RECHAZO DEL DAÑO

Haciendo las paces con la cocaína y avanzando de reducción de daños al rechazo del daño


 

Peter Cohen*

 

Ante todo me disculpo por no saber español. Intentaré ser lo más claro posible en mi idioma. Primero que todo, al igual que Marco, estoy muy contento de estar aquí y muy agradecido por la invitación de Mama Coca. Mi disertación intentará clarificar algunos aspectos relacionados con el consumo de la cocaína. ¿Qué es la cocaína?, y más precisamente: ¿cómo se consume? y ¿cómo podemos aplicar las teorías que describen el uso de esta sustancia? Un segundo tópico que quiero abordar es el de la discriminación, es decir, cómo las políticas de drogas se construyen a sí mismas como un programa cerrado de discriminación. El tercero y último tema al que me quiero referir es al concepto de Reducción de Daños y las limitantes del mismo. Posiblemente, debamos preguntarnos cómo ampliar nuestra visión sobre lo que es el daño para abarcar el concepto del Rechazo del Daño.

Comencemos con el consumo de la cocaína. Ayer Anthony Henman se refirió a hacer la paz con la Coca, con la hoja de coca. Evidentemente, no podemos hacer la paz con la hoja de coca a menos que hagamos la paz con la cocaína, que es el alcaloide que contienen las hojas de esta planta. En aras de lograr la paz con la cocaína, tenemos que parar un momento y mirar cómo evaluamos y nos referimos al consumo de la misma, de qué información científica se dispone y como podríamos capacitarnos para lograr la paz con la cocaína. Para poder ilustrar cómo abordamos el consumo de la cocaína, voy a acudir a dos ejemplos opuestos dentro de la literatura científica reciente.

El primer ejemplo se refiere a una obra publicada hace cerca de dos años por el criminalista belga, Tom Decorte, [1] un volumen de casi 500 páginas, en las cuales él analiza toda la investigación disponible en el mundo relacionada con el consumo de la cocaína en la población general, es decir, los consumidores que encontramos cotidianamente en cada sociedad. Evidentemente, existe mucha investigación sobre el tema, tanto en Holanda, Bélgica, Canadá, Australia como en Estados Unidos e Inglaterra. ¿A qué conclusiones llega? El infiere que hay una gran mayoría de consumidores de cocaína que acuden a la sustancia por un periodo de tiempo relativamente corto, utilizándola principalmente como potenciador de los placeres sociales. Esto significa que la cocaína se emplea, por ejemplo, para ir a una discoteca, platicar con los amigos, al igual que el postre de la comida. La mayoría de los consumidores de cocaína la utilizan de manera moderada o en pequeñas cantidades porque de otra forma el placer que de ella se deriva resulta contraproducente. Para un número significativo de consumidores el uso excesivo no resulta placentero; se asemeja un tanto al alcohol, el cual en exceso no resulta placentero.

Las conclusiones de Decorte son bastante complejas y si realmente se quiere ahondar más sobre el tema, se sugiere la lectura de la mencionada obra. Lo que él afirma es que las desventajas y peligros de la cocaína parecen haber sido descritas de manera bastante exagerada. Decorte no se detiene a analizar por qué ocurre esto, es decir, ¿por qué la ciencia ha exagerado los daños de la cocaína por tanto tiempo? Esta es una pregunta que quiero abordar después de referirme al segundo ejemplo de la literatura científica. Hay un psiquiatra, H. Kleber, que se desempeña en los Estados Unidos con F. Gawin y quien ha venido publicando una serie de ensayos sobre el consumo de la cocaína. En contraste con la muestra de consumidores descritos por Decorte, Gawn y Kleber han realizado investigaciones con consumidores que terminaron internados en clínicas para el tratamiento de la toxicomanía.[2].

Es evidente que si se analizan los casos de los consumidores que terminaron en tratamiento clínico, a priori se está enfocando en un patrón de consumo determinado, pues las motivaciones de su ingesta son completamente diferentes de la gran masa de consumidores de la droga. Observando las muestras clínicas, se llega a una conclusión totalmente diferente sobre los efectos y posibles “peligros” del consumo de la cocaína. Básicamente, lo que estoy afirmando es que el predominio de hipótesis médicas y psiquiátricas al enfocar el consumo de la droga, ha dado origen a metodologías de investigación centradas en casos clínicos, distorsionado en gran medida nuestra perspectiva sobre los tipos de uso entre el común de la población. Igual situación ocurre con el tema de los opiáceos, pero no discutiré sobre este aspecto particular.

En otras palabras, terminamos viendo lo que queremos ver. Es decir, vemos aquello para lo cual nos predispone la “mirada científica” que accede al gran público. Así pues, lo que vemos está condicionado en buena medida por unas ideologías preconcebidas acerca del consumo de la droga. La mayoría de nosotros ha aprendido a lo largo de nuestra vida que el uso de la cocaína puede ser altamente peligroso, razón por la cual nos vemos compelidos a acudir a la investigación que trata de legitimar dichos prejuicios. Los estudios que emergen de contextos clínicos usualmente pueden −por la muestra seleccionada y por el tipo de preguntas a que acuden− legitimar las ideas preconcebidas acerca de los peligros de la cocaína. Si uno trabaja como un sociólogo, y yo soy sociólogo, y quiere contemplar el consumo de la cocaína como un fenómeno más amplio y no circusncrito a los casos clínicos, tendría una imagen completamente diferente de la cocaína. Por ejemplo, en los numerosos proyectos que mi centro (CEDRO) inició sobre los patrones del consumo de cocaína incluimos muestras de consumo durante un periodo de 10 años y no encontramos lo visto por la investigación clínica. Lo que vemos es que, después de 10 años, el 60% ha dejado de consumir cocaína en virtud de que sus estilos de vida han cambiado y, por ende, la funcionalidad y la utilidad de la cocaína desaparecieron. Así pues, en Ámsterdam, tras 10 años, un 60% de los consumidores la ha abandonado; igual acontece en otras ciudades importantes. Así que tenemos que cambiar el punto de partida y/o revaluar nuestra imagen sobre el consumo de cocaína viéndola como un riesgo muy limitado durante un periodo relativamente breve de la vida de un consumidor. Esto lo afirmo porque es preciso tener dicho conocimiento y aplicarlo a la práctica si queremos en alguna medida lograr la paz con la cocaína y no sólo con la coca. Por supuesto, si la cocaína se pudiese conseguir como droga lícita, es posible que veríamos otros consumos y más usuarios. Sin embargo, la accesibilidad del cannabis en Holanda como una sustancia semilegal no ha hecho de esta nación el país con el mayor nivel de consumo en Europa[3] Por lo tanto, las condiciones culturales y económicas determinan los niveles de consumo de una droga, aún más que la simple accesibilidad “legal”.

Yo dije que hablaría acerca de la discriminación y puesto que Cartagena, como me han dicho, fue uno de las urbes latinoamericanas donde la Inquisición Española sentó sus reales, quisiera usar como ejemplo esta Institución para describir cómo se crea filosóficamente el fenómeno de la discriminación. En la teoría de los Inquisidores, las personas que se desviaban del “camino divino” o de la vía “correcta” para llegar a la gracia de Dios, intencionalmente o no, se deshumanizaban a sí mismas, sus almas no se salvarían; no podrían aspirar al objetivo más alto de un ser humano, el cual era aceptar la gracia de Dios y en su otra vida inmortal, acceder al paraíso. ¡Así que esta gente ameritaba ser tratada como inhumanos! Podemos observar que a lo largo de la historia de la discriminación (racial, social, religiosa, política y otras), la deshumanización del otro es uno de los aspectos centrales. Deshumanizar al otro es el proceso esencial para comprender cómo algunas clases de discriminación pueden llegar a ser tan violentas. Partiendo de unas imágenes tipificadas de lo que es un consumidor de cocaína y determinadas metodologías de investigación, podríamos afirmar que hemos optado por tratar a los consumidores de cocaína como personas que intencional o desprevenidamente se han desviado de las máximas aspiraciones del ser humano.

Nuestras ideologías modernas acerca del objetivo más alto para un ser humano ya no radican en el aceptar la gracia de Dios sino en realizar el “potencial individual”. Hemos aprendido a mirar el consumo de la cocaína como una desviación de la aspiración más alta pues la tan llamada adicción hace de los consumidores seres humanos carentes de autonomía y responsabilidad individual. De esta suerte, podemos deshumanizarlos; podemos hacer lo que queramos con ellos. Esto se aplica con mayor razón a los expendedores de cocaína a quienes se les considera ni mas ni menos como agentes diabólicos, toda vez que han inducido a los demás a perder sus virtudes y cualidades individuales. Mientras imperen estas filosofías discriminatorias hacia los consumidores de cocaína, vendedores y productores de la misma, de alguna manera se estarán legitimando las terribles y medievales políticas que algunos de nuestros países aplican a este grupo social.

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En Estados Unidos, el número promedio de prisioneros por cada mil ciudadanos se ha incrementado notoriamente desde 1980: aproximadamente de 120 a más de 700 personas por cada cien mil están recluidos en cárceles en dicho país y su equivalente en la Unión Europea alcanza los 100 por cien mil. La escala a la cual el gobierno americano encarcela personas por políticas criminales, y por una particular visión sobre el uso de las drogas, es absolutamente increíble. Evidentemente, los procedimientos norteamericanos de discriminación que dan origen a proyectos tan inexpertos como el Plan Colombia no solamente amenazan la seguridad y los derechos humanos de las personas que habitan fuera de los Estados Unidos, sino también a los nacionales de este país. Estas filosofías de deshumanización han creado unas condiciones legales asombrosas para los estadounidenses y en particular para sus poblaciones minoritarias.

¿Hacia dónde me conlleva esto? Se me solicitó que hablará asimismo de Reducción de Daños. Como Uds. bien saben, la Reducción de Daños ha sido una filosofía muy de moda en los contextos sobre políticas de drogas. Sin embargo, si observamos las rígidas características discriminatorias de la legislación vigente sobre drogas, podríamos también afirmar que la Reducción de Daños es demasiado limitada como para responder a los problemas políticos sociales generados por unas políticas de drogas xenófobas. Posiblemente, sea preciso avanzar de la actual posición filosófica actual hacia una diferente, consistente en reconocer que algunos de los perjuicios originados por nuestras políticas de drogas discriminatorias son inaceptables y no se pueden incorporar en un esquema para reducir dichos daños. Así, la atiborrada población carcelaria de los Estados Unidos es uno de estos daños inaceptables. Los daños infligidos a las personas que producen drogas, simplemente con el fin de mantener estas drogas por fuera de los Estados Unidos o de la Unión Europea, son inaceptables. Tenemos que desarrollar ideas sobre el Rechazo del Daño. Los Derechos Humanos conforman el sustrato filosófico para juzgar y evaluar dichos daños, y creo que debemos ir en esa dirección. La Reducción de Daños del daño es decididamente relevante a ciertas condiciones sociales y contextos políticos. No obstante, el poder policial en Estados Unidos es, al igual que el daño que éste inflige, inconcebible. El poderío de las Fuerza Armadas encargadas de aplicar las leyes de drogas en los países asiáticos y latinomericanos es sencillamente inaceptable. En determinados campos de las políticas de drogas tenemos que avanzar de Reducción de Daños hacia el Rechazo del Daño.

 

La historia de Reducción de Daños en Europa es larga. Originalmente la Reducción de Daños emanó como una extensión del concepto de salud pública. Una vez aceptado que el uso de drogas y sus efectos constituyen un problema de salud pública, se puede comenzar a subsanarlos como tal. Como cuando una enfermedad infecciosa se ha convertido en una epidemia, lo que se busca reducir es la tasa de infección. Convertir esta enfermedad en un problema criminal sería insólito y sólo se podría entender desde una perspectiva moralista de la enfermedad. El trasfondo de los programas de intercambio de jeringas, por ejemplo, es la disminución de la tasa de contagio. En Holanda la Reducción de Daños ha ido un poco más allá. Al rehusarse a perseguir los expendedores al detal de heroína, el precio de la heroína se redujo significativamente en 1980. Holanda se convirtió en el país donde la heroína era más barata en toda Europa. Se crearon así las condiciones para que las personas que usaban este alcaloide inyectado −un 50% de los usuarios − pasarán a consumirlo fumada. El mercado se modificó totalmente. Al permitir que se diesen las condiciones para que bajara el precio de la heroína, ya no era necesario inyectarla se podía simplemente fumar. Esta aceptación cultural de heroína fumada eliminó de tajo un comportamiento a riesgo. Todos los riesgos asociados con la inyección, se vieron disminuidos. Existen, sin embargo, límites a este tipo de Reducción de Daños como quiera que las personas pueden ser enjuiciadas en Holanda por crímenes relacionados con la heroína. Y, como respuesta a esto, en la década de los años 1980, el pensamiento imperante optó por decir: ." “Listo eliminemos la posibilidad de que la gente termine en la carcel por jibarear, traficar o robar. No sigamos aceptando los daños de la incriminación o encarcelamiento. Démosles heroína”. En este momento, la distribución y sostenimiento con heroína es la última innovación policial en Holanda. ¿Pero hacia dónde nos dirigimos a partir de esta situación? Si les permitimos a los consumidores obtener heroína de una fuente legal, ya sea comprada o gratuita, ¿no habremos legalizado la heroína? De cierta manera sí lo hemos hecho. Si uno observa el desarrollo de los programas de Reducción de Daños del daño en Holanda y en algunos otros países Europeos, podríamos afirmar que la evolución del concepto de daño y el rechazo mismo del daño, lógicamente han llevado a una semilegalización.

Si dejáramos de tratar de reducir algunos tipos de daños y pasáramos al rechazo de los daños, por pequeños que sean, eventualmente terminaremos por encontrar esquemas para legalizar el uso y la producción y distribución de estas drogas y nos veremos abocados a adoptar orientaciones más realistas y teorías científicas más generalizables.

Muchas gracias.

 

Traducido por Daniel Leal Díaz dfld76@hotmail.com

 


 CEDRO

[1] The taming of Cocaine: cociane use in European and American Cities, Brussels, VUB University Press, series: criminological studies, 2000, 499p. isbn: 90 5487 284 5.

[2] FH Gawin and HD Kleber ”Abstinence symptomatology and psychiatric diagnosis in cocaine abusers: clinical observations”Arch.Gen.Psychiat.1986;43-107

[3] http://annualreport.emcdda.eu.int/en/home-en.html



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