INTRODUCCION
CINEP: “La
telenovela en Colombia, mucho más que
amor y lagrimas” Clemencia Rodríguez y María Patricia Tellez [Controversia
No. 155 noviembre de 1989]
Introducción
Amparo
Cadavid (Investigadora del CINEP)
La
telenovela ha sido una de las entretenciones favoritas de grandes públicos en
Colombia sin distinción de sexo, edad o clase social. Ofrece un espacio de
distensión cotidiana donde coinciden los gustos de la mayoría de los miembros de
la familia, constituyendo, por ello, tema de conversaciones y lugares de
encuentro que congregan y divierten.
Los
personajes de telenovela son imitados: su estilo de vestir, de hablar y sus
gestos se convierten en imágenes útiles para ilustrar opiniones, y en esquemas
que sintetizan vivamente condiciones humanas muy concretas. ….
De las
telenovelas se adquieren elementos para entender el mundo que se vive, ideas
para vivirlo mejor. Los miles de campesinos que han emigrado durante los últimos
20 años de los campos a las ciudades, han aprendido de la telenovela cosas
importantes para su vida. Sobre todo en lo que se refiere a como "sentir" y a
manejar la libertad del esposo y de los hijos en estas urbes monstruosas, donde
el respeto a los padres y el reconocimiento de su autoridad, parecen artefactos
anacrónicos. También en lo que es la medición del tiempo cotidiano en la urbe,
en las relaciones con los vecinos y con los compañeros de trabajo. A través de
las telenovelas se han familiarizado con un concepto de libertad, autonomía e
independencia que no conocieron antes, en su lugar de origen.
Las
telenovelas reproducen en dosis diarias esquemas de relaciones y problemas
familiares y sociales que oscilan entre lo que todos vivimos y lo que
quisiéramos vivir. Constituyen por ello, un espacio intermedio entre la realidad
y el deseo, entre el hoy y un mañana que soñamos. Y lo hacen lentamente tejiendo
la trama con paciencia día a día, dándonos un poco hoy y reservándonos otro para
mañana.
Están tan
metidas en la vida íntima de la familia que nadie las ve como hechos notorios.
Sólo producen gozo, tensión, inquietud, emoción o alegría. Y pasan, para dar
lugar a otras y, a otras.
Cuando las
telenovelas y melodramas televisivos*
se han convertido en objeto de estudio de sociólogos, psicólogos y
comunicólogos, inmediatamente han perdido este brillo y colorido. Se han vuelto
entonces, productos culpables e indeseables que transmiten valores e ideologías
negativas, que adormecen a las mujeres ofreciéndoles ideales de pasividad y
conformismo.
Desde el
feminismo, por ejemplo, las telenovelas son vistas como productos peligrosos que
reproducen el esquema de una mujer subordinada, llorosa, sufrida, ama de casa,
cargando toda la responsabilidad del hogar y la crianza de los hijos, que no
tiene solidaridad con otras mujeres y entra en franca lucha por los hombres
Muchas veces frívola, malévola o tonta. Son consideradas definitivamente
"telebobelas".
Muchos
analistas que abordan la telenovela desde la semiología a través de los
"análisis de contenido", descubren que estos repiten una estructura narrativa
fija, con el mismo tipo de personajes, conflictos y desenlaces, donde se exaltan
ideologías pro statu quo, consumistas y conservadoras. Todo ello dirigido a
mantener el actual estado de cosas en la sociedad, a través de la fijación de
ciertos modelos de comportamiento
Los
analistas literarios han considerado la telenovela como la mas bastarda de las
hijas de la Trgedia Al lado de otras formas dramáticas que encarnan la creación
basada en la inspiración de un autor (la novela de autor), la telenovela se
convierte en el ejemplo de la reproducción mas vulgarizada y popularizada del
género melodramático que se encarna en esquemas baratos repetib!es una y otra
vez.
Para muchos
sociólogos, mas que todo de Izquierda, la telenovela encarna una de las normas
de la dominación de las ideologías foráneas, a través de la manipulación que se
hace de este producto, para inyectar en las mujeres actitudes idiotizantes.
En cualquier
caso; la telenovela como objeto de análisis ha sido tradicionalmente equiparada
a algo vulgar, superficial, pasajero, repetitivo y vacuo, propio de audiencias
anónimas y masivas.
Nos
encontramos asi frente a una situación que es vista de maneras muy distintas por
sus diferentes protagonistas Las audiencias adoran las telenovelas, las
consumen, disfrutan y socializan, esto lo dicen los "ratings" de sintonía y
cualquier opinión solicitada por ahí. Los analistas las condenan por su baja
calidad y poco valor estético, o, por su escondido propósito de inculcar valores
poco fructíferos entre los públicos; estos lo señalan numerosos estudios
dedicados parcial o totalmente a la telenovela Las programadoras de televisión
hacen su agosto con ellas. Desde el punto de vista de su producción, las
telenovelas se han comportado como punteros que han conducido a la producción
televisiva nacional por el camino de la modernización, la tecnificación y la
profesionalización de quienes intervienen en su desarrollo.
De igual
manera, han ofrecido la posibilidad de financiar, dada su alta captación
publicitaria, a otros tipos de programas como, por ejemplo, los infantiles y
agropecuarios, que poco éxito tienen entre anunciantes. Esto lo dicen los
cientos de anunciadores que deben hacer cola por años para alcanzar un espacio
de 15 ó 30 segundos en alguna telenovela de éxito.O, lo dice el establecimiento
de un posgrado en "guiones para telenovela" en una universidad prestigiosa de la
capital. O, lo dicen los cientos de actores profesionales de teatro que se han
ido a las telenovelas. O, los numerosos escritores que se con vierten en
libretistas de telenovelas, García Márquez incluido.
El mercado
internacional de la industria cultural ha demandado por primera vez, un producto
netamente latinoamericano, colombiano, para incluirlo en su vitrina de ventas y
en sus canales de distribución: las telenovelas. Por elbo, "Los Cuervos" se
vieron costa a costa en Norteamérica. El Gallito Ramírez, Caballo Viejo y las
Hinojosa en el Caribe y España, para poner ejemplos nuestros. Las telenovelas
brasileñas circulan alrededor del mundo y las mejicanas y venezolanas invaden
los mercados de Latinoamérica.
Dados estos
elementos, podríamos preguntarnos por qué a un Centro de Investigación y
Educación Popular como el CINEP le podra interesar meterse en un estudio como
éste? Las razones de tipo teórico y metodológico son dadas suficientemente en el
primer capítulo. Quisiera referirme en esta introducción a algunas reflexiones
de orden más histórico y político (en el sentido de "políticas" de
investigación) que nos indujeron a hacerlo.
La
comunicación como campo de estudio y trabajo ha sido vista tradicionalmente en
el nivel de lo instrumental. Es decir, referida a los medios y técnicas que
permiten la transmisión de ciertos contenidos de unos emisores a unos
receptores.
Dentro de
ese esquema se circunscribió el trabajo de comunicación en el CINEP, durante una
primera etapa (1976-1982) con el objetivo de capacitar a los trabajadores
populares para que utilizaran los medios y técnicas a su favor. Consistía en
transmitirles el manejo de ciertas tecnologías para que ellos les dieran unos
contenidos alternativos a los mensajes, y, un uso dirigido a apoyar sus
esfuerzos por por organizarse y desarrollarse mejor.
Después de
unos años de llevar con perseverancia este propósito, el equipo de comunicación
hizo un balance de su trabajo, el que arrojó resultados como este: lo que hacen
los trabajadores populares con los medios y técnicas que les hemos dado —es
decir los mensajes: periódicos, audiovisuales, folletos, etc. — son aburridos y
nadie los quiere ver, ni leer. La gente prefiere las historietas y revistas
femeninas, los diarios amarillistas, más que todo, y gozar con la televisión,
los programas de concurso, dramatizados y deportes. Es decir, siguen consumiendo
productos que se consideraban alienantes y no atienden a producciones
alternativas.
Nuestra
conclusión fue: le que estamos haciendo no sirve para lo que estamos proponiendo
que debe servir. ¿Por qué?
Como el
campo donde nos ubicábamos, de la comunicación alternativa, —que concibe la
comunicación como instrumento para educar y organizar— no nos permitía responder
esta incógnita, tuvimos que buscar un nuevo terreno para el debate, que nos
interpelara con nuevas preguntas. Nuestro gran problema se convirtió entonces en
¿quién es nuestro público? ¿Qué le gusta? y para alcanzar algunas pistas para
responder estos tortuosos interrogantes, tuvimos que acudir al espacio donde
nacen, crecen, se desarrollan y reproducen las personas con quienes trabajamos:
el campo de la cultura; más concretamente de las culturas populares.
Nos
tropezamos así con un hecho que nos cambió la ruta: la comunicación no es sólo
medios, instrumentos y tecnologías. La comunicación está en la cultura, en las
prácticas cotidianas de las personas, en sus gustos, deseos, problemas y
fantasías. Así aterrizamos en este
campo generador de procesos complejos, dentro del cual hemos tratado, desde
entonces, de entender y organizar la comunicación. Intentamos trascender su
nivel instrumental y llevarla por el camino de las significaciones y las
correspondencias con las prácticas de vida de la gente y sus elaboraciones
simbólicas e imaginarias; por la ruta de, las mediaciones culturales que
permiten a los públicos "leer" de manera distinta los mismos mensajes.
Se trataba
entonces (1982-1983) de estimular a nuestros interlocutores populares para que
desarrollaran procesos de investigación sobre sus públicos, que los condujeran a
un conocimiento más a fondo de ellos, de sus prácticas de comunicación; sus
gustos y preferencias. Este esfuerzo resultó bastante arduo por cuanto nuestros
grupos no tenían experiencia alguna en el trabajo riguroso y sistemático de la
investigación en ciencias sociales y muy pronto se desanimaban. Regresaban
entonces, a su búsqueda de mayor eficiencia en la utilización de los medios. Por
otra parte, nosotros tampoco habíamos diseñado propuestas de investigación,
metodologías y técnicas que pudieran aplicarse al nuevo campo que deseábamos
investigar y a definir, aprehender y analizar nuevos objetos de estudio. De
manera que la opción que tomamos fue concentrarnos en aclarar este panorama y
desarrollar una propuesta teórica y metodológica que respondiera a los
interrogantes señalados.
Guiados por
las preguntas ¿qué productos de
comunicación prefieren los públicos populares? y ¿por qué? nos introdujimos en
el estudio de mensajes que sobresalían por ser exitosos para el consumo de
audiencias (1984). Nuestro interés era concretar qué había en ellos que atraía
públicos tan diferentes, con el espíritu de acercarnos a estos públicos por la
vía de sus preferencias. De esta manera iniciamos el trabajo averiguando que la
telenovela, el cine de corte mejicano (Vicente Fernández) y la prensa porno y
amarilla estaban en primera línea de consumo de los colombianos. Fuimos
acercándonos poco a poco a cada uno de ellos, hasta descubrir, que lo que tenían
en común era que se expresaban a través de una estructura melodramatica de la
comprensión de la realidad..
Descubrir
que el género "melodrama" tenía tal aceptación nos llevó a sentar una primera
hipótesis: si grandes públicos se yen representados en él, es porque por allí
pasan elementos fundamentales de procesos de identificación de grupos cultural,
social y económicamente diferentes ¿Cuales son esos elementos?
Para
encontrar esos elementos decidimos concentrarnos en el estudio del melodrama
ubicado en el campo de la comunicación, que es el que nos compete. En esta
iniciativa nos encontramos con otros, como ya se explicará más adelante.
De aquí, la
existencia del texto que se presenta a continuación (1985-1988). Contiene dos de
los estudios analizados sobre la telenovela en Colombia y, en este sentido,
corresponden tan sólo a un aspecto de la investigación general. Sin embargo,
deseamos hacer esta primera entrega porque consideramos que constituyen en sí,
textos autónomos que hacen un aporte al estudio de esta temática en Colombia,
desde una perspectiva nueva que no condena la telenovela sino que la explora.
Los dos
textos abordan el tema desde ámbitos distintos. E! primero hace un fructífero
esfuerzo por realizar una historia de la telenovela enmarcada en la historia de
la televisión y del país, de los últimos 30 años. Clemencia Rodríguez, su
autora, consagró un año a recoger, a través de entrevistas con sus fundadores y
principales creadores y protagonistas, la experiencia en las demandas de la
historia social y política del país.
Patricia
Téllez, en el segundo texto, hace un revelador análisis de lo que representan
los programas de género melodramático en el contexto de la programación general
de la televisión.
Ambos
estudios buscan ser explicativos sobre aspectos concretos de la telenovela. El
primero la pone en relación con la sociedad, la historia reciente y las demandas
de una industria televisiva en expansión, donde juega papel importante el
protagonismo de quienes la han impulsado. El segundo la enmarca en la lógica
jurídica e institucional del medio y de la manera como el carácter mixto de la
televisión colombiana, deja en manos de la empresa privada las decisiones de
programación.
La
publicación de estos dos textos no invalida una próxima publicación que
contendrá los resultados del estudio general, en la cual, estos dos aportes,
serán capítulos enmarcados en una interpretación más global sobre la Telenovela
en Colombia.
Agradecemos
la constante y magnífica orientación que a estos estudios ha hecho el doctor
Jesús Martín Barbero de la Universidad del Valle, gestor y coordinador de la
investigación general sobre el Melodrama Televisivo en Colombia y en América
Latina.
*
Llamamos telenovela al melodrama televisivo diario. Otros
dramatizados semanales y ocasionales no implican necesariamente
continuidad en la trama.
©2011 Mama Coca. Favor compartir esta información y ayudarnos a divulgarla citando a Mama Coca.