Tomado de: El Espectador.com  15-06-2007

 

La conferencia de Alain Laburousse, experto internacional en geopolitica de drogas

 

La legalización de la marihuana fue uno de los temas que generó más polémica en 2007. Una de las organizaciones que apoyan esta iniciativa, Proderechos/Prolegal, quiere mantener la discusión en el tapete y realizó un evento en el que participó el francés Alain Lebrusse, experto internacional en drogas. Las políticas y normativas nacionales también fueron puestas en tela de juicio por los panelistas Rafael Bayse y Gabriel Eira. Informe de Santiago Díaz.

El evento fue llevado adelante por Porderechos/Prolegal, una organización que apoya la legalización de la marihuana. Es una organización compuesta mayoritariamente por jóvenes militantes de izquierda, que también está enfocada en otros temas como, por ejemplo, el apoyo a la ley de salud reproductiva que incluye la despenalización del aborto.

La idea que ellos tuvieron con esta conferencia es aprovechar la presencia de Labrousse para hablar sobre las políticas que se utilizan mundialmente en torno a las drogas y para mantener en el tapete la discusión sobre qué se debe hacer en Uruguay.

Para entender la posición de Proderechos/Prolegal en relación al tema de las drogas Bolivar Moreira, sociólogo de 28 años e integrantes de la organización, explicó: “Nosotros no estamos diciendo que la droga hace bien. Lo que sí estamos diciendo es que la normativa referente a este tema tiene que estar basada en otros pilares. Un pilar preventivo, enfocada a lo educativo en los primeros niveles. En la contención y la asistencia a los usuarios problemáticos y no problemáticos. Y en la reforma del marco jurídico que debe basarse, como decían los panelistas, en que las drogas existen en todas las sociedades, las personas las consumen y, en definitiva, eso no puede ser considerado un delito y no debe estar criminalizado social y culturalmente. Por lo tanto, el propio Estado debe generar vías de acceso legales para ese consumo que la propia norma reconoce”.

Según Moreira en este grupo de jóvenes que apoyan la legalización hay consumidores, pero también hay no consumidores. No se trata sólo de acceder a la libertad de consumo, sino más bien de conseguir otros objetivos que son muchos más profundos.

Además, dijo Moreira que lo que debe encararse no es únicamente la legalización de la marihuana, sino una nueva políticas referente a las drogas: “Una política nueva de drogas no tiene que demonizar a los consumidores de otras sustancias y habilitar a los que consumen marihuana. Debería haber otro tipo de tratamiento que en lo legal sea diferente al de la marihuana. Por ejemplo, no se debe legalizar la pasta base o generar vías de acceso legales a la pasta base. Pero sí romper esas fronteras de exclusión que existen para los consumidores de pasta base, que se le den caminos de reinserción serios, que el Estado realmente garantice una atención seria que le permita zafar de un consumo problemático. Obviamente, si la persona quiere zafar, porque el que no quiere zafar, no va a zafar”.  

Labrousse es doctor en letras y sociología, fue docente durante cinco años en América Latina (1965-1970), publicó media docena de obras sobre los movimientos sociopolíticos del Cono Sur y los indígenas de los países andinos. Desde principios de los 80 volcó su interés hacia el contexto geopolítico de la producción de drogas. En 1990 fundó el Observatorio Geopolítico de Drogas que dirigió hasta 2000. Después trabajó en el Observatorio francés y luego lo hizo como experto independiente y se orientó en la actualidad a análisis comparativos de la situación en Afganistán y Colombia.

Los tres últimos libros de Labrousse son trabajos de referencia obligada en la materia: Diccionario de la geopolítica de las Drogas (2002), Geopolítica de las drogas (2004) y Afganistán, opio de guerra opio de paz (2005).

“La geopolítica de drogas es una rama de la geopolítica. La geopolítica es definida, básicamente, por lucha de poderes para controlar territorios, sus riquezas y los hombres que las producen. Esto se aplica perfectamente a la droga, porque tres de las  familias mas grandes de drogas, descartando las sintéticas, son elaboradas a partir de plantas que crecen sobre territorios: el cáñamo, el arbusto de coca y la amapola, que produce el opio. ,Y además, esa riqueza se incrementa si se tiene en cuenta que los laboratorios de elaboración están en general cerca de los campos de producción. Entonces, ahí hay conflictos entre las fuerzas del Estado, mafias y grupos alzados en armas para controlar esas riqueza. Pero esto no solamente pasa con los territorios, también sucede con las rutas, que van desde los lugares de producción hasta los de consumo”, explicó Labrousse.

El especialista en geopolítica de drogas también hizo hincapié en el papel que ha jugado Estados Unidos en el concierto latinoamericano, interviniendo en forma continua en los países productores de materia prima relacionada con las drogas. Colombia, Perú y Bolivia son los productores por excelencia de Sudamérica.

Según Labrousse a mediados los 90 Perú tenía 120.000 hectáreas ilegales de plantaciones de coca y esto se sumaba a las 50.000 que tenía Bolivia. Colombia tenía apenas 40.000 pero tenía los laboratorios en donde se procesaba la materia prima y, además, desde allí era donde se distribuía al extranjero, fundamentalmente a Estados Unidos. En ese momento Estados Unidos estableció un plan de control aéreo para impedir la colocación de materia prima desde Perú y Bolivia hacia Colombia. En cierta medida, esto funcionó, ya que las hectáreas dedicadas a la producción en Bolivia y Perú bajaron considerablemente, pero al mismo tiempo hizo que aumentaran exponencialmente en Colombia, que pasó a tener 160.000 hectáreas ilegales de cultivo. Es decir, Colombia pasó de 50.000 a 160.000 en unos seis o siete años.

“Porque los carteles y los traficantes no se quedaron inactivos. No pudiendo ir a buscar la pasta base a los países vecinos, empezaron a cultivar y a producir más. Y como el gobierno colombiano no controla todo el territorio, ya que hay vastos territorios de selva y montaña en donde no tiene injerencia. Entonces hubo un efecto perverso y fue que esa extensión de los cultivos permitió el desarrollo de los grupos armados y los paramilitares por el otro. Es decir, todo esto provocó una agudización del conflicto armado en Colombia”, indicó Labrousse.

Luego vino el Plan Colombia, basado en la fumigación de los cultivos colombianos, en el cual Estados Unidos gasta cerca de un billón de dólares por año. Según Labrousse, esto causa daños ambientales importantes y no implica buenos resultados, ya que la cocaína sigue saliendo sin alteraciones de Colombia, fundamentalmente hacia Estados Unidos, y el precio no ha variado sustancialmente lo cual marca que no hay problemas en la producción.

Es por eso que Labrousse cree que la intervención de Estados Unidos en Colombia esconde otros objetivos, que no tienen nada que ver con las drogas: “Después de haber perdido el control de sus bases en el canal de Panamá y de que (Hugo) Chávez prohibiera el sobrevuelo de su espacio aéreo, Estados Unidos perdió el control en una zona que es crítica y vital, porque controla los dos océanos y controla la ruta de América Central. Entonces, la presencia en Colombia de cerca de 1.000 asesores estadounidense para combatir a las drogas es algo muy necesario. Además, hay zonas petroleras en el nordeste de Colombia y realmente es interesante que para proteger los oleoductos usan los fondos del Plan Colombia”.    

Más allá del espacio aéreo y del petróleo Lebrousse sostiene que Estados Unidos tiene otros intereses y que el Plan Colombia es una excusa para acceder a ellos: “Otros intereses son la biodiversidad de la Amazonia, el agua, porque en el Sur de Estados Unidos hay una escasez importante de agua. Entonces, Colombia es un territorio muy basto para controlar, y eso confirma que para Estados Unidos la droga sirve para otros fines, que son fines de control geopolítico y económico”.

Según Labrousse, Estados Unidos gasta millones de dólares en algo que no sirve y que, en realidad, sus objetivos son otros que no tienen que ver con el control de las drogas. El psicólogo Gabriel Eira, que viene trabajando desde hace años en este tema y que compartía el panel con Labrousse, indicó: “-Es cierto, la lógica antidroga no es más que una épica legitimadora de otros intereses. Pero eso no es lo que más me preocupa, sino que este tema efectivamente pueda ser legítimo. ¿A alguien se le ocurre que Irán bombardee en España y en Francia y que esto sea considerado legítimo para resolver los problemas que en Irán puede haber con el alcoholismo? Sin embargo, esto se ve así.
(...) -O puede haber un comando municipal que intervenga los restaurantes para que la gente no coma cosas con colesterol, y que incaute las mollejas. (...) –Porque, en realidad, la guerra contra las drogas o, incluso, la legislación sobre las drogas, poco tiene que ver con razones farmacológicas”.

Gabriel Eira hizo una profunda crítica a la Ley 17016, que regula en Uruguay el tema de las drogas y que es resultante de una norma elaborada por el Consejo de Estado en 1974: “Miren esto, queda prohibida la plantación de cualquier planta de la que pueda extraerse sustancia que determinen dependencia física o psíquica, con al excepción de la que se realice con fines de investigación científica. Yo en mi casa tengo un limonero y de cualquier fruta uno puede hacer una fermentación o una destilación. Y en este sentido uno puedo denunciar a cualquier vecino por tener desde papas, o una parra, o una manzana de la que se puede sacar sidra. La ley dice eso. Sería un buen analizador que alguien se atreviera a hacer la denuncia penal a la Intendencia de Montevideo por tener plantados nogales o frutales en las calles. ¿Qué pasaría, qué haría un juez?”.

El sociólogo Rafael Bayse habló de la pasta base, de cómo y por qué llegó a Uruguay y criticó el modo en que se maneja esta problemática: “De la cocaína se pasó a la pasta base, que es el producto de la pauperización interna, combinado con el control externo, que llevaron a que los productores y los comerciantes de cocaína dijeran: acá para qué vamos a gastar en precursores químicos perseguidos, en laboratorios detectables y una cantidad de riesgo, si les podemos mandar esta mierda para allá. Y eso coincidió con la pauperización acelerada de la población que pasó en Uruguay a finales de los 90, y que la gente necesitaba más que nunca un euforizante inmediato que los sacara de inmediato de la depresión brutal en la que iban cayendo de manera acelerada. No hay que ir a enseñarles a los barrios lo mal que hace. Ya saben todos el mal que hace. No hay nada que decirles, saben todo perfectamente. Lo que hay que hacer es que no estén como están y no ir con folletos a decirles que no se qué, por Dios”.

Eira también habló de la pasta base y de cómo, a su juicio, se utiliza la droga para esconder otras cosas: “La droga es un excelente chivo, donde uno puede colocar lo que quiere con intenciones políticas y socioculturales. La droga permite desarrollar otro amenzante e incomprendible que está del otro lado y construir terribles aparatos represivos y no ver la propia cagada que tenemos adentro. ¿Quién va a negar los problemas que hay con la pasta base? Por supuesto que hay problemas. El tema es que poner toda la luz ahí implica dejar de lado que hay condiciones que llevan al uso problemático. Y eso es realmente importante. Es todo una cortina de humo”.

Luego de las disertaciones, llegó el momento de las preguntas. Había bastante gente. Era en la Facultad de Humanidades, no era muy grande el salón pero estaba lleno, incluso con gente sentada en el piso. Y una de las preguntas fue si, efectivamente, Uruguay es un lugar importante sitio de tránsito de drogas. Muchas veces se dice eso, pero Labursse contestó lo siguiente: “Argentina sí es un punto bastante importante. Toneladas de cocaína que salen. Es probable que haya pequeñas cantidades que vaya por Uruguay. Pero Uruguay no es un lugar de tránsito importante y nunca se ha descomisado cantidades importantes. Entonces, creo que todo eso se usa para asustar y el periodismo aplica allí su sensacionalismo”.

Bayse quiso hacer una acotación en relación a esto: “Hace poco se decía que había habido algún accidente en las rutas habituales y que entonces Montevideo se convirtió en un punto un poco más abigarrado que de costumbre. Uruguay es importante en drogas nada más que en el eventual tránsito y no en producción, industrialización, comercialización ni consumo, porque no hay mercado para eso. En lo que quizás sea más adecuado sea para el lavado de activos por la ventajas financieras que hay en algunos casos. Pero eso es también un fantasma que se levanta, porque en definitiva Estados Unidos se preocupa mucho del lavado de activos y el 80% del lavado de activos se hace en Estados Unidos, antes de que se lave, se seque y retuerza en otros lados”.

En 1998, la asamblea especial de Naciones Unidas sobre drogas se puso como objetivo eliminar en 10 años casi la totalidad de los cultivos ilícitos. Supuestamente, el año que viene, 10 años después, debería haber un coloquio mundial para evaluar los resultados obtenidos. Labrousse dijo al respecto: “Bueno, no se puede esperar una discusión seria, porque no va a haber una discusión. Como aumentó la producción, no se va a hacer la evaluación, porque sería un desastre. No va a tener lugar una gran asamblea, sino algo mucho más reducido para que no sea vea este fracaso que lleva 10 años”.

También le preguntaron a Labrousse cómo se mantienen las mismas políticas y estrategias si parece bastante claro que han sido un fracaso: “La Unión Europea tampoco propone una evaluación del Plan Colombia y de las fumigaciones. Falta voluntad política porque la droga es el gran peligro. No hay una madre de familia que no tiemble por sus hijos, entonces usan eso como arma represiva. Por eso Estados Unidos cuando ya no puedo hacer intervención descarada y directa utilizó la droga, porque quién va estar en contra de combatir las drogas”.

Entonces Labrousse dijo cómo hacer para encontrar una política de drogas efectiva: “Es difícil establecer cambios, porque hay que decretar a nivel mundial. O sea, un país no puede legalizar tal droga, porque primero tendría un efecto perverso, como lo vemos en el caso de Holanda. Ellos tienen una política liberar y entonces atraen a todos los jóvenes de Europa, como de Francia y de Alemania. Entonces, tiene que ser algo universal.
Lo que se nota  en Europa son grandes políticas de ciudades. Grandes ciudades que ensayan políticas que establecen prevención de riesgo, reducción de daños. Y eso se puede extender de a poco y desde abajo establecer un cambio, porque a nivel internacional es muy difícil”.

Bayse habló de la importancia de generar una normativa nueva en cuanto a drogas, pero hizo especial énfasis en la necesidad de plantear el tema en forma adecuada: “No es solamente un tema de expresión de la gente y para que el nene se pueda drogar en la esquina, aunque también puede ser para eso. La izquierda se convierte en una cosa muy liberal para discutir una cosa que puede discutir de un modo mucho más pesado, porque desde el punto de vista geopolítico hay pesados intereses. Ahí es donde hay que hacer el énfasis y no se hace. Lo discute como para lograr un derecho más, el derecho a la plantita. Esta bien, no digo que no, pero me parece mucho más importante denunciar el pesadísimo papel geopolítico que el problema tiene para encubrir todo lo demás. Hay que arrinconar a los patriarcas de la izquierda con ese discurso. Están apoyando a Estados Unidos en su estrategia imperial de control sobre todos los países menores. Y la izquierda está siendo cómplice de eso”. 

Por último, Lebrousse dijo que generar nuevas políticas tiene mucho que ver con eliminar el carácter satánico que tiene ciertas drogas en relación a otras. Básicamente, las drogas ilícitas agitan ciertos fantasmas,y eso no pasa con las lícitas. Es por eso que él entiende que una estrategia puede ser esa: “Es incluir en la política de prevención a la droga lícita. Alcohol y tabaco, por ejemplo, como se hizo en Francia en 2000. Creo que eso puede ayudar a la reflexión, porque hay productos lícitos que son mucho más dañinos que los ilícitos”.

En Francia mueren 60 personas al año por sobredosis y 100.000 al año como consecuencia del tabaco y el alcohol.