POR UNA SOCIOLOGIA DEL NARCOCULTIVO DE CANNABIS SATIVA*


Jorge Atilio Silva Lulianelli[1]

Koinonia-Presença Ecumênica e Serviço, Brasil

 

El narconegocio es una de las actividades productivas más lucrativas del capitalismo contemporáneo. Se calcula que el conjunto de las actividades del crimen organizado hace circular en el mundo una cifra de un trillón de dólares. Tan sólo el narconegocio, o el tráfico de drogas circula 411 billones de dólares  (CF, UNDCP drug report: 2000). En 1998, se evaluó que el comercio de cannabis giró en trono de 41,5 billones de dólares (Cf. Ibdf). Se trata por lo tanto de un negocio muy lucrativo que hace circular montañas de dinero que es reinvertido en actividades legales, como construcción civil y ganadería, y en actividades ilegales, como el contrabando de armas, por ejemplo. El hecho es de una dimensión económica aterradora. No parece que se pueda pensar la economía globalizada sin estos recursos circulantes. El caso de la marihuana es muy interesante en este sentido. La marihuana es la droga más consumida en el mundo contemporáneo, se estima que 144 millones de personas la consumen, o sea, 2,42% de la población mundial. Entre los 134 países que informaran, en 2000, ser productores de drogas, 96% producen marihuana. Estos datos no son extraños. Ellos muestran una actividad productiva integrada al funcionamiento de la totalidad del sistema.

Algunos teóricos (Procópio: 1996; Motta Ribeiro: 2000; Umprinmy: 1996; Iullianelli: 2000; Iulianelly y Faga:2002) han sugerido la necesidad de observar el proceso reciente de la narcoproducción como una fase de la producción capitalista. En verdad ellos conciben que, en la actual fase productiva de las drogas, estas tienen un modelo productivo de agronegocio. Para un análisis sociológico del narcoplantío de cannabis se requirieren 5 pasos. El primero (1) es una caracterización del modo de producción campesino desarrollado en el narcoplantío. En este paso será necesario tomar en cuenta informaciones sobre las relaciones sociales construidas históricamente para la narcoproducción y sobre las dificultades especificas para las informaciones sobre el narcoplantío de cannabis. En segundo lugar, (2) debemos observar un proceso por el cual este modo de producción campesino para el narcoplantío se integra a un modelo de agronegocio de lo ilícito que podemos denominar narconegocio. En tercer lugar, (3) debemos comprender los proceso de inserción de los narcoplantíos en la economía mundial y en las economías locales, como constructores de redes económicas y de poder. En cuarto lugar, (4) debemos identificar los proceso por los cuales el narcoplantío de cannabis sufre un determinado tipo de control social, policial, y considerar las implicaciones de ese control. Finalmente, (5) para permanecer apenas en el aspecto del agronegocio que es el narcoplantío de cannabis, debemos hacer algunas consideraciones sobre el caso especifico del Polígono da Maconha (Polígono de la Marihuana) como un espejo del proceso de integración campesina en la narcoproducción agrícola y como una estrategia de supervivencia campesina.

 

I

Por modo de producción campesin0 se comprende, generalmente, “familias de agricultores que con la ayuda de equipos simples, producen principalmente para el propio consumo y para el cumplimiento de las obligaciones con los poderes políticos y económicos” (Shanin : 1973, 240). Se agrega a esto la famosa independencia relativa en relación con el  mercado. Esto crearía una polarización entre la unidad familiar de producción y unidad capitalista de producción  agrícola. La primera, con una relativa independencia en relación con el mercado, y la segunda subordinada a las reglas de generación de plusvalía. Esta distinción, sin embargo, coloca sobre la mesa una polémica antigua entre la sociología y la antropología rural. No obstante la polémica, nos guiaremos por una lectura del campesinado brasileño, que reconoce la agricultura familiar o unidad familiar de producción, como la organización social más extendida en las unidades productivas campesinas y la práctica de asalariarse como una de las estrategias de supervivencia de los campesinos - sin que necesariamente signifique una desagregación de una unidad familiar de producción, como anota Wanderley (Wanderley: 1995, 55-57) . Dentro de  la diversidad de enfoques, nos apoyamos en Luiz Eduardo Soares quien ofrece la siguiente interpretación:

De un modo general se reconoce que la especificidad del campesinado reside en el carácter familiar de la producción que emprende, en el hecho de que el grupo domestico compone una unidad de producción y consumo, y una relativa independencia de la unidad frente al mercado. Por independencia relativa se entiende que seria propia y distintiva del campesinado cierta capacidad derivada del control que ejerce sobre los medios de producción y sobre el proceso del trabajo, y de la naturaleza especial del medio de producción esencial, la tierra (Soares: 1981, 204).

La tierra, la familia campesina, la comunidad rural, establecen relaciones sociales muy específicas. Maria Nazareth Wanderley advirtió que un espacio social de agricultura familiar es un espacio en construcción. Así, son relativamente significativos tanto los procesos de autoexplotación, como la capacidad de intercambio de bienes primarios en el mercado. No se puede considerar la pequeña propiedad, la propiedad campesina, la unidad familiar  de producción agrícola, como algo externo a los proceso de  acumulación capitalista. El modo de producción campesino, en sociedades como la  brasilera, siempre sufre los efectos del poder de las oligarquías, sobre todo en la formación de los latifundios - la gran agricultura, la tierra cautiva (José de Souza Martins), que a partir de los remotos tiempos de la colonización, y como el proceso de urbanización e industrialización de la sociedad brasilera, obligó a los campesinos a abandonar sus tierra. Como anota Ana Maria Motta Ribeiro:

El pueblo del mundo rural y el ambiente social que organizaba era activo y se hacia precario porque, en realidad, resultaba de una experiencia de desigualdad a partir de la cual sustentaba como  los excedentes de la riqueza que producía con el trabajo y la producción, generados en el campo, los elogiados procesos, considerados “modernos”, de urbanización e industrialización del sur y sudeste (Motta Riberiro: 2002, 25).

Hay una condición especifica del campesinado que -a diferencia de la mano de obra mercantilizada que vive básicamente del salario-, construye estrategias de supervivencia a partir de la autoexplotación de la fuerza de trabajo, del carácter familiar de la producción y el consumo, de cierta flexibilidad económica que le confiere algún poder competitivo en mercados de bienes de primera necesidad. A partir del final del siglo XIX, como analiza José de Souza Martins, la gran agricultura, la empresa agrícola y el latifundio, se tornó clave para el proceso de acumulación capitalista que potenció la urbanización y la industrialización. Según él, la cuestión agraria “no se manifiesta como irracionalidad para el desarrollo capitalista, sino como problema de empleo, trabajo y supervivencia para las poblaciones pobres que el propio carácter capitalista de la propiedad crea al modernizarse” (Martins: 2002, 7). La posesión de la tierra torna libre al trabajador rural, libre de los medios de producción para negociar la posibilidad de ser explotado como mano de obra, sobretodo en la gran agricultura. Como demuestra José de Souza Martins, durante los años de 1930, con la posesión de la tierra, se expande la pequeña propiedad familiar, especialmente en Sao Paulo. Para la población campesina quedaban dos alternativas, conquistar una pequeña propiedad o migrar para las ciudades, los centro urbanos, transformándose en sub-asalariados urbanos.

Como anota el sociólogo:

Hasta los años cincuenta, hasta la era Kubistcheck, en el verdadero final de la era Vargas, el modelo económico funcionó y bien: excluía en el campo e incluía en la ciudad, impidiendo que la cuestión  agraria se volviera evidente como problema social. El inicio, difuso y confuso de la lucha por la reforma agraria en los años cincuenta, apenas da indicios de la latencia de la cuestión agraria, pero no su consistencia, sobre todo como factor desestabilizador del orden político. Es significativo que en ese mismo momento, la cuestión agraria surja como cuestión del trabajo, como una difusión de la productividad del trabajo rural y de su tercerizacion, tanto en el nordeste cañero como en el sureste cafetero (Martins: 2000, 8 ).

La cuestión agraria y la cuestión del trabajo son inseparables  en el proceso del Capitalismo Periférico en el cual se inserta el Brasil. La modernización conservadora, por la cual optan las elites brasileras –la famosa vía prusiana (Lenin), u Oriental (Gramsci) – los acuerdos por lo alto, tratando a las  mayorías de los pobres como ratas, genera el caldo cultural explosivo al que ahora asistimos: sin la solución de la cuestión agraria en el campo, transformándolo en un escenario de continua violencia – en la lucha por la tierra y, también, como la expansión de la presencia del narconegocio en el campo; y sin la solución de la cuestión del trabajo y del caos urbano que, entre otras calamidades, resuena con la explosión de las guerras de control del narconegocio en las ciudades. Tal vez. Esa sea una de las principales causas para la explicación del espiral de violencia en que ahora nos encontramos,  la casi completa ausencia de políticas públicas sociales en el campo y en la ciudad – especialmente en relación con la reforma agraria, políticas de salario mínimo, educación y salud.

Durante todos esos años la población campesina reaccionó y construyó acciones de resistencia. Como anota Ana María Motta Ribeiro, la correlación de fuerzas nunca fue muy favorable a los campesinos. Entre esas experiencias de resistencia se destacan las Ligas Campesinas. A partir de la lucha de aquella población pernambucana se lanzaba en el escenario nacional, como temas fundamentales, la lucha por la tierra y la destrucción del campesinado. Las elites brasileras se rehusaron a un pacto político con las clases trabajadoras. Lo que llevaría a una transformación de las condiciones sociales de base de la sociedad. Como observa Celso Furtado:

El rápido crecimiento de la economía brasilera entre los años 30 y 70 se apoyó en buena medida en trasferencias interregionales (en el país) de recursos y en concentración social de la renta facilitada por la movilidad geográfica de la población. Si hubieran presentado obstáculos institucionales a la movilidad de la mano de obra, los salarios reales se habrían elevado de forma más bien acentuada en regiones de rápida industrialización en el Sur del país. En ese caso, el crecimiento global de la economía habría sido menor y la urbanización menos intensa (Furtado: 1992).

A partir de los años de 1960 – 1970 la cuestión agraria apenas se agudizó. La concentración de la tierra crecía con el apoyo de los gobiernos de la dictadura militar. Por su parte, las poblaciones campesinas continuaron construyendo acciones de resistencia, especialmente durante los años de 1970, en la segunda mitad, con la creación de la Comisión Pastoral de la Tierra, en 1975. Durante los años de 1980 se diversifica la organización rural, con una mayor presencia de las mujeres en las luchas, evocando la cuestión de genero, pasando también, debido a los grandes proyectos de inversión (GPI, Alfredo Wagner), como las hidroeléctricas, que generó el movimiento de los afectados por embalses – en especial a partir del caso de la hidroeléctrica de Itaparica, entre el norte de Bahía y el sudeste de Pernambuco, en el medio San Francisco.

En los años de 1980 en especial se destaca el surgimiento del Movimiento de los Sin Tierra (MST) – Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra. En la segunda mitad de los años de 1980, con la articulación de las elites agrarias, de los grandes propietarios, que, apoyados por los gobiernos, armados hasta los dientes, combatían a los trabajadores rurales sin tierra que luchan para conquistar la tierra: ocupar, producir, resistir. Hablando sobre el periodo de 1985 – 1989 nos cuenta Stédile sobre el MST:

Estábamos en fase de gestación. En esa época, o gobierno de la Nueva República trataba de demostrar a la sociedad su empeño por la Reforma Agraria. Para eso, cooptó al PC de Brasil, al PCB y a la CONTAG. En aquel momento el INCRA estaba dirigido por personas de esos partidos y organizaciones. El Congreso de la CONTAG, de 1985, fue un festival de discursos de ministros. Hablarían 11 ministros, el mismo Sarney estaba presente. Nosotros insistíamos, por el contrario, que la Reforma Agraria sólo avanzaría por medio de ocupaciones de la tierra. Fue cuando levantamos aquellas banderas: Sin Reforma agraria no hay democracia. Decíamos con esto que la democracia no es solo votar. También decíamos: La ocupación es la única solución. Como la Nueva República decía que era un gobierno comprometido con la democracia, no puede reprimirnos. Fue el período en el cual ocupamos más las sedes del INCRA, y uno de los más fértiles en términos de conquistas concretas, parecido al que ocurrió entre 1995 – 1997. Se producían muchas expropiaciones y muchos asentamientos. (Stédile: 2001, 64).

En fin, a partir de los años de 1930, y especialmente a partir de los años de 1950 tenemos un proceso de concentración de la propiedad de la tierra y de expropiación del campesinado. Brasil presenta actualmente el mayor índice de concentración fundiaria del mundo, con un coeficiente de GINI de 0.9 – 1.0, que en tal escala constituye  concentración absoluta (Iullianelli y Motta Ribeiro: 2000, 9). Según el censo agropecuario de 1996, existen en el país un total de 4.8 millones de establecimientos agrícolas, en un área ocupada de 353,6 millones de hectáreas. En el 20% del área total corresponde al 89.1% de los inmuebles, que son minifundios y propiedades de 10 hectáreas. En cambio, las grandes propiedades, con áreas superiores a 1.000 hectáreas, constituyen el 1% del total de los inmuebles ampliamente distribuidos en el 45% del total de las tierras catastradas. Dentro de estos, más de 85.000 inmuebles son considerados como latifundios improductivos.

Todo eso construye una situación explosiva y violenta, con una serie de conflictos sociales agrarios. La Comisión de Pastoral de la Tierra ha registrado sistemáticamente este absurdo. Los análisis  muestran que en las décadas de 1970 y 1980 los conflictos se debían, principalmente, a la expulsión y expropiación de los campesinos, sobre todo en la frontera agrícola, en el Norte y en el Centro-oeste. A partir de mediados de la década de 1980 las ocupaciones de tierra modifican el carácter de la violencia contra los trabajadores rurales. En la década de 1990, hubo una expansión territorial de la violencia en el campo. Hay que destacar que los mediadores de los conflictos también cambiaron, si en los años de 1970 y 1980 en especial las organizaciones religiosas cumplieron ese papel, en la década de 1990 el estado, por medio de su aparato de represión y judicial, fue quien no cumplió. Solo para identificar la magnitud y la naturaleza de la violencia en el campo reproducimos una tabla de la CPT referente a los años del período 1993 – 1998.

 

Tabla: violencia en el campo, 1993-1998

Formas de violencia

1993

1994

1995

1996

1997

1998

Variación 1997/1998

Expulsión (1)

1.369

388

1.146

270

304

2.208

626,32

Desalojo jurídico (1)

12.469

17.687

12.832

17.595

17.070

18.593

8,92

Amenaza de expulsión (1)

5.234

4.535

2.114

2.923

720

1.975

174,31

Amenaza de desalojo (1)

6.3578

13.182

13.300

19.896

23.515

7.937

-66,25

Destrucción  de casas (1)

667

1.901

1.112

1.337

2.624

2.782

6,02

Destrucción de los sembrados (1)

1.419

5.239

1.589

3.677

1.307

2.875

119,97

Destrucción de pertenencias (1)

1.283

1.685

770

1.146

3.940

2.130

-45,94

Asesinatos (2)

52

47

41

54

30

47

56,67

Tentativa de asesinatos (2)

37

62

43

71

37

46

24,32

Amenaza de muerte (2)

154

212

155

88

92

88

-4,35

Agredidos físicamente (2)

1.080

1.017

2.010

124

640

164

-74,38

Lesiones corporales (2)

2.048

151

528

220

109

207

89.91

Torturados (2)

87

39

72

12

5

35

600,00

Presos (2)

272

333

833

198

381

466

22,31

Total

32.528

46.478

36.545

47.611

50.774

39.553

-22,10

Fuente: CPT © Proyecto de Investigación vinculada a UFPa: Cartografía de la violencia en el campo.

(1) Violencia contra posesión y propiedad-patrimonio; (2) Violencia contra persona.. Obs.: Para las variables identificadas con (1) los valores tienen por unidad número de familias. Para las variables identificadas con (2) los valores tienen por unidad números.

 

Como se puede verificar por la tabla, los años de 1990 fueron consumidores de trabajadores rurales. Es más grave si consideramos que el área en conflicto corresponde al 10% de toda el área ocupada por establecimientos agrícolas, y bien menor que el área ocupada por los 85.000 latifundios improductivos. Es preciso anotar que, según el análisis de Wilson Jose Barp y Ana Rosa Barganha Barp (CPT: 1999), el crecimiento de la violencia está vinculado a los problemas estructurales y a las políticas de desarrollo regional. En el Centro oeste, durante los años de 1990 se implantan las agro industrias pecuarias, con incentivo público, y con aumento de los índices de crecimiento económico y de la violencia contra los campesinos. En el Nordeste, la violencia crece de forma continua a partir de 1995, según los autores mencionados, asociada al fenómeno de la sequía – y, agrego yo, al proceso de incremento productivo del narcoplantío ilícito. En el Sudeste la situación parece reacomodarse después de los incidentes del Puntal del Paranapanema que relanzaron el papel del Movimiento de los Sin Tierra. En el Sur, de manera sorprendente considerada la región mas desarrollada en relación con la cuestión agraria, aumentó la violencia, en especial en el Paraná.

Se añade a este cuadro, ya doloroso, la actividad de esclavitud de trabajadoras y trabajadores rurales, según José Martins de Souza, 90 mil personas fueron esclavizadas temporalmente entre 1969 – 1994. De manera especial, durante el proceso de expansión de la frontera agrícola, de la destrucción de bosques para la actividad pecuaria en la región amazónica. Además de los casos repugnantes de esclavitud sexual de niñas, en especial en las áreas de garimpo (minería y búsqueda de oro o piedras preciosas). (Apud Iulianelli y Motta Ribeiro: 2000).

El conjunto de políticas públicas agrarias, especialmente a partir del gobierno de Fernando Enrique Cardoso, que deberían, según el propio gobierno, disminuir la gravedad de la cuestión agraria, según los indicadores antes mencionados (tabla), sólo agravan tal situación. Iniciativas de contra reforma agraria como la Cédula de la Tierra, un instrumento comprobado de concentración de tierras, asociado a iniciativas de condena judicial de las ocupaciones y de castigo a los ocupantes con el retardo de la solución legal de los asentamientos, lo único que logran es agravar más el problema. La ausencia del Estado, de políticas agrarias a favor de los campesinos, de iniciativas políticas del Ministerio de Desarrollo Agrario, también agravan la situación. No es mera coincidencia que el incremento de la producción agrícola de cannabis haya crecido en ese período de políticas de contra reforma agraria.

Las políticas gubernamentales orientadas a la agricultura familiar no beneficiaron a este sector. Los estudios muestran que entre 1986 y 1999 hubo una disminución de recursos destinados a la agricultura, como un todo, considerando el mismo periodo anterior (1973 – 1986). En el Presupuesto General de la Unión, los recursos destinados a los mini y pequeños productores rurales fueron 346,6 millones de reales en el año 1996 y 243,7 millones en 1998, de los cuales fueron ejecutados 204,6 de reales en 1996 y 91 millones en 1999. Vale anotar que fueron años de grandes conflictos sociales en el campo:

 

Años

1996

1997

1998

Datos Totales de violencia en el campo

47.611

50.774

39.553

Inversión del gobierno federal en la agricultura (millones de reales)

346,6

204,6

91

Fuente: OGU; “Relatório Violência no Campo”, CPT, 1999.

 

Ese fenómeno de disminución de la inversión gubernamental corresponde al pronóstico  del Ministro de Planeación Pedro Maln, según el cual en el año 2013 Brasil tendrá apenas un 5% de población que viva en el campo y de la agricultura. La baja inversión directa corresponde,  a su  vez, a la creación de mecanismos operados vía Bolsas de Comercio (de Mercadorías) y de Futuros, casi inaccesibles al sector de agricultura familiar. Hubo transferencia de responsabilidades a la iniciativa privada, el poder público abandonó la determinación de políticas de precios y de garantías de abastecimiento alimentario para la población. Como solución a ese proyecto excluyente, el gobierno nacional presentó la panacea de PRONF – Programa Nacional para la Agricultura Familiar. El gobierno afirmó que dispondría de un billón de reales entre 1995-1996 y aplicó 535 millones. Afirmó que entre 1996-1997 dispondría de 1,65 billones y aplicó 1 billón.

No obstante todo eso, la agricultura familiar continuó aportando un cuarto de la producción agrícola nacional; mantuvo su prioridad en el abastecimiento interno. Además de haber exportado, en el 2001, el 32.54% de todas las exportaciones del agronegocio, o sea, 4,4 billones de dólares. La agricultura familiar, como la caracterizó la profesora Sonia Bergamasco (Berganmasco: 1995, 176) tiene lo siguientes rasgos característicos: básicamente es agrícola, sólo una pequeña parte es pecuaria, aunque en determinadas regiones, como las áreas secas del Nordeste exista una ganadería de pequeño porte; integra una alta proporción de jóvenes y mujeres como  mano de obra -en el proceso de auto explotación más de la mitad de los trabajadores son trabajadores familiares; la población ocupada tiene, en general, bajo grado de instrucción.

En Brasil, en nuestros 850 millones de hectáreas, 375 millones de Hectáreas son ocupadas por establecimientos agrarios. De las cuales, 78 millones de hectáreas corresponden a la agricultura familiar. Este sector ocupa el 54% de la mano de obra agrícola. En el Nordeste hay 2.1 millones de pequeñas propiedades rurales, que ocupan 6.4 millones de personas, y que abarcan 27.1 millones de hectáreas. En eses propiedades, en la región del Submedio San Francisco, había producción de granos, algodón, frutas y hortalizas. El conjunto de los precios de esos productos ha bajado en las dos últimas décadas. Además, se produjo el famoso escándalo de la mandioca que quebró muchos de los pequeños productores. Estos factores sumados a los antes descritos, transformaron esta región en una de las más importantes productoras de cannabis en el mundo, y, sin duda, la más importante productora de cannabis en Brasil.

Hay que destacar que la presencia  de cannabis precede a esos escándalos. La cannabis, como se sabe, es de origen asiático, de la India. Hay relatos sobre la presencia de la planta en Brasil ya en le período de la colonia. En los años de 1950, una de las más importantes investigaciones sobre el nordeste brasilero, El hombre del Valle de San Francisco, coordinada por el sociólogo americano Donald Pierson, identificó el uso de la cannabis en festividades por la población campesina. La criminalización de la cannabis es reciente, data de los años de 1930. Esta criminalización siempre se reflejó en la política de erradicación de su cultivo. Hay informes, presentados desde 1941 a la agencia de las Naciones Unidas para el combate a las drogas (UNDCP). Por lo tanto, hace más de 60 años es ejecutada la política pública de erradicación de la planta, infortunadamente sin las correspondientes políticas dirigidas al desarrollo nacional y, en especial, al desarrollo de los campesinos Brasileros. Como dijimos, esto mantuvo, agudizó la ya grave cuestión agraria.

Según UNDCP, es extremadamente difícil estimar la extensión del cultivo ilícito de cannabis, así como la producción y el tráfico, porque existe el crecimiento natural de la planta, la diversificación del cultivo – inclusive con el uso de semillas transgénicas – y la producción representa una pequeña parte del dinero generado con el tráfico, un poco más del 10% del valor anual, que llega sin embargo a la no despreciable suma de 41.5 millones de dólares. De todas maneras, la extensión necesaria para el cultivo de marihuana es mucho mayor que para otras plantas, como el opio y la hoja de coca, como se puede ver en la siguiente tabla:

 

Producto agrícola ilícito

Área cultivable estimada (1.000ha) (Mundo)

Drogas producidas

Principales países productores en América Latina

Tendencia de la producción en la década de 1990

Opio

217

Heroína

México, Guatemala, Colombia

Estable

Hoja de coca

183

Cocaína

Colombia,

Bolivia, Perú

Descenso

Cannabis

1.850

Marihuana y hachiz

Colombia, Perú

Crecimiento

Fuente: UNDCP, informe 2000.

 

Según UNDCP, la cannabis es producida en 120 países de los 134 que presentan informes de incautaciones policiales. Según la INTERPOL, 67 países suministran cannabis para el trafico,  de los cuales 13 de América latina entre ellos Brasil. Dada la diversidad, se considera que la marihuana existe como cultivo abierto, como cultivo cerrado, inclusive  hidropónico, y hasta de crecimiento espontáneo, salvaje. Todo esto hace más compleja la estimación del área cultivada. Incluso así, según UNDCP, hay el siguiente cálculo en relación con el cultivo abierto:

 

Área cultivada de cannabis (ha)

Países y regiones

1.850.000

Mundo

1.000.000

Comunidade de los Países Independentes (ex-URSS)

400.000

Kazaquistáno

50.000

Marruecos

5.000

Colombia

3.700

México

Fuente: UNDCP, informe 2000.

 

A pesar de esta dificultad, considerando que los estimativos son realizados a partir de los datos de incautación policial de la marihuana se puede hacer la siguiente comparación a partir de los datos mundiales de aprehensiones relacionadas con diferentes tipos de semillas, tomando en consideración, según UNDCP, que la incautación corresponde a 15 veces menos que la producción mundial de marihuana:

 

Marihuana incautada (tons.)

Marihuana producida(tons)

Área cultivable (1.000 ha)

Mundo, 1998

2.926

30.000

1.850

Brasil, 1998

28

287

       4,592

Fuente: UNDCP, informe 2000[2]

 

Si asociáramos esos datos a los de la Policía Federal correspondientes a los años de 1998 – 2000, tendríamos la siguiente proyección sobre las dimensiones de la producción en Brasil:

 

Año

Marihuana incautada (tons).

Marihuana producida (tons)

Área cultivable (ha)

1998

28

287

4.592

1999

69

707

11.312

2000 (1)

51

522

8.364

Fuente: Informe de la Policía Federal de incautación de drogas, UNDCP-informe, 2000.

(1) La incautación de cannabis, en 2000, fue de 161 tons, sin embargo, según la PF, 110 tons. Fueron traficadas a partir de Paraguay, vía Mato Grosso do Sul.

 

Estos datos muestran que el cultivo de marihuana correspondería a pequeñas propiedades rurales. No hay indicios de latifundios productores de marihuana. Es necesario considerar que las mayores incautaciones no ocurren en el área de producción sino en los centro de distribución. Así, dejando de lado las 110 toneladas que llegan de Paraguay la mayor incautación ocurrió en el estado de Río de Janeiro (15 toneladas ) seguido de Mina Gerais (4), PR (3) y de los estados de Sao Paulo, SC, RS, Bahía y Pernambuco (con 2 toneladas cada uno). Si consideramos las regiones, tenemos que el Sudeste y el Sur, tuvieron las mayores incautaciones con un total de 28 toneladas. En el Nordeste, considerando Bahía y Pernambuco, se mantuvo en poco más de 4 toneladas. El Nordeste no es un centro de gran consumo, pero, con seguridad, es un centro de producción.

Si consideramos como indicadores de producción local las incautaciones de pies de marihuana, tomado en cuenta que, según la Policía Federal, cada pie de marihuana produce, en promedio, 400 gramos de marihuana, tendremos para Bahía y Pernambuco en el año 2000:

 

Pies de marihuana erradicados en BA y PE

Cantidad potencial de marihuana

1.813.483 pies

725,39 tons.

Fuente: Plan Nacional de Seguridad Pública, Balance consolidado, 2002.

 

Podemos observar que la cantidad de marihuana potencialmente destruida es mayor que aquella que fue incautada. Esto configura que la producción es muy superior a la incautación y a la destrucción (erradicación) juntas. Tomando en cuenta que el consumo permanece, esto significa una producción superior a esas informaciones. Si aplicásemos los mismos factores relativos a la relación marihuana incautada-producción–área cultivable, tendríamos el siguiente resultado para los estados de Bahía y Pernambuco:

 

Toneladas de marihuana a partir de los piés de marihuana destruídos

Producción de cannabis

Área cultivable

725,39 tons.

7.435 tons.

118.963 ha.

Fuente: Plan Nacional de Seguridad Pública, Balance consolidado, 2000.

 

En 1998 hubo 134.000 hectáreas de tierras en conflicto social agrario (Cf. CPT, 1999). Esos conflictos afectaron propiedades medianas y grandes, especialmente en Bahía. Como las áreas de producción de cannabis precisan permanecer ocultas, es aún más explicable que estén constituidas por pequeñas propiedades rurales. Otro elemento importante, la eliminación de pies de marihuana en el estado de Pernambuco fue menor que en el de Bahía, 789.931 pies y 1.014.552 pies respectivamente. Esto puede indicar un crecimiento de la actividad en el estado Bahiano, lo cual muestra, posiblemente, una mayor extensión de la red del llamado Polígono de Maconha (Polígono de la Marihuana). Es preciso anotar que tanto el estimativo de 118.000 hectáreas como el de 2.524 hectáreas no son incompatibles con los niveles de incautación y destrucción de pies de marihuana. No tenemos un instrumento de obtención precisa de la extensión de tierra utilizada para la plantación de marihuana. Considerando, por ello, los datos de extensión del territorio y otros como por ejemplo el de las hectáreas de tierra afectadas por conflictos agrarios, no parece incoherente suponer la mayor extensión estimada. Al contrario, corresponde a los datos de incautación y de consumo calculados por los organismos policiales internacionales , los principales productores de informaciones en este caso.

Los números son muy elevados, sólo en el caso de los estados de Bahía y Pernambuco, a partir de los datos de los pies de marihuana extirpados, corresponderían a la reducción de 185 millones de cigarros de marihuana (cada cigarro tendría en promedio 4 gramos, que coincide con el dato obtenido). Si esa información ya es alta, imaginemos, con la aplicación de aquellos factores, la posibilidad de un trillón de cigarros. Si de un trillón restáramos aquellos 185 billones, quedarían aún 915 billones de cigarros para ser vendidos al consumidor final, descontadas, obviamente, otras pérdidas en el proceso de producción de los cigarros. Considerando todo, los lucros posibles con este negocio son mucho más altos que para cualquier economía.

Es interesante observar que, así como la violencia creció en la segunda mitad de la década de 1980 en todo el País, la producción de la marihuana en el Nordeste también creció. En segundo lugar, ese crecimiento no era desconocido por las autoridades públicas constituidas. En tercer lugar, ese crecimiento se da, también, fortalecido por el famoso escándalo de la mandioca y por la caída de los precios de la cebolla y del algodón en la región. No es posible interpretar el narcoplantío de la marihuana sin asociarlo al capitalismo agrario brasilero. El empresario de la siembra de marihuana y suministrador de semillas, el agrónomo investigador de semillas, y, sobre todo, el, planificador de la red de producción–distribución–consumo es quien realmente se beneficia y se enriquece de ese proceso de narcoplantío. Me inclino a pensar en la necesidad de discutir una política de tolerancia en las puntas del proceso del narconegocio, a saber, en la producción y en el consumo. Si el consumidor merece respeto porque, eventualmente, se convertirá en un adicto por el abuso de las drogas, el trabajador rural merece respeto por que él está en una actividad agrícola, productiva, construyendo estrategias de supervivencia en un país que desprecia la necesidad de políticas agrícolas que beneficien a los campesinos, especialmente a los pequeños productores y a la agricultura familiar. No es posible discutir erradicación de la siembra sin la correspondiente discusión sobre el desarrollo alternativo para el campesinado.

La UNDCP sustenta la necesidad de tratar el asunto de las drogas sobre un trípode. Primero, acciones preventivas, tanto en el área educativa como en el área terapéutica. Segundo, políticas de refuerzo de los instrumentos legales y erradicación. Tercero, acciones de desarrollo alternativo. Además, desde los años de 1970, UNDCP y la ONU, tienen protocolos, firmados por los gobiernos, entre ellos Brasil, que garantizan políticas de sustitución de la siembra con alternativas para el campesinado. De hecho, solo en la década de 1990 esas políticas comenzaron a ser aplicadas en  América del Sur sobre todo en Colombia. Antes de la perversa fase de la acción intervencionista del Plan Colombia, el Estado colombiano invirtió en algunos proyectos de sustitución de cultivos, entre los cuales algunos entre los pueblos indígenas, que tuvieron un resultado adecuado. Los campesinos abandonaban el cultivo de hoja de coca en la medida que tenían seguridad alimentaria y agrícola construida. Sin embargo, eso, como dice el sociólogo Ricardo Vargas Meza, requiere ser complementado con políticas que descriminalicen el ya tan penalizado campesino (Ver Meza: 1999).

 

II

Los pequeños productores, la agricultura familiar, vinculados al cultivo de la cannabis, especialmente en el Nordeste brasilero, sin embargo, como indica el Instituto Brasilero Giovanni Falcone, expendiéndose hacia el Sur y el Sureste al menos a partir de 1998, están inscritos en los procesos de la agroindustria. Narconegocio del cultivo y agroindustria. Esta argumentación ya fue presentada por la profesora Ana María Motta Ribeiro (Cf.: Motta Ribeiro y Iulianelli: 2000). A partir de la geopolítica del narconegocio ella observa que hay una división internacional del trabajo entre países productores y consumidores. Así, en la  mayoría de los casos, los países del primer mundo presentan una demanda de consumo que permite una producción de amplia escala de las drogas ilícitas, sobre todo en el Tercer Mundo. El abuso de drogas, como también nos revela el informe de la UNDCP, es mucho mayor en los países del Primer Mundo. Las drogas pasan a legitimar una guerra contra los países pobres. Si la justificación anterior era la lucha contra el comunismo, ahora es la lucha contra las drogas

Esa no es una práctica nueva, en especial en el caso del gobierno de Washington. Se inició durante los años de Richard Nixon. Este, recién posesionado le declaró la guerra a las drogas. Sucesivas administraciones continuaron ese propósito, y esto tomo mayor fuerza después de la caída del Muro de Berlín. Después del fatídico 11 de septiembre de 2001, esa guerra se tornó aun mas extrema. Ahora, se asocia cada vez más el mundo de las drogas a las redes del terrorismo internacional. Así, el tratamiento gubernamental de la cuestión de las drogas es cada vez más militarizado. Las discusiones en el ámbito de la producción y de la salud, ambas bajo la égida de la legalización, son relegadas al olvido, o a un tratamiento irrelevante. Como describe la profesora Ana María, el agronegocio es una organización de la producción agrícola a partir de los intereses del empresario del negocio quien controla toda la cadena productiva, permite que algunos pequeños productores sean integrados, que otros sean asalariados,  le suministra todo el insumo agrícola, garantiza el procesamiento, distribución y comercialización de los productos, gozando altos lucros. En esta organización en dos tiempos, de puertas para adentro – garantizando por medio de los insumos la calidad del producto y subordinando al productor  a la lógica de la empresa – y de puertas para afuera garantizando el proceso de distribución y comercialización como etapas altamente lucrativas, el agronegocio se  expande en esferas macro regionales e internacionales, para las cuales el pequeño productor, o asalariado rural, jamás tendrá  condiciones.

La profesora Ana María demostró eso para el caso de la cocaína.  No es difícil hacer lo mismo para la producción de cannabis.

Aparte de los peligros de la ilegalidad, el narcotráfico se presenta como un buen negocio en términos de trabajo agrícola para el pequeño productor: en el circuito del narco, terrenos pésimos se pueden transformar en aprovechables como montañas y selvas – agregaría yo bosques en proceso de descertificación- que se convertirían en lugares estratégicos. Los negociantes de las drogas, a diferencia de los gobiernos o de los propietarios de tierras, suministran gratuitamente las semillas para los cultivos “ilícitos” y reciben la cosecha permitiendo así la producción de un cultivo lucrativo sin que el trabajador tenga que salir jamás de la parcela, reduciendo parte de la autoexplotación a la que generalmente se expone el pequeño productor, además de la eliminación de gastos considerables de transporte y de los riesgos por pérdida de la calidad de la mercancía. Se agrega a esto la ausencia de políticas agrícolas y agraria para la pequeña producción, salarios mínimos irracionales, el desempleo estructural y además el proceso de contrarreforma agraria de América Latina, en curso desde la década de 1970. (Motta Ribeiro y Iulianelli: 2000, 53).

Uno de los efectos del agronegocio en América Latina, como anota el profesor, Miguel Teubal, es la creciente desarticulación sectorial de la economía, que hace más aguda la cuestión del desempleo en la zonas rurales (Teubal: 1995, 104). Además, esa reestructuración de la absorción de los productores en la agroindustria ha provocado desarticulación social. El agronegocio es un factor inhibidor de la construcción de acciones sociales de resistencia. Es la producción de una situación de ajuste. Ante la ausencia de alternativas en el mundo campesino, dada la presencia del agronegocio y del agronegocio del ilícito, queda a los campesinos el destino de la integración, del ajuste. Parece que exportación o muerte es también lema pero no disyuntivo, es exportación y muerte de un campesino responsable absoluto por el abastecimiento interno de países como Brasil.

 

III

La estructura organizativa de la producción de cannabis como la observamos en Brasil sugiere, por ejemplo, que hay una red internacional en el control del negocio. El consumo de la marihuana en Brasil parece remontar a los tiempos coloniales. Entre los esclavos, en las factorías de azúcar, en Pernambuco, se consumía marihuana, como relata Gilberto Freyre. En ese período, el uso de la marihuana fue prohibido en Río de Janeiro, 1830 (Cf.: Cordeiro de Farias: 1955, 7). En los años de 1950 como fue citado antes, recorriendo el valle de San Francisco, el investigador norteamericano Donald Pierson, identificó el consumo de cannabis por los campesinos. En los registros entregados a UNDCP por el gobierno brasilero, desde los años de 1940 se mencionaba ese consumo. Sin embargo, por los relatos casuales y por la ausencia de registros policiales, sobre las drogas en general y en particular sobre la cannabis, parece que no había una producción en gran escala ni que eso configurase un problema de seguridad y salud pública. De acuerdo con informaciones del Dr. Roberval Cordeiro de Farias, desde 1941, se identifica la producción de marihuana en los estados de Bahía, Sergipe y Marañón, además de Pernambuco.

En los años de 1970 se creía que circulaba en Brasil marihuana de origen mexicano, ella habría llegado junto con el trafico de cocaína. Por esa época se instaló el consumo con cierto aire de moda juvenil, de rebeldía, de actitud anti-autoritaria. El abuso se difundía sobre todo entre los jóvenes. El resultado era un aumento relativo del número de adictos, y el consecuente aumento de la producción nativa. En la según mitad de la década de 1980, el Polígono da Maconha se convertirá en el área de más alta productividad nacional de marihuana, así como el Estado de Marañón. No obstante, entraba marihuana al país de manera consecutiva, sobre todo del Paraguay.

Solo falta al investigador deducir lo siguiente. Primero, la producción en amplia escala sólo aumenta a partir de 1970 y sobre todo en la segunda mitad de los años de 1980. Es consecuente ese aumento de la producción con el aumento del consumo. Acompaña a esa ola productiva una articulación de redes de distribución interregionales e internacionales. Esas redes de distribución están organizadas a partir de la ilicitud del comercio de la drogas. No es posible la existencia de una red como esa sin una estructura administrativa y de planeación que promueva un servicio de insumos para la producción, protección para la red ilícita de producción y garantía de atención a la demanda de consumo. Así, se presume que desde el inicio, a partir de los años de 1970 esa red estaría organizada nacional e internacionalmente.

A una red económica como esa, corresponderá una red de poder. El poder de lo ilícito se impone, sobre todo en los medios urbanos, con el designio de la violencia armada. Sobre este punto, contribuye mucho la reflexión del profesor Argemiro Procopio (Procopio: 1996, 155 ss). El indica cómo el narconegocio, sobre todo a partir de la Amazonia, corresponde a un proceso de integración regional, en el cual narconegociantes de Perú, Colombia, Bolivia y Brasil realizan una acción conjunta envidiable. Las drogas son transportadas, sobretodo, en pequeñas cantidades, garantizando perdidas pequeñas. Esa red no se sustenta sin la presencia masiva de armas. Corresponde al narconegocio un fuerte sector de seguridad bélica que significa bajas muy elevadas. Hay , sin duda, una relación causal entre el aumento de muertes en el interior del país y la interiorización de la producción y del consumo de las drogas, entre las cuales la marihuana – la ciudad de Floresta (Pernambuco), en 1997 era la segunda ciudad con la mayor tasa de homicidios de jóvenes entre 15 y 24 años en Brasil.

Esto nos muestra la complejidad de un sistema de las drogas. En lo cotidiano, oímos, asistimos, o leemos muy poco sobre los efectos de ese sistema: Aumento de la producción de drogas, personas adictas, asesinatos en gran escala promovidos por el narcotráfico, prisión de traficantes. Nada de eso habla de lo esencial. Para que ese sistema funcione hay financistas del narconegocio. Este es un negocio que hace circular 411 billones de dólares por año. Es imposible que el sistema de las drogas funciones sin un proceso muy bien articulado de lavado de dinero. El concepto de lavado de dinero incluye tanto los sistemas de protección y secreto bancario, que permiten la circulación de cifras inimaginables sin ninguna posibilidad de investigación sobre los depositantes, así como los esquemas de lasitud en legislaciones que protegen a los encubridores y facilitan la remesa de capitales – como las famosas CC5. En este sistema de las drogas, muchos se convierten en rehenes especialmente los usuarios y los productores y trabajadores rurales.

 

IV

Una cuestión fundamental en este asunto es la relación del Estado con la sociedad. Los campesinos, como vimos al principio, son cada vez más objeto de la ausencia de política pública. Llegamos a profecías auto realizables como las del señor ministro de Planeación, Pedro Malan, que afirma que en el año 2013 apenas el 5% de la población vivirá en el campo. Y, con eso, justificaría la disminución de las inversiones públicas a favor de los pequeños productores. Agréguese a esto el hecho de que todas las acciones gubernamentales sobre el narconegocio han sido de carácter militar y policial. No acompañaron a la mayoría de las acciones, iniciativas educativas, de salud y de efecto económico. O, incluso ahora que comienzan a ocurrir, tuvieron como finalidad la disminución inmediata de la producción, o la inhibición de la circulación de los productos.

De allí el énfasis en la erradicación de pies de marihuana y de incautación de drogas. El éxito de la política antidrogas crecería en la medida en que creciesen las cantidades destruidas e incautadas. El resultado de esto es la punición indiferenciada al pequeño productor y al traficante y la atenuación para el usuario. El usuario víctima del abuso, se convierte en un adicto, una persona enviciada, un usuario compulsivo. ¿El productor? ¿El no se convierte en adicto de la producción por motivos económicos? ¿No es él rehén de la ausencia de políticas agrícolas y agrarias?

Como indica, muy bien, el profesor Paulo Fraga: 

Así, es de extrema relevancia entender que el incremento de la violencia en Brasil, y en varias partes del mundo, posee estrecha relación con la organización del crimen. En este sentido, nuevos abordajes se hacen necesarios para comprender el fenómeno, articulando su fase macro con sus efectos micro. Si el crimen se organiza en red y va creando una huella de violencia por donde pasa, sus efectos más crueles, sin embargo, se dan en su faceta local. Así, es imprescindible que para cada realidad local donde se verifican los efectos del narconegocio sean identificados los actores y los elementos internos que propician su institucionalización, sea de naturaleza cultural o social. Esto es, no se puede hacer un análisis profundo del crimen, principalmente el organizado, sus causas y sus efectos, sin comprender toda su estructura global y nacional, las desigualdades sociales que producen determinadas carencias, sin analizar los elementos culturales de las relaciones de los sujetos con las estructuras que propician la adhesión de personas al crimen. El caso de las favelas de Río de Janeiro y de las áreas rurales del Submedio San Francisco son ejemplos de cómo los efectos de la criminalidad organizada en torno del trafico ilegal de drogas tocan principalmente los actores sociales más vulnerables, en el caso específico los jóvenes. (Fraga y Iulianelli: 2002, 4)

 

V

La región del Submedio San Francisco, donde esta incrustado el Polígono da Maconha, es el área de mayor producción de cannabis en Brasil. Algunos hechos deben explicar ese proceso. Por una parte, esta es un área ínter fronteriza de los estados de Bahía, Serguipe, Alagoas y Pernambuco. Esta área, como vimos antes, es un área tradicional del cultivo de cannabis, con registros, para hablar del siglo XX que se remontan a la década de 1940. Es una región semi árida, en la cual las políticas públicas para los pequeños agricultores sertanejos (del sertão) casi no existen. Esta región fue escenario, entre los años de 1970 – 1980 de mega proyectos de inversión, como las Usinas Hidroeléctricas (Uhe). Paulo Afonso, Sobradinho e Itaparica estuvieron vinculados con el desplazamiento forzado de millares de familias. Solamente la última, Uhe, fue escenario de una conquista social, debido a las presiones del movimiento social organizado por los labradores que se constituyeron al final de las años de 1970 en el Polo Sindical de los Trabajadores Rurales del Submedio San Francisco.

Itaparica fue construida sobre la Cachoeira de Itaparica. En 1988 fue construido un embalse de 150 kilómetros de largo, que inundó 800 Km2 de tierras. Aproximadamente 10.500 familias fueron desplazadas, 45.000 personas, de 7 municipios de los estado de Bahía y Pernambuco. A través de muchas luchas, entre 1979 y 1986 el Polo Sindical conquistó un acuerdo inédito para la población afectada por la construcción de embalses. Por medio del Acuerdo de 1986 se conquisto: Tierra para irrigación, viviendas (“agrovilas”: villas, aldeas), tierra para cría, asistencia técnica, partida de sostenimiento temporal (por un valor de 2.5 salarios mínimos) por familia reasentada, indemnización y la participación de los trabajadores en decisiones sobre el reasentamiento. Por el gobierno Federal firmaba el acuerdo la CHESF. Por los trabajadores firmaba el Polo Sindical.

Los trabajadores, victoriosos en la lucha, indicaban las áreas en las cuales deberían ser reasentados. A partir de 1987 en un proceso acelerado por la CHESF se inició el reasentamiento de los trabajadores rurales y sus familias. Las agrovilas  habían sido construidas, pero aún no estaba lista la infraestructura para irrigación de la mayoría de los proyectos. El Banco Mundial financió 232 millones de dólares para hacer efectivos los acuerdos que garantizarían iguales o mejores condiciones sociales que las anteriores para los trabajadores rurales – estos, además, por medio de esa lucha, conquistaron la inclusión de la cláusula social en los acuerdos de financiación de embalses con prestamos del Banco Mundial.

Hasta 1997 el Gobierno Federal, en sucesivas administraciones, gastó 1,3 billones de dólares en Itaparica. Según un Grupo de Trabajo del propio gobierno, Itaparica fue la mayor inversión en el interior del Nordeste brasilero. Hasta 1999, solamente el 35% de los proyectos de reasentamiento irrigado estaba en funcionamiento. Incluso con esa situación adversa, los trabajadores rurales de Itaparica produjeron en 1996 un 20% de la producción nacional de tomate – en un acuerdo con la agroindustria Etti. El Polo Sindical mantuvo la exigencia de los derechos de los trabajadores, conquistadas hace más de 16 años, con promesas firmadas por el Gobierno Federal secundadas por el Banco Mundial, e incumplidas hasta hoy.

Toda esa historia ya es trágica. Sin embargo, hay un dato fundamental que aún no fue tomada en cuenta. Cuando en 1986 los trabajadores rurales eligieron áreas para el desplazamiento, ya era de conocimiento del Gobierno Federal, incluso de la DEA, que aquella era una región muy importante para la producción de marihuana. Así, la mayor inversión pública en el interior del Nordeste se dio en la región de mayor producción de marihuana. Eso fomentó el caldo de cultivo de la violencia que ya en esa época poseía dos significados: el significado tradicional y el significado moderno. Con esa estructura interpretativa construimos prototipos ideales para comprender comportamientos violentos en el sertão.

Del lado tradicional, la región del sertão está rodeada por una historia de acciones violentas de resistencia de los sertanejos, frente al desgobierno y a la ausencia de políticas publicas, y acciones violentas entre los sertanejos especialmente por cuestiones de honor. El sertão estas cuestiones están marcadas por peleas entre familias, con o sin relación con cuestiones agrarias. Las acciones violentas de resistencias tienen características de reconstrucción social ante situaciones de injusticia, tal fue, por ejemplo, el caso de Canudos, y del Cangado, reconocida como una estrategia de bandolerismo social. En el caso de las acciones violentas entre los sertanejos tenemos las llamadas peleas de familia. En ellas, muchas veces, el objetivo inicial de la disputa se pierde, y permanece sólo aquel rescoldo casi imborrable e inapelable – actualmente se asiste en el sertão de Pernambuco a algunas tentativas de apaciguamiento, todavía con efectos poco mensurables.

Del lado moderno, tenemos la violencia del capitalismo agrario que aparece como una estructura de  subordinación del pequeño productor, del campesino. Incluso aquí la complejidad del proceso exige que hagamos una distinción entre la violencia causada por acciones u omisiones del Estado y aquella provocada por acciones de agentes ilegales. Este último caso es más reciente. Estas acciones violentas provocadas por el mundo del crimen se organizan a partir de la construcción de las estructuras del proceso de producción de la narcoplanta y de la construcción de estrategias de distribución de esa producción.

Esos dos significados se articulan. Tenemos así la producción de una violencia fatal, que utiliza miembros de familias en litigio como pistoleros de alquiler (sicarios). La vida humana pierde su valor, en la medida en que ella se oponga a las acciones violentas o a las acciones productivas promovidas por los agentes de las acciones violentas. El caso es aún más complejo en la medida en que estos hechos son producto de opciones estratégicas o, al menos, acentuadas por opciones estratégicas gubernamentales. Esto es aún más evidente cuando observamos que no es un fenómeno local sino que se presenta en todos los espacios donde se manifiestan esas condiciones sociales. En prueba de esto,  veamos la descripción de la situación de Marruecos y comparémosla luego con lo que pasó en Brasil en el Submedio San Francisco. Hablando de los años de 1990, después de demostrar que el cultivo de cannabis es tradicional en la región, que los campesinos encontraron en ella una agricultura lucrativa, y que entienden que es un derecho trabajar, Ouazzani afirma :

Es necesario agregar que las políticas de ajuste estructural del Banco Mundial, que fueron ampliamente ejecutadas por el gobierno Marroquí, tuvieron consecuencias económicas y sociales muy graves para los pequeños productores. Estos tuvieron que encontrar una alternativa. Existe un paralelo entre la aplicación de políticas neoliberales, el empobrecimiento de los campesinos y el desarrollo del cultivo de cannabis. Así, la región del Rif no es suficiente para la sobrevivencia de sus habitantes, la cannabis, que puede ser cultivada con o sin irrigación, aparece como una tabla de salvación para una población perdida. Es un cultivo que le permite sobrevivir, defender la vida… y esto no solo por la facilidad de su cultivo, por la mano de obra que genera, como constatamos en recientes investigaciones (1995) (Ouazzani: 1996, 118)

La acción del Banco Mundial junto con las políticas públicas de ajuste en una región como el Rif en Marruecos marcada por la sequía, permitió el crecimiento del plantío de cannabis. Y esto con una absorción de mano de obra muy grande en poblados de 500 habitantes, de 100 a 150 personas estaban involucradas con este cultivo (Ouazzani: 1996, 118). No tenemos esos datos sobre el Polígono da Maconha. Sin embargo, de acuerdo con la Policía Federal, considerando solamente en ciudades de Pernambuco (Belem de San Francisco, Cabrobo, Caraibeiras, Carnaubeira da Penha, Floresta, Itacuruba, Lagoa Grande, Trocó, Petrolándia, Santa Maria da Boa Vista, Tacaratu), 40.000 personas cultivan marihuana, de las cuales 10.000 son adolescentes y jóvenes. La mayoría de esas ciudades tiene una población que no llega a 40 mil personas.

El hecho es que las acciones del Banco Mundial en la región, como en Marruecos, parecen haber a la población rehén de esa estrategia de sobre vivencia. Sino, veamos. El Polo Sindical, en 1997, exigió al Banco Mundial que se hiciese presente a través del Panel de Inspección, averiguando como no fueron usados socialmente los recursos que tenían tal fin. El Banco, en apuros, decidió no instalar el Panel, pero se comprometió a acompañar las acciones del Gobierno Federal para la conclusión del reasentamiento. En 1997 fatídicamente, uno de los más representativos lideres sindicales, Fulgencio Manoel da Silva fue asesinado por oponerse a las presiones de los narcoproductores que pretendían que los agricultores no interesados cediesen sus tierras para el plantío de marihuana.

Esto no conmovió ni al Gobierno Federal ni al Banco Mundial. Parlamentarios habían identificado, antes de la muerte de Fulgencio que el Polígono da Maconha era un área de producción afiliada a una red de narconegocio, que parecía tener tentáculos desplegados hasta Río de Janeiro, como el Comando Vérmelo (rojo) que sería una especie de Comando General de los Comandos Caipira. Hasta el año de 1999, de conformidad con el Banco Mundial, el gobierno brasilero no concluyó el reasentamiento de Itaparica. Por el contrario, a través del Grupo Ejecutivo para el Reasentamiento de Itaparica, construyó una alternativa de interés de los trabajadores rurales que habían conquistado el derecho de tener tierra irrigada para producir: pagó indemnizaciones para que esos trabajadores se retirasen de las tierras que conquistaron. Los valores pagados eran suficientes para compras de inmuebles residenciales en las ciudades, pero no para la adquisición de tierras para la producción

Entre 1997 – 1999 aumenta el índice de homicidios de jóvenes en la región del Submedio San Francisco. La ciudad de Floresta tiene las tasas más altas. Hasta el año de 2001 fueron indemnizadas casi 500 familias y tituladas 620 familias, faltando por recibir esos beneficios 2.746 de las 6900 familias que fueron reasentadas, según la CHESF. En el 2002 el presupuesto de la Unión prevé gastar más de 121 millones de reales en la conclusión del reasentamiento de Itaparica.  Hasta el momento, 200 familias del proyecto Jurante, en el municipio de Gloria, en Bahía, no quieren ese beneficio sino el reasentamiento irrigado que conquistaron en 1986. El mayor problema es que incluso en áreas donde ya se esta produciendo, sobre todo fruticultura, el GERPI esta proponiendo ese beneficio a las familias reasentadas. Parece que a los tecnócratas del GERPI les falta el mínimo de sensibilidad para asociar el beneficio al terror de la acción violenta moderna, estatal y criminal, que alimenta.

Las acciones policiales, para la erradicación de la marihuana, no cesaron. En el año 2000, fueron destruidos 3.7 millones de pies de cannabis. En el inicio del 2001, se verificaba que había nuevas áreas de plantíos de marihuana en Pernambuco, en el  municipio de Palmares, zona de los matorrales del Sur Pernambucano. Allá fueron encontrados 2.000 pies de marihuana. En marzo del año 2002, en una acción conjunta de la Policía Federal con la Policía Civil de Pernambuco, en Belem de San Francisco, fueron erradicados 100 mil pies. En julio, de este mismo año, en Orocó, dentro del proyecto Brigida, uno de los proyectos de reasentamiento irrigado, en un plantío mixto de fruticultura y cannabis, se  erradicó el equivalente a 22 toneladas de marihuana. De esta manera, parece que la erradicación no se presenta como un política interesante, pues carece de públicas complementarias y se realiza en contravía de las conquistas de los trabajadores rurales en la región.

Concluimos estas reflexiones con algunas de las propuestas del profesor Vargas Meza:

La reducción de daños debe asumir el desarrollo de una propuesta de descriminalización de los pequeños y medianos productores, sobre la base de negociaciones con organizaciones representativas y reconocidas de las comunidades para la apertura de un proceso gradual de abolición de la mono dependencia ilícita y la generación de condiciones adecuadas para propiciar el desarrollo en vista a un cambio económico de las regiones productoras. La generación de condiciones para la ruptura de la mono dependencia de la economías ilegal y la apertura de condiciones de desarrollo de las zonas productoras , debe iniciarse con la propuesta de ordenamiento territorial y ambiental que concilien las consideraciones técnicas  del potencial de uso del suelo con las expectativas de la comunidades asentadas en estos territorios. El ámbito de los social debe abrir y proteger formas diversas de participación y organizaciones de la comunidades, promover una ética civil de solidaridad y afirmación cultural, de reconocimiento común de las reglas del juego para dirimir las diferencias  (Meza: 1999, 183).

 

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Traducido del portugués por Dario González Posso

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