MESA CULTURA TERRITORIO Y AUTONOMÍA
“LA COCA ES UNA MUJER...
ES LA COMPAÑERA DE NUESTROS HOMBRES”


Leonor Zalabata

 

 

Muchas gracias, mi nombre es Leonor Zalabata soy Arhuaca. Vivo en la Sierra Nevada de Santa Marta aquí en Colombia. Además de dedicarme en este momento a los derechos humanos, he sido partícipe de la organización del Pueblo Arhuaco durante toda la vida. En este momento me quiero referir al tema que he titulado Coca, territorio y cultura. Los indígenas construimos un mundo con 5000 culturas y con nuestras cosmovisiones recreamos la tierra, mantenemos el espíritu, las raíces de todos los bienes y seres que hacen parte de ella. Estos seres para nosotros los hemos convertido como en nuestras propias familias, son nuestra razón de ser. Y creo que eso nos da a nosotros la libertad; somos humanos libres que vivimos dentro de un territorio con una cantidad de bienes, que son los que contiene el monte, las montañas, animales y plantas y que como bienes tienen una enorme diferencia, porque no tienen una manipulación, ni tenemos un monopolio de intereses. Por eso tenemos todo derecho a vivir, a permanecer, para tender nuestro espacio y construir nuestro propio desarrollo. La Sierra Nevada de Santa Marta donde vivimos los pueblos Arhuacos, Koguis,... es el corazón del mundo, con sus pies en el Océano Atlántico, Mar Caribe y su culminación en las nieves perpetuas de la Sierra. Allí descansan y permanecen nuestros espíritus. Consideramos que allí están las raíces de todo el mundo, de todos los seres. En este territorio fueron dejados todos los padres y las madres de todos los seres que existen sobre la tierra. Por eso creemos en la importancia de consagrar la naturaleza de nuestro territorio, y por eso nos rige una ley diferente, la ley de origen, que es propia de nuestra cultura.

 

La protección de la vida, de la naturaleza y la vida de los Pueblos indígenas de la Sierra Nevada, así como de los 83 pueblos indígenas de Colombia, es una situación que no está garantizada por parte del Estado colombiano. Somos víctimas no sólo del conflicto armado en Colombia, sino del mismo sistema político que con sus medidas y sus acciones en contra los pueblos, constantemente vulnera esa manera de ser y pensar. Porque ha sido el derecho indígena una teoría o un elemento para la imagen de la democracia. Pero no ha sido un principio de la práctica democrática.

 

La guerra que vive Colombia nos ha afectado a toda la población colombiana. Los colombianos hemos sufrido bombardeos, ataques armados, asesinatos, masacre, desapariciones, secuestros, y todos los horrores de la violencia y de la guerra. Todos los colombianos hemos pagado un alto costo social, individual, que va en detrimento de una vida justa y digna. Y con el uso y abuso de la naturaleza, no se está asegurando a las futuras generaciones valores para su permanencia libre sobre la tierra. Sin embargo, a pesar del horror generalizado de la guerra, no todas ni todos sufrimos las consecuencias del conflicto de la misma manera. Sabemos que hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas, indígenas y no indígenas, experimentamos la guerra de manera diferente, las causas y las consecuencias.

 

Hoy me gustaría compartir con ustedes las razones por las cuales los pueblos indígenas vivimos  de una manera distinta. Y por qué nuestras especificidades culturales y nuestra historia ancestral deben ser tenidos en cuenta de manera especial cuando se formulan políticas, cuando se generan  acciones para abordar la problemática y el desarrollo de un país o del mundo. Los pueblos indígenas en el mundo, en cualquier parte, en cualquier continente, en cualquier país, mantenemos esa manera específica de ser y de pensar y de estar en el mundo. Los valores que nos rodean son valores para la dignidad, son valores para la existencia como humanos en un territorio determinado, con una filosofía definida, y con una cosmovisión apropiada, y por ello se hace necesario que en cualquier rincón del mundo, en cualquier parte, esa especificidad sea tenida en cuenta en el desarrollo de políticas o de programas para pueblos indígenas.

 

Los pueblos indígenas somos distintos y por eso nos afectan de distinta manera. Los constantes ataques que recibimos, además de vulnerar nuestra vida física, vulneran la existencia de diferentes cosmovisiones, diferentes formas de ser, de pensar y de relacionarnos con la naturaleza. Por eso vulnerar la naturaleza de nuestros territorios es poner en peligro la existencia de las futuras generaciones indígenas. Nuestras culturas, así como nuestros tradicionales usos y costumbres nos han enseñado a mantener una relación pacífica con el otro que es diferente. Una relación de respeto con quienes nos rodean y sabemos comprometernos con la tierra, la naturaleza, los recursos naturales renovables o no renovables.

 

Históricamente nos han involucrado en la guerra de una manera directa. No hemos sido ni sus gestores ni tampoco hemos obtenido ningún beneficio de ella. Sólo hemos sido afectados gravemente en el momento y a futuro. Cuando hemos estado involucrados ha sido porque nos fuerzan o convencen grupos con intereses diferentes a los nuestros y no obedece a nuestras autoridades tradicionales, mucho menos a nuestras cosmovisiones. La guerra en Colombia es clara para nosotros, en la medida en que consiste en la apropiación del control territorial para poder ejercer propiedad sobre los recursos naturales. Por ello el desplazamiento es cada vez más claro. Las regiones en donde ocurren en estos actos son intereses económicos. Detrás de las armas están los intereses económicos.

 

De allí que para muchas situaciones la permanencia de nosotros como pueblos ha garantizado, garantiza, en cualquier parte del mundo, en muchas regiones, la posibilidad de tener un territorio distinto. Un territorio uno lo considera la dimensión de los otros seres, es esa dimensión humana para mantener una identidad. Mantener un espíritu ligado de unos intereses de ahora y de garantizar el futuro de generaciones. Por eso se han conservado por eso se tienen. Pero hoy los territorios indígenas son muy interesantes, son muy importantes por los recursos naturales que nosotros respetamos, hemos respetado siempre. Son muy interesantes los conocimientos tradicionales indígenas. Es muy interesante todo lo genético que se pueda tener en humanos, flora, fauna. Son muy importantes los bienes. Como un científico dijera, es que los indios van a desaparecer y antes de que desaparezcan es muy importante consagrar, o inmortalizar, para que no desaparezcan totalmente. Entonces no somos importantes las personas, no somos importantes los pueblos, son importantes los bienes que nosotros poseemos.

 

Eso es muy claro cuando las negociaciones del tema de la biodiversidad biológica se adelantan. Los indígenas somos observadores, no somos pueblos con derechos nacionales, con derechos de los Estados, sino que los Estados negocian sin la participación, sino una consulta plena de la población para tomar una decisión frente a esto. Y allí la guerra en Colombia. En Colombia nosotros lo indígenas hemos mantenido una forma propia, unas técnicas apropiadas. Cuando el mundo tiene una mirada a encaminar, a caminar por otro sendero, una trocha en donde el mundo sea más justo, más digno, en donde se garantice que el planeta no va a explotar, que el planeta no se va a acabar. Que los terremotos, ellos tiene que existir también, esto todo hay que respetar y que cada uno tenemos en el mundo un lugar que ocupar. Sin embargo, los indígenas lo hemos vivido siempre, hemos intentado mantenerlo siempre. Pero esto no ha sido fácil. Ha sido una situación de exterminio de pueblos, de exterminio de dirigentes. Ha sido una extinción no solamente física, sino política, cultural también. Eso contribuye a un deterioro de la identidad como pueblos,  ahora con el peligro de que realmente los pueblos indígenas desaparezcamos.

 

Nosotros tenemos una limitación territorial, la dimensión humana indígena no está garantizada. De allí que cuando hay desplazamiento de indígenas se está exterminando un pueblo, se está empezando a exterminar un pueblo. Y cuando hay estados que no garantizan los derechos indígenas, cuando hay una sociedad humana que eso no lo ve, que no lo garantiza, estamos contribuyendo al genocidio, al etnocidio en muchas partes del mundo de pueblos indígenas.

 

La guerra no es nuestra manera de ver la vida, ni del sentir frente al otro. No nos interesa, nunca nos ha interesado, exterminar pueblos, estar contra el otro. Simplemente hacemos lo que nos pertenece. Lo que es nuestro que se nos respete, en esa medida hemos tenido que enfrentar al otro. Pero si esto no ocurriera los pueblos indígenas viviríamos en paz. Los pueblos indígenas estaríamos construyendo todo el tiempo esa identidad, para que el planeta siguiera siendo, para que la naturaleza siguiera existiendo, para que las raíces y los espíritus de los seres que hoy pueblan la naturaleza no se acabaran, no se vulneraran. Frente al otro, lo que las culturas indígenas decimos son nuestros hermanos. Y no solamente los humanos, los animales, las plantas. Entre nosotros los aruahacos, y yo creo que todas las culturas, el nombre de un animal significa la hermandad para nosotros. Como en el caso de nosotros que León que llamamos con una palabra que quiere decir entre nosotros el hermano mayor, es que nació primero, quiere decir todo, el hermano de todos. Y así estilo en cada cultura indígena se encuentran referentes cotidianos, diarios, de la identificación entre los pueblos indígenas y los seres de la naturaleza. Y así vemos al otro, sentimos al otro. Por eso mantenemos nuestro principio de no involucrarnos como actores activos en la guerra. Y aunque por intereses económicos y políticos ajenos a nuestras decisiones, que de alguna manera alcanzan a penetrar nuestras sociedades, muchos miembros de los pueblos indígenas se han visto forzados a entrar en actividades generadoras de practicas bélicas, esto no quiere decir en los pueblos compartamos, o nos lucremos, o nos beneficiemos de eso; o que estemos interesados en mantener ciertas prácticas que sólo lucran a otros, que sólo le sirven a otros.

 

Y ahora quiero referirme a la situación de la coca, del hayo. como en la cultura aruahaca llamamos a la coca, para nosotros la única planta femenina de nuestra cultura. Los árboles son los hombres y las mujeres somos la tierra y la frondosidad de los árboles depende de la fertilidad de la tierra. Y no puede haber una tierra fértil sin la sombra de la frondosidad de los árboles. Todos somos importantes, todos somos necesarios, hombres y mujeres. Pero la coca es la única planta femenina, es una mujer; hace parte de nosotros y de nuestra cultura. Por eso la mujeres no portamos coca, la portan los hombres. Es la compañera de nuestros hombres. Es un símbolo de nuestra cultura que significa complementariedad para los hombres. Es un signo de identidad de los pueblos indígenas. Es signo de hermandad entre las personas de los pueblos indígenas. Entre nosotros, los hombres cada uno lleva dentro de su mochila la coca y el poporo. Y una forma del saludo de hermandad, es el intercambio de unas hojas de coca entre los hombres. En muchos casos es una planta medicinal de efectos curativos en algunas patologías que ayuda a calmar el dolor en algunas enfermedades. En fin, es una planta sagrada en nuestras prácticas ancestrales. Su existencia se consagra desde su semilla, la manera de sembrar, su momento productivo y reproductivo de la planta. Y su uso se rige desde la ley de origen, desde las tradiciones. Uso que se regula en el ciclo del desarrollo humano. Hay un momento del desarrollo de las personas, de los hombres, que pueden llevar la coca, que la pueden consumir. Es una planta que hace parte de la vida, de la identidad, de los pueblos indígenas en muchas partes del mundo. Podríamos justificar que es una planta delictiva. La existencia del hayo podríamos comprobar que esta planta ha generado caos en el mundo. Sería más real si reconociéramos que lo delictivo e ilícito tiene que ver con la falta de construir un mundo ético, en donde reconozcamos que muchos inventos y muchas situaciones conducen a la degeneración del mundo humano y que no reconozca que la doble moral justifica su mal uso, con daños en la distorsión de la economía, corrupción política, mayor violencia, problemas de salud, contaminación ambiental, deforestación y empobrecimiento de los sueldos, destrucción de cosmovisión y de valores de muchas costumbres y por eso combatir ese mal uso, esa doble moral, debe tener en cuenta el consumo del norte y el occidente, el negocio o comercio entre norte y sur de químicos necesarios para producir la cocaína y el opio y medidas fuertes contra el lavado del dineros. Enfocar la situación del cultivo de la coca únicamente con la fumigación química aérea, que lo único que ha traído es la implicación de un gran número de campesinos pobres, no es una solución. Y que sea a esta la valoración para certificar a un país unilateralmente. No hay razones para exterminar la coca ni mucho menos para contaminar la tierra, generar nuevas enfermedades en la gente y en los animales sin antes construir un mundo ético que encuentre respuestas a cantidades de necesidades de la sociedades, y que por fuera no tengan  que suplir los enormes vacíos de un estilo de vida en donde la condición humana perdió o cambió... (fin de cinta).

 

.... se hace necesario que se garantice la seguridad colectiva de los pueblos indígenas y de los demás también, de sus bienes y patrimonio. Sabemos que hay indígenas que siembran coca bajo los intereses diferentes a los cultivables y no recogen más de 200 dólares al mes y quienes mantienen las políticas culturales y técnicas de la coca, mantenemos la cultura indígena y aseguramos la vida colectiva de los pueblos. Por esto es que podemos decir que somos más víctimas de la guerra que gestores de ella. Por esa razón queremos que seamos tratados como tales. Nosotros podemos demostrar que somos pueblos a los que la guerra ha vulnerado económicamente, empobreciéndonos al despojarnos de la tierra con sus recursos naturales. Hay más de 40.000 indígenas desplazados entre el 2001 y el 2002 a causa de la siembra de la coca en el sur del país. El número de hectáreas cultivadas con amapola y coca ha aumentado durante los últimos 10 años de 40.000 hectáreas en 1990 a más de 160.000 en el 2000. Y según un informe del sistema integral de monitoreo de cultivos ilícitos revela que pese a la fumigación de 60.000 hectáreas de cultivos ilícitos durante el 2000, el área cultivada aumentó de 103.000 hectáreas a fines de 1999, a 162.000 hectáreas a fines del 2000. Hubo un aumento global del 60% con las fumigaciones aéreas. Entonces yo creo que el desplazamiento de los pueblos indígena no solamente hace un daño contra nosotros. Aquí se hace necesario que existe una política de Estado, de seguridad, en donde se planteen realmente formas distintas de asegurar, de garantizar lo que los colombianos necesitamos y tenemos. En este caso, los pueblos indígenas. Así como los aruahacos hablamos, hasta un mes de reuniones, muchas horas, muchas noches y yo creo que uno los problemas que tiene esta sociedad es el tiempo. Aquí el tiempo vale plata. Aquí el tiempo vale oro y aquí el tiempo no valorado para compartir, no valorado para convivir; y aquí está la debilidad del mundo. Muchas gracias.

 


Inicio IniciativasPonenciasDocumentosMama Coca

©2003 Mama Coca. Favor compartir esta información y ayudarnos a divulgarla citando a Mama Coca.