SOBERANÍA ALIMENTARIA:

Creación de poder civil a condiciones colombianas, frente a las políticas internacionales


Mario Mejía Gutiérrez

Profesor, investigador, candidato al Premio Nacional de Agricultura

 

 

“...A pesar de las dificultades y frustraciones del momento, todavía tenemos un sueño”.

(Martín Luther King, 1963)

 

 

Resumen:

 

Se hace un recuento de las modalidades alimentarias durante la época precolombina. Se mencionan las estructuras coloniales sobre las que descansó el abasto alimentario. Se señalan las tendencias agrarias predominantes durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Se hace referencia a procesos de descomposición del campesinado. Se enumeran las políticas tocantes con el abastecimiento alimentario sucesivamente aplicadas durante la segunda mitad del siglo XX. Se sugieren algunas ideas al respecto del papel de la sociedad civil en la modernidad frente a las políticas alimentarias internacionales. Se disoña hacia una recomposición campesina en la posmodernidad.

 

 

MODALIDADES ALIMENTARIAS PRECOLOMBINAS

 

Algunas de estas modalidades poseen vigencia actual (rozas o chagras o conucos, huertos de frutales, y apropiación directa de los recursos del entorno) y pueden ser potenciadas mediante propuestas provenientes del campo de las agriculturas alternativas.

 

Una de las características más llamativas de la agricultura prehispánica lo fue el control simultáneo de diversos pisos altitudinales en los Andes, obviamente porque cada cultura o grupo aspiraba a la mayor diversidad de abastecimientos.

 

La interpretación arqueológica de algunas estructuras agrarias precolombinas sugiere cifras de capacidad demográfica desde muy bajas hasta llamativamente altas (Mejía, M, 1998):

 

-          Para los “campos alzados” de los bajos San Jorge, Cauca y Sinú: mil habitantes por kilómetro cuadrado.

 

-          Para agricultura de corte y quema por maíz: 27 a 70 habitantes por kilómetro cuadrado.

 

-          Para la chagra de yuca amazónica por corte y quema: de 10 a 170 habitantes por kilómetro cuadrado.

 

(Una discusión más amplia de estas cifras y del control simultáneo de pisos altitudinales se encuentra en “Agriculturas para la vida”, del autor, capítulo “Colombia: evolución y sustitución de los sistemas prehispánicos de aprehensión de los recursos naturales”).

 

Desde el simple punto de vista de la subsistencia alimentaria, podríamos provocar un debate sobre la validez actual de las modalidades agrícolas prehispánicas para soportar cifras demográficas mayores que las colombianas del momento. Pero es obvio que nuestra sociedad moderna ha sido estructurada para extraer del campo bastante más que la llana subsistencia: el excedente económico de los trabajadores del campo. Pero la diferencia fundamental consiste hoy en que el 80% de la población ha derivado al contexto urbano.

 

En comunidades indígenas todavía no deculturadas, los niveles de nutrición superan los promedios de calorías y de proteínas recomendadas por la OMS –Organización Mundial de la Salud-; los esposos Brent así lo hallaron (1978) en comunidades Aguarunas  de la estrella fluvial del Marañón: 3.356 kca diarias frente a 2.252 de la OMS, y 109.6 gramos diarios de proteína frente a 40.0 de la OMS.

 

 

SURGIMIENTO COLONIAL DEL CAMPESINADO LIBRE

 

Frente al modelo alimentario indígena de raíces y pescado, los españoles traen un régimen carnívoro, que reconstruyen en América con base en ganadería vacuna; el instrumento más eficaz de posesión señorial con respecto a la tierra: las “mercedes” de tierras a militares y comerciantes constituyeron las bases de esta posesión señorial.

 

Al mismo tiempo la encomienda, fue creada desde el principio esencialmente como una obligación indígena alimentaria a favor del invasor. Desde entonces, al nativo y al pobre del campo se les compele hacia el abasto de alimentos frescos y de especies animales menores, situación que se mantiene también a través de la república hasta la modernidad (su expresión gubernamental más reciente es el programa DRI –Desarrollo Rural Integrado).

 

Los resguardos o sectores legalmente inaccesibles a españoles y reservados a comunidades indígenas, fueron creación de los Austrias ante la catástrofe demográfica inicial de la conquista.

 

Son los Borbones quienes, doscientos cincuenta años después, promueven la transferencia de los resguardos a mestizos y españoles creando así una base de peones, aparceros y arrendatarios necesaria para un mayor desarrollo de las haciendas y para mantener en este sector la seguridad alimentaria.

 

Unos sesenta años después de las primeras introducciones de ganado vacuno al actual territorio colombiano (1535 en adelante) comenzó a generarse un excedente de carne cuyo destino fueron las plazas militares y los poblados controlados por españoles de origen: el régimen carnívoro de éstos fue extendido a los sectores populares a través del abasto a las zonas mineras y de convenios con las autoridades, constituidas por los mismos militares, comerciantes, mineros, hacendados. En general, la Nueva Granada estructuró su actividad agrícola como retaguardia de la minería de oro.

 

En la gobernación de Popayán quedaron documentadas crisis de abasto de carne (veranos, pestes), en 1683 – 1689, 1741 – 1747, 1785 – 1789, 1793 – 1797, según Colmenares, 1979: “en 1763, el Procurador de ese año hablaba de la carne como el más necesario alimento con que se mantienen así los ricos como los pobres;... otro Procurador en 1741, admitía que los ricos pueden, en caso de urgencia, subrogar en sus mesas viandas que lleven el lugar de la carne. El Procurador de 1741 menciona los clamores de la república por falta de carne; y el de 1755 hablaba de la grave consternación en que se halla el común por la falta de carne, único abastecimiento de este país, cuya falta no hay  con que suplir, por ser los demás mantenimientos de él escasos”... Hacia 1666, la arroba de carne valía en Popayán entre 2.5 y 2.75 reales, precio triplicado un siglo más tarde, y quintuplicado hacia fines del siglo XVIII... carrera en que los ingresos populares se iban rezagando (en 1741 un indio ganaba dos reales para alimentarse de ellos, y un negro libre tres) (Mejía, M. y Molano, J.  1993. "Andes colombianos: paisajes, clima y uso de la tierra").

 

Para el periodista Luciano Rivera y Garrido, 1881, “el plátano parece haber constituido siempre (en Buga) la base de la alimentación”, aunque el viajero André, 1884, dijera lo mismo del maíz (Citas en: Valencia, 1993).

 

Eduardo Mejía, 1996, en “Origen del campesinado vallecaucano” señala la crianza de cerdos en soltura como uno de los pilares de la economía de intercambio de los “libres”, localizados éstos en la periferia marginal de las posesiones señoriales, con gran preocupación para las clases esclavistas de eclesiásticos, mineros, hacendados y gobernantes, quienes dejaron sobrada constancia de su contradicción frente a los libres “enmontados”, “criminosos”, “soeces” y “amancebados”, responsables del hurto de ganados mayores, del aguardiente casero y de la resistencia civil (a veces armada) a las contribuciones forzosas (ejemplo: presencia laboral en el arreglo al camino al Chocó de interés minero). Los “libres” ya constituían en la década de 1780 más del 50% de la población en Tuluá, Buga, Guacarí, Llanogrande (Palmira). Al decir de Fernán González, prologuista de E. Mejía, son estos “libres” los que crean la base de los numerosos núcleos poblacionales que surgieron periféricamente a la jurisdicción de las villas coloniales (Caloto, Cali, Buga, Cartago y Toro).

 

El control a los “libres” tuvo particular manifestación en la administración borbónica: de un lado la presión a los “enmontados” para constituirse en caseríos, labor en la que fueron paradigmas en el Caribe colombiano Antonio de La Torre y Miranda a partir de 1774 y José Fernando de Mier y Guerra a partir de 1743 (Mejía, 1990), y de otro lado zanahorias comerciales a través de cultivos como el tabaco y el cacao.

 

El tabaco venía siendo intervenido por la Corona desde la segunda mitad del siglo XVI. La reforma de 1778 al sistema de “asentistas” contratantes con la Corona, los cuales hacían la intermediación con los hacendados y “libres”, fue una de las causas del alzamiento comunero (1781): las localidades donde se permitía el asiento fueron Palmira, Ambalema, Girón y Pore Nunchía (Mejía, M, 1990).

 

El campesinado libre surge, pues, en una lucha social frente a la dominación colonial esclavista, constituyéndose de un lado en base político – militar independentista (interpretado en el siglo XIX por caudillos como José María Obando y José Hilario López), y de otro con base en la seguridad alimentaria popular (Mejía, E, 1996).

 

 

CRECIMIENTO DEL CAMPESINADO LIBRE DURANTE LA REPÚBLICA

 

A través de numerosos autores podría seguirse la pista de la conformación de un campesinado libre durante la República (Salvador Camacho Roldán, Antonio García, Medardo Rivas, Willian Paul Mc. Greevey, JESÚS Bejarano, Catherine Le Grand, José Antonio Ocampo, Charles W. Bergquist, Alonso Valencia Llano, Marco Palacios, Mariano Arango, Héctor Mondragón Báez, James Parsons, Eduardo Mejía... para citar sólo un minúsculo número de ejemplos) dentro de una permanente contradicción entre terratenientes generalmente citadinos y clases populares rurales por el uso y posesión de la tierra. Aquí señalaremos solamente unos cuantos hitos de aquella interminable lucha.

 

Aunque a partir de la Ley 200 de 1936 “aparece” una preocupación administrativa gubernamental por formas de la Reforma Agraria, los siglos XIX y XX republicanos fueron de ocupación territorial fundamentalmente.

 

Mc Greevey (1989) sitúa en 1845 la fecha de corte entre la economía colonial y la republicana. La primera administración de Mosquera adopta el libre cambio en concordancia con los intereses de comerciantes importadores – exportadores terratenientes, que buscan desarrollar sus potenciales económicos. La rebelión artesanal que apoya la dictadura de Melo es reacción a esta “apertura” al comercio internacional.

 

En Decreto del 22 de junio de 1850, fueron liberados de restricciones a la enajenación los resguardos, medida que impulsó la transformación de numerosas comunidades indígenas en aldeas de jornaleros.

 

En 1851, José Hilario López decretó la abolición total de la esclavitud, fundamento del campesinado libre negro de regiones de la minería colonial.

 

En 1861, Mosquera expropió los bienes de “manos muertas”, principalmente tierras eclesiásticas, que pasaron a poder de especuladores y terratenientes.

 

Las operaciones especulativas de exportación de productos extractivos (Ocampo, 1984; Mejía, 1984; Domínguez y Gómez, 1990) permitieron oleadas de expansión colonizadora en las zonas todavía periféricas del país: quinas 1850 – 1882, tagua 1860 – 1915, caucho 1854 – 1920...

 

La primera república reemplazó las “composiciones” o venta de tierras borbónicas (que reforzaron el sistema señorial colonial) por adjudicaciones de baldíos a favor de militares de la revolución, prestamistas o financieros de bonos del gobierno, y constructores de vías: el propio Santander recibió el extenso territorio Vásquez (Mc Greevey, 1989).

 

Desde luego, en este proceso de apropiación territorial ha sido constante la preferencia del empresario y aun del campesino mismo por la ganadería vacuna extensiva.

 

Es al interior de esta política de baldíos donde se continuará desarrollando la gran contradicción agraria nacional entre “invasores” o colonos y titulares de tierras, consideradas según LeGrand, 1988, el mayor problema social nacional hasta 1948, cuando el proceso de resistencia campesina se convierte en fundamental componente del movimiento guerrillero y cuando la migración masiva de desposeídos se dirige a una periferia no protegida por títulos a particulares como es el caso de la Amazonia y la Orinoquia.

 

La apropiación de la fuerza de trabajo en las haciendas se realizó durante la República hasta por lo menos la década de 1950, especialmente mediante las figuras de arrendatarios y aparceros, que, de paso, aseguraban la seguridad alimentaria.

 

Desde luego en la periferia hacendataria continuaban sobreviviendo campesinos libres, como lo atestigua Rivera Garrido en 1881 (citado por Valencia, 1993) quien pone de presente que en el Valle del Cauca numerosos jornaleros eran empleados en las haciendas de caña y de ganado, mientras que las tierras con cultivos de pan coger estaban en manos de “gran número de labriegos de pocos recursos”.

 

Mc Greevey sitúa entre 1890 y 1930 la transición entre una economía nacional de subsistencia a otra orientada hacia los mercados interno y externo.

 

A excepción del cultivo del tabaco para la exportación, realizado principalmente en Ambalema, 1854 – 1870, por aparceros controlado por un sistema monopolizado por tres compañías antioqueñas, la expansión agraria se dio mediante la ganadería vacuna extensiva durante la primera República, situación que empezó a modificarse en el oriente cordillerano a partir de 1865, con gran impulso entre 1875 – 1880, con el establecimiento de haciendas cafeteras  (Arango, 1977).

 

Las primeras fundaciones antioqueñas en el occidente cordillerano se llevaron a cabo según reglamentación del estado de Antioquia, por grupos de colonos: el modelo cubría unas quince mil fanegadas para repartir entre un máximo de doscientas familias; así se fundaron Salamina, Aranzazu, Filadelfia, Neira, Manizales y Marulanda, en simultáneo conflicto con la concesión a la firma “González  Salazar y Compañía” herederos de un realengo de doscientas mil hectáreas concedidas a José María Aranzazu; el conflicto implicó un levantamiento popular en Manizales y el asesinato de Elías González (Arango, 1977).

 

La Ley 61 de 1874 señala una diferenciación entre la adjudicación de baldíos pues abre paso a la colonización individual, que recibe mayor protección con la Ley 48 de 1882, en trámite desde 1878 cuando la presentó Aníbal Galindo.  (Arango, 1977).

 

No obstante, sigue Arango, las leyes de 1874 y 1882 dejaron en pie de apropiación de tierras por bonos territoriales y por ocupación de ganados, situación que se modificó un tanto en la ley 56 de 1905, a favor de los colonos pobres, por la presión de las guerrillas liberales subsistentes de la Guerra de los Mil Días.

 

La Ley 71 de 1917 redujo las adjudicaciones a colonos a veinte hectáreas; antes de ésta era lo cultivado más otro tanto en la selva. La Ley 85 de 1920 amplía límites máximo a 2.500 hectáreas ganaderas y 1.000 agrícolas. La Ley 105 de 1922 buscaba recluir en colonias penales agrícolas a los vagos y delincuentes contra la propiedad. (Arango, 1977).

 

El censo de 1912 permite cuantificar el efecto de las políticas de tierras: sólo el 27% de los agricultores y el  13% de la  población activa eran propietarios rurales plenos, en una masa de 191.500 propietarios rurales y una población de 707.500 agricultores y ganaderos: los menores porcentajes de propietarios frente a la población activa total correspondieron a Antioquia, 9.8, a pesar de la pretendida democratización de la propiedad rural atribuida a la colonización antioqueña; a Boyacá, 7.1 y a Cundinamarca 8.8 (Arango, 1977).

 

Las luchas agrarias de 1925 a 1936, que afectaron particularmente al oriente andino, fueron causa inmediata de la Ley 200 de 1936.

 

 

LEYES DE REFORMA AGRARIA

 

La ley 200 de 1936 señala apogeo campesinista colombiano; aparceros e invasores pudieron ascender a propietarios; por ejemplo: entre 1932 y 1940 el número de fincas cafeteras  pasó en Cundinamarca de 13.182 a 30.270,sin que la producción se modificara. La reacción empresarial a la ley 200 fue expulsar toda una masa de aparceros y arrendatarios transformándolos en jornaleros.

 

La ley 200 de 1936  retomaba asuntos afines al decreto 1110 de 1928, llamado “Reglamentarios de zona de colonización”, que trataba de clarificar conflictos de propiedad entre grandes haciendas latifundistas y su periferia de invasores, aparceros, arrendatarios y colonos. (Zambrano ,1978).

 

Arango, 1977, se detiene en la posición de los Congresos Cafeteros, desde el X en 1939 al XVI en 1947, frente a las Leyes 200 y 100. En los siguientes a la Ley 200 se utilizó contra ella, entre otros, el argumento de la seguridad alimentaria como elemento importante que ayudaba a costear la producción mediante aparceros y arrendatarios frente al empleo de asalariados. Intelectuales de alta afinidad con la Federación Nacional de Cafeteros como Arturo Gómez Jaramillo y Mariano Ospina Pérez saludaron la Ley 100 como el regreso a la seguridad alimentaria, a la costeabilidad del cultivo, a la paz social. Pero el Congreso XIV de 1945 declaró en uno de sus considerandos sobre la parcelación de haciendas cafeteras: “Que la explotación de las grandes haciendas de café resulta hoy antieconómica y su producción declina continuamente mientras que las pequeñas plantaciones progresan”.

 

La Ley 100 de 1944 (apenas ocho años después de la Ley 200 de 1936) vino en apoyo de la propiedad privada empresarial agrícola, requisito para la tranquilidad social hacia las inversiones que la modernización de la agricultura habría de requerir como respuesta de la dirigencia nacional a las penurias locales de la Segunda Guerra Mundial y de su consecuente política de sustitución de importaciones: Plan Quinquenal de Desarrollo de 1945;  es el advenimiento de las máquinas, los agrotóxicos y las semillas mejoradas, que transformaron el paisaje ganadero del Caribe, el piedemonte del Meta, los valles interandinos, el Mira y el Urabá.

 

El período 1948 – 1954 se caracterizó por el fenómeno de la “violencia”, que desplazó masas campesinas hacia dos direcciones principales: los cinturones de miseria de las ciudades capitales e intermedias y la periferia selvática.

 

La fundación Rockefeller asume la orientación de la agricultura empresarial desde la década de 1950, sucedida en la siguiente década con la presencia del CGIAR mediante el CIAT.

 

En la década de 1960 la intervención estatal planteó dos “salidas” a la crisis del campo: la “Operación Colombia”, hacia 1960, o promoción de la construcción urbana, y la “reforma agraria”, Ley 135 de 1961: en sus primeros diez años de labores del Incora otorgó 96.000 títulos, de los cuales sólo el siete por ciento correspondía al fraccionamiento de latifundios (Mejía, 1984).

 

Más de un analista ha relacionado la Ley 135 con el auge de la lucha social afín al triunfo de la Revolución Cubana, y con las políticas discutidas en la reunión de gobiernos americanos en Punta del Este con tal motivo; entonces se trataba de controlar la lucha popular por la tierra. Las sucesivas legislaciones a la Ley 135 muestran el sello de la coyuntura política del momento, que seguiremos en Mondragón, 1997.

 

El Decreto 755 de 1967 de organización de usuarios campesinos, de cuyo trabajo social nació la ANUC.

 

La Ley 1 de 1968, complementaria de la 135, ambas orientadas al empresariado rural a través de granjas campesinas: desarrollo rural frente al atraso latifundista.

 

La Ley 4 de 1973, retardataria en cuanto obstaculizó las expropiaciones.

 

El Decreto 100 de 1980 que castigaba la s invasiones.

 

La Ley 35 de 1982 que favoreció la acción del Incora en zonas de violencia mediante el P.N.R. –Plan Nacional de Reconstrucción.

 

Un nuevo auge de marchas y de tomas se da en 1987, con su consiguiente represión y la expedición de la Ley 30 de 1988 que cambió el concepto de expropiación por el de mercado de tierras.

 

La Ley 160 de 1994, orientada a la dotación de tierras a los resguardos, refuerza el concepto de mercado y de formas asociativas y crea el concepto de reservas campesinas.

 

Mondragón cita a Antonio García para resumir el efecto de las leyes de reforma: Se ha tratado de promover la colonización, privilegiando la titulación de baldíos, y de actuar como mecanismo coyuntural de orden público en donde la propiedad ha adquirido alguna tradición.

 

 

DESCOMPOSICIÓN DEL CAMPESINADO

 

La época de 1970 fue fatídica para el campesinado colombiano: en los sectores cafeteros fue impuesto el modelo del café caturra a libre exposición, a favor del cual se sacrificaron la biodiversidad y la seguridad alimentaria: este modelo está indisolublemente ligado a la roya y a la broca, y es simultáneo con una deriva de la propiedad campesina cafetera hacia una nueva clase emergente. En 1974 fueron a la quiebra los pequeños cultivadores de algodón. En 1973 ya se habían establecido la economía de la marihuana y en 1977 la de la coca, de donde derivaríamos a la de la amapola en la década de 1980: al menos parcialmente, la deriva campesina a los cultivos ilegales es una respuesta al desplome del dogma de la rentabilidad  agrícola.

 

En 1973, la reunión de Chicoral impuso la política del desarrollo agrícola empresarial sobre la de la Reforma Agraria de 1961. Alfredo Molano (su disertación en La Cocha – Nariño, mayo 2 de 1998) señala la Ley 100 de 1944 y el “chicorolazo” como hitos de la violencia rural colombiana.

 

Los subsidios agrícolas subieron en Estados Unidos de US $2.700 millones en 1980, a US$25.800 millones en 1986; en la CEE crecieron de  US $6.200 millones en 1976 a US $21.500 millones en 1986 (Mejía, 1998). Incluso en las Rondas de Uruguay, previas a la creación de OMC, Estados Unidos se ha reservado el manejo futuro de sus subsidios. ¡Estos constituyeron una tradición de sesenta años en Estados Unidos! “El freedom to farm” Bill de 1996, intenta eliminar subsidios hacia el año 2002, cuando el alimento se halle en manos de las multinacionales. Tres multinacionales controlan en le país del Norte el 80% del molinado de harinas; tres el 46% del mercado de pollos para asado; cuatro el 50% del mercado de carne vacuna; tres el 72% del mercado de mataderos; una el 46% de la semilla de maíz y el 19% del mercado de semilla de soya. Es el momento de integración vertical de las multinacionales desde los bancos de germoplasma, la producción de semillas, el control a los agricultores mediante contratos, el proceso y venta de las cosechas. Pero ya en 1994, el 83% de los granjeros norteamericanos obtuvieron ingresos por debajo del nivel de pobreza (Rev. Seedling, diciembre de 1997).

 

Es  partir de las economías ilegales de la década de 1970 cuando ocurre el fenómeno de la concentración de la propiedad en manos de mafiosos, paramilitares y esmeralderos, fenómeno que obliga a las legislaciones de expropiación por “enriquecimiento ilícito”: Ley 333 de 1996. Mientras tanto, con participación de Estados Unidos, el gobierno colombiano ejecuta la guerra química contra el campesinado de los cultivos ilegales. A la vez se produce el fenómeno del desplazamiento de campesinos desde las zonas de guerra.

 

Machado, 1986, estima que para 1982 el sistema alimentario colombiano se componía de 67% en aportes directos agropecuarios, 10% en alimentos industriales (excluidas bebidas), 17% en comercio de alimento, 5% en otros servicios, derechos e impuestos 2%.

 

Machado distingue hasta 1986 tres tipos de políticas agrarias en Colombia, a partir de 1960: el reformismo agrario 1960 – 1972, el desarrollismo neoliberal 1972 – 1982, y la “política de ajuste” del recetario del FMI iniciada en 1984. Después de este “reajuste” sobrevino la “apertura” del gobierno de Gaviria, funesta para la agricultura colombiana.

 

Aunque Machado, 1986, reconoce la existencia histórica de políticas sobre salud y nutrición en Colombia, niega la de políticas alimentarias. Ha habido un gran componente asistencial en los programas de nutrición hacia sectores desprotegidos más que un reconocimiento a la capacidad de la gente pobre para resolver sus propios problemas.

 

El ICBF fue creado en 1968, y una de sus funciones ha sido de tipo nutricional, recogiendo experiencias que venían desde 1943: las del Laboratorio de Estudios de Nutrición del Instituto Nacional de Higiene. Ya en 1954, el punto cuarto de la ley pública 480 de Estados Unidos permitía la venta en Colombia de excedentes agrícolas a bajos precios y con financiaciones blandas. El PAN – Plan Nacional de Alimentación y Nutrición-, se inició en 1975 como desmonte de las ayudas alimentarias extranjeras; fue su corresponsal rural el programa DRI – Desarrollo Rural Integrado desde 1976, buscando “desarrollar la producción campesina, aumentar la oferta de alimentos y elevar el ingreso y bienestar de los campesinos”. El PAN se fusiona con el DRI en 1980 para desaparecer en 1982. “En 1983, el DRI estaba atendiendo setenta mil usuarios con crédito y asistencia técnica en 74.000 hectáreas, más 174.000 hectáreas sin crédito” (Machado, 1986): un total del orden de 250.000 hectáreas, frente a las 2.8 millones de hectáreas campesinas productoras de alimentos (las cuales a su vez constituyen el 56% de la superficie agrícola colombiana en cifras de 1988, Mejía, 1998).

 

 

LA OFENSIVA INTERNACIONAL

 

Al menos tres épocas de “apertura” al comercio externo podríamos recordar en el transcurso de nuestra historia, todas ellas con resultados desfavorables interiores.

 

La primera: a partir de la administración borbónica, segunda mitad del siglo XVIII, cuando se desestimularon las “industrias” coloniales a favor de los artículos metropolitanos y fue especializada toda colonia en algún tipo de producción (oro para el caso de la Nueva Granada); esta política estimuló el contrabando con los países europeos rivales de España. La segunda a través del librecambismo hacia la mitad del siglo XIX, adoptado oficialmente en la primera administración Mosquera, que motivo la revuelta política y la ruina de los artesanos, a la vez que se favoreció el comercio con Inglaterra, Estados Unidos y Alemania. La tercera con la instauración del desarrollismo neoliberal a partir de la década de 1970 y la subsecuente “apertura”, esta vez los perjudicados fueron los pequeños industriales, el sector agropecuario y en especial los campesinos; el mayor beneficiario de esta nueva ofensiva internacional ha sido el capital transnacional y en especial el financiero.

 

John Steinbeck, 1902 – 1968, Nobel de Literatura en 1962, había descrito en Uvas de la ira, el cruel efecto de la crisis de 1929 y de la mecanización de los Estados Unidos sobre los pequeños agricultores y los jornaleros. Este proceso se aceleró en la posguerra; de seis millones de granjas en 1945 se llegó a dos millones en 1992. Las granjas mayores (unas cuatrocientas mil) producen el 80% de los alimentos; trescientas noventa ganaderías, las mayores entre cincuenta mil de ellas, controlan el 65% de los ganados (Rev. Seedling, diciembre, 1997).

 

Es en Norteamérica donde se llegó a la máxima expresión de la agricultura la Revolución Verde, construida con herramientas de guerra, potenciada desde el Banco Mundial y respaldada por las mayores fundaciones internacionales (Rockefeller, Kellog, Ford), orientada por el CGIAR – Consultive Group for International Agriculture Reseach, cuyos brazos ejecutores son dieciocho institutos que controlan la investigación científica sobre los veinte cultivos más estratégicos del mundo. El objetivo del CGIAR en sus comienzos en los años sesenta se formuló como “aumentar el  montón de arroz para los pobres”. Treinta y cinco años más tarde, la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, Roma, 1996, redujo este objetivo a la mitad de los pobres y amplió el plazo al año 2010.

 

La concepción del alimento como mercancía ha hecho imposible la alimentación de los pobres. Los ochocientos millones de hambrientos existentes sobre la tierra podrían ser abastecidos con sólo una modificación en la revolución verde pecuaria: suspender el empleo de granos en la alimentación de animales.

 

La Cumbre Mundial sobre Alimentación, 1996, ha acogido las políticas que dieron origen a la OMC – Organización Mundial del Comercio -; el compromiso cuatro de la cumbre expresa: “Nos esforzaremos por asegurar que las políticas de comercio alimentario y agrícola y de comercio en general contribuyan a fomentar la seguridad alimentaria para todos a través de un sistema de comercio mundial leal y orientado al mercado”. No en vano el GATT –Acuerdo General de Comercio y Tarifas-, venía cocinándose desde 1948 para acelerarse en las rondas de 1980 – 1995, consagrando los derechos de propiedad intelectual, con los consecuentes patentamientos de formas de vida y ejercicio de la biopirateria (el despojo a las clases populares de sus conocimientos y recursos). El Convenio Mundial de Biodiversidad, Río 1992, fue apenas una necesaria etapa del desarrollo del GATT hoy OMC.

 

Cabe poner de presente el veloz acomodamiento gubernamental colombiano a las exigencias del GATT – OMC, utilizando la vía administrativa a través del Pacto Andino y evitando los debates en el parlamento si se hubiera preferido la vía legislativa:

 

-          Decisión 334 de 1993, Régimen Común Andino de Propiedad Intelectual.

 

-          Decisión 345 de 1993, Régimen de Protección a la Obtención de Variedades Vegetales o Régimen de UPOV – Unión para la Protección a la Obtención de Variedades Vegetales, instrumento de apropiación de los recursos genéticos mundiales a favor de los países desarrollados, ideado por éstos en 1960.

 

-          Decisión 391 de 1996, Régimen Común de Acceso a los Recursos Genéticos (Desarrollo del Artículo 15, ordinal 1 del Convenio de Biodiversidad), de cuya operación se ocupa en Colombia el Ministerio del Ambiente, en virtud al Decreto 730 de 1997.

 

El régimen de la OMC admite para cada país la expedición en 1999 de un régimen sui géneris  de apropiación de los recursos genéticos, antes de la revisión de la OMC en Singapur, 1999.

 

La catástrofe de Bhopal, 1984, marca definitivamente el paso de los agroquímicos venenosos a otros menos riesgosos, proceso llamado de sustitución. En Bhopal tres mil hindúes murieron y muchos miles más quedaron lesionados por un escape de gas de la Union Carbide. Este proceso de sustitución es simultáneo con el de la biotecnología, que ha dado lugar actualmente al planteamiento de la nueva revolución verde: es el derrumbe de la noción de revolución verde en términos de agricultura química convencional.

 

La biotecnología toma cuerpo como instrumento de multinacionales, notable ya en la década de 1980. El avance de la biotecnología como fuente de ingresos a las transnacionales parece no detenerse ante ninguna consideración bioética: el parlamento Europeo, que en 1997, por la presión de las multinacionales.

 

De la creación del ratón Harverd en 1988n (un ratón diseñado para ser susceptible al cáncer) se pasó al clonamiento de ovejas y simios en 1996 y al patentamiento del gene de la esterilidad en semillas en 1998 (el gene “terminatior” de la Delta and Pine Land Co., US Pat 5.723.765 y Pat. WIPO 9.604.393).

 

 

REACCIONES A LA OFENSIVA DE LAS MULTINACIONALES

 

 Frente a la espeluznante alianza de gobiernos, empresarios y científicos para comercializar la vida se han levantado iniciativas originadas generalmente en la sociedad civil.

 

Ante la imposibilidad de un análisis de aquellas reacciones, optamos por una relación incompleta, a manera de ejemplos.

 

a.      El plebiscito suizo. En octubre de 1993, le fue entregada al gobierno suizo una iniciativa popular para proteger la vida y el ambiente frente a la manipulación genética. Una alianza de setenta ONGs reunió las cien mil firmas necesarias. El plebiscito se votó en junio de 1998, arrojando un tercio a favor de la iniciativa popular y dos tercios a la alianza del gobierno, los grandes agricultores, los políticos, las industrias y la élite científica. Esta alianza financió una campaña de veinticuatro millones de dólares, contratada con la firma especializada  Burtston – Marsteller, en contra de la iniciativa popular. La iniciativa buscaba protección constitucional contra la liberación de organismos genéticamente modificados, el patentamiento de formadas de vida, y la producción y comercio de animales transgénicos (Rev. Seedling, marzo de 1998).

 

b.      Acción global popular contra el libre comercio (PGA). Esta coalición internacional de sociedad civil fue creada en Ginebra, en febrero de 1998, con el apoyo de trescientos grupos; propone resistencia civil pacífica contra la OMC y solicita que la agricultura y los alimentos queden por fuera de la liberación comercial, es decir, a salvo del dominio de las grandes corporaciones (Rev. Seedling, marzo de 1998).

 

c.      Día de no comprar: Noviembre 28. Un grupo de organizaciones civiles de países desarrollados vienen promoviendo esta iniciativa como espacio de reflexión y de generación de iniciativas de solidaridad y de austeridad con respecto a un mundo donde el 20% de la población consume el 80% de los bienes y servicios (Los consumos de un gringo equivalen a los de veinte hindúes; se dice que los recursos del mundo se acabarían en un mes si los chinos de golpe adquirieran el poder de consumo de los norteamericanos).

 

d.      Foro Global de ONGs y Movimientos Sociales, Río de Janeiro, 1992. En un evento contestatario a la Cumbre de las naciones reunida alrededor de los Convenios del Cambio Climático y de Biodiversidad, quince mil delegados de organizaciones civiles convergieron en tratados que orientan la acción de la sociedad civil en la tarea de construcción de futuro frente a la globalización impulsada a favor de los intereses del capital y de l ciencia.

 

e.      Desafío a patentamiento de saberes y de bienes populares. Los intentos (29 hasta 1995) de compañias norteamericanas de patentar productos del neem (el árbol insecticida por excelencia de la India) han sido rechazados por gigantescas movilizaciones que han logrado involucrar a su favor al propio gobierno Hindú: US “Pat. 4.537.774 sobre extractos de corteza; 4.556.562 sobre extracto de semilla; 5.047.242 sobre insecticidas derivados de azadiractina (uno de los principios del neem).

 

COICA, una coordinadora de organizaciones indígenas amazónicas, que incorpora cuatrocientos grupos de nueve países, ha declarado que no responde en territorio selvático de la integridad física del señor Loren Miller, dueño de la International Plant Medicine Corporation, quien en 1996 patentó el yagé en Estados Unidos para desarrollar productos con base en dicha planta. La Interamerican Foundation, de Norteamérica, otrora financiera de proyectos a favor de indígenas, ha amenazado con retirar su apoyo si una retractación de COICA no se produce (Rev. Seedling, marzo de 1998).

 

Después de una campaña de catorce meses liderada por Anapqui –Asociación Boliviana de Productores de Quinua-, se ha obligado a la Universidad del Estado de Colorado a suspender su patente sobre la quinua “apelawa” (Rev. Seedling, junio de 1998).

 

Probablemente el más conocido caso de bioprospección hay sido el del contrato INBio – Merck, por el que el instituto nacional de la Biodiversidad de Costa Rica, privado, negoció con la multinacional de drogas y agroquímicos Merck de Estados Unidos, el inventario de las colecciones hechas en Costarrica por una suma ridícula (alguien dijo que a estos precios, todo el germoplasma del mundo valdría US$20 millones). En mayo de 1998 se aprobó la nueva ley de biodiversidad de Costa Rica con intervención de movimientos sociales y organizaciones civiles populares; en la primera composición de la comisión nacional de manejo de la Biodiversidad fue expresamente excluido el INBio (Rev. Seedling, junio de 1998).

 

Rice Tec, una compañía de Texas ha solicitado patente sobre el arroz jazmín, un arroz aromático obtenido obre veintidós variedades populares de India y Paquistán; el 3 de abril de 1998, grupos de campesinos protestaron en Nueva Delhi tales patentes. La colección estatal de arroces Fort Collins-Colorado, obtenida gratuitamente entre agricultores pobres, cedió los materiales para el caso (Rev. Seedling, junio de 1998).

 

La compía Farms of Texas ha patentado tras leves modificaciones un arroz IR8 obtenido por el IRRI de Filipinas (Rev. Seedling, junio de 1998).

 

La patente del gene Terminator de la Delta and Pine Land Co. Ha pasado hace pocos meses a poder de la Monsanto, que se ha convertido en el mayor gignte biotecnológico del mundo al engullir a Dekalb Geneticas y a Inc. En tres años la Monsanto había devorado también Calgene, Agracetius, Asgrow Seed Co. Y a Holden`s Foundation Seeds (Rev. Seedling, junio de 1998).

 

En el Derwent Biotechnology Abstracts se informa que entre 1982 y 1997 se han solicitado 160 patentes sobre solo arroz. Las tres líneas más presionadas han sido: arroz tolerante a herbicidas, arroz transgénico al Bt (gene del Bacillus Thuringiensis) y arroces híbridos (Rev. Seedling, junio de 1998).

 

El tomate ilustra vivamente lo que va en juego entre empresas biotecnológicas: dinero. Hasta junio de 1997 de habían solicitado 153 patentes (75 referentes a resistencia a pestes). Ya se hizo famoso en los estrados judiciales el  pleito entre ICI – Zeneca contra Calgene, en alianza con Capbell Soup, por la patente transgenética que evita el ablandamiento del tomate. ICI había obtenido la patente en 1986, luego impugnada por Calgene en 1989. Calgene, a su vez, fue atacada por Enzo Biochem en 1995 (Rev. Biodoversidad, junio de 1988). Anotemos al margen que bien es sabido en agricultura orgánica cómo es posible obtener hortalizas de larga duración, incluso tomate. Una variedad de tomate colectada en Latinoamérica (costo de la colección; veintidós dólares = US$22) por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos sirvió para elevar los sólidos totales de este fruto de 4.5 a 6 %: la ganancia de Ketchup por este concepto aumentó en ocho billones de dólares por año: de esta ganancia nada le llega a la comunidad latinoamericana (Rev. Honey Bee, vol 4 (4), 1993, pag. 7).

 

La patente EPO 684995 ha sido concedida a la Universidad de Wisconsin sobre la brazzeína proteína edulcolorante de la planta j’oublie de Camerún (Rev. Biodiversidad, junio de 1998).

 

Obviamente el patentamiento de la vida no se reduce al mundo vegetal: hacia fines de 1997 existían en el planeta 394 solicitudes de patentes sobre genes humanos (Rev. Biodiversidad, junio de 1998). Uno de los casos más conocidos es el de John Moore a quien el Tribunal Supremo de Cañlifirnia le negó la propiedad de células extraídas de su hígado y solicitadas bajo propiedad intelectual por médicos investigadores de la Universidad de California.

 

f.       El movimiento neozapatista. Se proclama en Chiapas el día en que Estados Unidos, Canadá y México celebran la puesta en marcha del NAFTA, tratado de libre comercio entre tales naciones. El neozapatismo constituye el más conmovedor movimiento social de la posmodernidad frente al modelo neoliberal de globalización del desarrollo. Se presenta bajo el lema de libertad, democracia y justicia, el 1º de enero de 1994.

 

g.      El movimiento intelectual alternativo, que comprende desde propuestas de economía descalza frente al modelo neoliberal (Manfred MaxNeef, premio Nobel alternativo, 1983) y diversas escuelas agrícolas alternativas, hasta tecnologías que animan variedad de corrientes de pastoral social (teología de la liberación, teología de la tierra, “compromiso hacia una nueva sociedad” de la provincia centroamericana de la Compañía de Jesús, y de otras formas de escatología...).

 

h.      La multiplicidad de movimientos campesinos en lucha por la tierra donde expresar la diversidad de sus formas culturales; campesinismo y globalización resultan antagónicos: diáfana fue la posición del Secretario norteamericano de Agricultura en la Cumbre Mundial de Alimentación, Roma, 1996, cuando expresó en rueda de prensa que el derecho al alimento no podía ser admitido porque constituiría violación al libre comercio (Vandana Shiva, 1997).

 

i.        Diversos movimiento hindúes como el “chipko” en que mujeres obstaculizan el corte de árboles para aserrío en selvas dadas en concesión por el gobierno a contratistas, y en que aldeanos arrancan las plántulas de eucaliptos y de plantaciones forestales, reemplazándolas por árboles frutales, forrajeros y de leña.

 

Como el Maxalbari, que reclama reforma agraria en Bengala Oeste. 

 

Como el Telangana, en Andra Predesh, invasor de tierras.

 

Como el movimiento popular que impidió en Kerala la inundación de un valle selvático para construir una hidroeléctrica.

 

Como en Talmil Nadu donde se impidió dedicar tierras agrícolas a la acuicultura de camarones para la exportación.

 

El National Alliance for People’s Movements reúne un numeroso grupo de organizaciones que realizan luchas por la seguridad alimentaria frente a la exportación de flores y de alimentos, frente a la discriminación a los intocables, y a favor de la consecución de tierra y de vivienda para los pobres (Burinard Fátima en el Foro PAN de Santa Clara, Cuba, 1997).

 

Como el movimiento popular que impidió en Kerala la inundación de un valle selvático para construir una hidroeléctrica.

 

Como en Talmil Nadu donde se impidió dedicar tierras agrícolas a la acuicultura de camarones para la exportación.

 

El National Alliance for People’s Movements reúne un numeroso grupo de organizaciones que realizan luchas por la seguridad alimentaria frente a la exportación de flores y de alimentos, frente a la discriminación a los intocables, y a favor de la consecución de tierra y de vivienda para los pobres (Burinard Fátima en el Foro PAN de Santa Clara, Cuba, 1997).

 

 

EL ALIMENTO ES UN DERECHO

 

Al menos tres características han dominado el abastecimiento de alimentos: 1. El alimento es una mercancía. 2. La agricultura tiene que ser rentable (a su vez, la rentabilidad sería un subproducto de la tecnología moderna), y 3. El alimento debe ser barato (concepto político económico de orden público). Ya nos hemos referido al desplome del concepto de la rentabilidad agrícola, y al fracaso de la tecnología de la revolución verde. De otro lado, cada vez se abre más espacio al concepto de alimento como un derecho humano; este planteamiento quedó consignado, al menos en la escatología católica, en Populorum progressio, de Pablo VI, 1967, donde se coincide con numerosos pensadores del lado alternativista en señalar el exceso de consumo de los opulentos como condición de las privaciones de los pobres.

 

 

DISOÑANDO HACIA LA RECOMPOSICIÓN DEL CAMPESINADO

 

 Al menos siete puntos tendrían que ver con este sueño:

 

1.      Sin campesinado libre no hay seguridad o soberanía alimentaria. De acuerdo con cifras de 1988, de los 5.2 millones de hectáreas bajo cultivo en Colombia, 3.4 corresponden a economía campesina (2.8 millones de hectáreas en alimentos y 0.6 millones en café tradicional).

 

2.      El campesinado libre no desaparece, no obstante todo el proceso histórico de dominación desatado en su contra, tal como lo hemos reseñado en el presente borrador de trabajo. Ser campesino es ante todo un proyecto de vida, una forma cultural, en vez de un negocio.

 

3.      El concepto de alimento como derecho humano forma parte de un proyecto político de construcción hacia la utopía de una sociedad solidaria en sus interrelaciones y austera en sus consumos, donde la noción de respeto a la vida esté por encima de la del dinero. Volviendo a la escatología católica, a partir de Pablo VI ya no es necesario morir para acceder al paraíso.

 

4.      Movimientos sociales y ONGs constituyen columna vertebral de la disoñación hacia esta utopía: Los “tratados alternativos” de Río de Janeiro, 1992, contienen sus elementos ideológicos. Al decir de Leonardo Boff, 1996, “la lógica que explota a las clases y somete a los pueblos a los intereses de unos pocos ricos y poderosos es la  misma que depreda la tierra”. Las ONGs y movimientos sociales que ha reducido su papel de búsqueda financiera de sus limitados “proyecticos” han perdido la dimensión de su oportunidad histórica.

 

5.      La seguridad alimentaria es ante todo un asunto político, concepto desfigurado por la tecnocracia, que insiste en la aplicación de tecnología moderna como solución al hambre, propuesta cuyo fracaso ha sido demostrado a través de la práctica de la revolución verde (Mejía, 1998). Cabe aquí reincidir en una cita de Pablo VI cuando en su carta Octogesima adveniens, 1971, hace un llamado crítico frente a la tecnocracia y al cientificismo (puntos 38 y 47 de la carta), a la vez que incorpora el ecologismo a la pastoral (punto 21).

 

6.      Alimento sano como base de la salud es un concepto que debe ser traído al asunto de la seguridad alimentaria. Una veintena de escuelas alternativas frente a la agricultura química se oocupan del particular. Algunas de éstas son en sí mismas propuestas políticas: destácanse al rrespecto la escuela orgánica con la crítica anticolonialista que Alfred Howard hace a Inglaterra en su obra maestra “An Agricultural testament”; la escuela regenerativa donde el grupo Rodale de Emmaus – Pensilvania – Estados Unidos plantea una sociedad compuesta de agricultores autárquicos; en Estados Unidos el número de granjas ha disminuido de seis a dos millones en los últimos cincuenta años, a la vez que ha aumentado la dependencia con respecto a los insumos industriales; la escuela ecológica con sus proyecciones de justicia social; la escuela de permacultura con su invitación a los intelectuales al regreso al campo; las escuelas orientales (mesiánica y de no intervención) con sus respectivos proyectos de paraíso terrestre y de vida en armonía con la naturaleza; la propuesta agrícola gandiana de no violencia; la escatología católica con su pastoral campesina y las teologías de la tierra y de la liberación.

 

7.      Son necesarios un movimiento y una política campesinistas que privilegien a quien conserve formas naturales de vida, a quien reviva y proteja manantiales, a quien reconstruya tierras agotadas, a quien perpetúe producciones artesanales, a quien desarrolle industrias familiares rurales, a quien mantenga sistemas de producción biodiversos, a quien trabaje con semillas primarias, a quien desenvuelva recursos locales promisorios, a quien produzca alimento sano como base de la salud, a quien cree modelos de producción basados en opciones de vida y de diversidad, a quien decida regresar al campo, a quien estime la vida por encima  del dinero, el mercado, la “técnica” el cientificismo y la biopiratería, a quien confronte los derechos de propiedad intelectual y el patentamiento de formas de vida, a quien practique el conocimiento popular y proteja la propiedad colectiva, a quien evite el uso de organismos genéticamente modificados, a quien rechace los negocios transnacionales de participación, a quien trabaje por los derechos del agricultor, de las comunidades y de los humanos y de todos los demás seres.

 

 

REFERENCIAS

 

-          Arango, M. 1977. Café e Industria 1850 -1930. Centro de Investigaciones Económicas de la Universidad de Antioquia. Medellín. 260 páginas.

 

-          Brent, B y Brent, E A. 1978. Etnobiología, subsistencia y nutrición en una sociedad de la selva tropical: los aguaruna (jibaro). En: Salud y Nutrición en Sociedades nativas. Centro de Investigación y Promoción Amazónic. Lima. Páginas 13 a 47.

 

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-          Mejía, M. 1990. De la vida silvestre a la colonización mecanizada en el Caribe colombiano. En: Cuadernos de geografía, Universidad Nacional de Colombia, Departamento de Geografía, Vol. II, No. 1,  páginas 55 a 208.

 

-          Mejía, M. 1998. Agriculturas para la Vida, Cuarta Edición. Ed El Autor, Bogotá DC. 253 páginas.

 

-          Mejía, M. 1999. Agriculturas de no violencia hacia modelos de armonía. Cali, 218 páginas.

 

-          Mejía, M. y Molano, J. 1993. Andes colombianos: paisajes, clima y uso de la tierra. Inédito.

 

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-          Valencia, A. Empresarios y Políticos en el Estado Soberano del Cauca. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle. Cali, 1993.

 

-          Zambrano, F. Ocupación del territorio y conflictos sociales en Colombia. En: Controversia. "Un país en construcción". Nos. 151, 152. Cinep.

 


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