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Glifosato: un debate sesgado
Sábado 4 de 
junio
El 22 de 
abril pasado se presentó oficialmente un estudio independiente, es decir, sin 
intervención del Gobierno nacional, sobre los "Efectos del Programa de 
Erradicación de Cultivos Ilícitos,  mediante 
la aspersión aérea con herbicida Glifosato de los Cultivos
 Ilícitos en la Salud Humana y en el 
medio ambiente en Colombia". El  informe 
se preparó para la Comisión Interamericana para el Control del
 Abuso de Drogas (Cicad), división de la 
Organización de Estados  Americanos 
(OEA), en respuesta a la solicitud formulada por los
 gobiernos de Colombia, los Estados 
Unidos y el Reino Unido, por parte de cinco científicos, encabezados por el 
doctor Keith R. Solomon, del Centro del Toxicología y del Departamento de 
Biología  Ambiental de la Universidad de 
Guelph, Canadá.
La conclusión 
del estudio fue, en síntesis, que el herbicida Glifosato,
 componente de la mezcla que se utiliza 
en el programa de erradicación  de 
cultivos ilícitos en Colombia, no presenta riesgo significativo para
 la salud humana, y en cambio es mucho 
mayor el daño ecológico generado  por el 
cultivo y producción de narcóticos, debido a la tala y quema de
 bosque y selva nativa, así como por el 
uso de plaguicidas, pesticidas y  otras 
sustancias y precursores químicos utilizados en el procesamiento
 de drogas ilícitas. Antes de que 
cualquiera se tomara el trabajo de  leer 
atentamente el contenido del denso estudio, se levantó una ola de
 reacciones emotivas y demagógicas contra 
el informe, bajo el supuesto  de que era 
el soporte que estaba esperando el Gobierno para hacer
 efectiva la Resolución 0013 de junio del 
2003, que autoriza fumigar  cualquier 
parte del territorio nacional con presencia de cultivos
 ilícitos, incluidos los Parques 
Nacionales Naturales.
Según los 
protestantes, se quería arremeter contra el Sistema Nacional
 de Parques Nacionales Naturales, una 
superficie de 10 millones de  hectáreas 
repartidas entre 51 parques, nueve santuarios de flora y
 fauna, dos reservas naturales, un área 
natural única y una vía de  parques. 
Mejor dicho, que se pretendía prácticamente fumigar el "banco
 genético de la nación". Una falacia 
absoluta porque, realmente y por  fortuna 
para Colombia, el cáncer de los cultivos ilícitos apenas está
 llegando a esas reservas, pero lo está 
haciendo de una manera tan  agresiva que 
el Gobierno, como es su obligación, está tratando de
 hacerle frente de la manera más eficaz y 
con los menores daños para la  biodiversidad. 
Según el Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos,
 Simci, en el 2003 se había 3.790 
hectáreas de coca en 18 Parques, lo  que 
frente a las 6.057 detectadas en el 2001, representa una notable
 reducción del 38%. Los datos 
consolidados del 2004 no se conocen  oficialmente, 
pero se ha detectado un preocupante incremento de 1.152 a
 2.630 hectáreas en la Sierra de La 
Macarena. Los datos de la CIA son  más 
escabrosos: las hectáreas cultivadas en los parques superarían
 hasta en un 300% los cálculos del Simci 
y asegura que en el 2004 había  6.550 
hectáreas en solo 6 reservas naturales, con la Sierra de la
 Macarena en el primer lugar, seguida de 
Nukak, Catatumbo-Barí, Tinigua, La Paya y la Sierra Nevada de Santa Marta.
En ayuda de 
los demagogos apareció el 11 de mayo un documento titulado
 Observaciones al "Estudio de los efectos 
del programa de Erradicación  de Cultivos 
Ilícitos mediante la aspersión aérea con el herbicida
 Glifosato y de los cultivos ilícitos en 
la salud humana y en el medio  ambiente", 
preparado por seis profesores del Instituto de Estudios
 Ambientales, Idea, de la Universidad 
Nacional de Colombia, encabezados  por el 
agrólogo Tomás León Sicard, quien a propósito publicó el 22 de
 mayo un resumen del mismo en el 
periódico UN, de la Nacional, y había  participado 
el 17 del mismo mes en el sonado debate a la ministra del
 Medio Ambiente en la Comisión Quinta del 
Senado, como invitado especial del senador Robledo.
Nosotros 
leímos atentamente los dos documentos y no vemos cómo - en
 palabras de Daniel Samper - "el análisis 
de la UN pulveriza el trabajo  de la 
OEA", a no ser que él entienda por pulverizar el uso y el abuso
 de frases descalificadoras contra los 
autores del estudio y, lo que es  más 
grave, la deformación de sus conclusiones, atribuyéndoles lo que no
 dijeron. Por ejemplo, se afirma que en 
el estudio ".palabras más  palabras 
menos, se concluye que el glifosato . no genera impactos ni
 ambientales ni sobre la salud humana. 
Para sustentar esta descabellada  tesis, 
los autores apelan a muchos malabarismos que son aceptados en el
 ejercicio de la investigación 
científica.", cuando, como ya lo  señalamos, 
lo que se concluye del estudio es que "los riesgos
 adicionales asociados con el programa de 
aspersión son pequeños". Lo  que sí dice 
el estudio y que los profesores de la Nacional dejan de
 lado, es que el glifosato se utiliza 
ampliamente en la agricultura y  para 
fines totalmente diferentes a la erradicación de la coca y la
 amapola y que sólo entre el 10% y el 14% 
del uso total en Colombia es  para el 
programa de erradicación. Además, que la aspersión aérea en
 nuestro país se realiza con modernas 
aeronaves y equipo de aspersión de  última 
generación, similar al utilizado en la aspersión de bosques en
 otras partes del mundo, con el que se 
identifican con gran precisión  los 
cultivos blanco u objetivo y la documentación electrónica de los
 sitios y áreas que se van a asperjar. De 
modo que "la probabilidad de  asperjar 
accidentalmente sitios que no estaban en la mira es poca y se estima que es 
menos del 1% del total de la superficie asperjada".
Definitivamente, quien quiera formarse una idea cabal del trabajo del equipo del 
Dr. Solomon - integrado además por un profesor de la
 Complutense de Madrid; un investigador 
del Ministerio de Agricultura  brasileño; 
el director del Marshall Agroecology Limited, del Reino
 Unido, y una profesora del Departamento 
de Ciencias de la Salud Pública  de la 
Universidad de Toronto, Canadá - y a su vez justipreciar las
 críticas de los profesores de la 
Nacional, tiene que despojarse de  prejuicios 
y examinarlos cuidadosamente. Por nuestra parte, creemos que
 la insinuación que descalifica a los 
primeros como simples  "contratistas", 
fletados para producir un estudio a gusto de quienes
 les estaban pagando, es simplemente una 
infamia que no se compadece con  el 
prestigio de la Universidad Nacional y menos con la gravedad del tema en 
cuestión.
La principal 
diferencia entre los dos enfoques es que el del profesor
 Solomon "excluye los aspectos sociales, 
políticos y económicos" y "se  basa en la 
ciencia", al paso que el de los profesores de la UN se funda
 esencialmente en esos aspectos, lo que 
quedó más patente por el hecho  de que 
fue presentado en el Senado, en debate cuyo principal impulsor
 fue el senador Robledo, ampliamente 
conocido por su virulento  antinorteamericanismo 
y antiuribismo. En esta oportunidad nosotros le 
 creemos al grupo multinacional.
	
Martes 7 de 
junio
La SAI alerta 
sobre abusos desde la U. En pronunciamiento que merece cuidadoso análisis, la 
Sociedad  Antioqueña de Ingenieros y 
Arquitectos ha puesto el dedo en la llaga de  los 
abusos que, aprovechando las ventajas que concede la Ley 80 a las
 universidades, se vienen dando en 
actividades de investigación,  consultoría 
y asesoría, y en algunos casos en ejecución de obras, para
 entidades públicas, principalmente. Al 
gremio le preocupan tanto la  competencia 
desleal a las firmas consultoras como el aprovechamiento
 indebido del prestigio de las 
universidades. En su denuncia deja  entender 
que al poder eludir las licitaciones, los universitarios
 pueden trabajar con estudiantes mal 
pagados y profesores inexpertos,  que no 
tienen que responder por los resultados de su trabajo, pues
 están cubiertos por el buen nombre de 
las instituciones que los avalan, así no los controlen.
Recogemos con 
el mayor interés la preocupación del organismo que
 actualmente preside el ingeniero Alvaro 
Villegas Moreno, pues viene  como anillo 
al dedo para otro de los desbalances entre el denso
 análisis resultante del estudio "Efectos 
del programa de erradicación  de los 
cultivos ilícitos mediante la aspersión aérea con herbicida
 glifosato en la salud humana y en el 
medio ambiente", realizado por un  grupo 
de investigadores de varias instituciones internacionales, de
 cinco países, para el Cicad de la OEA, y 
el documento de Observaciones  a ese 
estudio, elaborado por el profesor Tomás León SIcard, director
 del Instituto de Estudios Ambientales, 
Idea, de la Universidad  Nacional, sede 
Bogotá y cinco de sus auxiliares.
El equipo que 
el Cicad de la OEA reunió para la realización de este
 estudio está integrado por expertos de 
las universidades Complutense de  Madrid, 
y Guelph y Toronto, de Canadá; un representante del Ministerio
 de Agricultura de Brasil; un agrólogo de 
un instituto de  investigaciones 
especializado del Reino Unido, y representantes del
 Instituto Nacional de Salud Pública y la 
Universidad Autónoma de  Chihuahua de 
México. Ellos concurrieron a este trabajo con su 
 trayectoria profesional y en representación de las universidades y
 centros de investigación a los que 
pertenecen y que avalan sus  conclusiones. 
Entre el febrero de 2004 y abril de 2005, este equipo
 trabajó en campo y laboratorio, 
recopilando las pruebas científicas y  realizando 
los análisis que sustentaron sus importantes conclusiones,
 que comentamos a espacio en nuestro 
editorial "Glifosato: un debate sesgado", del pasado sábado.
El estudio de 
la Universidad Nacional fue dirigido por el docente Tomás
 León Sicard, quien además de su título 
de Ph. D. en Agrología ostenta  una 
amplia trayectoria de militancia coincidente en temas y enfoques
 con el senador del Polo Democrático 
Independiente, Jorge Robledo, y es  director 
del Programa que realizó el estudio. En este trabajo tuvo el
 apoyo de dos estudiantes candidatos a 
doctores; un zootecnista, un  topógrafo y 
una ingeniera civil, subalternos del profesor Sicard. Este
 grupo de trabajo entregó sus 
Observaciones cuando apenas habían pasado  veinte 
días de la divulgación del estudio del Cicad y de inmediato,
 como recordamos el sábado, el mencionado 
documento se utilizó para  fines 
políticos contra el programa de fumigación y sus posibles usos en
 el combate a los cultivos ilícitos en 
los parques nacionales. 
Casos como 
este que, como ya hemos señalado, compromete la seriedad de
 la Universidad Nacional, le dan razón a 
la SAI en su temor de que las  universidades 
colombianas, y muy especialmente las que, como la
 Nacional, tienen el mayor número de 
centros de investigación, pueden  terminar 
avalando con su buen nombre estudios que se han realizado por
 grupos de precaria idoneidad, 
sospechosos de sesgo político,  enfrentadas, 
con pretensiones de descalificarlos, a trabajos que tienen
 el respaldo de universidades con 
reconocido prestigio internacional.  Aunque 
el estudio no se encuentra en el sitio web oficial de la
 Universidad, sí lleva su nombre y 
reclama ser fruto de uno de sus  centros 
de estudio, razones que han de motivar la preocupación de los
 directivos universitarios, a quienes les 
queda difícil permitir que, so  capa de 
la defensa de la libertad de pensamiento y expresión en las
 universidades públicas, se esté 
manipulando la trayectoria  investigativa 
del claustro, para darle disfraz científico a lo que es una forma de hacer 
política. 
Bienvenida, 
pues, la intervención de la SAI que llama a las 
 Universidades a concentrarse en la investigación para la innovación,
 allí donde pueda desarrollar nuevos 
métodos que pueden conducir al  mejoramiento 
de su docencia, y en la producción científica, que
 fundamenta el prestigio de los 
principales centros académicos del país.  Con 
el gremio antioqueño compartimos la preocupación porque se
 preserven las universidades como centros 
de conocimiento, no de  politiquería y 
otras mañas que contrarían el ser académico. Por ahora,
 centramos nuestro interés en la atención 
que las directivas de la  Universidad 
Nacional presten a un seudo estudio que no sólo fue
 divulgado utilizando el nombre del 
prestigioso centro sino que se hizo  público 
a través del periódico oficial del centro docente. Este intento
 de defraudación a la opinión pública 
nacional no tiene por qué pasar desapercibido.