"Se puede decir que en el contexto internacional de esos años logramos una
pequeña victoria. Se llegó a aceptar que el uso tradicional de la coca en los
países andinos era distinto a las actividades de producción de coca para
elaboración de pasta básica para el narcotráfico internacional. En 1988 la
Convención contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias
Sicotrópicas adoptada por las Naciones Unidas propuso que, entre las drásticas
medidas de erradicación, sin embargo, se deberán respetar los derechos
humanos fundamentales y tendrán debidamente en cuenta los usos tradicionales
lícitos donde al respecto exista la evidencia histórica, así como la protección
del medio ambiente11."
Hace
más de dos décadas que participo en la campaña de defensa del consumo
tradicional de la coca.
En los años 70 y 80 me pareció importante resaltar dos puntos: primero, que el
consumo de coca en su forma tradicional no constituye toxicomanía. El Dr.
Fernando Cabieses1 ha publicado varios trabajos en los que se afirma
que no se puede demostrar que el uso prolongado de la coca en su forma
tradicional tenga efectos negativos sobre el organismo. Segundo, que en cuanto
nexo integrador social en la cultura andina, la coca tiene un papel tan
importante que es difícil imaginarse a esa cultura sin su coca. Hoy día estos
puntos han sido mayormente aceptados. Por lo tanto, solo los reseñaré
brevemente. Quisiera, más bien, tratar temas que adquieren mayor vigencia en el
contexto actual. Me preocupa la forma en la que habremos de tomar posición
frente a los efectos nocivos que el narcotráfico internacional está causando en
nuestro medio social, y me pregunto si es necesario repensar nuestra posición.
No lo creo, pero me parece que hay que cambiar de énfasis.
En 1978 tuve la oportunidad de editar un número especial de la revista
América Indígena2, dedicado íntegramente a la defensa de la coca.
En esta edición se defendía el uso tradicional de la coca desde varios ángulos:
biológico, político-cultural, socio-histórico y religioso. Baldomero Cáceres3
demostró que los supuestos argumentos usados en contra del uso de la coca,
carecían de fundamento científico. Un artículo de Roderick E. Burchard cita los
trabajos de Carlos Monge4, quien afirmaba, inclusive, que la coca es
un elemento necesario para los procesos fisiológicos de los hombres que viven en
la altura. Burchard trató de corroborar este argumento demostrando el papel que
uno de los elementos químicos en la hoja de la coca (ecgonina) tiene en el
proceso de la digestión. Se resaltó también la importancia que la coca tiene en
la medicina popular5. Reuní asimismo, varios trabajos culturales6
en los que la defensa de la coca se basa en su papel como nexo de integración
social, ya que la coca es un símbolo que marca la pertenencia a un grupo social7,
y su uso expresa la voluntad que este grupo ejerce para unificarse en su
interior y para mantener su identidad8. Los intentos de suprimir su
uso constituye interferencia paternalista del mundo exterior, que tiene como
imagen el indígena infantil incapaz de tomar decisiones por sí mismo.
Finalmente, se protestó porque la eliminación del coqueo constituye un intento
de destrucción de los patrones culturales y religiosos y de los valores andinos9.
Los indios del Perú se han defendido y resistido a esa destrucción cultural con
vigor y tenacidad, y lo seguirán haciendo.
En 1989, el Instituto Indigenista Interamericano publicó los resultados de una
investigación en Perú, Bolivia y el Norte de Argentina en el que se ampliaron y
reiteran estos mismos puntos10. El Instituto, con el aval del Fondo
de las Naciones Unidas para la fiscalización del Uso Indebido de Drogas
(UNFDAC), recomienda que:
La diferenciación entre la toxicomanía asociada a la cocaína y a la masticación
tradicional de la hoja de coca debe estar en la base de toda legislación que se
sustente en el reconocimiento a los derechos sociales, culturales y económicos
de los pobladores de la región andina.
El cultivo y uso de la hoja de coca en la cultura tradicional andina debe estar
efectivamente reconocido en las legislaciones de estupefacientes de los países
andinos, precisandose las condiciones de su cultivo y uso lícito por aquel
sector de la población que participa de esa tradición cultural. (Instituto
Indigenista Interamericano, 1986 : 28-29).
Se puede decir que en el contexto internacional de esos años logramos una
pequeña victoria. Se llegó a aceptar que el uso tradicional de la coca en los
países andinos era distinto a las actividades de producción de coca para
elaboración de pasta básica para el narcotráfico internacional. En 1988 la
Convención contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias
Sicotrópicas adoptada por las Naciones Unidas propuso que, entre las drásticas
medidas de erradicación, sin embargo, se deberán respetar los derechos
humanos fundamentales y tendrán debidamente en cuenta los usos tradicionales
lícitos donde al respecto exista la evidencia histórica, así como la protección
del medio ambiente11. Las fuerzas represivas antidroga no se han
volcado sobre los consumidores tradicionales de la coca, y la incapacidad de
controlar la expansión de cocales no mermó la cantidad disponible para el
consumo tradicional12 a pesar de la creciente demanda de la hoja como
insumo para la pasta básica.
Pero, en cierto sentido nuestra victoria no fue tan importante. Se debió a que
los organismos antidroga internacionales rápidamente se dieron cuenta que con
eliminar el uso tradicional de coca no afectarían en nada el flujo de narcóticos
hacia el mundo moderno. La lucha no era contra los usuarios tradicionales.
Además no convenía enardecer a varios millones de usuarios tradicionales, y como
el argumento pro-uso tradicional de la coca tiene elegantes matices
anti-imperialistas, que pueden ser explotados políticamente, no valía la pena
comprarse el pleito. Dejar tranquilos a los usuarios tradicionales de coca y los
que la comercializan ha tenido resultados. Así, por ejemplo, son sólo pocos los
comités de productores de coca en los países andinos que han enarbolado la
bandera de la defensa del relativismo cultural para proteger su participación
ilícita en un boom económico inusitado13. Hay que reconocer
también que los grandes empresarios de la cocaína nunca han defendido su
profesión con argumentos culturales en defensa de las bondades de la coca. En
general, y hasta hoy, el mundo de la coca y el mundo de la cocaína han ido por
caminos paralelos sin afectarse mutuamente14.
El nuevo contexto
Hoy estamos en un contexto diferente. Primero, porque tenemos que reconocer que
el impacto negativo del narcotráfico, que se ha expandido enormemente en
nuestros países, penetra toda la sociedad. Urge para los países andinos una
nueva política anti-cocaína que sea eficaz. El narcotráfico corroe el tejido
social. El costo social en términos de instituciones corrompidas y de violencia
es enorme y largamente sobrepasa los costos que se incurren en rehabilitar o
mantener a los adictos incapacitados. Los consumidores de coca hasta hace poco
podían todavía decir que ese problema no les importaba ni afectaba. En el Perú
de hoy sí. Hay muchos comuneros que tienen experiencia de trabajo con los
pichicateros15, hay los que han vivido el boom de la
cocaína, los que murieron asesinados por la codicia en búsqueda del oro blanco,
y también quienes se quedaron varados en Chicago (no en Chicago de Estados
Unidos, sino en Chicago de Tingo María), barrio donde se consume la droga local.
El narcotráfico y el terrorismo son factores ligados que han afectado
profundamente a los campesinos de las zonas rurales del Perú. Todavía no se
conoce hasta qué punto el narcotráfico ha armado a los terroristas, pero, de
hecho, el narcotráfico ha introducido en el campo niveles de violencia nunca
antes conocidos. Por otro lado, el influjo de dólares en la economía nacional
vía la exportación de pasta ha afectado adversamente a la economía nacional y
contribuido a la crisis económica en la que los campesinos consumidores de coca
conforman uno de los principales sectores afectados16. Pretender que
el Perú de hoy no tiene serios problemas causados por el narcotráfico es asumir
la actitud de avestruz. Se debe lograr una inteligente y sana política
anti-cocaína que a su vez pueda claramente hacer los distingos entre el uso
tradicional de la coca y el uso socialmente negativo de la cocaína cuyo consumo
también está arraigándose en nuestro medio urbano. Es necesario que los
productores de coca que exigen que se les declare exceptuados por los programas
de erradicación de coca, sean consecuentes con su compromiso y apoyen
eficazmente el combate contra el narcotráfico.
Segundo, el contexto de hoy es diferente porque los Estados Unidos también
comienzan a darse cuenta que su política «de guerra antidroga» de la era
Reagan-Bush ha fracasado. Éste es el momento apropiado en el que se puede
influir en la formulación de nuevas políticas anti-narcotráfico que sean más
eficaces y coherentes. Es el momento en que hay que ir más allá del argumento
que la coca no tiene nada que ver con el narcotráfico, para salir con propuestas
viables que emanen de los países andinos, comprometiendo a todos los sectores
sociales para resolver el problema. Se acabó la era en la que la política
anti-narcóticos era tomada con poca seriedad. En el caso peruano, esta coyuntura
es importante, pues, bajo la cobertura de lucha anti-narcotráfico, han entrado
muchas armas al país que quizás no sólo se utilicen en ese contexto.
Tercero, porque la crisis política y económica de Perú y Bolivia en las décadas
de los ochenta y noventa ha causado que varios cientos de miles de familias de
agricultores que viven de la producción de coca para la cocaína tengan pocas
alternativas económicas. Ellos se han constituido en un elemento político
importante en nuestros países en el que también se ha inmiscuido el terrorismo
político17.
Cuarto, porque en el mundo de hoy se barajan nuevas ideas para absorber
socialmente las víctimas del consumo de sustancias químicas que afectan la mente
y el comportamiento. Se habla de la necesidad de descriminalizar el uso de
drogas para mitigar así la violencia que es uno de sus altos costos sociales. Se
plantea que la persecución policial no es el único modelo para «combatir» al
mundo de la droga, ni siquiera es lo que mejor puede resolver los problemas
sociales que se vinculan al consumo de sustancias tóxicas. En el los países
andinos tenemos fuerzas policiales y militares no inmunes a la corrupción, con
lo que el narcotráfico corroe todos los aspectos de nuestra sociedad.
Y quinto, en 1994 se celebró el Año Internacional de las Poblaciones Indígenas.
Reflexionemos también que ésta fue la década de los movimientos étnicos
politizados que se han lanzado a la guerra en Europa oriental. En el año en que
se hacen llamados al respeto de las culturas indígenas, son los movimientos
indios de los países andinos, que reclaman vehementemente el derecho a consumir
coca y con ello recusan las pasadas políticas de reducción del cultivo. La
defensa de la coca es uno de los mejores caballitos de batalla de los
movimientos indios en los Andes.
Los productores de coca han formado gremios que tienen potencial político, y
como toda industria en crisis, solicitan apoyo institucional del estado. La
respuesta ha sido declarar que el productor de coca no es un narcotraficante ni
un criminal (pero sí lo son los que acopian, procesan, transportan y distribuyen
pasta básica y clorhidrato de cocaína). Frente a una sobreproducción de coca (si
se eliminase todo el tráfico ilegal de ambos países) y frente a un fuerte
contingente de productores organizados que defienden su derecho a seguir
produciéndola, y ante un cuadro relativamente estático de consumo tradicional de
coca (quizás hasta en descenso) ¿podemos revalorizar la coca en tal forma que se
expandan sus usos y formas de consumo legítimo? ¿Se podría exportar coca al
mercado internacional? Éstas son las circunstancias que motivan una
re-elaboración de conceptos que defiendan la producción y consumo legítimo de
coca en el mundo, y es por eso que se plantea la necesidad de revalorar la hoja
de coca.
La revalorización
La revalorización de la coca tendría que tener los siguientes lineamientos.
1) Defender los usos tradicionales:
Insistir que el uso tradicional de la coca es una forma saludable de consumir
coca y que no es dañina. Implica continuar con los estudios y debates
científicos que así lo demuestren de una vez por todas. Como bien lo demuestra
Cáceres, hubo intencionalidad de equiparar el uso de la coca con la
«toxicomanía» del uso de cocaína en los estudios de la época de los años 40 y 5018
que hay que rebatir con estudios que descalifican dichas aseveraciones. Quedan
además muchas interrogantes sobre los procesos bioquímicos de la ingestión de la
coca por medio del chaccheo (masticación) y la absorción de sustancias
vía las mucosas de la boca y el aparato digestivo. Muchas hipótesis que se han
planteado todavía no han sido sujetas a un proceso riguroso de estudio. Es
importante también difundir por todos los medios necesarios y los canales
adecuados los resultados de dichas investigaciones y las implicancias que estos
puedan tener. Es importante que en este proceso de difusión se incluya a los
quechua y aymará hablantes, quienes son los más directamente interesados en
conocer los resultados. Hay que cambiar el contenido de lo que se enseña sobre
la coca en las escuelas rurales. Los prejuicios remanentes de la época de la
leyenda negra de la coca, en la que era igual al uso de cocaína, condenaron a
los indígenas de los Andes a ser considerados drogadictos. No faltaron los
prejuicios racistas que pretendían explicar la causa de la «degeneración»19
de la raza indígena en el hábito del coqueo, que se difundieron a partir de la
época en que la cocaína adquiere características negativas en Europa20.
Estos prejuicios abundan aún hoy y su difusión es continua. Cáceres insiste que
el «discurso psiquiátrico sobre las «toxicomanías» dentro de las cuales se
cuenta al «cocainismo» debe ser abandonado»21.
2) Expandir los grupos que consumen coca:
Impulsar a que nuevos grupos adopten este hábito. En la práctica, implica
expandir los contextos sociales en los que legítima y lícitamente se consuma
coca con orgullo. Implica una expansión del mundo donde la cultura andina es
conscientemente practicada y pide que ella emerja de la semiclandestinidad en
los lugares donde hoy se encuentra refugiada en escondites urbanos e
internacionales. Por ejemplo, ¿qué es lo que está pasando con la nueva
generación de jóvenes hijos de migrantes andinos quienes han crecido en
contextos urbanos, respecto a la coca? ¿La usarían y harían propaganda los
cultores de la nueva música «chicha», o es que ellos ya han adoptado otras
formas de consumir los productos de la coca?
Hace veinte años, en los pueblos y ciudades de la sierra, el consumo o no
consumo de la coca era un claro distintivo que servía para marcar fronteras
étnicas y de clases sociales. Las relaciones de clase y etnia en la sierra se
han modificado profundamente y con ello también los que chacchan y los que no
usan coca en diversas situaciones22. Será necesario un moderno
estudio de «marketing» para averiguar el potencial de un nuevo mercado
rural y urbano consumidor de coca. También entra aquí el juego entre lo público
y lo privado. ¿En cuántos velorios de clase media se chaccha coca? En Salta,
Argentina, la coca es una sobremesa en restaurantes y casas de clase media.
¿Hasta cuándo lo fue en el Cusco? ¿Es factible re-introducir el consumo de coca
en contextos sociales de clase media mestiza en la sierra andina?
3) Des-andinizar la coca:
Es decir, encontrar formas legítimas y placenteras de consumir coca por otras
culturas y clases sociales que antes no la consumían. Encontrar formas de
consumo urbano y de clase media que valore el uso de la coca en términos propios
de esa cultura. Es decir, igual que con el consumo del alcohol, tabaco o café,
evolucionarían formas culturalmente específicas del consumo de coca que tendrán
resonancia en la cultura en la que ésta se desarrollase. Igual como hay
diferentes formas de consumir coca entre los grupos indígenas de América,
idealmente en el mundo deberán formarse también estilos y elaboraciones
culturalmente españolas, italianas o holandesas del consumo de coca, si el
consumo se difundiese hacia esos países.
4) Acreditar y legitimar lo positivo que es la coca en la cultura oficial de los
países Andinos:
Los organismos oficiales y representativos deberán asumir oficialmente formas de
comunicar al público en general que ellos aprueban y apoyan el consumo legítimo
de coca. Aparte de propaganda y actos públicos en los que se consuma coca, las
municipalidades, por ejemplo, pueden crear lugares oficialmente reconocidos
donde se expenden productos de la coca. A los turistas internacionales, además
de ofrecerles un mate de coca, también se les puede enseñar a consumir la coca
en formas más tradicionales, tal como el chaccheo. Las campañas anti-droga
dirigidas a la juventud podrían tener el mensaje «A la coca dile sí, a la
cocaína no» o «Consume coca — y deja la cola».
5) Acoplarse al mercado mundial naturista:
Resaltar las ventajas de los elementos bioquímicos singulares o en combinación
que la coca ofrece para consumidores de otras culturas. Con la coca se puede
explotar la manía mundial por los remedios naturales, ya que es uno de los pocos
productos no dañinos que afectan el ánimo y el nivel energético de las personas.
Hasta hoy todavía no se promocionan las virtudes de coca como anestésico local
ni como calmante contra dolores internos. La capacidad de reducir la sensación
de hambre para los que hacen dieta tampoco ha sido explotada.
En cierta forma esto implica volver a andar por un camino ya recorrido. En el
siglo pasado el francés Angelo Mariani fue un genio de la comercialización.
Mariani popularizó varios tipos de tónicos que se vendían directamente al
público en empaques exclusivos, con recomendaciones impresas en la etiqueta de
eminentes médicos y personajes importantes (entre ellos el Papa León XIII, el
Zar de Rusia, y Julio Verne). Había Vin Mariani (vino con coca macerada),
Elixir Mariani (con concentración de alcohol y cocaína más potentes),
Pastilles Mariani (para la tos con extracto de coca) y Thé Mariani
(extractos de la hoja para hacer infusiones). De igual modo el boticario John
Styth Pemberton en Atlanta, Georgia (EE.UU.), patentó un remedio similar al vino
de coca de Mariani en 1885. El año siguiente Pemberton le quitó el alcohol y
agregó nueces de kola que contienen cafeína, y en 1888 sustituyó el agua
corriente con agua y dióxido de carbono por ser «más medicinal» y le cambió de
nombre. Esta patente fue vendida al Sr. Asa Griggs en 1891, quien hizo de la
Coca-Cola símbolo mundial de lo esencial de ser gringo. Si ellos tuvieron éxito
en el «marketing» de productos de la coca23, no hay razón por
la cual esto no puede volver a hacerse, si cambiasen las actitudes contra la
coca y las reglamentaciones vigentes. Hay un legítimo mercado potencial a nivel
mundial cuyas dimensiones aún no son exactamente conocidas.
6) Lograr que se eliminen las restricciones internacionales:
Allanar el camino de los organismos nacionales e internacionales para que ellos
eliminen las restricciones que impiden la comercialización de la coca y la
búsqueda de nuevos productos en los que se pueda consumir beneficiosamente y
pacíficamente. A pesar de que a nivel práctico la DEA (de los Estados Unidos) y
los que formulan políticas anti-drogas reconocen que el uso tradicional de la
coca es relativamente inocuo, Bolivia encontró recientemente que su solicitud de
eliminar la coca de la lista de los narcóticos le fue negada. Hasta hoy, la
política boliviana de conquistar un nicho legítimo para la exportación e
industrialización de la hoja de coca no ha prosperado mucho ni ha contado con el
apoyo de organismos internacionales y otros países. En el Perú ni siquiera se
intenta esto.
7) Enseñar al mundo a chacchar coca:
Más audaz aún, proponer al mundo occidental que el mundo andino tiene algo que
enseñarle a los que abusan de la cocaína. Con el consumo contemplativo y pausado
de la hoja de coca, se puede, sí, lograr una manera perfectamente no violenta,
placentera e inofensiva de gozar de un pasatiempo social de consumo de
estimulantes que no cause daño a nadie. Difundamos el modelo andino de consumir
la coca como alternativa al uso dañino de cocaína y sus derivados. Pregonemos al
mundo que hay formas sociales y tranquilas de consumir «drogas» sin que estas
causen daño a nadie.
Es necesario salir a la ofensiva, y proponer el consumo oral de hojas de coca
como una manera social y tranquila de consumir estimulantes inocuos y en forma
natural en todo el mundo. Propongo que no sólo sea el orgullo andino el haber
descubierto y domesticado la planta de la coca, sino que también seamos nosotros
los que responsablemente mostremos al mundo cómo se debe consumir su hoja.
¡Enseñemos al mundo a chacchar coca!
* Versión actualizada del artículo publicado en 1993 en Debate Agrario
No. 17, Centro Peruano de Investigaciones Sociales CEPES, Lima, pp. 131-143.
Notas
1.
Fernando Cabieses «Aspectos etnológicos de la coca y de la cocaína» en R. Jerí
(compilador) Cocaína 1980, Lima, Pacific Press.
2.
América Indígena
(vol. XXXVIII, Núm. 4, 1978), re-editado con un nuevo artículo de Ruggiero
Romano como un libro sin autor con el título de La coca andina: Visión de una
planta satanizada, Juan Boldó y Clement y el Instituto Indigenista
Interamericano, México 1986.
3.
Baldomero Cáceres; «La coca, el mundo andino y los extirpadores de idolatrías
del siglo xx» en La coca andina... op cit ), y con mayores fundamentos en
«Historia, prejuicios y versión psiquiátrica del coqueo andino» en Perú
Indígena Vol 12 No 28, pp. 31-72, 1990.
4.
Carlos Monge «El problema de la coca en el Perú», Anales de la Facultad de
Medicina, XXIX, Lima 4to trimestre 1946)
5.
Josée Hulshof «La coca en la medicina tradicional andina» en La coca
andina... op cit .pp. 107-119; Joseph Gagliano, «La medicina popular y la
coca en el Perú: un análisis histórico de actitudes» en La coca andina... op
cit pp. 39-61.
6.
Enrique Mayer, «El uso social de la coca en el mundo andino: Contribución a un
debate y toma de posición»; Catherine A. Wagner «Coca y estructura social en los
Andes peruanos»; Javier Zorilla Eguren «El hombre andino y su relación
mágico-religiosa con la coca» en La coca andina... op cit , pgs 121-146,
165-204, 147-160 respectivamente.
7.
«Hay que recordar al mismo tiempo que el uso de la coca es una clara señal que
identifica inmediatamente al indio y lo hace objeto de actos discriminatorios
por parte de elites mestizas, urbanas y rurales. El asco que provoca en estos
últimos el hábito se transfiere a la persona, siendo ésta tratada como
contaminante e inmunda. [...] Por otro lado, ya que el uso de la coca es un
estigma, quienes la usan abiertamente en desafío de la discriminación, reconocen
entre sí vínculos de solidaridad y hermandad frente al mundo mestizo que los
discrimina». Enrique Mayer, «El uso social...» op. cit. pg. 139-140. Ese
asco tiene largo arraigo histórico. Aún sin tener experiencia directa, Bartolomé
de las Casas dijo que el coqueo «es cosa muy sucia y enjendra grande asco
verlos»... citado en Baldomero Cáceres, Historia, prejuicios... op. cit.
pp. 43.
8.
Catherine Wagner (hoy Catherine J. Allen) publicó con éxito rotundo un libro en
los Estados Unidos que resume claramente su posición en cuanto al papel que la
coca tiene en la conformación de la identidad de los runakuna de Sonqo en
Paucartambo.
The Hold Life has: Coca and Cultural Identity in an Andean Community,
(Smithsonian Press,
9.
«...su destrucción atentaría contra los derechos humanos en su conjunto y, en
particular, contra la libertad religiosa pudiendo considerarse como una nueva
extirpación de idolatría, un acto de etnocidio y la negación, en la práctica del
pluralismo cultural», Javier Zorrilla «El hombre Andino y su relación
mágico-religiosa con la coca» en La coca andina... op cit , pp. 157.
10.
Instituto Indigenista Interamericano, La coca, tradición, rito, identidad,
México.
1989.
11.
Artículo 14 «Medidas para erradicar el cultivo ilícito de plantas de las que se
extraen estupefacientes y para eliminar la demanda ilícita de estupefacientes y
sustancias sicotrópicas».
12.
Es cierto que en el Perú los canales de comercialización de coca se volvieron un
poco más complicados y sujetos a abusos locales debido a los controles que se
intenta ejercer. Es cierto también que estos controles no impactan en nada al
creciente narcotráfico, y son puntos de fricción entre las fuerzas del orden y
los campesinos transportistas, comercializadores y consumidores.
13.
Healy, Kevin, «The Boom within the Crisis: Some Recent Effects if Foreign
Cocaine Markets on Bolivian Rural Society and Economy» in D. Pacini and C.
Franquemont (eds) Coca and Cocaine Effects on People and Policy in Latin
America, Cambridge Mass, Cultural Survival Report 23: pp. 101-143.
1985. Aunque hay que reconocer que los productores de cocaína no han explotado
la veta «nacionalista» de la coca para protegerse políticamente. Más a menudo
han ofrecido pagar la deuda nacional. Si en algo se muestra que ellos tienen
problemas de adicción, es al dinero y la riqueza instantánea que el narcotráfico
ofrece.
14.
Edmundo Morales, Cocaine: White Gold Rush in Peru, The University of
Arizona Press, Tucson,1989 es una voz disidente. Argumenta que el impacto del
narcotráfico en la sociedad campesina es dañino, no tanto por efecto de la droga
sino por el del dinero ilegalmente obtenido y mal utilizado.
15.
Edmundo Morales op. cit
16.
Elena Alvarez, «The Coca Underground Economy in the
17.
Claudio Tantahuilca «Economía Cocalera y Violencia Social» en Chirif, Alberto;
Nelson Manrique; y Benjamin Quijandría (compildaores) Perú: El Problema
Agrario en Debate, SEPIA III, Lima, Centro de Estudios Rurales Bartolomé de
las Casas y Seminario Permanente de Investigación Agraria, 1990.
18.
Cáceres op cit. «La coca , el mundo andino...» pp. 775-780, e «Historia,
prejuicios y versión psiquiátrica ...» pp. 51-56.
19.
El porqué se da por aceptada la idea de que la raza indígena está degenerada
requiere urgente investigación en el campo de la historia de las ideas en el
Perú.
20.
Cáceres «Historia y prejuicios...» op. cit cita a Hermilio Validizán
1913: «si la degeneración de la raza indígena no reproduce con fidelidad el
cuadro clásico de la degeneración de cocaínica que se observa en los Asilos y
Sanatorios, no es posible sin embargo, excluir el factor del cocainismo en la
etiología de tal degeneración» pp. 51.
21.
Cáceres «Historia y prejuicios...» op. cit pp. 32.
22.
Roberto Jordán Pando, José Ortiz Mercado, Eric Roth, Mauricio Mamani, guido
Mancilla, Ivan Arze Q. «Coca, cocaísmo y cocainismo en Bolivia» pp. 79-107, y
Eric Roth y Raúl Bohrt P. «Actitudes de la población de La Paz ante la hoja de
coca» pp. 171-230, en La coca, tradición, rito, identidad ... op cit.
23.
Ver uno de los graciosos afiches de propaganda de Vin Mariani reproducido en
Robert Byck (compilador) Sigmund Freud, the Cocaine Papers, M.
Stonehill 1974.
©
Enrique Mayer, 2000,
enrique.mayer[at]yale.edu
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