 
 
Traducción en 
resumen/extractos del ensayo de  
Uno de los 
argumentos que expone Peter es el hecho de que 
el concepto de adición carece de claridad 
y rigor científico y, por lo tanto, cualquier acercamiento médico a la 
adicción sufrirá de las mismas carencias. 
La aproximación médica a la adicción considera que las personas 
diagnosticadas no están capacitadas para manejar su condición, a diferencia de 
pacientes sujetos a otros tratamientos médicos. 
En el caso de adicción  son los 
tratantes quienes deciden el tipo de intervención. 
La práctica médica 
en estos casos refleja las nociones culturales sobre el adicto y empodera un 
manejo regulatorio opresivo. Las teorías neurológicas  
modernas sobre la adicción tienden a mantener o fortalecer esta opresión 
transformando la adicción en una “enfermedad cerebral”,
 por esa vía,
 en un serio desorden mental.
Peter propone otro marco teórico para enfocar la “adicción” para lo cual 
presenta entrevistas con especialistas en adicción y estudios de casos de 
“adictos” y formula los tres ejes que articulan 
su critica frente al trabajo de los neurólogos y neurofarmacólogos en el 
campo de la adicción.  Presenta 
algunos ejemplos de las afirmaciones neurocientíficas sobre la adicción. 
Presenta asimismo la forma como se emplean explicaciones de la neurología como 
respaldo a  los preconcebidas 
/normas culturales e interrelación entre biología, desviación (perdición) y 
engaño.  
Afirma que parecemos estar frente a una ciencia (la neurología) que al ser 
aplicada a la adición sirve de soporte a una 
ideología de la autonomía humana moderna.
Las presunciones de los neurólogos son dogmáticas y de naturaleza 
teológica. Se asemejan a la presunción del “pecado original” que impedía que el 
hombre fuese bueno y hacia necesario recurrir a un sacerdote para salvar su 
alma. 
La propuesta de  Peter es que se 
visualice la adicción como algo que no difiere en gran medida de los lazos que 
crea el ser humano con cualquier objeto o comportamiento y que dejemos de 
generar categorías sobre lazos con comportamientos desviados que luego 
convertimos en patologías. En lugar de esto, podemos cambiar nuestra interacción 
con estos lazos que ahora llamamos adicción y comenzar a tratarlos tal y como 
tratamos los lazos, temores y fobias “normales”: los dejamos ser a menos que la 
persona que los vive busque por sí misma una interferencia externa. 
Cita un ejemplo: si mi abuelita siente un temor “irracional” de los ascensores y 
prefiere no montarse en ellos aunque signifique que no puede ir a la Oficina de 
Correos, nadie ni siquiera la Ley la obligaría a someterse a un tratamiento para 
su fobia. Las fobias son parte integral de la vida de una persona, hasta que la 
persona misma siente que se vuelve perniciosa y desee liberarse de ella. Un lazo 
fuerte, una adicción, se puede asimismo dejar tal cual es hasta que la persona 
desee cambiar.  Y, si este cambio se 
dificulta porque la persona siente que el lazo lo encadena y mantiene cautivo, 
debe ser ella quien decide libremente buscar ayuda. 
Sin embargo, la diferencia que ahora construimos entre lazos en general, y adicciones en particular, es una construcción cultural y, no porque esta construcción encuentre apoyo en las nuevas tecnologías en neurociencias, significa que deje de ser una construcción cultural.
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