Las fumigaciones estatales están sentenciadas

 

No se entiende cómo, con los conocimientos existentes, se pueda siquiera vislumbrar el reinicio de las fumigaciones; y eso en medio de un clamor popular mundial y un proceso de paz en contra. ¿El Gobierno Santos realmente pretende reiniciar las fumigaciones el 15 de febrero? Aduce el gobierno que el “cese de fuego” de las aspersiones químicas desde octubre 2013 responde al tiempo requerido para reforzar el blindaje de los aviones por la seguridad de los pilotos estadounidenses

Hagamos memoria. En 1978, el INDERENA, ante la inminencia de las primeras aspersiones químicas, le mandó una carta al Gobierno pidiendo “previsión”. Hasta la Unión Europea ha advertido sobre los temores fundados de las fumigaciones para Colombia y la cooperación. Incluso la Corte Constitucional en sentencia No. C-176/94 invoca al Estado colombiano a “reservarse para evaluar el impacto ecológico de las políticas contra el narcotráfico ya que la persecución del narcotráfico no puede traducirse en un desconocimiento de la obligación que tiene el Estado colombiano de proteger el medio ambiente, no sólo para las generaciones presentes sino también para las generaciones futuras.”.

El Estado ha sido demandado desde 1986 y reciente sentencia le precisa que las fumigaciones no son puntuales y afectan el entorno, semovientes, bosques y cultivos de pancoger. Los economistas han estudiado la medida y señalan que es una plata pesimamente invertida pues no cumple su cometido de acabar con la coca ilícita.

Además del consumo de insumos químicos en la agricultura y expansión de los cultivos ilícitos, para los cuales la Reforma Tributaria del 2012 provee incentivos arancelarios, se afirma que el gobierno asperja hasta 12 litros por hectárea de coca de una mezcla hasta 26 veces más potente que la utilizada comúnmente. Una mezcla (y una medida) que ningún otro país del mundo permite. La UNODC/ONUDD informa que, sólo desde 1995, el Estado ha fumigado casi 2 millones de hectáreas. Es alta hora de rectificar y comenzar gradualmente a sustituir nuestro intenso uso de químicos para mancomunadamente irnos adecuando a las exigencias agroecológicas de los mercados; proteger nuestros recursos; y preparar nuestro futuro comercio agrícola internacional.  

Los campesinos sugieren que los fondos ahora destinados a las aspersiones se inviertan en desarrollo rural integral. Se han propuesto cientos de proyectos alternativos campesinos, con y sin coca. La ganadería también sufre por las embestidas químicas. El Congreso ha buscado leyes para proteger a uno y otros. También ha permitido, sin mayor control político, que nos fumiguen. Las FARC, por su parte, recientemente, sometieron una sensata propuesta de manejo integral de los cultivos y solicitaron actos de buena fé de parte del gobierno de Estados Unidos.  

El cambio de paradigma ajustado a las realidades locales pasa por tomar decisiones de interés nacional con visión de futuro. ¿En qué —o a quién— benefician las fumigaciones? La disyuntiva de si se fumiga ya no existe. La consideración de peso actualmente es cuál es la fórmula más racional de pasar a un desarrollo sostenible y más allá de las “drogas” y su dependencia.

María Mercedes Moreno -3 de febrero 2014