Invocando el origen


 “¿Cuál es el camino que debo tomar para salir de aquí?

-preguntó Alicia-.

Eso depende mucho de donde quieras llegar

-respondió el gato-.

 Lewis Carroll.

 

  En tiempos remotos, cuando la vida aún no era siquiera bosquejo, se sucedieron uniones beneficiosas entre los dispersos elementos que conformaban el caos. Una de ellas fue la que se sucedió entre el gas Oxígeno y el gas Hidrógeno, para formar la sustancia que milenios después fue nombrada agua u Oxido de Hidrógeno; otra de las uniones en mención, acaeció entre el gas Oxígeno y el gas Carbono dando origen al Bióxido de Carbono.
 

  Tal era el calor en aquella época que el agua solo se presentaba en forma de vapor; pero en tanto iba mermando la temperatura de La Tierra, dicho vapor se tornaba líquido... entonces la lluvia hizo su aparición. El agua líquida se acumulaba en las partes bajas de la topografía terrestre y, obedeciendo a la matusalénica Ley de la Gravedad, rodaba por las vertientes hasta llegar a la depresión mayor llamada océano.
 

  En estos reservorios de agua, danzaban y se trenzaban un sinfín de posibilidades entre átomos y moléculas; alguna o algunas de tales posibilidades fueron desarrollando la habilidad de formar los primeros tejidos vegetales, quitándole el Carbono al Bióxido y el Hidrógeno al agua, con la ayuda de la energía del Sol. A medida que el tiempo transcurría el proceso (llamado Fotosíntesis) se consolidaba y evolucionaba; milenios después en una gran gama de tamaños y formas se había tornado la población vegetal.

  Producto de su actividad vital o metabolismo, las plantas liberaban a la atmósfera grandes cantidades de Oxígeno, así que era el ambiente propicio para que otro tipo de organismos hicieran su aparición: los animales poblamos La Tierra. Coevolucionamos con el ambiente descrito a la par que evolucionamos como población animal. La secuencia señalada anteriormente es un suceso a resaltar, pues nos pone ante el inobjetable principio de que   todas y cada una de las especies animales dependemos de la población vegetal en dos sentidos; de un lado, para respirar, pues son la fuente de Oxígeno y del otro para alimentarnos dado que carecemos de la habilidad fotosintetizar.

 

  Ahora bien; habiendo establecido la importancia del agua y de la atmósfera, en el desenvolvimiento de la vida en el planeta que habitamos, mal haríamos en no traer a cuento la fracción sólida, donde convergen también el agua y la atmósfera, así como diferentes materiales y sustancias minerales y orgánicas, micro y macro organismos, formando un tejido vital llamado suelo. Es en él donde los vegetales echan sus raíces, con las cuales sustraen los elementos y los compuestos requeridos para el crecimiento y desarrollo, de quienes a su vez serán sustrato para el crecimiento y desarrollo de la población animal.
 

  Un minúsculo dato, a modo de ejemplo, nos ilustra nuestra dependencia de tal tejido. La Bioquímica, ciencia que estudia la química de la vida, sabe hoy cuan importantes son las enzimas (catalizadores biológicos naturales) en el metabolismo de los vivos; éstas a su vez requieren para su acción, apoyos llamados coenzimas; en términos comunes, vitaminas y minerales. Para que una persona lleve a feliz término el metabolismo de los azúcares, procedentes de los vegetales que ha comido, debe tener en su organismo una vitamina llamada Tiamina y un mineral llamado Magnesio; de todo este procedimiento resulta Bióxido de Carbono, agua y energía. Puede entonces colegirse que faltando las coenzimas mencionadas, la persona se sentirá carente de energía pues su posibilidad de conseguirla es deficiente. Ah! no sobra recordar que son los vegetales quienes nos proveen en forma directa, por ejemplo los fríjoles o en forma indirecta, por ejemplo la carne, de las coenzimas necesarias para que ingerir alimentos no solo sea asunto de quitar el hambre, sino asunto de quedar nutrido o nutrida.
 

  Aparece otro inobjetable principio, el suelo es también ente fundamental en el desenvolvimiento de la vida.

 

  Ninguno de los conceptos esbozados podrían haber sido expuestos por un hombre o una mujer Cromagnon; tanto ellos como ellas se ocupaban en acciones de sobrevivencia, es decir, lo que correspondía a la naciente comunidad humana. A medida que evolucionaban, la capacidad de transformar la iban expresando en el arte, en las herramientas, en los mitos, los ritos, en la conformación de diferentes grupos culturales, pero el impacto de sus transformaciones al ambiente, no superaban la capacidad de éste para ajustarse a ellas. Entonces parece natural que se considerara que los recursos proporcionados por la naturaleza eran inagotables; a ese largo período de la historia de la humanidad obedece la expresión, Creced y multiplicados, dominad la tierra, y el antropocentrismo que en consecuencia prevaleció.
 

  Sin embargo hacia la primera mitad del siglo XX, empieza ha evidenciarse, por una parte, que las transformaciones se sucedían mas rápido que el ritmo que la naturaleza se toma para asimilarlas y por otra, que la especie humana había empezado a introducir sustancias por ella desconocidas, que difícilmente podía incorporar a sus ciclos, de tal suerte que el sistema donde se interrelacionaban agua, aire, suelo y organismos vivos, presentaba alarmantes síntomas de deterioro.
 

  Un agravante mas; las sociedades fueron sujetándose a un planteamiento económico que, favorecido por los logros tecnológicos, hizo de la ganancia, en términos de dinero, una forma de vida. Tal y como se producen botones se pretende producir maíz. Baste un detalle para ilustrar: el maíz como organismo vegetal, es alimento de diferentes especies animales incluida la especie humana, pero al ser esta última quien valora la ganancia en sentido monetario, en pro de su objetivo, encuentra por solución la eliminación de cualquier ser consumidor de maíz; se dio luz verde al uso de insecticidas. Muchas de dichas sustancias se insertan en la cadena alimenticia, como la naturaleza no las reconoce se crea el caos, que en una de sus múltiples versiones podría llamarse cáncer.

 

  Hemos hecho mención en forma sucinta, a la evolución que se ha sucedido en algunas de las distintas facetas que componen las sociedades humanas; otra, de importancia suma, es aquella que procura regular la convivencia. La Ley del Talión: Ojo por ojo, diente por diente; el Código de Hamurabi que hace mención al Principio de Proporcionalidad, es decir, la relación entre la agresión y la respuesta; Los Diez Mandamientos que entre otros protege el Derecho a la Vida en su sentencia No matar; el cristianismo que hace el llamado de amar al prójimo como a si mismo.
 

  A medida que los grupos humanos crecían en torno a propósitos como la protección, se fue estructurando la relación gobernantes - gobernados, que atravesó por diferentes formas, desde las mas despóticas hasta humanistas; pero en todo caso fue quedando claro que también esta relación requería ser regulada. Pasamos, concientes de omitir otros importantes documentos y momentos, a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, consecuencia de la Revolución Francesa (1789), en donde se habla del carácter universal de los derechos humanos y reconoce los derechos de libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión. A raíz de la Segunda Guerra Mundial, en 1948 la Organización de las Naciones Unidas hace pública la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la cual aúna las voluntades de varios Estados para reconocer como derechos básicos de los seres humanos, los derechos sociales, económicos y culturales.  
 

  Para 1972 la Organización de las Naciones Unidas, conciente de las voces de alarma por el deterioro ambiental, convocó a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano; en 1987, aparece el documento Nuestro futuro común, el cual sirvió de base para convocar la Conferencia sobre Medio Ambiente y Desarrollo, donde quedan consignadas unas recomendaciones en todas las áreas de interés para propender por un ambiente sano.

 

  Esta minúscula zambullidita por los diferentes estadios de la Prehistoria, la Historia, las Ciencias Naturales y Sociales, nos dejan en disposición de tomar o retomar conciencia, de los inobjetables principios resaltados en el texto; ellos hacen patético que la condición humana tiene un cordón umbilical con la naturaleza, el ambiente o, expresado con mayor precisión con el ecosistema. Invocando el origen, nos es evidente que la condición humana trae consigo, es decir, le es innata, una dependencia absoluta del ecosistema terráqueo.
 

   Puesto en términos del Derecho Positivo, el derecho al agua, al aire, al suelo, a la alimentación, al ambiente... son Derechos Fundamentales, por ser connaturales a la especie; cada miembro del colectivo humano, por el solo hecho de tener vida, ha de vivirlos a plenitud. Es importante señalar, que como no hemos renunciado a la facultad de reproducirnos, a las generaciones futuras también les son connaturales dichos derechos.

 

  El juego de intereses en la relación gobernantes – gobernados, y entre estos dos estamentos con el ecosistema terráqueo y local, cuando se tercia por una propuesta económica que persigue la ganancia en dinero como única directriz, ha relegado hasta la invisibilización este manojo de derechos y otros también. Los gobernantes, por su carácter, han propiciado, por acción u omisión, que personas o grupos de personas no puedan ejercer derechos que les son connaturales (no sobra la insistencia), constituyéndose en violadores de los Derechos Fundamentales.
 

  Para muestra un botón: Informes recientes como el de la FAO, expresa que para el bienio 1999 – 2001, La Tierra tenía 842 millones de seres humanos con hambre; otras fuentes hablan del 82% de la población mundial. Ziegler Jean, relator especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, da la cifra de 100 000 personas muertas diariamente por la causa en cuestión. Respecto al agua, 2000 millones de personas carecen de ella.
 

  Quizás invocando el origen, podamos reconocer la vulnerabilidad de la condición humana, convocar la ética en las diferentes formas de relación y suscitar la voluntad política hacia una concepción mas justa de desarrollo.

 

  Quien acepta el mal sin protestar, realmente está contribuyendo con él. Martin Luther King  

 

Lía Isabel

     

 



Home IniciativasPonenciasDocumentosMama Coca

©2003 Mama Coca. Favor compartir esta información y ayudarnos a divulgarla citando a Mama Coca.