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Alejandro Mejía

 

 

Alejandro, como miembro de los sectores campesinos y partícipe en la construcción de alternativas de solución al problema de los cultivos de uso ilícito, nos hizo una presentación sobre los elementos que conforman el mandato agrario promulgado por las organizaciones campesinas, el pasado 8 de abril de 2003. El cuál, fue resultado de un largo proceso de convergencia al que han llegado las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes colombianas. Este mandato constituye la exigencia por una vida digna, soberanía alimentaria, derecho a la tierra y no al ALCA.[1] Esta propuesta surge de la necesidad existente de participación activa de las comunidades como conductoras de su propio desarrollo, demostrando no solo al gobierno, sino a la sociedad, a la academia, a las ong’s y a los mismos movimientos populares, que las soluciones para el campo se conciben de la base hacia arriba y no al contrario.

 

Luego de esta breve presentación Alejandro hizo algunas aclaraciones, resaltando ciertos puntos de este mandato, como son el punto 4 sobre el Derecho a la tierra; el punto 7 sobre la Política concertada con los cultivadores de coca amapola y marihuana; el punto 10 sobre el Reconocimiento de las mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes y sus derechos; el 12 sobre el  fin al desplazamiento forzado; y el punto 13 sobre la Solución política del conflicto social y armado.

 

En relación al Derecho a la tierra,  comenta que siempre desde el sector campesino se ha planteado la necesidad de la reforma agraria, debido a que la alta concentración de la propiedad impide que los campesinos puedan acceder a una vida digna, generándose de esta manera una gran injusticia social y violencia; sin embargo,  el expositor asevera que en la actualidad existe un nuevo énfasis en el tema de la reforma agraria y es el de partir del reconocimiento del derecho a la tierra como un derecho humano fundamental, aunque no este consignado en la legislación internacional, y que además este derecho esta ligado al derecho al trabajo, alimentación, vivienda, a la seguridad y a la soberanía alimentaria. Igualmente, el campesinado exige que se le reconozca como un actor pluricultural con identidad propia así como se  ha reconocido a los pueblos indígenas y negros en la constitución de 1991, pues ellos también tienen su propia cultura, costumbres e historia.

 

En cuanto al reconocimiento de las mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes y sus derechos, afirma, que las organizaciones campesinas y los campesinos afiliados a ellas han querido reconocer el papel que juegan las mujeres en el campo, sobre todo en el contexto de conflicto armado que ha vivido y vive el país,  porque en muchas ocasiones sucede que cuando falta el hombre debido a la violencia, la mujer viuda no sale de sus tierras y se queda al frente de todas las actividades que se llevan a cabo en el campo, demostrando su resistencia ante cualquier adversidad, aún estando amenazada. Por tanto se exige el reconocimiento y contabilización del aporte económico de las mujeres a la producción en el campo y a la reproducción de la fuerza de trabajo; reconocimiento y protección del papel de las mujeres en la construcción de identidad cultural, en la defensa permanente de la integridad de las comunidades y como gestoras de vida.

 

A continuación, se detiene a analizar los puntos 12 y 13 del mandato Agrario donde se exige de parte de los campesinos el fin del desplazamiento forzado y la solución política del conflicto social y armado. En relación al fenómeno del desplazamiento el campesinado sienta su posición diciendo que para ellos en Colombia no existen desplazados porque hay guerra, sino que hay guerra para que haya desplazados. Así mismo, Alejandro considera que el desplazamiento es un arma para apropiarse de las tierras del campesinado colombiano, tierras que todavía no tienen, pues recuerda que la dinámica que se ha llevado a cabo con las colonizaciones ha sido la siguiente: el campesino va y tumba selva, adapta la tierra y el terrateniente va detrás ofreciendo dinero por estas tierras. Evidencia de esto es el actual Plan de desarrollo que en su artículo 32 estipula que las tierras abandonadas pueden ser adjudicadas a productores y no queda especificado quien es productor, por lo cual para el campesino esto es la legalización del desplazamiento forzado como mecanismo para apropiarse de las tierras, porque para ellos es claro que a lo que el gobierno llama productores o empresarios del campo no son mas que lo que el campesino ha llamado desde siempre terratenientes. Además, nos comenta que las políticas llevadas a cabo por el gobierno para dar solución a la problemática del desplazamiento, no han sido efectivas pues en el caso del llamado reasentamiento temporal dirigido por el antiguo INCORA o INCODER, solo se ha hecho con tres comunidades de los 3 millones de desplazados que existen en el país; y los denominados planes de retorno con “supuestas” garantías de seguridad han sido un fiasco porque sucede lo siguiente: los campesinos retornan para someterse al arbitramento de los grupos de autodefensa que haya en la zona, lo que les impide exigir sus derechos. Es por esto que el campesinado exige el cese del desplazamiento forzado; y de  parte del Estado, la concertación con las comunidades afectadas para definir medidas efectivas que puedan prevenir el desplazamiento forzado.

 

En cuanto a la solución del conflicto social y armado, el campesinado opina que solo se puede resolver con una salida política negociada para el logro de una paz duradera que exige pactos entre las partes; además,  que se deben tener en cuenta otros elementos como  la  soberanía nacional, es decir no más intervenciones de Estados Unidos en nuestro país, las transformaciones del régimen político, y la solución de los problemas económicos y sociales que originaron y han mantenido  por décadas la confrontación armada y por lo mismo exige la participación decisoria de las organizaciones populares. Al respecto de la política de seguridad democrática implementada por el actual gobierno las comunidades campesinas se pronuncian con un no rotundo a medidas que involucren a la población civil en el conflicto.

 

Alejandro enfatiza en el punto 7 sobre política concertada con los cultivadores de coca, amapola y marihuana ya que este ítem esta relacionado con los temas que se trataron en el foro. En lo concerniente a la problemática de los cultivos de uso ilícito afirma que  el campesinado ha planteado ver a la hoja de coca como solución y no como problema, porque ésta históricamente ha sido utilizada por nuestros indígenas tanto en los rituales, así como alimento. El masticar coca les ha servido para soportar las duras condiciones de los andes, ya que ésta contrarresta el efecto de mareo que produce la altura, les calma el hambre y el frío. Posteriormente, se han hecho estudios que comprueban el valor nutricional de la hoja de coca y  los diferentes usos que de ella se pueden hacer. Con base en estos argumentos, desde mamacoca se ha venido desarrollando un proyecto de ley de coca, que sirva como  alternativa a las fumigaciones y mirando la  hoja de coca como opción de desarrollo, y así,  avanzar en la solución de este problema [2].  Por medio de esta ley se establece que la tenencia de arbustos de coca y el consumo de hojas de coca en su estado natural destinado a la práctica del mambeo y un empleo alimenticio, industrial y medicinal no será considerado como tenencia o consumo de estupefaciente. Es así como en la exposición de motivos de la presente ley se dice que, el derecho de usos tradicionales lícitos de la planta de coca se encuentra consagrado en varias normas nacionales e internacionales vigentes en Colombia. Así pues,  es necesario que esta prerrogativa de aprovechamiento de las diversas virtudes de esta planta para alimentación humana, usos medicinales e industriales que favorece a pueblos indígenas no se limite a estas poblaciones, comunidades y territorios, lo cual indica que al hacerse extensiva tanto a las comunidades campesinas y afrodescendientes se pretende quitar ese velo de ilegalidad que hace que se criminalice al campesinado colombiano. Además,  en el proyecto de ley de coca se evidencia la necesidad de diferenciar la coca de la cocaína permitiendo encontrar alternativas de solución más adecuadas con las realidades de nuestras comunidades campesinas. Agrega Alejandro, que este proyecto de ley cuenta con el respaldo de las organizaciones campesinas a las que se les ha presentado.

 

Por último,  Alejandro concluye que estas son las alternativas que se están proponiendo desde mama-coca, INDEPAZ y sobre todo el movimiento campesino; obviamente que solos no podríamos, por eso se hace un llamado a la solidaridad y al respaldo de estas propuestas de los demás sectores y organizaciones sociales, partiendo de la premisa que la cultura campesina, indígena y afrocolombiana debe ser la base de las transformaciones sociales, económicas y políticas necesarias en el país.

 


[1] En www.mamacoca.org Congreso Nacional Agrario. Mandato Agrario abril 7-8 de 2003.

[2] Documento preparado por: Maria Mercedes Moreno y Darío Gonzáles Posso. Mama Coca. www.mamacoca.org. Agosto de 2003.

 

 

 

 


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