Los riesgos de desconocer los daños

Maria Mercedes Moreno

Lo mínimo que esperamos los colombianos del Gobierno de Juan Santos y de las FARC en asunto de drogas es que actúen con conocimiento; los suyos propios, pero también el manifestado por los 1,300 representantes que reunieron en los foros de paz y/o los de aquellas personas que viven y estudian el tema.  Esperamos que los negociadores de La Habana, y representantes colombianos en los escenarios internacionales,  escuchen las voces de los cultivadores y consumidores colombianos, que podemos ser cientos de miles o millones de ciudadanos. Dada la especulación de las cifras, esto de que seamos cientos de miles o millones sólo lo sabremos si nos permiten manifestarnos libre de preconcebidos y teniendo en cuenta nuestras experiencias y conocimientos de base. Los consumidores y cultivadores de drogas somos los primeros interesados en salir de la ilegalidad de las drogas. Lo que no significa que queramos legitimar el uso y cultivo para poder meter más y más drogas y vender más coca para cocaína, contrario a lo que pretenden quienes sólo ven negocios en la ilegalidad. Entendemos que, en asunto de drogas, estamos acostumbrados a políticas y medidas ajenas a los conocimientos cientificos y las expereincias sociales. Justamente de eso se trata el viraje: de superar, no sólo el tabú –cosa que afortunadamente ya se ha hecho a nivel de debate— sino la tendencia a tomar decisiones con base en ese tabú, el oportunismo y/o el desconocimiento y estigma.  Lo que queremos consumidores y cultivadores es que se reconozca el riesgo de insistir en desconocer los daños y se respete, primero que todo, nuestro derecho a la salud y seguridad.

Aunque a Colombia llegan todos los riesgos, lo que parece que no llega es la noción, conocimiento, de Reducción de Riesgos pues, según algunos representantes del Gobierno colombiano ante la CND -Comisión de Drogas Narcóticas ante la ONU en Viena - “nosotros no tenemos ese punto en la legislación nacional”. Allí, en la CND, se diseñan directrices internacionales en materia de drogas y, como bien lo señala ATS, un grupo de jóvenes en acción que implementa exitosamente la reducción de riesgos y de daños en Colombia: “Vemos con muchísima preocupación que en un escenario tan relevante para el diseño de las directrices internacionales en materia de drogas, algunos sectores del Gobierno Nacional desconozcan las políticas de salud en materia de uso, abuso y dependencia de sustancias psicoactivas. Con esto se da un mensaje no sólo desalentador a las acciones y agentes que actualmente en el país, amparados por la ley, hacen acciones de reducción del riesgo y daño, sino también confuso en términos de que es muy difícil conciliarlo con los mensajes que el presidente Santos ha enviado acerca de la necesidad de una revisión de políticas de drogas.

En cuanto al cultivo, a fuerza de haber permitido que las políticas contra el narcotráfico se desviaran hacia medidas de fuerza en contra de los cultivadores, la coca colombiana se asume indefensible y a los campesinos como objeto y no sujetos de derechos. Recordemos que, aunque la cocaína nacionalizo la coca, en Colombia la coca ha sido y sigue siendo parte integral de sus costumbres y  economías regionales.  Eso de “un país sin coca” es una errada apreciación, un desconocimiento, que surge tras años de tergiversación de los objetivos de la lucha antinarcóticos. En cuanto a seguir tratando de acabar la coca (que no es lo mismo que tratar de acabar con el narcotráfico), los colombianos, y las organizaciones de Derechos Humanos internacionales, recordamos unanimement a los negociadores del Gobierno de Juan Manuel Santos en La Habana que la mayor violación masiva de drogas es la aspersión aérea y que esta medida es parte integral del conflicto y que, por ende, la terminación del conflicto pasa asimismo por el cese de las fumigaciones y de los riesgos —sanitarios, económicos y ambientales— que ocasionan.  El cese de las fumigaciones no es negociable.  Lo que se debe estar negociando en La Habana es la regulación de los cultivos y el consumo para acabar con la producción y comercialización armada del narcotráfico.

El conflicto armado en Colombia es, por el momento, del narcotráfico consigo mismo en el Estado y sus instituciones, en el Congreso,  en los grupos al margen de la ley y la sociedad. De tal forma, la “solución al problema de las drogas”, pasa por el reconocimiento de que el problema de fondo es que la producción y comercialización de drogas está siendo regulada por narcotráfico, y no por las necesidades, realidades y posibilidades del país.  La paz y el pos conflicto no son viables dentro del actual estado de desregulación o falta de normatividad de drogas bajo el supuesto de que así —negando su existencia— ,  vamos a acabar con el historico cultivo y uso de plantas y sustancias psicoactivas  por decreto gringo. Dada la actual amplia participación de la producción y comercialización de drogas en la vida nacional y la economía internacional, el reconocimiento del mercado con un acuerdo mínimo sobre la voluntad de regular  el consumo y cultivo de plantas y sustancias psicoactivas  con ciencia y conocimiento de causa es insoslayable.  Las modalidades de regulación de la producción y comercialización de drogas serán determinantes para la terminación del conflicto. Entrando, entre otras, a sopesar fórmulas que incorporen estas actividades (sin moralismos anacrónicos) para impedir que se fuguen hacia otras fuentes de ilegalidad corruptora.

La viabilidad de los acuerdos de drogas a los que se llegue en La Habana también depende de su congruencia con las directrices internacionales  a cuya formulación tambien contribuye Colombia con sus conocimientos o ignorancia. Lo más elemental es que quienes representen los intereses de Colombia sepan de lo que se está hablando. Es preocupante que Colombia se represente en las instancias internacionales por el desconocimiento de lo que sucede  en su propio país y en el escenario internacional.  Lo mínimo es que las políticas y directrices que se formulen hacia el futuro se basen en la ciencia y la experiencia  y no en lo que “no dice nuestra legislación” que, por cierto, dice que “el derecho a la Salud es un derecho fundamental”. De eso se trata la Reducción de Riesgos para consumidores, cultivadores, la Sociedad y el Estado, de prevenir (no ocasionar) daños.

Noviembre 2013