negocio –sin duda objeto de controversia–, y mantienen, empero, la postura sobre una necesaria y conveniente distinción entre insurgencia armada y narcotráfico. En ese sentido, la cuestión de los cultivos de coca es explicada en relación con la no resuelta cuestión agraria y la carencia de opciones alternativas para el campesinado asentado en esas regiones. De ahí que haya unidad de criterios en la crítica radical a una fracasada política antidrogas sustentada en la afectación (aparente) de los niveles de oferta y en las fumigaciones aéreas con herbicidas químicos, que ahora –con el Plan Colombia– evoluciona peligrosamente a la muy cercana posibilidad de una verdadera “guerra biológica”. Al contemplarse que el Plan Colombia está montado sobre la argumentación lógico-formal de que la erradicación forzada y masiva de cultivos provoca un debilitamiento de las finanzas guerrilleras y, está situación, por su parte, conduce a una reducción sensible de la capacidad de despliegue y proyección militar insurgente y, por tanto, al forzamiento de una negociación sobre los presupuestos de una guerrilla derrotada, se está en presencia de un desconocimiento de la compleja situación social que atraviesa el conflicto y de una visión economicista, cuya consecuencia no puede ser otra que la de su profundización y extensión.

En ese aspecto, también se aprecia en el libro una unidad de criterios. Pese a los esfuerzos del Gobierno por mostrar una supuesta naturaleza esencialmente social del Plan, lo que se encuentra en marcha es la maduración de una crisis social de grandes proporciones, con los rasgos propios de una crisis humanitaria, y desde luego la activación de los dispositivos de la guerra hacia –todavía hoy– impensables proporciones. Al elaborarse tal advertencia, en los trabajos que cierran el libro son evidentes las preocupaciones por las perspectivas de una salida política negociada al conflicto social y político armado y el inicio de un proceso de paz.

En cuarto lugar, el Plan Colombia es tratado en perspectivas de análisis más puntuales, pero de la mayor importancia, para acercarse a una lectura más integral y de conjunto. En ese sentido vale destacar la colisión del Plan con bienes jurídicos del orden constitucional vigente; la demostración de los impactos de las fumigaciones aéreas sobre la salud pública y el medio ambiente, y la contextualización de programas específicos –como el del sistema de alertas tempranas– dentro de los mecanismos de la guerra.
 
 

III

Aunque los análisis realizados en los diferentes trabajos que constituyen el libro no se refieren a un único objeto de estudio de temas específicos de la materia Plan Colombia, al primar más bien los enfoques transversales –lo cual hace más compleja la composición temática de la obra– se ha diseñado una estructura de tres partes. La primera parte, Fundamentos del Plan Colombia, tiene el propósito de suministrar elementos básicos para la comprensión del Plan, así como de mostrar algunos de sus alcances e implicaciones.

Jairo Estrada, además de elaborar una presentación sistemática de los contenidos del Plan Colombia, muestra que el Plan –desde una perspectiva de análisis de economía política– puede ser concebido como un componente más de la fase actual del capital, tanto en su pretensión de consolidar la hegemonía y la dominación estadounidense en la región, como el marco de las profundización de las transformaciones neoliberales emprendidas en Colombia durante la década de los noventa.

Libardo Sarmiento estudia el Plan en su propósito de una profundización analítica de la guerra civil colombiana. Partiendo de una caracterización de la guerra como una expresión de la lucha de clases, el Plan Colombia es comprendido como la intensificación del conflicto, en un contexto de mayor intervencionismo norteamericano. En su análisis de economía política, muestra que la profundización de la guerra se encuentra imbricada con la profundización del modelo neoliberal.

Daniel Libreros, por su parte, hace énfasis en la doble transversalidad del Plan Colombia. De un lado, el Plan es concebido como parte de una estrategia integral de respuesta a la crisis política de los países de la zona andina; del otro, en el marco de la economía, el Plan es visto en relación con el proyecto de Acuerdo Libre Comercio de las Américas (ALCA) en lo que el autor denomina un “modelo económico y político de la anexión colonial”. Los enfoques de estos tres primeros trabajos son ampliados hacia los campos de otras disciplinas.

Desde la perspectiva del análisis jurídico, Herman Galán observa la necesidad de establecer si los intereses que el Plan dice proteger están o no en conflicto con otros también valiosos para el Estado colombiano. En ese sentido, en el trabajo se muestra que el Plan Colombia coloca en entredicho bienes jurídicos protegidos por el ordenamiento constitucional, como la participación democrática, la independencia nacional, la dignidad del hombre colombiano y la salud humana y el medio ambiente.

Precisamente estos últimos aspectos son abordados por Mery Constancia García y Nubia Esperanza Mejía. En su trabajo se describe cómo las fumigaciones aéreas con herbicidas químicos deterioran sensiblemente la calidad de vida, destruyen vida vegetal y animal, afectan fuentes de agua y condiciones de alimentación e inciden negativamente sobre la salud pública de las comunidades y pobladores de esas regiones.

La primera parte del libro es cerrada con el trabajo de Iván Ortiz sobre el programa del sistema de alertas tempranas, contemplado en el Plan Colombia como mecanismo para contrarrestar el desplazamiento forzado. Además de la crítica a este sistema, en cuanto traslape directo de metodologías y planes de prevención de desastres naturales a situaciones de crisis humanitaria y de derechos humanos, el autor expresa su inquietud en el sentido de que la prevención no es conducente a la erradicación del problema y de que el uso mismo de la información recaudada sobre las personas puede ser utilizada como un instrumento de guerra.

La segunda parte del libro, Globalización, geopolítica y relaciones internacionales, se ocupa de aspectos clave para una lectura del Plan Colombia en el contexto de las transformaciones estructurales del capitalismo y, en particular, en el marco del “nuevo orden” de la posguerra fría.

El profesor James Petras, quien atendió de manera entusiasta la invitación a participar en libro, presenta un interesante análisis de los intereses geopolíticos y de las preocupaciones ideológicas que guían el Plan Colombia, y así mismo de las consecuencias de la escalada militar estadounidense y del diagnóstico de Estados Unidos –a su juicio errado– sobre la “cuestión colombiana”. Para el profesor Petras, el Plan es una respuesta a la amenaza de la hegemonía norteamericana en una región que caracteriza como el “triángulo radical” (Venezuela, Colombia y Ecuador), contra un destinatario principal: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, con la expectativa de un juego a varias bandas que debería producir resultados similares a los de la resolución de los conflictos armados en Centroamérica, pero que más bien puede producir efecto adversos, no previstos en la intervención estadounidense en Colombia.

Jaime Caycedo, a partir de la caracterización del conflicto colombiano como una guerra social de la globalización, desarrolla en su trabajo la hipótesis de que con el Plan Colombia se está en presencia de un proyecto integral, cuyo propósito esencial consiste en vencer la resistencia. El Plan representaría la adecuación del Estado-nación como semiperiferia instrumental aliada del imperio; sería la expresión de un modelo instrumental de la inserción en la globalización neoliberal con desprecio total por los habitantes, por el pueblo, por la idea de un proyecto democrático y nacional propio, independiente, soberano, vinculado a la integración latinoamericana de inspiración bolivarista.

Por su parte, Ricardo Sánchez plantea que el Plan obedece a los patrones y concepciones de política exterior del Ejecutivo y del Congreso norteamericanos, reservándose controles, supervisiones y ejecutorias, propias de una potencia sobre un protectorado; propone, por tanto, un entendimiento del Plan Colombia en cuanto una reedición de la pax americana. Su trabajo apela a la necesidad de valorar las experiencias históricas recientes en nuestra América y de desarrollar propuestas alternativas creativas para no seguir viviendo la guerra larga y ver amputada la unidad nacional.

El trabajo de Arlene B. Tickner centra su análisis en las relaciones Colombia – Estados Unidos durante la administración Pastrana en el marco de la “guerra contra las drogas”. La profesora Tickner señala que la política estadounidense hacia el país plantea un serio obstáculo a la resolución política del conflicto armado, al tiempo que puede provocar una mayor militarización de la situación nacional; advierte que es poco probable que haya un cambio en la tendencia reciente de política de Estados Unidos hacia Colombia (lugar relativamente importante de Colombia en la jerarquía de temas de política exterior en América Latina; continuación del énfasis militar en la participación estadounidense en el Plan Colombia; prevalencia de la “agenda antidrogas”). El énfasis en el tema de las drogas, además de impedir una actitud más comprehensiva frente a la situación del país, incidiría de manera negativa en la adopción de un papel más activo de parte de Washington en el proceso de paz.

Marco Romero señala, de una parte, que en la raíz del Plan Colombia se encuentra la doctrina McCaffrey (que responsabiliza al narcotráfico de la crisis social y de los conflictos políticos de la región) y, por tanto, llama a una cruzada contra ese flagelo a partir de la erradicación represiva de los cultivos ilícitos en Colombia y en la región andina. De la otra, que tal enfoque no concita consenso ni en Estados Unidos ni a nivel internacional, razón por la cual es objeto de creciente cuestionamiento. Las diferentes visiones frente a la situación colombiana y a la naturaleza del conflicto armado conducirían a que en el plano internacional las opciones de política se muevan entre las estrategias de asistencia para la guerra (caso Plan Colombia) y la cooperación para la paz (particularmente en la perspectiva de los gobiernos europeos).

La tercera parte del libro, Guerra, negociación política y proceso de paz, tiene como propósito el examen del Plan Colombia en el contexto de la tendencia reciente del proceso político colombiano. Aquí se intenta una caracterización del Plan específicamente en relación con el conflicto social y político armado y con las perspectivas de una solución política negociada.

Para Fermín González, el inicio de la negociación (reconocimiento político de la insurgencia, otorgamiento de control territorial) sería la otra cara del Plan Colombia; zanahoria y garrote seguiría siendo la táctica del imperialismo. La acción militar del Plan Colombia sería determinante en el propósito de las clases dominantes de ganar o al menos volcar la guerra del lado del Estado colombiano, lo cual traería hondas repercusiones no sólo para la insurgencia, sino para el movimiento social que se desenvuelve en unas condiciones por demás difíciles, dada precisamente la tendencia a la militarización de la vida política, que conduce al cierre de espacios para la acción política. El profesor González es crítico de los esquemas de negociación por considerar que dejan en planos secundarios a las organizaciones obreras y populares.

Miguel Ángel Herrera, a partir de una caracterización del conflicto como una guerra social de mediana intensidad, señala que la suerte de Colombia se juega en dos escenarios distintos, inmediatos, tanto en el interior (en la zona de despeje y el sur de Bolívar), como en el extranjero, con la interlocución enfrentada de Estados Unidos y Europa. Frente a estos dos escenarios dominantes, estima el autor, estaría una tercera vía, en el creciente protagonismo del polo democrático mayoritario de la sociedad civil, a la que todas las fuerzas en batalla militar querrían conquistar. El involucramiento de la sociedad civil –sacudiéndose de la condición de títere estratégico– determinaría la suerte de la guerra.

La lectura de Ricardo Vargas, basada en un juicioso análisis del fracaso de las políticas de erradicación forzosa de cultivos ilícitos (la continuidad de tal política en el Plan Colombia y el peligro de la extensión de la guerra biológica considerados), muestra que las políticas de reducción de la oferta –hasta ahora prevalecientes– responden al equívoco de que los cultivos ilícitos generan el consumo de drogas. Pensar una salida al problema supondría trabajar por una propuesta que no se proclame como “alternativa” a los cultivos ilícitos ni como solución al “narcotráfico”; se trataría de una propuesta integral, que debe pasar por el proceso de paz y por el replanteamiento de la actual política sobre las drogas ilegales. Lo contrario, provocaría que las actividades relacionadas con el circuito de drogas se desenvuelvan con más fuerza como una verdadera economía para la guerra.

Alejo Vargas fundamenta su trabajo en el examen de las raíces históricas (socioeconómicas, políticas, culturales) del conflicto armado y en el nuevo contexto en el cual se desenvuelve dicho conflicto, y señala que Colombia ha estado atrapada desde hace más de veinte años dentro de la lógica de la guerra de la paz. En ese sentido, el Plan Colombia podría ser leído dentro de esa lógica bipolar anterior; provoca efectos sobre la guerra y sobre la paz. Frente a esa circunstancia, el profesor Vargas plantea la necesidad de un plan para la paz, en desarrollo de una estrategia para la superación del conflicto armado, que tenga claros objetivos intermedios y finales, que combine lo político y lo militar, subordinando esto último a lo primero, y neutralizando la incidencia de factores que puedan alterar la marcha de una salida negociada.

Esta tercera parte del libro finaliza con el escrito de Álvaro Vásquez, en el cual se argumenta que el Plan Colombia, siendo un plan multipropósito, tiene como objetivo central la acción militar para derrotar la insurgencia colombiana, a partir de un giro de la intervención norteamericana, y de motivaciones de clase, que expresan los intereses del bloque dominante de poder en Colombia. En ese contexto, el autor analiza el estado actual y las perspectivas del proceso de negociación. En la maduración de la crisis, examina los factores y las fuerzas llamadas a resolverla, y considera que sólo cambios consistentes en la correlación de fuerzas podrán lograr que el movimiento popular, incluyendo el insurgente, modifique el rumbo de la situación del país. El Plan Colombia, al tiempo que se erige en un obstáculo para una salida política, dados sus impactos e implicaciones, generaría nuevas posibilidades para la acción política en razón del peligro inminente de la intervención militar directa de Estados Unidos y del surgimiento de nuevas y más agudas contradicciones en la sociedad, y pondría en acción fuerzas de la nación colombiana, hasta ahora dormidas.
 
 

IV

Por la naturaleza de los escritos que conforman el libro, se está en presencia de enfoques críticos, elaborados desde diversos entendimientos y variadas visiones y perspectivas de análisis, que como producto final son expresivas de un conjunto en la diferencia, lo cual es propio de las características del trabajo intelectual que adelanta la Universidad Nacional de Colombia y de su misión frente a la sociedad. En este sentido, el libro es expresivo de la gran preocupación frente a una política pública en marcha, que en vez de llevar al país por el camino de una salida política negociada, parece encauzarlo hacia el abismo de la profundización y la extensión de la guerra.

Finalmente, expresamos nuestro agradecimiento al Consejo Directivo de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales por acoger en buena hora la iniciativa de publicar este libro y a la Unidad EDITORIAL UNIBIBLOS por su contribución en la materialización de este propósito que hoy ponemos a su disposición.
 
 

Jairo Estrada Álvarez
Bogotá, 30 de marzo de 2001