EL DEBATE SOBRE EL PARAMILITARISMO EN COLOMBIA

 

Las ideas aquí expuestas tienen el propósito de aportar al debate sobre la verdad de la guerra sucia en Colombia y su relación con la actual coyuntura política. Este debate está en el centro de la agenda nacional y puede transformarse desde la discusión de la parapolítica hacia la discusión sobre el paraestado. Su dinámica la ha colocado por fuera de control de sus principales protagonistas; del palacio Presidencial, el Congreso, la justicia, la Fuerza Pública, los paramilitares y también de la oposición. De su desenlace depende el rumbo mediato e inmediato del país.  

 

1 - DE LA VERDAD JURÍDICA A LA VERDAD POLÍTICA.

 

El tema de la verdad sobre el paramilitarismo en Colombia está en  el centro del debate político nacional. En torno a éste debate se ha entablado un pulso entre los partidarios del Gobierno de Uribe por un lado, y una franja de opinión  muy amplia, nacional e internacional, que se encuentra horrorizada con el destape de la tenebrosa y estrecha relación existente entre la cúpula paramilitar y sectores de las élites políticas, económicas, gremiales, militares y de inteligencia.  

 

El tema de la verdad se le salió de las manos al Gobierno. No estaba en su  agenda de negociación. Recordemos que en el segundo proyecto de Ley de Justicia y Paz presentado por el gobierno se propuso una confesión opcional de los delitos cometidos por los desmovilizados, que conducía, entre otras normas, a la impunidad, a la no reparación y al desconocimiento de la verdad. De ahí las divergencias  con el proyecto de ley presentado por los senadores Rafael Pardo, Gina Parody y Wilson Borja que proponían una confesión plena de delitos cometidos por los victimarios. Y las contradicciones mayúsculas con el propuesto por la Senadora Piedad Córdoba que planteó la confesión plena de los delitos, la participación de las víctimas y la Comisión de la Verdad Histórica.

 

Hoy el Gobierno afirma que el destape de los nexos existentes detrás  del proyecto paramilitar se debe a su política de negociación con los paras. Nada más incierto. Ha sido a pesar suyo y contra su voluntad. Fue la Corte Constitucional quién introdujo en su fallo de revisión algunos elementos que mejoraron algo la Ley aprobada por las mayorías Uribistas: eliminó la calificación como sedición (delito político) a los crímenes cometidos por la paramilitares (lo cual impidió el indulto y la amnistía); incluyó la presencia de las víctimas en todas las etapas de los procesos penales y reivindicó su derecho a conocer la verdad; eliminó la posibilidad de la segunda confesión, estableció la confesión plena y la reparación por parte de los victimarios y amplió el tiempo de investigación de los delitos. Esto renovó el marco legal para el conocimiento de la verdad jurídica. 

 

 

Fueron los debates y las denuncias realizados en el Senado por diferentes sectores de la oposición, especialmente los desarrollados recientemente por el Senador del PDA Gustavo Petro, lo que catalizó el potencial de declaraciones, confesiones, investigaciones, detenciones y evidencias  que colocaron el tema de la  parapolítica en el centro del debate nacional y convocaron la atención internacional, incluyendo la de sectores influyentes en los Estados Unidos.   

 

Entre éstos hechos vale la pena destacar la inculpación y detención de Jorge Noguera, nada menos que Director de la  agencia de seguridad del Estado, DAS, por pertenecer a la estructura paramilitar de Jorge 40 y colaborar en los crímenes de sindicalistas de la Costa Atlántica. Los pactos secretos de San José de Ralito, del Casanare y de otras regiones entre los jefes paramilitares y gobernantes regionales y nacionales para hacerse al control de importantes regiones y tomarse la política nacional.  La vinculación y detención de destacados congresistas y gobernantes regionales del Uribismo en la comisión de secuestros y crímenes, como los sonados casos del senador Álvaro García y el ex gobernado Salvador Arana en el departamento de Sucre, del Senador Álvaro Araujo y el ex Gobernador Hernando Molina en el Cesar, entre otros, que han repercutido en la actual crisis política  como la obligada renuncia de la Canciller María Consuelo Araujo.

 

Se ha conocido además, que algunas multinacionales norteamericanas, la Chiquita Brand, La Drummond, la Coca Cola, han tenido relaciones estrechas con los paramilitares, les han pagado cuantiosas sumas de dinero y son objeto de  investigación por asesinatos de sindicalistas y tráfico de armas y cocaína. Bavaria y Postobón han sido señaladas por Mancuso como empresas que les cotizaron a las AUC. Informes de la CIA involucraron al actual Comandante del Ejército de colaboración con grupos paramilitares cuando se desempeñó como comandante de la IV Brigada en Medellín. Y las Cooperativas de Seguridad de Antioquia, Convivir, aprobadas por Uribe cuando fue Gobernador de ese departamento, fueron señaladas por el Senador Gustavo Petro como dirigidas por conocidos jefes paramilitares y vinculadas a crímenes, masacres y otros delitos atroces.

 

 A éstos se le suman estudios, informes y declaraciones que revelan la coacción al electorado y el fraude electoral que acompañó a las elecciones del 2002 que eligieron a Álvaro Uribe a la Presidencia de la república. Y los pactos secretos que hubo en el proceso de negociación en Ralito para asegurar la reelección presidencial en el 2006.  

 

El clima se calentó aun mas con las nuevas detenciones de parlamentarios uribistas, que ya completan la primera treintena; la renuncia de 12 Generales de la Policía a raíz del escándalo de las interceptaciones ilegales a los paramilitares detenidos, y las confesiones de Salvatore Mancuso en las que afirmó que el paramilitarismo es una política de estado, orquestada por gremios económicos y alimentado por los militares, señalando de paso que los Generales del Ejército, Rito Alejo del Rió, Iván Ramírez Quintero y Martín Orlando Carreño Sandoval, apoyaron la expansión del proyecto de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) en la región de Urabá, Córdoba y Chocó. La cima del escándalo son las revelaciones sobre los  encuentros del actual Ministro de Defensa Juan Manuel Santos y del Vice Presidente Francisco Santos, con la cúpula paramilitar, mucho antes de las conversaciones de paz y sobre temas espinosos que deben ser objeto de investigación.

 

Todo éste panorama camina hacia una seria crisis de legitimidad del actual gobierno  e introduce un nuevo nivel en la discusión sobre el paramilitarismo, cuando comienza a ser ubicado por sus jefes  como una política de estado. Ambos asuntos tienen una influencia profunda en la actual crisis política y su desenlace va a determinar el rumbo inmediato y mediato del acontecer nacional. Lo que comenzó como un proceso de denuncias políticas sobre la conformación de poderes mafiosos en muchas regiones de Colombia y en algunas instancias del gobierno Nacional, toca ahora la almendra misma del bloque de poder del Gobierno de Uribe que, bajo el pretexto de la defensa de la seguridad del establecimiento, acudió a los métodos ilegales y criminales aplicados por los paramilitares durante mas de tres décadas de guerra sucia, en las cuales se intimidó la sociedad, se desvertebró la democracia y se entronizó en el poder el actual proyecto autoritario.

 

Las consecuencias mas significativas de ésta gran discusión pública son las tensiones del gobierno Colombiano con Washington y la crisis interna que se insinúa en el bloque de gobierno. La reciente negativa a compartir escenario con Uribe del ex Vicepresidente Al  Gore, posible candidato a suceder a Bush en la Presidencia de los Estados Unidos, la suspensión de la ayuda militar a Colombia por 55 millones de dólares, la cancelación de la visa del primer ex director del Das de Uribe, y las modificaciones al TLC solicitadas por el Partido Demócrata, se imponen al respaldo del Presidente Bush, quién ya se encuentra con menos capacidad de maniobra y con el sol a las espaldas. El eje de extrema derecha  Bush- Uribe tiende a debilitarse  en el marco de una campaña Presidencial en los Estados Unidos muy sensible a los temas de los derechos humanos, las fumigaciones y la parapolítica. Las declaraciones del Vicepresidente Santos, las tensiones internas en la bancada uribista del  Congreso, las publicaciones de importantes medios de comunicación, indican que no todo el Uribismo está dispuesto a pagar las consecuencias de la parapolítica ni a asumir la responsabilidad del horror que significa el destape de las fosas comunes y de los cursos de adiestramiento para desmembrar personas vivas

 

En éste marco, las condiciones han mejorado para avanzar en el tema de la verdad. Razones tendrán los Jefes paramilitares cuando señalan que la verdad pone en peligro la gobernabilidad, que es como decir que la gobernabilidad  se basa en la mentira. La verdad  histórica es condición indispensable para erradicar el paramilitarismo y va más allá de la confesión de los victimarios y las denuncias de las víctimas directas. Tratándose de delitos de lesa humanidad, las víctimas somos todos los colombianos. Por esto se necesita la participación de la sociedad afectada en su conjunto y de los representantes de la comunidad internacional. No se trata solamente de buscar justicia sino  de conocer a fondo las causas, las doctrinas, los intereses, los autores intelectuales, los financiadotes, los beneficiarios, los agentes económicos, sociales y políticos, nacionales e internacionales, que fueron determinantes del proyecto paramilitar, para poderlo erradicar e impedir que se repita. Sin el conocimiento de las causas de ésta grave enfermedad nacional no es posible superarla. La tarea es desmontar, no legalizar, el proyecto paramilitar.

 

Esto implica construir un punto de vista propio y ajustado a la realidad histórica. Tomar distancia de los discursos justificatorios –hoy hegemónicos- de las fuerzas defensoras del paramilitarismo que lo explican y justifican como una acción espontánea, defensiva y legítima de ganaderos y empresarios aliados al narcotráfico y al margen del estado. Si ésta fuera la discusión, quedaría reducida a los excesos y a los delitos de lesa humanidad cometidos por las fuerzas paramilitares y a la alianza con la mafia. El problema de fondo surge cuando se señala que la guerra sucia no se ha realizado al margen del estado sino que se construyó como un proyecto contrainsurgente apoyado desde sectores estatales y desde las élites políticas y económicas que han detentado el poder durante las administraciones de las últimas décadas. En éste caso no hay justificación posible, pues el Estado no puede, bajo ninguna circunstancia ni justificación, acudir a la ilegalidad y al crimen para defenderse. Esto lo hace ilegítimo.

 

Por esto, las verdades a medias que señalan al paramilitarismo como un producto exclusivo o principal del narcotráfico, elude la responsabilidad del estado y las élites y quiere ubicarla en cabeza de conocidos delincuentes del narcotráfico como los Gachas, los Escobares, los Castaño, los Arrollave, los Bernas, hoy muertos o en trance de ser extraditados hacia los Estados Unidos. El balance de la guerra sucia quedaría como un problema de delincuentes sin ninguna connotación política. Y el Gobierno y el Estado colombiano pasaría como  un juez imparcial y justiciero acosado por los “dos demonios” violentos de derecha y de izquierda. Esto hace que la lucha por la verdad se convierta en un escenario de confrontación de la lucha política. Y valida un Gran Acuerdo por la Verdad en el cual deben tener un papel muy destacado el acompañamiento internacional de sectores del Partido Demócrata de los Estados Unidos  y de la Unión Europea. lo cual nos puede llevar a un nuevo estadio de la discusión, a la verdad histórica, a la verdad política, que es donde adquiere sentido la consigna del PDA de “Toda la verdad, todas las garantías, toda la democracia”. Los narcoparamilitares que están hoy por dentro y por fuera del proceso de Justicia y Paz, deben contar su verdad sin la amenaza de las facultades discrecionales que tiene el Presidente Uribe para extraditarlos.

 

La primera tarea que se nos impone es impedir que se cambie la agenda de discusión pública y no caer en las innumerables trampas mediáticas y políticas que se cocinan desde palacio para lograrlo. Hay que insistir en el tema y ponernos a tono con el nuevo nivel que ha adquirido la discusión. Su desenlace no se puede diferir al escenario electoral del 2010. Sería perder un tiempo precioso y dejar la iniciativa a sectores del establecimiento que pueden cocinar un recambio del actual régimen mafioso a favor de las élites tradicionales “limpias” de paramilitarismo.

 

2. DE LA CONTRAINSURGENCIA PARAMILITAR AL   NARCOPARAMILITARISMO.

 

Un breve repaso de los hitos que ha tenido el proyecto paramilitar, nos permite examinar su evolución y los cambios de composición y naturaleza. Fueron  cinco los momentos claves de la metamorfosis paramilitar:

 

 1). La creación de las Autodefensas. (Diciembre de1965).

 

Las autodefensas fueron creadas como parte de las recomendaciones contenidas      en el informe secreto de la visita del general Yarborough, Director de   investigaciones de la Escuela de Guerra Especial de Fort Brag, en 1962, donde se propuso “desarrollar una estructura cívico militar que se explote en la eventualidad de que el sistema de seguridad interna de Colombia se deteriore más. Esta estructura se usará para (…) poner en función acciones de contra-agentes y contra-propaganda y, en la medida en que sea necesario, impulsar sabotajes y/o actividades terroristas paramilitares contra los conocidos partidarios del comunismo. Los Estados Unidos deben apoyar esto”[1].  Los militares colombianos tomaron buena nota de esas palabras e incluyeron en sus manuales castrenses el concepto de sus colegas estadounidenses del término contra insurrección: “Aquellas medidas militares, paramilitares, políticas, económicas, psicológicas y cívicas adoptadas por un gobierno con el fin de derrotar una insurrección subversiva”.

 

 

Tres años después, el presidente Guillermo León Valencia expidió el día de Nochebuena de 1965 el decreto 3398 Por el cual se organiza la defensa nacional, que legalizó los grupos de autodefensa, embrión de los paramilitares. Este decreto fue convertido en legislación permanente mediante la Ley 48 de 1968 durante el Gobierno de Lleras Restrepo. Aquí hay que destacar que en ese momento no existía un desafío importante para la seguridad del Estado y que esta política se montó antes de que existieran los grupos insurgentes Colombianos de inspiración revolucionaria y  antes de que existiera el fenómeno del narcotráfico. El paramilitarismo surgió entonces en Colombia como producto de una ideología y de una política contrainsurgente, la Doctrina de Seguridad Nacional”, de inspiración norteamericana y en las circunstancias de la guerra fría.

 

Al amparo de éstas normas se conformaron los grupos de autodefensa con el patrocinio de la fuerza pública y con ellos se le abrió paso a la participación de civiles armados en la confrontación interna.  Fue la época de la Justicia Penal Militar, del Estatuto Antiterrorista de Turbay, de las torturas en las caballerizas y de las primeras desapariciones, entre las cuales se debe recordar la de Omaira Montoya en año 1977.

 

2) La formación del MAS, (Diciembre de 1981). La primera alianza de la contrainsurgencia con el narcotráfico.

 

Diez y seis (16) años después de su creación, las autodefensas establecieron la primera alianza con el narcotráfico alrededor del MAS, donde participaron según la investigación del Procurador Carlos Jiménez Gómez, miembros de la fuerza pública, el narcotráfico, los ganaderos y las Autodefensas del Magdalena Medio, aprovechando la reacción del Cartel de Medellín contra el secuestro de Martha Nieves Ochoa.

 

Esta sigla fue utilizada en la década del 80 el Magdalena Medio, en una primera campaña de terror basada en masacres asesinatos y desapariciones que registraron las crónicas del Nóbel Gabriel García Márquez sobre el peligro de la “salvadorización del Magdalena Medio”. El centro de operaciones se trasladó a Puerto Boyacá y a las Brigadas Militares de ésta zona. Ahí se armaron,  entrenaron y actuaron los primeros paramilitares bajo la orientación de miembros de la fuerza pública. Ahí comenzó la intervención de Agencias de inteligencia internacionales como la Israelita, en  cursos militares y apoyo logístico amparados en empresas de supuestos mercenarios. El episodio mas conocido fueron las escuelas de entrenamiento de sicarios dirigida por Yair Klein, entonces jefe de Operaciones del Ministerio de Defensa de Israel. Desde ahí se extendió esta maquinaria de guerra que incrementó la violencia, el crimen y las desapariciones,  trasladándola a las ciudades con miles de víctimas en el movimiento social, el sindicalismo, miembros de la oposición, el periodismo y defensores de los derechos humanos. Desde ahí se orientó el genocidio de la  Unión Patriótica y el magnicidio de cuatro candidatos presidenciales.

 

La dirección de las Fuerzas armadas, bajo el mando de los Generales Landazábal y Samudio, ministros de defensa de los Gobiernos de Betancur y Barco, acudieron a la solidaridad de cuerpo con los miembros de las fuerzas militares investigados por pertenecer al MAS, hasta el punto que el   General Landazábal, pidió a los integrantes de las Fuerzas Armadas que donaran un día de salario para financiar la defensa de los inculpados. Años mas tarde, a raíz de la masacre de la Rochela, sobre la cual resultó recientemente condenado el Estado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el gobierno abolió, mediante los decretos 0815 y 1194 de 1989, la existencia legal de las autodefensas, después de 24 años de legalidad.

 

3) El engendro de los Pepes, (Noviembre de 1992). La segunda alianza con el narcotráfico.

 

Con la creación del grupo Perseguidos por Pablo Escobar, PEPES, se estableció una alianza entre Agencias del Estado, contrainsurgentes y narcotraficantes, donde actuaron Cartel de Cali, el Bloque de Búsqueda de la Policía, el Das, la DEA, la CIA, las Autodefensas del Magdalena Medio, las ACCU de Fidel Castaño, los narcotraficantes de Medellín y los sicarios de “la terraza”, casi todos los jefes paramilitares que después tuvieron presencia en Santa Fé de Ralito. Sobre esto hay innumerables evidencias, investigaciones y demandas en los estados Unidos para que se desclasifiquen los archivos secretos de la CIA en torno de este episodio, entre las cuales se destaca la del Instituto de Estudios Políticos de Estados Unidos (IPS)  y el pleito judicial que  Amnesty Internacional inició el 25 de abril de 2001. Aunque éste es un período donde el centro del conflicto se desplazó a la lucha contra Pablo Escobar hasta conseguir su muerte en el año 93, es claro que consolidó la alianza, durante el Gobierno de César Gaviria, entre autodefensas y todos los sectores del narcotráfico que se beneficiaron de la derrota de Escobar y que años mas tarde fueron beneficiados con la Ley de Justicia y Paz.

 

4) La fundación de las AUC. (18 de abril de 1997). La tercera alianza con el narcotráfico.

 

Marca el período de mayor crecimiento y expansión del paramilitarismo cuando logra unir en una sola y poderosa organización confederada a todas las autodefensas del país (14), con todos los carteles de la mafia. En cinco años los 6 mil efectivos de las AUC se triplicaron. Se extendieron a todo el territorio nacional. Construyeron una economía de guerra basada principalmente en el narcotráfico. Adquirieron personería nacional y controlaron la política y las finanzas públicas en extensas regiones. Construyeron una dirección centralizada y adquirieron unidad de mando en manos de Carlos Castaño quién tenía asignado, por estatutos, la mitad de los votos del Estado Mayor.

 

Durante éstos cinco años de barbarie se realizaron el mayor número de asesinatos selectivos, masacres, desapariciones, desplazamientos y otras violaciones de derechos humanos. Se opusieron al proceso de paz con las FARC y sabotearon las conversaciones con el ELN. Participaron activamente en la política electoral en el 2002, conquistaron importantes alcaldías,  gobernaciones y la tercera parte del Congreso y apoyaron la elección a la Presidencia de Álvaro Uribe Vélez. Contaron con el apoyo mediático de importantes medios de comunicación. El vertiginoso crecimiento  de ésta tenebrosa maquinaria de guerra no se explica sino por el apoyo múltiple de poderosas instancias nacionales e internacionales, institucionales e ilegales que no tuvieron reparo en apoyarse en la ilegalidad, el narcotráfico y el crimen para consolidar su proyecto de acumulación de poder y riqueza. La creación de las CONVIVIR mediante el decreto 356, fue sin duda el  respaldo institucional más importante para la expansión de las AUC durante estos años.

 

En la interpretación de éste período es clave establecer el papel que jugaron los pactos en la sombra del departamento de Justicia de Washington y la Fiscalía de los Estados Unidos con narcotraficantes colombianos realizado bajo el Programa de Resocialización de Narcotraficantes iniciado en 1996 bajo cuyo amparo Carlos Castaño consolidó la unidad en las AUC entre la contrainsurgencia y los Capos de los Carteles (31 de enero de 2002).  Hay que esclarecer el papel del comandante de las AUC como promotor de éste programa al lado de miembros de la CIA, y la relación de los tropiezos de éste proyecto con la pérdida de poder interno de Castaño y su posterior asesinato.

 

 

5) La legalización de la AUC. (Julio de 2003). El proceso de negociación y la hegemonía del narcotráfico.

 

El primero en plantear la negociación con los paramilitares fue Phil Chicola, encargado de Asuntos Andinos del Departamento de Estado de los Estados Unidos, en octubre del 2.000. Luego, en los primeros meses del 2002, lo propuso Otto Reich, Subsecretario de Estado. De acuerdo con esto, antes de entregar el mando el Presidente Pastrana, aprobó las salvedades a la Corte Penal Internacional. Y, el 15 de julio de 2003, el comisionado para la Paz y nueve comandantes de las AUC firmaron el acuerdo de Santa fe de Ralito.

 

Los cambios internacionales y nacionales impusieron ésta negociación. Después del 11 de septiembre de 2001, las AUC fueron declaradas organizaciones terroristas. El incremento de la barbarie paramilitar y el reconocimiento hecho por Carlos Castaño de que el 70% de sus ingresos provenían del narcotráfico, aumentó la presión internacional. En los primeros meses del 2003, las AUC perdieron cerca de 1500 hombres en enfrentamientos militares con la guerrilla. La reingeniería y el fortalecimiento del ejército, y el triunfo electoral de Álvaro Uribe y su política de Seguridad Democrática, hicieron innecesario e inconveniente el mantenimiento de una fuerza contrainsurgente de carácter ilegal que involucra costos internacionales e internos muy elevados. Todo ello condujo al proceso de desmovilización  del sector contrainsurgente del paramilitarismo.

 

En el proceso de las AUC, el ala narcotraficante de los paramilitares aprendió a construir ejércitos privados afianzados en el campo, aprendió las técnicas de la guerra irregular y a controlar mediante el terror zonas rurales claves para la seguridad y el negocio del narcotráfico. En la fase final de las AUC, la fuerza mas fuerte y hegemónica es el ala narcotraficante. Hoy se encuentra por fuera del control institucional, aislada internacionalmente, con una capacidad de interlocución disminuida y en manos de la Corte Suprema de Justicia. Están atrapadas en una gran disyuntiva: o avanzan en el esclarecimiento de la verdad involucrando en el paramilitarismo a sectores muy importantes del empresariado, de la dirigencia política y militar del país o cargan sólo sobre sus hombros toda la responsabilidad del desastre. Algunos de sus jefes se encuentran detenidos y otros en trance de recomponer su fuerza militar, bajo la amenaza de la extradición y en manos del poder discrecional del presidente Uribe en torno a ésta materia. Otros buscan afanosamente un acuerdo con las autoridades Norteamericanas.

 

Aunque el paramilitarismo actual no está en la cruzada contrainsurgente de los años anteriores, hay que decir que sigue siendo una fuerza represiva e intimidatorio del movimiento popular, con una fuerte conexidad con la fuerza pública, con mas de 6.000 hombres armados y control de importantes regiones, con grandes reservas de armamento, con buena parte de sus comandantes libres y con su base económica intacta. El esfuerzo del Presidente Uribe por declararlos una fuerza sediciosa, en abierta contradicción con las altas cortes, está orientada a legalizar su fuerza económica, política y militar. En el fondo, es el tercer intento de legalización después de la creación de las autodefensas y de las convivir.

 

Este es el marco en que se desarrolla hoy la lucha por la verdad, lo que nos permite desarrollar y recomendar una política muy amplia de acuerdos y alianzas con todos los sectores nacionales e internacionales interesados en el esclarecimiento de la verdad y en acabar con éste flagelo como una condición indispensable para construir democracia en Colombia.

 

 

3. EL PRECIO  DEL PODER PARAMILITAR

 

El precio pagado por la sociedad colombiana por el proyecto paramilitar es incalculable. Algunas cifras y datos nos dan una idea de ésta calamidad social. Alrededor de tres millones y medio de víctimas produjeron cuatro décadas de guerra sucia en Colombia, las cuales incluyen los 3 millones de desplazados,  los miles de exilados políticos; los 90.000 asesinados en forma selectiva y en 7.500 masacres; los 8.000 desaparecidos, los 10.000 torturados. Cifras descomunales si la comparamos con el número de víctimas que produjeron todas las dictaduras del cono sur.

 

 Así se redujo al movimiento social y en especial al sindicalismo a su mínima expresión. El movimiento campesino fue desmantelado. La oposición reducida a sangre y fuego. La opinión democrática fue intimidada y los derechos  humanos entraron en una crisis profunda. Cuatro candidatos presidenciales, Luis Carlos Galán, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo y Carlos Pizarro, fueron, al lado de muchos colombianos ilustres, víctimas de quienes utilizaron el magnicidio como arma política. Los tres movimientos políticos de izquierda y renovación más importantes de las dos últimas décadas: el Galanismo, la Unión Patriótica y la Alianza Democrática MI9, fueron literalmente eliminados o neutralizados.

 

El amordazamiento de la democracia mediante el terror dio sus frutos. Las alianzas regionales entre paramilitares y el clientelismo político regional permitió su control en la mayoría del territorio nacional. Y le abrió el espacio al régimen autoritario que hoy nos gobierna, construido desde la ilegalidad, sobre la violencia,  la violación de los derechos humanos, la corrupción política y el mas impresionante apoyo mediático de los medios de comunicación.  Así se construyó el Bloque del actual Gobierno, es una alianza entre los fundamentalistas de la autoridad y los fundamentalistas del mercado.

 

4)     EL PAPEL DE LA IDEOLOGÍA PARAMILITAR.

Es necesario poner al descubierto el papel que ha desempeñado y desempeña la “Doctrina de Seguridad Nacional” impulsada por los Estados Unidos bajo las cuales se sustentaron las autodefensas, las convivir, y hoy, la política de seguridad democrática. En ella se sustentan los manuales y reglamentos de combate de 1962, 1963, 1969, 1987, 1979, 1990, los cuales orientan las operaciones del Ejército Colombiano a vincular a la población civil como actor o como blanco en la lucha contrainsurgente, en operaciones de inteligencia, sabotajes, contra-propaganda, acciones encubiertas, guerra sicológica y seguridad.

Bajo esa doctrina se han  entrenado 10.000 militares entre los años 1956 y el 2003, en la Escuela de las Américas y otros institutos interamericanos. Esta doctrina se mantiene viva y orienta la estrategia de aislar el pez del agua, no acepta la neutralidad de la población civil, se opone a la soluciones políticas y  hecha por la borda la distinción entre combatientes y civiles, establecida por el Derecho Internacional Humanitario, confusión deliberada y peligrosa con la cual Carlos Castaño justificó las masacres de civiles desarmados, “guerrilleros de civil” como les llamó. De las aulas de la Escuela de las Américas salieron muchos de los responsables de las atrocidades de las dictaduras latinoamericanas.  

Recientemente, en el libro Esquilando al Lobo[2], producido por el Cuerpo de Generales y Almirantes  en retiro que inspira a buena parte del estamento militar Colombiano, sostiene una versión moderna de la doctrina de Seguridad Nacional. En él se acusa a la oposición política, al movimiento social y a los defensores del Estado Social de Derecho y de los Derechos Humanos, de desarrollar  una “guerra política” y una “guerra jurídica” como parte de una acción soterrada de la lucha guerrillera contra el Estado. Se les señala  como el instrumento “mas eficaz” de la insurgencia, sin cuya derrota “no es posible conseguir la paz”. Tal tesis, de nuevo sataniza y socava cualquier posibilidad de lucha social o política de inspiración civilista, es fundamento del Estado Autoritario y alimenta la guerra sucia contra la población civil.

 

En estos temas debe establecerse un sistema de vigilancia y control nacional e internacional sobre la fuerza pública que puede tener como base las recomendaciones hechas por Human Rights Waths, en su informe de 2002.

 

 

5.-LA INGERENCIA DE LAS AGENCIAS DE INTELIGENCIA EXTRANJERAS.

 

El país debe conocer la verdad sobre la participación de las agencias de inteligencia nacionales e internacionales involucradas en el apoyo al paramilitarismo colombiano en tareas de capacitación, preparación, logística, información y venta de armas, y apoyar las iniciativas en curso tendientes a exigir la desclasificación de los archivos secretos de las agencias involucradas. Conocer la verdad sobre el papel de los cursos de adiestramiento militar realizados, con el aval de los comandos militares de Colombia e Israel, dentro y fuera de nuestro territorio, por oficiales de ejércitos extranjeros a  dirigentes paramilitares de primera línea. Deben conocerse las investigaciones de las armas introducidas con destino a las AUC del caso Oterloo y otros. Debe conocer la verdad en torno a las relaciones de la CIA y la DEA con el grupo paramilitar los PEPES. Y el papel de las Agencias internacionales que intervinieron en el programa de resocialización de narcotraficantes. Los archivos secretos de estas agencias en torno a éstos hechos deben ser desclasificados y conocidos.

 

6.-  LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO.  

 

Una política definitiva contra el paramilitarismo implica asumir la responsabilidad del Estado sobre éste flagelo. Esto no se puede diferir a las condenas que la Corte Penal Internacional ha hecho sobre casos concretos como la masacre de Mapiripán, de los Comerciantes del Magdalena Medio, o la Rochela y otras. Cómo eludir el hecho que el paramilitarismo se desarrolló amparado en la legalidad  de las autodefensas y las convivir durante 27 años?

 

La fuerza pública tiene que asumir su responsabilidad y no ampararse en la poca convincente explicación de “los casos aislados”. El informe de Human Rights Waths del año 2000 encuentra que casi la mitad de las 18 Brigadas del ejército colombiano estaban relacionadas con la actividad paramilitar, lo cual los llevó a declarar a los paramilitares como la “Sexta división de Ejército Colombiano”.

 

No es posible combatir el paramilitarismo sino se condena la impunidad y se robustece la independencia de la justicia. Casos como los de los Generales del Ejército Faruk Yanine Días, Rito Alejo del Río, Alvaro Velandia, Rodrigo Quiñónez, Fredy Padilla, Gabriel Díaz, Jaime Alberto Uzcátegui, Mario  Montoya, Martín orlando Carreño, Alfonso Manosalva y de centenares de oficiales y suboficiales de la fuerza pública, no se pueden despachar a base de preclusiones y malabarismos jurídicos.

 

Es claro que no se puede acusar al conjunto de la Fuerza Pública de paramilitarismo, pero es necesario que ésta se depure de los elementos que resulten comprometidos.

 

7. LA RESPONSABILIDAD DE LA INSURGENCIA.

 

La existencia del conflicto interno en Colombia no se puede utilizar como argumento ningún representante del estado para justificar el accionar paramilitar, pues el estado está obligado a defenderse con los instrumentos de fuerza y de legalidad que le confiere la Constitución Nacional y los tratados internacionales como el  Derecho Internacional Humanitario que cobija ésta clase de conflictos.

 

El reconocimiento de la existencia del conflicto armado, nos lleva a las fuerzas democráticas de vocación civilistas a pugnar por la solución política y negociada del conflicto y a la aplicación del D.I.H. Esto no nos impide señalar que a la insurgencia armada colombiana le cabe una buena porción de responsabilidad en el desarrollo del paramilitarismo. Buena parte de la base social y de la simpatía que despertó el paramilitarismo en algunas regiones estuvo afianzada en errores y políticas que han afectado profundamente a la población civil.

 

Nos referimos concretamente a la aplicación de una justicia arbitraria y operaciones de limpieza en zonas controladas por sectores de la guerrilla. Los ataques y la destrucción de poblaciones con “cilindros bombas” con enormes pérdidas para la población civil. Las llamadas “pescas milagrosas” que generalizaron el miedo entre la clase media urbana, y las “retenciones” y vacunas contra pequeños y medianos agricultores, comerciantes y productores, son hechos que produjeron tan grande efecto entre las clases medias urbanas y rurales que Carlos Castaño, en forma muy habilidosa definió su movimiento como “la expresión de la clase media colombiana”. Esto debe motivar una gran discusión en el seno de las fuerzas insurgentes y sus relaciones con la población civil.

 

 

8. EL PARAMILITARISMO, LOS MONOPOLIOS Y LOS MACROPROYECTOS

 

Es necesario desentrañar de qué manera el paramilitarismo ha sido funcional y se beneficia de la actividad y los macroproyectos desarrollados por monopolios nacionales y extranjeros. Los enclaves paramilitares mas fuertes se dan en  zonas mineras de oro,  petróleo y de tránsito de oleoductos, del oriente de Antioquia, sur de Bolívar, medio magdalena, Arauca, Norte de Santander, y Sucre. En el carbón de la Guajira, donde la multinacional Drummond es investigada por auspiciar con los paramilitares el asesinato de líderes sindicales. En el turismo de la costa atlántica. En las zonas bananeras del magdalena y urabá donde se investigan nexos estrechos entre la empresa Chiquita Brand en la exportación de coca, la importación de armas y el apoyo económico para las AUC.  En zonas de grandes proyectos madereros y de producción de palma africana para la exportación de biocombustible, que están cambiando radicalmente la estructura agraria en el andén del pacífico, el valle del río magdalena y el piedemonte llanero, zonas de control paramilitar y de legalización de tierras mal habidas y de capitales ilícitos. De ahí que no es completamente cierto que la única motivación para la expansión territorial de los paramilitares y de su ubicación estratégica, sea el control de las zonas coqueras. El mapa de los polos de desarrollo del país se superpone en concordancia con el mapa del desarrollo paramilitar. Este es otro hecho que rebate el argumento justificatorio de la ausencia del estado.

 

 

9. ALGUNAS CONCLUSIONES.

 

Hoy, el Presidente Uribe identifica el desarme –por demás inflado y ficticio- de tropas paramilitares como un proceso de paz que llevó a su desmonte total. Nada más alejado de la realidad. Todavía no se ha desmontado un proyecto que comenzó como un instrumento de la contrainsurgencia y se convirtió en un proyecto de poder de la extrema derecha mafiosa que pretende perpetuarse en el Gobierno con la legalización de sus estructuras militares, el blanqueo de sus capitales, y el control político regional y nacional.  El paramilitarismo es hoy un proyecto de acumulación de poder político y de riquezas económicas a través de las armas del cual no se han desmovilizado y no pretenden hacerlo. El paramilitarismo sigue siendo el principal factor de exportación de drogas ilícitas hacia Norteamérica y Europa. Mantienen el dominio de al menos 300 municipios y varias  gobernaciones. Tienen el control de cerca de 5 millones de hectáreas conseguidas a base del terror, el genocidio y el desplazamiento. Han confesado  controlar la tercera parte del Congreso de la República (83 congresistas), y han demostrado penetración y poder en la fiscalía, la fuerza pública, el Das, los partidos políticos y otras instancias del Estado. He ahí su fuerza pero también su debilidad en la medida de que se ha puesto en evidencia. La estructura narcoparamilitar se encamina hoy a un aislamiento político cada vez mas acentuado.

 

Su desmonte es un trabajo de mediano y largo plazo e implica cambios sustanciales en la conducción del país. Hoy estamos en el destape de la parapolítica, pero hay que encontrar la caja negra que establezca las razones del desastre nacional y avanzar hacia la construcción de la Comisión de la Verdad. Aunque sabemos que éste tipo de comisiones se han dado en otros países en el tránsito de gobiernos autoritarios hacia gobiernos mas democráticos, o como culminación de procesos de paz, debemos construir un camino propio, desde ya, apoyados entre otros aspectos en los cambios favorables que se están dando en la situación nacional e internacional.

 

Los cambios nacionales ocasionados por el destape de la política son vertiginosos. El rompimiento del bloque de Gobierno es una posibilidad en la medida en que se profundice el debate. Nuestro objetivo debe estar orientado a aislar del poder a los sectores de la extrema derecha que lo detentan, y ganar espacios para la democracia. La denuncia política sigue siendo un arma efectiva pero hay que pasar a otro estadio que incluya mayores niveles de movilización de sectores (como el movimiento estudiantil) que hoy recobran confianza en el ejercicio de la denuncia abierta y pública. Pero sobre todo, hay que producir hechos políticos concretos que pongan sobre el tapete el cuestionamiento de la ilegitimidad del gobierno. Se necesita una acción integral que desenmascare el paramilitarismo como una política de estado y ubique la responsabilidad del Presidente Uribe. Involucrar al desarrollo de las acciones al movimiento de víctimas y apoyar su proceso de organización. Hay que apoyar la construcción del informe sobre impunidad para presentarlo a los tribunales internacionales. Convocar un gran movimiento por la verdad nacional e internacional, que articule  todas las fuerzas interesadas en éste propósito; en el desarrollo de éste gran movimiento debe explorarse y crear las condiciones para un acuerdo nacional por la verdad. Debe levantarse una consigna dentro y fuera del país que oriente el boicot a la compra de productos y a los negocios con las empresas que han apoyado el paramilitarismo, especialmente a la empresa Chiquita Brand bajo el lema: “no compre paramilitarismo”. Y El llamamiento a nuevas  elecciones generales, con financiación estatal y veeduría internacional, que permita poner en cuestión la legitimidad de éste gobierno, elegido fraudulentamente y bajo la presión armada de los paramilitares. Esto puede ser el camino hacia un nuevo pacto nacional bajo la forma de una Constituyente Nacional por la verdad, la justicia, la reparación y la Paz.

 

Documento presentado al segundo seminario por la construcción de la tendencia socialista del PDA.   

 

OMAR ÑAÑEZ CAMACHO                                                ALFONSO R. CERA

 

CÍRCULOS NUESTRAMÉRICA

 

Bogotá, 15 de mayo de 2007.



[1]Cuartel General, Escuela de Guerra Especial del Ejército de Estados Unidos, tema: Visita a Colombia, Sur América, por el Equipo de Guerra Especial, Fort Bragh, Carolina del Norte, 26 de febrero de 1962, Biblioteca Kennedy, Casilla 319, Archivos de Seguridad Nacional. Grupo Especial, Suplemento Secreto, Informe de Investigación en Colombia, citado por Mc Clintock, o. C., p. 222. Referencia citada por Iván Forero en Voces del exilio (Carmen Lydia Cáceres y Ana María Guerrero, Ediciones del Centro de Estudios Políticos y Sociales, 2006).

[2] CUERPO DE GENERALES Y ALMIRANTES EN RETIRO DE LAS FF.MM., Esquilando al Lobo. Panamericana Formas e impresos. Bogotá, 2002.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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