COCA, TERRITORIO Y CULTURA
“La coca es una mujer... Es la compañera de nuestros hombres”


Leonor Zalabata[1]

 

Los indígenas construimos un mundo con 5000 culturas y con nuestras cosmovisiones recreamos la tierra, mantenemos el espíritu, las raíces de todos los bienes y seres que hacen parte de ella. Estos seres son nuestras propias familias, nuestra razón de ser. La Sierra Nevada de Santa Marta donde vivimos los pueblos Arhuacos, Koguis,... es el corazón del mundo. Allí descansan y permanecen nuestros espíritus, allí están las raíces de todo el mundo, de todos los seres.

La protección de la vida, de la naturaleza y la vida de los Pueblos indígenas de la Sierra Nevada, así como de los 83 pueblos indígenas de Colombia, no está garantizada por parte del Estado colombiano. Somos víctimas no sólo del conflicto armado en Colombia, sino del mismo sistema político que con sus medidas en contra de los pueblos, vulnera esa manera de ser y pensar. A pesar del horror generalizado de la guerra, no todas ni todos sufrimos las consecuencias de la misma manera. Los constantes ataques que recibimos, además de vulnerar nuestra vida física, vulneran la existencia de diferentes cosmovisiones, diferentes formas de ser, de pensar y de relacionarnos con la naturaleza. Vulnerar la naturaleza de nuestros territorios es poner en peligro la existencia de las futuras generaciones indígenas.

Nuestras culturas, así como nuestros tradicionales usos y costumbres nos han enseñado a mantener una relación pacífica con el otro que es diferente. La guerra no es nuestra manera de ver la vida, ni del sentir frente al otro. Nunca nos ha interesado exterminar pueblos. Frente al otro, lo que las culturas indígenas decimos son nuestros hermanos. Y no solamente los humanos, los animales, las plantas.

La coca, el hayo. como en la cultura aruahaca llamamos a la coca, es la única planta femenina de nuestra cultura. Los árboles son los hombres y las mujeres somos la tierra y la frondosidad de los árboles depende de la fertilidad de la tierra. Y no puede haber una tierra fértil sin la sombra de la frondosidad de los árboles. Todos somos importantes, todos somos necesarios, hombres y mujeres. Pero la coca es la única planta femenina, es una mujer; hace parte de nosotros y de nuestra cultura. Por eso las mujeres no portamos coca, la portan los hombres. Es la compañera de nuestros hombres. Es un símbolo de nuestra cultura que significa complementariedad para los hombres. Es un signo de identidad de los pueblos indígenas. Es signo de hermandad entre las personas de los pueblos indígenas. Entre nosotros, cada hombre lleva dentro de su mochila la coca y el poporo. Y una forma del saludo de hermandad, es el intercambio de unas hojas de coca entre los hombres. En muchos casos es una planta medicinal de efectos curativos en algunas patologías, que ayuda a calmar el dolor. En fin, es una planta sagrada en nuestras prácticas ancestrales. Su existencia se consagra desde su semilla, la manera de sembrar, su momento productivo y reproductivo de la planta. Y su uso se rige desde la ley de origen, desde las tradiciones. Uso que se regula en el ciclo del desarrollo humano. Hay un momento del desarrollo de las personas, de los hombres, que pueden llevar la coca, que la pueden consumir. Es una planta que hace parte de la vida, de la identidad de los pueblos indígenas.

...muchos inventos y muchas situaciones conducen a la degeneración del mundo humano y la doble moral justifica su mal uso, con distorsión de la economía, corrupción política, mayor violencia, problemas de salud, contaminación ambiental, deforestación y empobrecimiento de los sueldos, destrucción de cosmovisión y de valores de muchas costumbres y por eso combatir ese mal uso, esa doble moral, debe tener en cuenta el consumo del norte y el occidente, el negocio o comercio entre norte y sur de químicos necesarios para producir la cocaína y el opio y medidas fuertes contra el lavado del dineros. Enfocar la situación del cultivo de la coca con la fumigación química aérea, lo único que ha traído es la implicación de un gran número de campesinos pobres, no es una solución.

 


[1] Comisionada de Derechos Humanos de la Confederación Indígena Tayrona y Comisión Nacional de los Pueblos Indígenas de Colombia.

 


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