DESAFIOS A LA FORMULACION DE UNA POLITICA PÚBLICA DE DROGAS PSICOACTIVAS BASADA EN LA EVIDENCIA Y LA CIENCIA[1]

 

A publicarse en Academia de Colombiana de Ciencias Económicas, “El estado actual y el futuro de la Teoría, la Política económica y el desarrollo multidimensional”, ensayos en memoria de Manuel Ramírez Gómez, 2014

 

Francisco E. Thoumi[2]

 

I.                 INTRODUCCION

 

El enorme desarrollo del conocimiento científico moderno ha requerido una especialización muy grande, que ha llevado a que surjan muchos conflictos entre los paradigmas de las diferentes ramas del conocimiento. Por eso, los seminarios y debates académicos interdisciplinarios muchas veces no contribuyen a resolver problemas cuya naturaleza involucre a diversas disciplinas. Muchos de los argumentos académicos y de expertos se formulan solo desde la disciplina de cada cual. Por ejemplo en esos foros es frecuente que alguien afirme: “como economista concluyo que los mercados de drogas deben ser legales”. Pero ¿cómo se interpreta este aserto? ¿Será que otras disciplinas que lleven a conclusiones diferentes están erradas? Si la recomendación no es aceptada por los artífices de política y no se pone en práctica, ¿será que dichos artífices son ignorantes o corruptos?, ¿será que han desechado esos consejos y han aceptado los de otras disciplinas? O simplemente ¿será que la afirmación es válida dentro del paradigma de una corriente de la economía pero no de las demás ciencias? Pero si es así, ¿se pueden obtener reglas racionales que indiquen cuándo y cómo elegir los consejos y recomendaciones de una ciencia como la economía sobre los de otras como la ciencia política, la sociología, o la medicina, o los de estas sobre las de la economía? En realidad el economista que hace la propuesta de legalización no tiene respuestas satisfactorias a estas preguntas; él tiene su “verdad” de economista y mientras la discusión se mantenga dentro de su círculo profesional, formado por quienes comparten su paradigma, encontrará apoyo y no tendrá que enfrentar posiciones que no pueda discutir cómodamente. El hecho es que los asuntos relacionados con las drogas psicoactivas son multidimensionales e involucran una multitud de disciplinas académicas, a lo menos la moral y la ética, la medicina, la neurociencia y la salud pública, el derecho, la psicología, la economía, la ciencia política, la sociología, la antropología, los estudios del medio ambiente, la estadística, las relaciones internacionales, la criminología, la geografía, la agronomía, la química y la biología.

La formulación de una política pública sobre drogas psicoactivas requiere por tanto  no solo entender  la multi- y pluri-dimensionalidad del problema, sino también la necesidad de emplear un enfoque metodológico que permita superar las diferencias entre las diferentes disciplinas científicas y la insuficiencia de los modelos tradicionales. El objetivo de este trabajo es analizar cuáles son  los principales obstáculos y problemas que se plantean al momento de la formulación de la política pública sobre drogas psicoactivas, y explorar las posibles soluciones.  En la segunda sección se analizarán los principales problemas que plantea el dialogo entre las diferentes disciplinas, así como al interior de las mismas. Para tal efecto se parte de una breve presentación de los conceptos  de “obstáculos epistemológicos” y “paradigmas”, propuestos por Bachelard y Kuhn, y se concluye con un análisis de la aplicación de los mismos al análisis de política pública. En la tercera sección, se analizan las limitaciones de la economía neoclásica y  la economía marxista para el análisis y la formulación de políticas sobre  drogas psicoactivas. En la cuarta sección se propone un modelo de análisis que recoge las reflexiones presentadas en las secciones segunda y tercera.

 

II.               OBSTACULOS EPISTEMOLOGICOS,  CREENCIAS,  PARADIGMAS Y CIENCIA 

La mayoría de los artífices, críticos y comentaristas de las políticas no son científicos, pero siempre buscan apoyar sus posiciones con argumentos que aparentemente tienen bases científicas, aunque en ocasiones apelan a la moral. Por eso, dado que la gente inteligente, honesta y educada proviene de diversas culturas y disciplinas académicas, es útil averiguar cuál ha sido la interacción entre estas y reseñar algunos de los avances en la teoría del conocimiento que permiten comparar la manera en que la academia forma el conjunto de saberes que configuran la ciencia.

 

A.              BACHELARD Y LOS OBSTACULOS EPISTEMOLOGICOS[3] 

A lo largo de la historia la producción y uso de las drogas psicoactivas han estado relacionados con la medicina, las religiones, la magia, el ocio, los rituales sociales y otras actividades humanas. En algunos sitios las drogas han sido usadas para comunicarse con la divinidad, los antepasados o los buenos y malos espíritus. Durante milenios la percepción que las sociedades han tenido sobre estas drogas ha sido acientífica, en el sentido de la ciencia moderna, aunque se haya basado en lo que cada cultura ha considerado en su momento como la forma legítima de llegar a la “verdad”. En la cultura occidental desde tiempos de la Grecia antigua ha existido una corriente de pensamiento que le da primacía a la razón sobre la tradición, la revelación, la intuición y los sentimientos como instrumentos para progresar en la cultura y el conocimiento. La ilustración de los siglos XVII y XVIII atacó las explicaciones del mundo basadas en la tradición, la religión y la ley natural establecida por Dios y las remplazó por una basada en la razón y la libertad individual, lo que permitió que cada individuo buscara su “verdad” (Shapiro, 2003). Esta evolución promovió el desarrollo del pensamiento científico y los grandes avances tecnológicos que han ocurrido desde entonces. Sin embargo, a pesar de estos avances, muchas de las creencias y percepciones del pasado perduran y los saberes de la gente de hoy son el resultado de una combinación de creencias, algunas de ellas atávicas, y de logros científicos modernos. Por eso, algunas creencias sobre las drogas psicoactivas y sus usos continúan enraizadas en el pasado lejano. Por ejemplo, en las ceremonias católicas el vino se convierte en la sangre de Jesucristo, entre los indígenas andinos la coca se utiliza para adivinar el futuro y para identificar enfermedades y curaciones, en otras el yagé (ayahuasca) y el peyote se usan para comunicarse con los antepasados, la divinidad o el subconsciente.

Todas estas percepciones y creencias han estado influenciadas por, y a su vez han influido sobre la cosmovisión o Weltanschauung de cada sociedad.  Por eso en las ciencias, especialmente en las sociales, aunque los académicos estén convencidos de que son racionales, no lo son totalmente porque sus creencias, sentimientos, vivencias y personalidad influencian la manera en la que todos los humanos interpretan el mundo y la evidencia, y explican cualquier fenómeno. Tanto es así, que la vida académica está llena de conflictos interpersonales generados por choques entre grandes egos dominados por emociones[4].

Se supone que los académicos son en promedio, bastante más inteligentes y sin duda, más educados que el resto de la población[5]. Sin embargo, aunque estén entrenados para confiar en la razón, la aceptación de muchos avances científicos, especialmente en las ciencias sociales, no ha sido ni es fácil, porque implica reconocer que lo que se ha aprendido, enseñado e investigado debe revisarse drásticamente o aún rechazarse. Hacer esto es psicológicamente muy difícil para muchos porque, como se argumentó arriba, aunque la gente sea inteligente, las posiciones sobre temas fundamentales como el papel del estado y la relación de las personas con él, están influenciadas por las intuiciones de cada cual que fácilmente terminan prevaleciendo sobre la razón (Haidt, 2012).

Bachelard (1948) muestra como una gran parte de lo que se sabía antes de la ilustración no estaba basado en evidencia científica, definida en términos modernos, y que el avance del conocimiento requirió refutar muchos de esos saberes. Así, surge una gran diferencia entre el conocimiento ordinario compuesto por saberes obtenidos por medio de la experiencia común, y el conocimiento científico que lo refuta utilizando nuevas categorías que revelan propiedades y relaciones no disponibles a través de la percepción sensorial. Para Bachelard, el proceso de avance científico surge a través de rectificaciones graduales de errores precedentes superando los modelos teóricos aceptados. Dichas rectificaciones no se llevan a cabo tranquilamente y sin conflictos porque requieren vencer los obstáculos epistemológicos o barreras psicológicas que impiden o dificultan el aprendizaje de conceptos revolucionarios al interior de las ciencias; estos se presentan de manera interna en todos los sujetos que se enfrentan a nuevas realidades: “Cuando se investigan las condiciones psicológicas del progreso de la ciencia, se llega muy pronto a la convicción de que hay que plantear el problema del conocimiento científico en términos de obstáculos. No se trata de considerar los obstáculos externos, como la complejidad o la fugacidad de los fenómenos, ni de incriminar a la debilidad de los sentidos o del espíritu humano: es en el acto mismo de conocer, íntimamente, donde aparecen, por una especie de necesidad funcional, los entorpecimientos y las confusiones. Es ahí donde mostraremos causas de estancamiento y hasta de retroceso, es ahí donde discerniremos causas de inercia que llamaremos obstáculos epistemológicos" (Bachelard,  1948: 15).

La lista de obstáculos epistemológicos que considera Bachelard es larga y compleja. Entre los principales están los siguientes. El primer obstáculo es la observación o experiencia básica colocada por delante y por encima de la crítica (Ibídem: 27). Esta experiencia lleva a derivar “verdades” de manera acrítica que luego pueden resultar falsas. En el estudio de las drogas psicoactivas se encuentran muchos ejemplos de esta clase de obstáculo, como es el de quienes han tenido estrecho contacto con jóvenes adictos y de ahí concluyen que el consumo de drogas debe ser prohibido. Un ejemplo contrario es el de los colombianos o mexicanos que han padecido niveles de narco-violencia muy altos y concluyen que la única solución es la legalización de la producción, tráfico y consumo de drogas. En ambos casos la conclusión se deriva de experiencias que han dejado marcados a quienes afirman entender la “verdad” sobre el fenómeno. En ellos, los sentimientos y vivencias han jugado un papel clave en la formación de sus conclusiones.

Otro obstáculo epistemológico surge del conjunto de saberes que se aceptan como conocimiento general o convencional en cada sociedad. En cada cultura se generalizan grandes “verdades” que se vuelven lugares comunes y que pueden convertirse en obstáculos para comprender el mundo y los fenómenos sociales. Por ejemplo, dentro de la tradición Católica, de la creencia de que “Dios había hecho al hombre a su imagen y semejanza” se deducía que la creación tenía como fin principal el ser humano por lo que la  tierra era el centro del universo y de ahí se deducía que el sol giraba alrededor de ella. Esta conclusión era no solamente un saber aceptado en la Edad Media, sino que su rechazo era una herejía que podía ser sancionada con la muerte en la hoguera.  No sorprende que este saber haya sido un obstáculo muy grande para la comprensión del sistema solar y del universo en Europa.

Otros obstáculos surgen de las analogías y paralelismos entre diversos fenómenos. El animismo primitivo, posteriormente traducido en el organicismo griego, intentaba explicar el mundo por analogía con los procesos vitales. De igual manera, personas que han crecido en comunidades indígenas latinoamericanas tienden a creer en la existencia de espíritus dentro de muchos objetos naturales. Estas creencias pueden tener consecuencias positivas como el respeto del medio ambiente, pero están en grave conflicto con el conocimiento moderno. Una razón para el conflicto puede ser que el concepto de espíritu de los indígenas sea diferente al occidental, lo que implica simplemente que al dialogar, lo que uno afirma es distinto a lo que entiende el otro.

Algunos procedimientos científicos también pueden llegar a ser obstáculos epistemológicos cuando surgen métodos nuevos más certeros o cuando bloquean otras formas de análisis. Por ejemplo, los métodos de observación directa se convirtieron en un importante obstáculo epistemológico debido al énfasis puesto en ellos durante el siglo XVII por parte del positivismo inductivo. Esto condujo al rechazo de la metodología hipotético-deductiva y, en consecuencia, se vio afectado tanto el desarrollo como la aceptación de diversas teorías.

La filosofía de la ciencia de Bachelard se basa en su modelo de cambio científico fundamentado en la negación del conocimiento existente: “se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos, o superando aquello que, en el espíritu mismo, obstaculiza a la espiritualización” (Ibídem: 15). Sin embargo, estos obstáculos no están explícitamente formulados por aquellos a los que impulsan sino que operan más bien a nivel de supuestos implícitos o hábitos cognitivos o perceptuales. En consecuencia, Bachelard (1948: 238) propone desarrollar un conjunto de técnicas diseñadas para traer esas actitudes a nuestra conciencia reflexiva plena. Él habla de esas técnicas como efectuando un “psicoanálisis” de la razón.

En síntesis, para Bachelard la ciencia es discontinua pero progresiva, y en este proceso los errores constituyen una etapa esencial en el desarrollo de la ciencia y son preservados, en forma rectificada, por teorías subsiguientes (Ibídem: 281).  Por tanto el proceso de rectificación, es fundamental para el conocimiento objetivo, y de ahí la importancia de contar con elementos que permitan establecer los errores, y rectificarlos.

 

B.              KHUN Y EL PAPEL DE LOS PARADIGMAS 

Khun (2006) va más allá de los obstáculos epistemológicos y avanza la teoría del desarrollo científico basándose en el concepto de paradigma, rechazando la tesis del pensamiento científico tradicional o clásico, que veía el desarrollo de las ciencias sociales como un continuum en el que el conocimiento se acumulaba sobre lo anteriormente conocido. Para Khun el avance en las ciencias sociales es un proceso basado en rupturas y discontinuidades.

Kuhn observa que mientras los científicos naturales aparentemente no tienen controversias sobre las cuestiones fundamentales de sus respectivos campos, en las ciencias sociales estas son bastante comunes, y busca por tanto una explicación.  En esta búsqueda descubre la función que juega en el conocimiento científico lo que define con el nombre de “paradigma”: “logros científicos universalmente aceptados que durante algún tiempo suministran modelos de problemas y soluciones a una comunidad de profesionales” (Ibídem: 50).

Con base en esta noción de paradigma, Kuhn da una explicación histórica de los cambios producidos en la ciencia, apartándose del concepto tradicional de progreso acumulativo, y haciendo énfasis en el desarrollo de la ciencia como una sucesión de rupturas revolucionarias no acumulativas, donde se alternan periodos de “ciencia normal” y “revoluciones científicas”.

El concepto de “ciencia normal” en Kuhn está basado en el consenso: “Las personas cuya investigación se fundamenta en paradigmas compartidos se encuentran comprometidas con las mismas reglas y normas de práctica científica. Dicho compromiso y el aparente consenso que produce son prerrequisitos de la ciencia normal” (Ibídem: 71).

Para Kuhn la ciencia normal articula y desarrolla el paradigma en su intento de resolver los enigmas y problemas del mundo real: “La existencia de esta poderosa red de compromisos conceptuales, teóricos, instrumentales y metodológicos es la fuente principal de la metáfora que relaciona la ciencia normal con la resolución de un rompecabezas” (Ibídem: 15).

El significado de la ciencia normal se fundamenta en los logros, producto de la investigación en el ámbito de una comunidad científica, que son reconocidos como elementos fundamentales para la práctica ulterior, y posteriormente recogidos en los libros de texto que como “teoría aceptada, ilustran muchas o todas sus aplicaciones afortunadas y confrontan tales aplicaciones con ejemplos de observaciones y experimentos” (Ibídem: 70). Estos textos son empleados para entrenar a las nuevas generaciones de científicos en los problemas y soluciones legítimas del respectivo paradigma.

Para Kuhn la existencia de un paradigma es necesaria para que haya una ciencia normal. El paradigma se considera como una forma aceptada de resolver un problema en la ciencia y que sirve de modelo para la investigación y la formación de una teoría; y, como un conjunto de leyes, teorías, e instrumentos que son utilizados por “las personas que aprendieron los fundamentos de su campo con los mismos modelos concretos” (Ibídem: 71).

En el contexto de la ciencia normal la investigación se podrá desarrollar alrededor de tres núcleos (Ibídem: 91-92). Primero, la investigación sobre ciertos hechos que según ha mostrado el paradigma, son especialmente reveladores de la naturaleza de las cosas, y que tiene por objeto aumentar la precisión y profundizar el conocimiento en el campo respectivo. Segundo, la investigación sobre aquellos hechos que, aunque no sean de mucho interés, permiten comparaciones fácticas con predicciones extraídas de la teoría paradigmática. Consisten en desarrollos prácticos con base en conocimientos obtenidos en las teorías. Y tercero, trabajos empíricos con el objeto de articular la teoría paradigmática, resolviendo algunas de sus ambigüedades residuales y permitiendo la resolución de problemas que se habían señalado con anterioridad.

Esto lleva a que en el contexto de la ciencia normal la resolución de los problemas de investigación sea para Kuhn semejante a la solución de un rompecabezas: “Resolver un problema de investigación es lograr lo previsto de un modo nuevo […]. Quien conoce el éxito demuestra ser un experto en resolver rompecabezas, y el reto que representa el rompecabezas es una parte importante de lo que normalmente lo motiva” (Ibídem: 107).

No obstante, los períodos de investigación científica normal se caracterizan por ser bastante conservadores: “La ciencia normal […] se asienta en el supuesto de que la comunidad científica sabe cómo es el mundo. Gran parte del éxito de la empresa deriva de la disposición de la comunidad a defender dicha suposición, pagando por ello un considerable precio si fuera necesario” (Ibídem: 63).  Debido a que el grado de acuerdo con el paradigma que rige la respectiva ciencia determinará la pertenencia o no, a la comunidad científica, sus miembros difícilmente querrán apartarse del canon establecido. Lo que puede llevar, como resalta Kuhn, a situaciones en las que llegado el caso, “un paradigma puede incluso aislar a la comunidad de aquellos problemas socialmente importantes que no son reductibles a la forma de rompecabezas, debido a que no se pueden plantear en términos de las herramientas conceptuales e instrumentales que suministra el paradigma” (Ibídem: 108). En un caso extremo, una comunidad limitada por su ciencia normal puede terminar teniendo muy poco que decirle a la sociedad sobre sus problemas. No sorprende entonces que con frecuencia coloquialmente muchos se refieran a las universidades como torres de marfil y a las experiencias fuera de ellas como “la vida real”.    

Como resultado de lo anterior, en el contexto de la ciencia normal no se pretende encontrar novedades de hechos o de teorías (Ibídem: 127), para que esto ocurra será necesaria la existencia de anomalías y de su reconocimiento como tal por la comunidad científica: “El descubrimiento comienza tomando conciencia de una anomalía, es decir, reconociendo que la naturaleza ha violado de algún modo las expectativas inducidas por el paradigma que gobierna la ciencia normal” (Ibídem: 130).  Al hacerlo se experimentarán dificultades insolubles que darán lugar a un estado de crisis y de inseguridad: “El surgimiento de teorías nuevas se ve usualmente precedido por un periodo de profunda inseguridad profesional debido a que exige una destrucción a gran escala del paradigma, así como grandes cambios en los problemas y técnicas de la ciencia normal […] dicha inseguridad está provocada por el persistente fracaso a la hora de resolver como se debería los rompecabezas de la ciencia normal” (Ibídem: 151-152).

Esta situación conducirá a lo que Kuhn ha denominado como “revoluciones científicas”: “aquellos episodios de desarrollo no acumulativo en los que un paradigma antiguo se ve sustituido en todo o en parte por otro nuevo incompatible con él” (Ibídem: 185). Estas se dan cuando un nuevo logro o paradigma presenta nuevas formas de ver las cosas, y por consiguiente, no se trata de un proceso acumulativo logrado mediante la articulación o la extensión del paradigma anterior. En la medida en que el nuevo paradigma se enfoca y parte de diferentes problemas y presupuestos, cambian también las normas para resolver los problemas, y por consiguiente “la tradición científica normal que surge de una revolución científica no sólo es incompatible con lo anterior, sino que a menudo resulta inconmensurable” (Ibídem: 202).

En otras palabras se trata de una ruptura con el paradigma anterior, y a pesar de que durante un periodo pueda haber lo que Kuhn describe como un traslapo entre los dos paradigmas, el modo de solucionar los problemas será diferente desde el punto de vista del nuevo y el viejo paradigma. Y como resultado, “una vez consumada la transición, la profesión habrá cambiado su visión del campo, sus métodos y sus objetivos” (Ibídem: 176), y más específicamente, “cuando cambia la tradición de la ciencia normal, la percepción que tiene el científico de su medio ha de reeducarse; en algunas situaciones familiares, ha de aprender a ver una nueva Gestalt” (Ibídem: 213) o forma de concebir el mundo.

Esto sin embargo, no implica que el anterior paradigma esté mal, sino que simplemente no está en capacidad de dar respuesta a los nuevos problemas que surgen. Para Kuhn, una teoría nueva no tiene por qué estar en contradicción con sus predecesoras, sencillamente se ocupa de fenómenos desconocidos hasta este momento (Ibídem: 190).

Además, los paradigmas antiguos no mueren puesto que muchos de sus adherentes simplemente no tienen la capacidad o la fuerza para cambiar de paradigma. Para los de mayor edad, por ejemplo, adoptar un nuevo paradigma puede requerir el reconocimiento de que lo que han hecho anteriormente ha sido en vano. Por eso, los paradigmas mueren solamente con el tiempo si las nuevas generaciones no los adoptan y las viejas desaparecen.

Las ideas de Khun generaron un debate en filosofía y tuvieron críticos fuertes. En particular, el proceso de cambio de paradigma fue atacado como una simplificación que no se ajustaba a la realidad. Sin embargo, para los propósitos del estudio de las dificultades para discutir los temas relacionados con las drogas psicoactivas, la formulación de Khun es muy útil para entender los obstáculos para comunicarse entre las disciplinas y entre las diferentes corrientes de pensamiento de cada una de ellas.

 

C. LOS PROBLEMAS EN LA FORMULACION DE LA POLITICA PÚBLICA  

Las diferencias en las metas y metodologías de cada disciplina involucrada crean conflictos en los análisis de los fenómenos sociales. Por ejemplo, los antropólogos pueden buscar que las culturas indígenas perduren, mientras que los politólogos su asimilación a la corriente principal de las sociedades, y los sociólogos cómo lograrlo minimizando las fricciones sociales. La ciencia política puede recomendar la formulación e implementación de proyectos de desarrollo alternativo en zonas de cultivos ilícitos, pero la economía puede dictaminar que estos no son viables sin fuertes subsidios permanentes, y la agronomía puede mostrar que muchos cultivos aunque rentables en el corto plazo, no serían sostenibles en el mediano o largo plazo y la ciencia política que los subsidios no son viables políticamente. La meta de los ambientalistas podría ser el mantenimiento de los bosques nativos, pero la de los abogados el respeto a los derechos de propiedad y de explotación por parte de sus dueños legítimos.

El desarrollo de las universidades modernas organizadas en facultades y departamentos que estudian distintas disciplinas ha llevado a que los estudiantes con creencias, inteligencias y habilidades semejantes y concordantes con los métodos de cada disciplina se aglutinen dentro de cada una de ellas. Por eso, las interpretaciones de la evidencia predominantes en las distintas disciplinas son diferentes. No es de sorprender que las interpretaciones de los fenómenos económicos elaboradas por los economistas de la corriente principal u ortodoxa de la profesión sean muy diferentes a las de los de la corriente marxista o a la de los politólogos. Estas diferencias se reflejan en las inclinaciones políticas del profesorado. Por ejemplo, aunque en las universidades estadounidenses predominan los profesores liberales y los demócratas sobre los conservadores y los republicanos, las diferencias entre disciplinas son muy claras. Los departamentos o facultades que tienen menos profesores demócratas son los de economía, enfermería, ingeniería y administración de empresas. Este último es el único en el que el porcentaje de republicanos iguala al de los demócratas. En el resto hay más demócratas que republicanos, aunque en todas las disciplinas muchos no están afiliados a los partidos tradicionales (Rothman, Lichter y Nevitte, 2005: 6).

Las diferencias en las metodologías son también grandes y agravan la dificultad de establecer diálogos e interacciones fructíferas entre disciplinas. La economía prioriza la deducción y el uso de las matemáticas y los modelos abstractos mientras que otras disciplinas como la ciencia política, la sociología y la psicología confían más en la inducción basada en experiencias e investigaciones empíricas de donde debieran surgir los modelos. A lo anterior se agrega la tendencia frecuente de los analistas a desdeñar como inferiores los métodos que no se usan en su propia disciplina. No sorprende entonces que los politólogos consideren que los economistas no son realistas por su alto nivel de abstracción, mientras que los economistas neoclásicos afirmen lo mismo de los politólogos porque sus recomendaciones frecuentemente implican “derogar la ley de la oferta y la demanda” y además porque no son científicos serios puesto que no utilizan los métodos rigurosos del análisis matemático.

Las diferencias metodológicas también llevan a diferentes concepciones de la “verdad” las que dependen de los paradigmas y de las metodologías reconocidas como válidas dentro de cada disciplina. Utilizando el método deductivo se llega a “verdades” consistentes con los supuestos del modelo usado mientras que la inducción lleva a “verdades” consistentes con los hechos y evidencia examinados. Cada método tiene problemas. Por un lado, la deducción tiende a llevar a una “verdad” que puede tomar características de deber ser y de dogma, y que a su vez implícitamente supone que los factores no tenidos en cuenta por el modelo utilizado, o son irrelevantes, o no influencian sustantivamente el resultado. Por ejemplo, los modelos utilizados tanto por la economía neoclásica como la marxista son materialistas. La economía neoclásica se fundamenta en el principio de maximización de utilidades y de satisfacción personal y la marxista postula que la infraestructura de la sociedad formada por los medios de producción y las relaciones de producción entre las personas determinan los órganos sociales como las religiones, la familia y diversas asociaciones comunitarias, las cuales forman la superestructura y son simplemente formas de expresión de la infraestructura. Ambos modelos son hijos de la confianza en la razón y descuentan la importancia de la psicología, la sociología, y otras ciencias sociales en las explicaciones de la formación del comportamiento económico de la gente. Por eso Marx afirmaba que “el capital no tiene alma”.

Otra característica de los procesos deductivos es la frecuente confianza en raciocinios que empiezan con la formulación de supuestos o premisas que se suponen ciertos, y que utilizando una lógica deductiva rigurosa llegan a conclusiones que se presumen válidas mientras no se demuestre que la lógica usada sea falsa. No hay duda que en ciencia hay muchas deducciones válidas, pero cuando se trata de fenómenos sociales complejos, obtener conclusiones basadas en pocos supuestos es muy arriesgado pues siempre hay una probabilidad, a veces alta, de que el fenómeno analizado tenga aspectos importantes no capturados por los modelos basados en dichos supuestos, que actúan como el conjunto de principios fundamentales de la teoría. Por eso es necesario verificar empíricamente la validez de la conclusión obtenida cada vez que se hace una nueva deducción. Si esto no se hace, en una cadena de deducciones al aceptar la cuarta o quinta deducción como válida, realmente se puede estar haciendo un acto de fe y podríamos estar discutiendo, como en la edad media, cuál es el sexo de los ángeles. Sin embargo, el proceso de verificación empírica no es fácil porque tiende a ser válido dentro de un paradigma, pero muchas veces no hay un consenso al respecto entre los diferentes paradigmas de una disciplina y dentro de las diversas disciplinas.

Por otro lado, las conclusiones obtenidas por métodos inductivos pueden ser consistentes con diversos modelos, los que debido a que tienen diferentes supuestos llevan a conclusiones o “verdades” diferentes. Así, al explicar el voto de un elector, es posible concluir que votó por interés económico personal, o que lo hizo por principio o convicción política, o porque fue sobornado, o simplemente porque el candidato o candidata le pareció atractivo físicamente[6], o que tiene más carisma. De igual manera, cuando una persona compra un artículo de marca, esta decisión puede deberse a que el producto es funcional para el uso que busca la persona, a que la marca es una garantía de calidad o a que es un símbolo de estatus. En cada uno de estos casos las creencias del analista influencian la respuesta elegida.

Además, las conclusiones obtenidas inductivamente no son fácilmente generalizables a contextos diferentes del que se derivaron. Por ejemplo, a mediados de los años setenta un reconocido profesor de la Universidad de Princeton circuló un borrador de un estudio sobre el sistema político colombiano en el que concluía que la democracia colombiana era excepcionalmente fuerte porque en 1958 se había elegido un presidente liberal, en 1962 un conservador, en 1966 un liberal, en 1970 otro conservador y en 1974 otro liberal. Esto mostraba que los cambios en el poder entre los partidos eran pacíficos y respetaban las instituciones democráticas, lo cual no ocurría fácilmente en otros países en desarrollo. Afortunadamente para la reputación del profesor, antes de que el ensayo circulara fuera de un círculo reducido, un colombianista serio le explicó que el “Frente Nacional” formado para controlar la violencia partidista, requería la alternación presidencial y había dividido el botín burocrático entre los dos partidos en partes iguales, creando de facto, un cartel del poder político que era bastante anti democrático.

Otro problema surge del hecho de que en cada disciplina las grandes simplificaciones requeridas para formular rigurosamente los modelos se justifican como una manera para llegar a la esencia de los fenómenos, descartando lo que es innecesario. Infortunadamente muchas veces no se sabe a priori lo qué es importante, accesorio o marginal y con frecuencia lo que se considera importante en el modelo termina siendo determinado por la capacidad del autor para formular el problema dentro de los parámetros aceptados por la ciencia normal de su paradigma, y no por la importancia de cada factor. Por eso, muchas veces cuando se utilizan modelos en los que se han hecho grandes simplificaciones, la probabilidad de que las políticas recomendadas no lleven a los resultados buscados es alta.  Además, las simplificaciones y la limitada capacidad de formulación rigurosa, implícitamente condicionan las recomendaciones de política. Por ejemplo, los análisis del mercado en la economía marxista, llevan a recomendaciones incompatibles con las de la economía neoclásica. Para el marxismo las transacciones en mercados no controlados por el estado, especialmente los laborales, son relaciones de poder entre desiguales en las que un actor explota a otro por lo que los mercados deben ser estrictamente controlados por el estado. Pero para la economía neoclásica son simplemente intercambios en los que todos los actores ganan por lo que se debería confiar en el mercado libre. Para unos son juegos de suma cero y para otros son juegos gana-gana. Para los politólogos los asuntos de drogas son una expresión de poder; pero los antropólogos resaltarían el uso cultural de las drogas, los sociólogos la demanda y la oferta de drogas como resultado de la estructura e instituciones sociales, los abogados enfatizarían la legislación sobre drogas, el crimen y los derechos humanos; los médicos sus efectos sobre la salud, los estadísticos la necesidad de cuantificar el fenómeno, y los psicólogos las características personales de los productores, traficantes y usuarios de drogas.

Cada disciplina involucrada en el análisis de las políticas contra las drogas implícitamente impone restricciones a las soluciones posibles. Por ejemplo, la economía requiere una solución viable financieramente, el derecho que sea consistente con las leyes, las asociaciones médicas rechazan los usos de las drogas que la profesión considere que son nocivos para la salud (aunque hay médicos que pueden tolerar usos regulados), los internacionalistas resaltan la necesidad de tener políticas consistentes con las normas internacionales y la estructura de poder mundial, los politólogos que estas sean consistentes con la estructura de poder nacional, y así sucesivamente. Estas posiciones surgen de los paradigmas consensuados prevalecientes en cada disciplina. Esto lleva a recordar una regla fundamental de la lógica: “al aumentar el número de restricciones que se ponen a la solución de cualquier problema, disminuye el conjunto posible de soluciones consistentes con todas las restricciones, al punto que puede llegar a ser el conjunto vacío”. En otras palabras, si se aceptan las restricciones impuestas por cada disciplina de manera individual y de los diferentes paradigmas de cada una de ellas, es probable que no haya una solución que no viole alguna restricción, es decir, que contradiga lo que una disciplina o corriente de pensamiento considera como solución aceptable. Cuando esto ocurre, cualquier política podría ser criticada desde la perspectiva de la disciplina o corriente cuya restricción se ha violado lo que generaría un choque entre paradigmas.

Los ejemplos al respecto abundan. Un análisis económico neoclásico puede concluir que a Colombia le conviene desarrollar la agricultura moderna que requiere empresas que exploten grandes extensiones de tierra. Pero un análisis político o sociológico puede concluir que se debe fortalecer la economía campesina aunque sea menos eficiente en términos económicos. En un caso la meta de una disciplina es aumentar el ingreso, en el otro, mantener o lograr la estabilidad social y minimizar la violencia. Conflictos semejantes se pueden presentar cuando la antropología apoya la protección de tradiciones y creencias de comunidades nativas aunque por ejemplo, estas no permitan que el estado cobre por servicios de agua y alcantarillado, (“el agua es un regalo de Pachamama que el estado no nos puede quitar”) o que desarrolle zonas con alto potencial económico pero que son sagradas para alguna comunidad y por eso no alterables.

Cuando una política se formula desde una disciplina o corriente de pensamiento frecuentemente no tiene en cuenta muchas de sus consecuencias posibles. Las políticas recomendadas desde la perspectiva de una disciplina no consideran los problemas económicos, políticos o sociales que puedan generar. Así, puede ser políticamente correcto congelar precios o aumentar el gasto público sin considerar los efectos económicos generados por la pérdida de ingreso de los productores afectados o por los requisitos de financiación del gasto; y viceversa, económicamente correcto liberar el mercado sin considerar las consecuencias políticas y sociales de tal medida.  Por eso, con frecuencia cuando una política tiene consecuencias indeseables muchos analistas se refieren a estas como “consecuencias no buscadas”. Desde el punto de vista de los artífices e inspiradores de la política estas pueden ser “no buscadas”, pero en la mayoría de las veces ellos no pueden argumentar que son inesperadas o impredecibles. El punto es que estas aparecen cuando la formulación e implementación de las políticas se hacen usando modelos que no han tenido en cuenta todos los aspectos relevantes del fenómeno que se quiere regular o promover.

Además, la mayoría de los economistas, politólogos y otros científicos sociales consideran que es importante dar recomendaciones de política. A diferencia de la medicina, quienes estudian la sociedad difícilmente aceptan que no tienen bases suficientes para recomendar políticas y soluciones a los problemas enfrentados. Por el contrario, cuando alguien va al médico y este concluye que la persona tiene una enfermedad incurable o simplemente algo que el médico no puede diagnosticar, la persona acepta esta limitante, y le paga la consulta sin reprocharle por no curarla. En las ciencias sociales la gran mayoría de los analistas no reconocen esas restricciones y emiten recomendaciones de política para “resolver” el problema en cuestión aun cuando en rigor estas no tengan ninguna probabilidad de éxito. Las razones para esto son diversas:

·                  Primeramente algunos necesitan creer que saben, lo que se convierte en un obstáculo epistemológico que no permite que el experto reconozca que no encuentra soluciones a los problemas que enfrenta y que supuestamente hacen parte de su disciplina académica que ha estudiado por años.

·                  Algunos que tienen intereses políticos, posiciones burocráticas o de consultoría sienten la necesidad de formular recomendaciones para poder mantener sus ingresos, promover sus carreras o lograr sus fines políticos.

·                  Además, la diversidad de paradigmas y de posiciones aparentemente legítimas, permite defender la posición tomada mostrando ejemplos de trabajos semejantes reconocidos como rigurosos, que no tienen en cuenta o no se preocupan por las anomalías encontradas en el análisis.

No sorprende entonces que a pesar de las soluciones propuestas a la pobreza, la desigualdad, el narcotráfico, el consumo de drogas, la corrupción, y muchos otros males sociales, estos perduren.

 

III. EL PAPEL DE LA ECONOMIA CONDUCTUAL 

La teoría económica neoclásica y la marxista que han dominado las facultades de economía en el mundo occidental durante un siglo, son hijas de la Ilustración y de la confianza en la racionalidad humana y se basan en el supuesto del hombre racional que maximiza sus beneficios económicos. La economía del comportamiento o economía conductual desarrollada durante las últimas décadas presenta un desafío a dichas teorías y avanza hacia la creación de un nuevo paradigma económico.  Estos desarrollos muestran que las motivaciones de los humanos y su forma de comportamiento son mucho más complejos y están influenciados por emociones y vivencias que generan intuiciones y por las limitaciones de los sistemas del cerebro a través de los cuales las personas procesan la información que reciben sobre el mundo y la vida.

Estudios empíricos muestran los límites de la confianza en la razón como instrumento de análisis objetivo y cuestionan su validez. Hace ya 30 años la teoría PRIME sobre el comportamiento (Buck, 1985), que fue ampliamente validada por estudios analíticos, es “una forma integrada de pensar sobre las emociones y la motivación en sus diversos aspectos fisiológicos, expresivos, y cognitivos de la motivación”.  Robert West aplicó esta teoría en sus extensos trabajos sobre la adicción al tabaco y concluyó que “en cada momento de nuestras vidas generalmente actuamos en la búsqueda de lo que más deseamos o necesitamos en ese preciso momento. Las creencias y los planes pueden influenciar el comportamiento solamente generando deseos y necesidades momentáneas. Los deseos y las necesidades influencian el comportamiento generando impulsos e inhibiciones momentáneos” (www.primetheory.com). Esto implica que el comportamiento humano no es consistente en el tiempo porque los deseos y necesidades percibidos por las personas varían en él, y confirma que en muchas decisiones las personas enfrentan conflictos entre su razón y sus sentimientos. Esto hace que los comportamientos en algunas ocasiones sean impredecibles y en otras aun lleguen a ser, caóticos[7]. En otras palabras, las personas frecuentemente actúan de manera contradictoria y conviven con sus contradicciones. Usando la terminología acuñada por Richard Thaler (1992), hay dos clases de sujetos de las teorías, los “econos” de la teoría económica tradicional que supone que la gente “es altamente racional, súper racional, y sin emociones. Ellos pueden calcular como un computador y no tienen problemas de autocontrol”, y los “humanos”, imperfectos, inconsistentes, pero reales cuyos comportamientos pueden ser erráticos e inconsistentes.

Los trabajos de los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky sentaron varias de las bases para la economía del comportamiento y dan luces para entender la interacción entre la razón y las intuiciones[8]. Kahneman (2012) presenta de manera detallada “la teoría de las perspectivas o prospectivas” que incorpora los hallazgos obtenidos en trabajos empíricos. Un primer hallazgo es la existencia de dos mecanismos con los que los humanos procesan la información y generan interpretaciones y creencias sobre la realidad, el “sistema 1 que piensa rápido” y el “sistema 2, que piensa despacio”. Los sistemas 1 y 2 están siempre activos mientras permanecemos despiertos. El sistema 1 aplica las intuiciones que la persona ha elaborado por medio de sus vivencias, sentimientos y emociones y actúa automáticamente y el sistema 2 que tiene la capacidad de utilizar la razón pero se halla normalmente en un confortable modo de mínimo esfuerzo en el que solo una fracción de su capacidad está ocupada. Todo ser humano tiene que tomar decisiones continuamente pero la información requerida para hacerlo rigurosamente es muy grande y muchas veces difícil de obtener. Para ilustrar esto basta con ir a un supermercado y tratar de decidir cuál de los 30 o más cereales disponibles uno debe comprar. Cada cual tiene un precio  pero las cantidades son distintas y los contenidos de vitaminas, azúcar, grasas, sabores, consistencias, etc., varían. Una decisión puramente racional requeriría un modelo que compare las características de cada cereal y su precio con las de los demás. Esto no solamente implica dedicar tiempo para recopilar la información sino saber manejar las técnicas matemáticas para poder llegar a la decisión óptima. Por eso, los humanos han aprendido a usar sistemas heurísticos o atajos que faciliten estos procesos. “El sistema 1 hace continuamente sugerencias al sistema 2: impresiones, intuiciones, intenciones y sensaciones. Si cuentan con la aprobación del sistema 2, las impresiones e intuiciones se tornan creencias y los impulsos, acciones voluntarias. Si todo se desarrolla sin complicaciones, como ocurre la mayor parte del tiempo, el sistema 2 acepta las sugerencias del sistema 1 con escasa o ninguna modificación. Generalmente damos crédito a nuestras impresiones y cumplimos nuestros deseos, y eso está bien…por lo común”  (p.39-40).

El sistema 2 es perezoso; aprender cuesta trabajo y muchas veces es aburrido, mientras que aceptar y validar intuiciones, especialmente cuando muchas de ellas han funcionado bien en el pasado, es mucho más sencillo y fácil que ponerlas en tela de juicio. Por eso con frecuencia cuando se busca solucionar un problema, la persona apela a la heurística, o sea a reglas prácticas para solucionar problemas; esta estrategia sacrifica rigor pero es un atajo que el sistema 1 ha utilizado con bastante éxito en muchas ocasiones, por lo que le tiene confianza.

Otros hallazgos referentes al comportamiento económico incluyen formas de valoración diferentes a las postuladas por la economía ortodoxa. Por ejemplo, cuando hay que decidir qué bien comprar, cuando hay un punto de referencia sobre los posibles precios, (o lo que Kahneman llama un “ancla”) estos se utilizan como base para tomar una decisión, la que es muy diferente a cuando la persona enfrenta la misma situación sin tener referencias de precios o de transacciones previas. El ancla permite que el comprador sienta si paga demasiado, si compra una ganga o si paga el precio normal. Este proceso no es consistente con la teoría tradicional del consumidor “econo” que implica que la decisión racional debería basarse en la comparación entre la satisfacción que la persona espera obtener del consumo del bien y la insatisfacción causada por la pérdida de dinero usado para comprar el bien o servicio consumido, independientemente de la información que pueda tener sobre los precios a los que bienes y servicios semejantes hayan sido transados anteriormente. Otro hallazgo es que la posesión de un bien o activo genera sentimientos de apego, lo que hace que la separación sea dura, es decir, psicológicamente costosa. Por ejemplo, una persona que busca una casa donde vivir y enfrenta la elección entre dos viviendas de igual precio en las que no ha vivido, prefiere la que más le gusta. Sin embargo, cuando ha vivido en alguna, y genera apego, le es más difícil mudarse aunque muchas veces el cambio pueda ser más beneficioso.  Asimismo, aceptar pérdidas con un activo que se ha poseído genera más insatisfacción que la pérdida de una ganancia esperada de la misma magnitud, pero que no se había concretado. Esto hace que por ejemplo, cuando un inversionista en la bolsa necesita efectivo, tiende a vender acciones ganadoras en lugar de aquellas en las que ha perdido dinero, independientemente de las expectativas de rendimiento futuro de cada acción. En la teoría económica tradicional se argumenta que “las pérdidas del pasado, quedaron en el pasado” y no deben afectar las decisiones futuras, pero en la realidad a la gran mayoría de la gente le es difícil aceptar esas pérdidas, las que afectan sus decisiones hacia el futuro. Por eso, una vivienda en donde se haya tenido buenas experiencias es un obstáculo para mudarse, aunque financieramente el cambio pueda ser benéfico.

La lista de hallazgos es bastante más larga y compleja y este no es el lugar para resumir todos ellos. Lo importante es que la teoría de las perspectivas incorpora hallazgos que contradicen las teorías tradicionales de la economía basadas en el “homos economicus” racional que dichas teorías simplemente han supuesto que existía.

Lo anterior no significa que la teoría económica basada en el supuesto del hombre puramente egoísta y calculador de beneficios no sea útil. Aunque Kahneman resalta algunas inconsistencias importantes de la teoría económica tradicional con la evidencia y desarrolla una manera diferente de analizar los mercados, él no propone tirar por la borda la teoría tradicional porque responde bastante bien a muchos problemas, sino de complementarla. Además, Kahneman también identifica algunas inconsistencias, tal vez no muy importantes (hasta ahora), de su teoría de las perspectivas.

 

IV ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE DEBATES Y POLITICAS 

A.              UNA GRAN COMPLEJIDAD 

Las teorías reseñadas son útiles para entender la formación de creencias y saberes y los procesos de toma de posiciones con respecto a las drogas psicoactivas, y así empezar a explicar por qué personas educadas, inteligentes e intelectualmente honestas llegan a posiciones divergentes y con frecuencia antagónicas con respecto a los fenómenos asociados a dichas drogas.

Esas teorías resaltan la gran complejidad de los problemas conceptuales encontrados al estudiar la formación de las creencias y las intuiciones y la generación de conocimiento lo que hace que haya grandes dificultades al buscar la “objetividad” en cualquier argumento sobre drogas psicoactivas. Un primer problema surge de la necesidad de diferenciar las creencias del conocimiento. La creencia es simplemente “una idea, proposición o premisa que es considerada verdadera por quien la profesa”. Pero como se mostró, los saberes de la gente surgen de la interacción entre las intuiciones y la razón, que en el caso de las drogas psicoactivas fácilmente la domina las intuiciones.  Las posiciones que la gente toma sobre las drogas psicoactivas están influenciadas por emociones muy fuerte y personas con mentes rectas, justas y honestas, absolutamente convencidas de sus verdades, han tenido una gran influencia en la formación e implementación de las políticas.

Es de notar además que no existe un consenso sobre lo que constituye el conjunto de creencias. Por ejemplo, el concepto de creencia difiere entre la filosofía y la psicología, aunque estudios modernos de filosofía de la mente, neuropsicología y neurociencia podrían llegar a una convergencia al respecto. Además, dentro de la filosofía y la psicología hay corrientes que formulan definiciones diferentes y en algunos casos llegan a afirmar que el concepto mismo de creencias no es útil o válido.  A pesar de eso, se puede afirmar que las creencias difieren del conocimiento porque no necesariamente se derivan de un proceso de aprendizaje científico, mientras que el conocimiento es una creencia “verdadera” porque se ha validado con los criterios científicos que requieren verificar empíricamente las hipótesis presentadas. Pero esta definición del conocimiento también presenta problemas epistemológicos puesto que requiere justificar el proceso por el cual la creencia es validada para que sea verdadera. Como no hay un consenso sobre dichos procesos porque las diversas disciplinas y corrientes de pensamiento tienen diversas formas de llegar a lo que consideran qué es una prueba, al final no hay respuestas absolutas excepto dentro de cada paradigma. Por eso, una creencia puede ser verdadera dentro de un paradigma científico, falsa dentro de otro, o falsa dentro de los dos, de muchos o de todos.

Lo elaborado hasta acá muestra que si bien la razón y la ciencia juegan un papel en la formación de las opiniones sobre las políticas de drogas, como los científicos, y mucho más importante, los políticos no son seres totalmente racionales (“econos”) y desinteresados sino humanos que viven en el mundo, las posiciones que toman están influenciadas por el conocimiento ordinario compuesto por saberes obtenidos por medio de la experiencia común, y el conocimiento científico de la ciencia.

La diversidad de disciplinas académicas y de vivencias dentro de distintas culturas genera otros problemas graves. Como se mencionó, los humanos buscan aplicar lo que ellos consideran son sus conocimientos, aunque ellos estén contaminados por sus intuiciones, y no tengan dificultad en recomendar políticas. Todos creamos una interpretación o imaginario del mundo y las recomendaciones o rechazos a políticas específicas son una expresión de dicha interpretación. Aceptar que no se tiene suficiente conocimiento para recomendar o rechazar una política es psicológicamente difícil porque implica reconocer que el imaginario que se tiene es errado, o a lo menos incompleto.

En un caso tan complejo como el de las drogas psicoactivas ilegales algunos no tienen opiniones o reconocen que no saben, pero la gran mayoría de los involucrados en las políticas de drogas en su análisis, estudian y entienden esta problemática desde una perspectiva parcial, bien sea desde una posición profesional, étnica, patriota, racial, de género, etc. Por ejemplo, los ciudadanos colombianos y estadounidenses ven el problema de manera muy distinta. De igual manera, los médicos tienen conocimiento sobre el efecto de las drogas sobre el cerebro, el ambientalista sobre el deterioro del medio ambiente, el criminalista sobre las organizaciones criminales, y así sucesivamente en cada disciplina y estos conocimientos tienden a determinar las posiciones de cada cual. El problema que tienen todos es que al hacer recomendaciones de política transcienden sus conocimientos especializados y actúan como científicos sociales con amplios conocimientos en la formulación e implementación de políticas públicas efectivas y eficientes en la sociedad sujeto de la recomendación.

Como muestra Kahneman (2012), la gente toma posiciones utilizando atajos heurísticos los cuales son muy útiles en muchos casos, pero cuando se trata de problemas sociales complejos las intuiciones pueden llevar a políticas ingenuas e ineficientes y aun contraproducentes. Por ejemplo, el ex embajador de los Estados Unidos en Colombia William Brownfield frecuentemente explicaba las políticas de drogas de su país diciendo: “nosotros los americanos somos gente sencilla y nos gustan las soluciones simples”. Infortunadamente en ciencia es bien sabido que todo problema complejo siempre tiene soluciones simples que no obtienen sus metas o resuelven los problemas. Por eso para avanzar es necesario reconocer la complejidad y tratar de elaborar un bosquejo de los procesos por los cuales la gente llega a decisiones sobre drogas psicoactivas.

 

B.     ¿EL IMPERIO DE LOS CIENTIFICOS O DE EXPERTOS IMPROVISADOS EN POLITICA PÚBLICA? ¿PUEDE HABER POLITICAS DE DROGAS BASADAS SOLAMENTE EN LA CIENCIA Y EN LA EVIDENCIA? 

Como se mostró, los expertos, no importa en cual disciplina, tienden a hacer recomendaciones de política. El problema es que la experticia de cada cual es limitada por los paradigmas de su disciplina que le permiten resolver algunos problemas. Como arguye Khun, en las ciencias físicas o “duras” los consensos son relativamente fáciles de obtener y hay muy poca controversia. En las ciencias sociales o “blandas” es más difícil tener consensos.  Pero independientemente de la “dureza” o “blandura” de la ciencia, los consensos sobre políticas son muy difíciles de obtener.  El problema radica en que los consensos son interiores a cada ciencia, pero las políticas implican enfrentar otras disciplinas y otros consensos. Por ejemplo, la medicina puede generar consensos sobre el efecto de las drogas sobre el cuerpo humano, la química sobre las reacciones al combinar diversas sustancias, la economía sobre los costos y beneficios privados y sociales de la producción de cocaína, la agronomía sobre los requisitos para cultivar coca, etc. Pero las recomendaciones de política no son factos a los que se llega científicamente sino opiniones que cada experto deriva de su arsenal de conocimiento y de sus propias experiencias e inclinaciones. La realidad es que en la práctica de la política los conocimientos científicos son útiles, pero estos no son suficientes y las políticas exitosas requieren ser formuladas teniendo en cuenta los sentimientos y las vivencias de la gente.

En las discusiones sobre drogas ilegales frecuentemente se recomienda que las políticas deben basarse en la ciencia y en la evidencia. Cuando esta recomendación se usa para apoyar las políticas actuales, supone primero, que las políticas han sido formuladas científicamente y basadas en la evidencia. Segundo, que la ciencia proporciona conocimientos firmes sobre los fenómenos que estudia. Tercero, que existen consensos sobre la interpretación de la evidencia. Y cuarto, que la ciencia también explica el paso del conocimiento y la evidencia a las políticas. Cuando la afirmación se hace para criticar las políticas actuales, el primer supuesto es inverso: que las políticas se formularon acientíficamente sin apoyo en la evidencia. Pero los demás supuestos coinciden.

Como se argumentó anteriormente, los paradigmas y los conceptos de evidencia varían entre las disciplinas académicas lo que dificulta cualquier evaluación de las políticas. No cabe duda que la política debe tener en cuenta las ciencias, pero como las posiciones de política de las personas están influenciadas por las intuiciones, el éxito de las políticas requiere tener en cuenta las emociones y sentimientos de la gente y no solamente las recomendaciones de científicos, las cuales muchas veces trascienden sus propios conocimientos. Por eso, las políticas exitosas son una combinación de conocimiento y arte, o sea destrezas que apelan a los sentimientos. Por eso el éxito de muchos políticos se fundamenta en su carisma, y no en sus conocimientos. El punto es que el salto de los modelos y teorías científicas a las políticas fácilmente es un salto al vacío cuyo resultado puede ser bueno o malo. Por eso, los argumentos sobre la necesidad del uso de la ciencia y la evidencia para formular políticas en realidad son simples clamores de que “mi argumento es válido y el suyo no” y una forma de evadir dar respuestas a los argumentos de los contradictores porque al final, podría ser posible llegar a acuerdos sobre la ciencia, pero no sobre los sentimientos porque estos son eso, sentimientos y emociones, no factos científicos.

 

C.    UN EJEMPLO ENTRE MUCHOS: LA MEDICINA Y LAS CONVENCIONES DE DROGAS 

Las ciencias de la salud tuvieron mucha influencia en la formulación de las políticas de drogas y hoy los médicos, la OMS y otras organizaciones semejantes mantienen esa influencia. Los párrafos siguientes ilustran el caso de la medicina y la normatividad internacional sobre drogas psicoactivas Este es un ejemplo clásico de conflictos entre paradigmas profesionales y no se presenta como una crítica específica a la medicina porque aplica igualmente a todas las disciplinas e ideologías.

Las convenciones internacionales limitan los usos de las drogas controladas por las convenciones a la medicina y la ciencia. Esta norma se apoya en dos convicciones, una que simplemente rechaza las drogas por razones religiosas o morales, la cual aunque pueda estar en el trasfondo, en el mundo occidental actualmente no se hace explícita con frecuencia. La otra se basa en consensos médicos que consideran que cualquier uso que pueda ser nocivo para la salud debe prohibirse, argumento basado en una extensión del principio hipocrático que obliga a los médicos a no hacer nada que perjudique la salud del paciente. Aunque haya médicos que disientan de esta posición, ha sido mantenida por la mayoría de la profesión y por organizaciones como la OMS y la PAHO. En mi experiencia en organismos internacionales he encontrado con frecuencia que los médicos, biólogos y químicos especializados en drogas psicoactivas afirman que sus posiciones se basan en la ciencia mientras que los argumentos de las ciencias sociales son considerados simples especulaciones. La lógica aquí es sencilla: la medicina sabe cómo las drogas afectan negativamente al cuerpo humano, y con base en eso los médicos o expertos en salud pública deducen que esas drogas deben eliminarse.

Los médicos, acostumbrados a tomar decisiones sobre sus pacientes, implícitamente arguyen que deben tener el poder de decidir por la sociedad si las personas pueden o no usar drogas psicoactivas con fines no médicos o científicos, bien sea recreativos, rituales, experimentales,  o de auto medicación. Pero en esta decisión no se tienen en cuenta los costos o beneficios sociales de su uso ni de las políticas contra las drogas, temas en los cuales los profesionales de las ciencias de la salud no tienen una formación rigurosa. Así, para ellos, ¡la eliminación de cualquier uso diferente a los médicos y científicos es una simple forma de medicina preventiva que el estado tiene obligación de implementar! Claro que esta obligación es simplemente un deber ser, independiente de la capacidad del estado y del gobierno para cumplirla. Por eso, aunque la meta de un mundo sin drogas pueda ser una meta muy loable de acuerdo a muchos criterios, dentro de las condiciones del mundo actual es imposible lograrla y en realidad, lo más que puede ser es una meta “aspiracional” a la que las políticas idealmente podrían acercarse, pero que en realidad no podrían lograr.

Estos argumentos se basan en una ingenua creencia en la superioridad de algunas ciencias “duras” sobre las ciencias sociales “blandas”. Sin embargo, quienes eso creen no consideran que aunque sus ciencias puedan ser más rigurosas, toda vez que ellos hacen recomendaciones de política están actuando como científicos sociales, con el agravante de no tener formación para ello, es decir, de ser amateurs. Los argumentos mencionados además son profundamente inconsistentes en cuando la prohibición no se aplica a las drogas que más muertes y costos sociales generan: el alcohol y el tabaco. Para ser consistentes, quienes consideran que el único uso legítimo de las drogas psicoactivas es en medicina y la ciencia, deberían estar continuamente promoviendo la prohibición del alcohol, el tabaco, la cafeína y otras drogas psicoactivas legales.

Al incorporar las ciencias sociales al análisis se encuentra, que todas las sociedades han utilizado y utilizan drogas y otros sistemas como la hiperventilación y el Yoga, para modificar su percepción de la realidad y sus estados de ánimo, que las drogas siempre han cumplido papeles sociales importantes, y que nunca ha sido posible eliminarlas. Más aún, en el último siglo tuvo lugar una explosión en el número de medicamentos que actualmente se usan con fines recreativos o experimentales y en la última década el uso recreativo ilegal de drogas legales ha crecido enormemente.  Por eso, si hoy se eliminaran todas las drogas ilegales, la gente continuaría usando otras sustancias para lograr los mismos fines.  Las ciencias sociales concuerdan con la imposibilidad de eliminar los usos no médicos o científicos de las drogas psicoactivas, o sea de lograr un mundo libre de drogas, por lo que el problema de política desde la perspectiva de estas ciencias no es cómo eliminar las drogas sino cómo controlarlas para minimizar los costos que su consumo, producción y comercialización generen a la sociedad. Sin embargo, entre estas ciencias no hay acuerdo sobre cuáles son las políticas adecuadas, en parte, porque como se mostró, sus paradigmas tienen conflictos importantes entre sí.

Las normas internacionales se formularon con una fuerte influencia de la medicina y de grupos que presentaban argumentos morales fuertes, y con muy poca influencia de las ciencias sociales y en ese proceso los expertos en medicina, salud pública, abogados penalistas y policías fungieron como científicos sociales. Cualquier reforma que mejore las políticas requiere incorporar las ciencias “blandas” en la formulación de las políticas de drogas.

 

D.              UN MODELO BASICO  

Para resumir lo elaborado hasta ahora es útil elaborar un modelo, así sea básico y limitado, fundamentado en la evidencia de que las intuiciones y el conocimiento dependen de procesos complejos cuyas variables determinantes son:

Primero, lo que podría llamarse factores intrínsecos a cada cual. Las personas al nacer no son iguales, cada una tiene unas características innatas que influencian su personalidad, el nivel y dimensiones de su inteligencia. La inteligencia es multidimensional y hay personas con gran capacidad de abstracción, otras con capacidades verbales, otras tienen una gran inteligencia social que identifica los sentimientos de otros y guía sus reacciones hacia ellos, etc. Hay quienes pueden profundizar en uno o algunos de esos aspectos y hay quienes tienden a ser más limitados. Algunos tienden a buscar explicaciones espirituales y otros materiales. Algunas personas se comportan principalmente tratando de maximizar sus intereses individuales, y otras están dispuestas a sacrificar beneficios personales para ser consistentes con los principios que dicen profesar. Además, en términos de Kahneman, estos factores intrínsecos a las personas también determinan la interacción entre los sistemas 1 y 2 de cada persona.

Segundo, las experiencias de cada persona. El ser humano está continuamente recibiendo y procesando información sobre el mundo y la vida. Las vivencias hacen parte de este aprendizaje y son claves en la formación de la identidad étnica, cultural, nacional, de género, profesional, etc., de las personas. Por eso, en los discursos sobre drogas frecuentemente se escucha: “hay que haber estado allí para saber lo que es la adicción o la vida del cultivador de coca o las mafias, o un agente de la DEA, etc.”

Tercero, la cantidad, clase y calidad de la educación formal que la persona recibe y la forma en la que la aprehende y la interioriza. La educación puede ser más o menos rigurosa, las personas absorben el conocimiento de diferente manera y como se vio, las disciplinas profesionales influencian la forma en la que la gente ve y da soluciones a los problemas.

Cuarto, para entender los comportamientos hay que aclarar la relación entre los intereses y los sentimientos. Como se argumentó, tanto la economía ortodoxa como la marxista suponen que los intereses económicos explican los mercados ilegales. Esta es una variable importante pero no la única que influye en los comportamientos económicos ilegales. Sin embargo, es importante aclarar que los intereses económicos no son una variable independiente aunque en las ciencias económicas tiende a equiparase con toda la racionalidad. Por ejemplo, los comportamientos estudiados por Kahneman se consideran como irracionales dentro de la literatura económica.

El problema es que muchos de los comportamientos que los economistas tradicionales considerarían irracionales simplemente tienen una racionalidad diferente a la simple maximización de beneficios económicos. Estas racionalidades surgen del hecho que lo forma en la que las personas perciben sus intereses depende de la personalidad, vivencias, educación, cultura y la educación por lo que los intereses no son independientes y reflejan estas variables, en las que los sentimientos juegan un papel importante. Por ejemplo, una de las principales actividades de los economistas es la enseñanza. Pero no creo que muchos profesores de economía puedan justificar su elección de trabajo como resultado de sus esfuerzos para maximizar utilidades. La respuesta posible que el profesor de economía típico daría es que él recibe una gran cantidad de “ingreso psíquico” y que por lo tanto si maximiza sus ingresos totales. Claro que con este argumento se puede argumentar que cualquier comportamiento maximiza utilidades por lo que se vuelve circular e imposible de verificar o refutar. La realidad es que los sentimientos y emociones asociadas al aprendizaje y a la enseñanza son claves para entender por qué el profesor eligió su profesión.  Usando términos tradicionales: ¡tiene vocación!

En realidad la mayoría de las personas tienen metas que trascienden lo meramente económico y que generan diversos intereses, que pueden ser políticos, patriotas, religiosos, clasistas, étnicos, culturales, etc. Sin embargo, desde la perspectiva de la formulación e implementación de política, los intereses presentan dos desafíos: primero hay que identificarlos porque lo que se observa es un comportamiento que podría ser consistente con muchos intereses. Las respuestas que darían las personas sobre los intereses que motivan sus comportamientos individuales muchas veces no podrían tomarse prima facie, porque para satisfacerlos la gente puede seguir una estrategia que los negaría. En estos casos la hipocresía es un instrumento de los discursos y argumentos que buscan esconder los verdaderos intereses. Y segundo, una vez identificados los intereses, como no son independientes, es necesario identificar los sentimientos, rasgos culturales, motivaciones étnicas, políticas, religiosas, patrióticas, etc., o sea los sentimientos que se esconden detrás de los comportamientos.

Quinto, tanto las personas cuyos comportamientos son observados, como quien los observa son productos de las sociedades en las que crecieron, vivieron y viven. Esto crea otro problema: ¿cómo establecer con certeza cuando un analista, artífice de política o simple observador no está influenciado por lo desarrollado en los cuatro puntos anteriores?  O en otras palabras, ¿cómo asegurar la objetividad de quien hace afirmaciones sobre los fenómenos analizados?

 

BIBLIOGRAFIA

 

Anzola, Marcela, 2012, El Paradigma de la Seguridad Jurídica en un Estado en Transformación: El Caso de la Inversión Extranjera, Tesis Doctoral, Estudios Políticos, Bogotá: Universidad Externado.

 

Bachelard, Gaston, 1948, La Formación del Espíritu Científico. Contribución a un Psicoanálisis del Conocimiento Objetivo, Buenos Aires: Editorial Argos.

 

Buck, Ross, 1985, “Prime theory: an integrated view of motivation and emotion”, Psychological Review, 92, 3: 389-413.

 

Haidt, Jonathan, 2012, The Righteous Mind. Why Good People Are Divided by Politics and Religion, publicado por Jonathen Haidt.

 

Kahneman, Daniel, 2012, Pensar Rápido, Pensar Despacio, Random House Mondatori, S. A.

 

Khun, Thomas S., 2006, La Estructura de las Revoluciones Científicas, México: Fondo de Cultura Económica, Tercera edición.

 

Rothman, Stanley, S. Robert Lichter y Neil Nevitte, 2005, “Politics and Professional Advancement among College Faculty”,The Forum, Vol. 3, No. 1, Essay 2.

 

Shapiro, Ian, 2003, The Moral Foundations of Politics, Yale University Press.

 

Thaler, Richard H., 1992, The Winner's Curse: Paradoxes and Anomalies of Economic Life, Princeton and Chichester, U.K.: Princeton University Press.

 

 


  1. [1] El presente texto hace parte de un libro de próxima publicación, donde se abordan mis puntos de vista sobre las discusiones que adelanta la ACCE, en torno a la teoría y política económica.

     

  2. [2] El autor agradece los comentarios de Fabio Giraldo a una versión anterior de este ensayo y la colaboración y apoyo de Marcela Anzola durante la investigación que produjo este ensayo.

     

  3. [3] Agradezco la colaboración de Marcela Anzola quien me introdujo a los trabajos y filosofía de Gaston Bachelard y Thomas Kuhn y elaboró el resumen de sus trabajos en su tesis doctoral. Esta sección y la siguiente se basan en, parafrasean y copian liberalmente a Anzola (2012).
  4. [4] Alguna vez escuché a un reconocido profesor de una muy reputada universidad estadounidense afirmar que “hay una gran diferencia entre los caníbales y los  académicos: los caníbales primero matan a sus víctimas, los académicos se las comen vivas.”
    [5]Claro que si se acepta que la inteligencia tiene muchas dimensiones, los académicos y los estudiosos pueden ser mejores para pensar abstractamente, pero  simultáneamente pueden tener muy poca inteligencia social que les permita tener una convivencia exitosa y una buena vida. Por eso muchos tienen vidas complicadas y conflictivas.

     

  5. [6] En los Estados Unidos la evidencia estadística demuestra que los candidatos altos tienen una probabilidad mayor de ser elegidos que los bajitos.
  6. [7] Haidt (2012) y Kahneman (2012) llegan conclusiones semejantes.
  7. [8] Kahneman recibió el premio Nobel de Economía en 2002. Tversky, coautor de la teoría de las perspectivas con Kahneman, no lo compartió porque había fallecido seis años antes.