El debate por la despenalización del consumo de drogas empieza a desarrollarse
de manera acelerada en toda Latinoamérica. Dos proyectos de Ley se debaten en
Al mismo tiempo, destacados especialistas discuten el tema con legisladores y
jueces en un ciclo de mesas redondas. El objetivo del encuentro es formar una
coalición regional para promover reformas en las convenciones de
Conjuntamente se desarrollarán el Encuentro Latinoamericano por
Según explicó, la idea del encuentro es abrir el debate sobre las alternativas
de legalización abierta y controlada y analizar las experiencias que se están
llevando en otros países. El objetivo final es consensuar una campaña
internacional para instalar la necesidad de modificar
Y agregó: “La propuesta de usar la cannabis con fines terapéuticos se contrapone
a las normas que fijan estas convenciones, porque la planta de marihuana está
prohibida, como la heroína”, ejemplificó. El debate en el seno de las Naciones
Unidas se llevará a cabo en 2008, en una Sesión Especial convocada en Viena.
En América latina, países como Uruguay, Perú, Paraguay, Guatemala y El Salvador
han despenalizado la tenencia para el consumo personal. “En Colombia se logró a
partir de una presentación de un particular ante
El uruguayo Agustín Lapetina, de
Detrás de esa posición de los Estados Unidos en contra de la despenalización se
conjugan distintos factores: la moral victoriana, que comete los pecados pero
los oculta; el oportunismo de algunos políticos, que se muestran como los
salvadores de la humanidad, los protectores de la moral pública y de las
esperanzas de la juventud, hablando de la política antidrogas; y el interés de
los corruptos que no quieren que la prohibición se termine porque ganan dinero
con ella como los jefes de aduana, jefes o controladores de aeropuertos,
policías e inclusive jueces.
La frontera entre el farmacodependiente y el traficante de drogas de uso ilícito
en pequeña escala -el narcomenudista-, siempre ha sido extremadamente borrosa.
En el país de la seguridad democrática este fármaco dependiente puede ser
considerado un narcotraficante o simplemente sujeto de la violencia social que
se ejerce contra los mal llamados desechables.
Hay un solo camino para evitar las injusticias a las que está sujeta nuestra
población: despenalizar la posesión de drogas cuando sea en tal cantidad que
apenas baste para el consumo personal, es decir: cuando sea tan pequeña que no
pueda ni siquiera hablarse de narcomenudeo. En México recientemente-, el Senado
y
Por supuesto no faltaron los senadores que pusieron el grito en el cielo
diciendo que las reformas estaban legalizando el consumo y que el país estaba
caminando hacia la perdición. Sus protestas consiguieron que se bajara las
cantidades permitidas -en el proyecto original eran un poco menos pequeñas-,
pero al final la reforma fue aprobada por las dos Cámaras.
Otro gran abanderado de la causa de la despenalización es el escritor Mexicano
Carlos Fuentes, que el pasado 13 de octubre recibió de manos del Rey Juan Carlos
I el Premio Internacional Don Quijote de
Durante un encuentro con medios de comunicación, celebrado después de haber
dictado una conferencia magistral en
"La drogadicción siempre es un problema terrible, pero lo sería menos si dejara
de tener la faceta criminal", afirmó el escritor.
Insistió en que los narcotraficantes ponen la droga en la frontera para
que “los americanos la limpien en sus bancos" y en que el origen del problema
está en Estados Unidos, ya que la oferta mexicana de droga existe porque hay una
demanda estadounidense.
Al plantear la despenalización “global” como una solución –que para ser exitosa
necesita abarcar muchos países– argumentó que esta propuesta molesta mucho a los
norteamericanos porque, a pesar de decir que defienden la libertad y la sanidad,
en realidad lo que protegen es el consumo de la droga.
Remató señalando lo mucho que nos ha costado a los mexicanos tener una
democracia y se cuestionó en voz alta: “¿Qué ocurre cuando los recursos de la
democracia no son suficientes para detener el crimen? El quid de la cuestión es
que la democracia tenga armas para combatirlo, porque la sociedad está pidiendo
al Estado que dé una respuesta”.
A primera vista, la despenalización de las drogas sugerida por Carlos Fuentes
suena descabellada. Sin embargo, dadas las actuales circunstancias, toda
propuesta que cuente con una base racional suficiente y se haga en el ejercicio
del derecho a la libre expresión debe, al menos, ser estudiada.
Sobre todo porque el cambio en el modelo internacional de combate al
narcotráfico y atención a la fármacodependencia al que se refirió Fuentes no
surge –como se pretende hacer creer– de un oscuro grupo de “adoradores” de las
drogas, sino de la aplicación de un marco teórico, cuya base se encuentra en una
corriente fronteriza entre el derecho y la economía, denominada análisis
económico del derecho.
Esta corriente, surgida en los años cincuenta, estudia los sistemas normativos
utilizando como base las herramientas dadas por la economía, bajo un enfoque
costo beneficio, que tiene como principal objetivo la búsqueda de la eficiencia
de los sistemas legales.
Si se aplica al “mercado” de las drogas este enfoque, cuyo fundador fue el Nobel
de Economía Ronald Coase, se obtienen conclusiones muy similares a las expuestas
por Carlos Fuentes.
El argumento central del análisis económico del derecho es que si se
despenalizaran las drogas a nivel internacional se acabaría con el mercado negro
de estupefacientes, lo que disminuiría los precios y, por ende, los enormes
incentivos a traficar.
Así las cosas, de acuerdo con los defensores de la despenalización, los más
afectados por un cambio en la normatividad serían los propios narcotraficantes,
que verían desaparecer el mercado negro que hoy los ha encumbrado. Algo similar
a lo que sucedió en los años veinte, durante la prohibición del consumo de
alcohol en los Estados Unidos de América y su posterior eliminación.
Como se podrá observar, los argumentos de esta corriente no se apoyan en ningún
caso en una valoración positiva del consumo de drogas sino en una serie de
consideraciones en torno a los efectos que el actual marco normativo produce en
el mercado de los estupefacientes.
De acuerdo con quienes apoyan esta visión, la despenalización debería sujetarse
a una serie de restricciones, como es el caso de otras drogas legales –el tabaco
o el alcohol, por ejemplo–, tales como la prohibición de la venta a menores de
edad y a mujeres embarazadas.
Asimismo, debería acompañarse de una serie de políticas públicas de prevención,
cuyos recursos se obtendrían a partir de los impuestos generados por el consumo
legal y por los ahorros que en las arcas públicas supondría el dejar de gastar
en combatir el narcotráfico; otorgándosele al problema un enfoque de salud
pública más que de justicia.
Lo anterior también permitiría evitar los efectos que dicho tráfico genera
actualmente en materia de seguridad pública, violencia e infiltración de las
instituciones gubernamentales.
Colombia no es la excepción y el debate se desborda, para el director de
Para el constitucionalista el debate comenzó con la constitución del 91 y en
especial con el artículo 16 que garantiza el libre desarrollo de la
personalidad.
"Yo comparto la tesis de
El director de la facultad de Derecho de
"Frente a la producción, soy partidario de una represión jurídica y militar,
frente al tema del consumo, no soy partidario de las represiones de orden
jurídico, creo que el tema es de orden educativo y cultural, de sensibilización
y concientización de las consecuencias".
Recordó que
¿Por qué no despenalizar el consumo de drogas, como se ha hecho con el consumo
de los cigarrillos y del alcohol, que son también dañinos para la salud?
Definitivamente que estamos ante una pregunta compleja. Algunos observadores y
moralistas están profundamente convencidos que si despenalizamos la droga,
acabaríamos con el narcotráfico. Y esto sería de un enorme beneficio para la
sociedad. El narcotráfico existe fundamentalmente porque existe una demanda real
por parte del mercado que consume.
Sabemos de ex-profeso que nos adentramos en una temática en extremo polémica y
polarizante, con sólidos argumentos éticos a favor y en contra.
Pero precisamente por sus profundas implicaciones morales en el escenario
social, es por lo que no debemos eludir la complicada madeja que representa el
hecho te despenalizar el consumo de drogas. Pero recordemos siempre que la ley
es simplemente un marco de costumbres humanas para regular y exigir
comportamientos y ajustaro prohibir desviaciones. El consumo de DROGAS en todas
sus variantes conocidas: la marihuana, la cocaína, el crak, la heroína, por sólo
mencionar las variantes más conocidas, se ha convertido en una moda peligrosa y
mortal para sus adictos. Pero también, aunque reconozcamos que en menor medida,
son peligrosas y mortales la adicción al cigarrillo y al alcohol, que llevan a
la tumba anualmente a cientos de miles de seres humanos, aunque sea una adicción
permitida por la ley.
En este punto es conveniente distinguir entre las “drogas blandas”, como la
marihuana que producen daños menores, y las “drogas duras”, como el crak y la
cocaína que producen daños devastadores en la siquis del consumidor.
Si analizamos otro ángulo de esta problemática, vemos que sólo en los Estados
Unidos, el costo de perseguir el tráfico y el consumo de estupefacientes se
eleva a la cifra monumental de más de 15 BILLONES de dólares anuales.
A esta cifra habría que añadir los casi MIL MILLONES de dólares que se dedican
al tratamiento del adicto. Un 80 por ciento del tiempo de los agentes policíales
y organismos judiciales se dedican a la actividad incesante de prevenir y
castigar a los productores, distribuidores y consumidores de la droga. Y ahora
vuelve a saltar la pregunta directa y sin dobleces que se hacen algunos
estudiosos del escenario social y con la cual comenzamos esta viñeta
periodística:¿Por qué no DESPENALIZAR el consumo de drogas, que nos ahorraría
inmediatamente todo el gigantesco monto que se invierte en perseguir el tráfico
y prevenir el consumo, como hemos hecho con el cigarrillo y con el alcohol? Si
en algún momento se despenalizara el consumo de las drogas, los legisladores
tendrían que hacer obviamente un sana distinción entre el productor, el
traficante y el consumidor, que definitivamente es el eslabón más débil de toda
la cadena. De ocurrir hipotéticamente esta despenalización, entonces el
consumidor tendría que acudir a las farmacias o comercios autorizados. Este
hecho permitiría la posibilicad de un trabajo social educativo más intenso para
ayudarlos a dejar la adicción, como se hace habitualmente con los adictos al
cigarrillo y al alcohol. Tanto el productor, como el distribuidor, dejarían de
ser exponentes delictivos y su actividad comercial sería regulada como cualquier
operación mercantil. Según los defensores de esta política, quedaría
inmediatamente eliminado el fabuloso monto que gasta la sociedad en combatir al
narcotrafico. Y este monto sería una fuente de empleos que se canalizaría hacia
el trabajo social de ayudara que disminuya y/o se elimine la adicción. A su vez,
desaparecería la figura del narcotraficante, pues no tendría sentido el manejo
subrepticio del producto. Nada fácil sugerir soluciones para un problema que
genera tanta violencia y descalabro humano. Pero no nos queda otro remedio que
acercarnos a la drogadicción con inmensa misericordia y comprensión, para ayudar
al adicto a superar su debilidad o desviación sicológica fatal. La degradación
moral de ciertas épocas en la historia hay que afrontarlas con una dosis
gigantesca y solidaria de amor.