DE LA FAVELA AL SERTÃO: JUVENTUD,
NARCOTRÁFICO E INSTITUCIONALIDAD


Paulo Cesar Pontes Fraga[1]

 

Resumen

Las favelas cariocas están constituidas en importante proporción por población de origen nordestino, en especial del Sertão. En la década de los 90 surge un nuevo vínculo entre estos dos escenarios: jóvenes moradores de estas favelas se vinculan al negocio de las drogas ilícitas y jóvenes ‘sertanejos’ al cultivo de la Cannabis, con actividades criminosas conexas y una tasa creciente de homicidios en ambos casos. Aunque esto compromete a partes minoritarias de estos dos sectores.

En Río de janeiro la venta de Cannabis empieza como una actividad ilícita menor y sin grandes redes, que se incrementa a partir de la década del 40, cuando pasa a ser considerada crimen con el establecimiento del Código Penal. Hacia el final de los años 60 el tráfico sufre una persecución policial más intensa, pues la dictadura militar convierte tal actividad en un problema de ‘seguridad nacional” e incrimina también a los consumidores. Entre los años de 1968 y 1988, período que cubre la transición del autoritarismo a la apertura política, el militante de izquierda, visto como ‘terrorista’ por la dictadura militar, deja de ser considerado el ‘enemigo interno’ y ocupa este lugar el traficante de drogas ilícitas cuando se consolida la cocaína en mercado internacional e nacional. Los jóvenes de las periferias urbanas son perseguidos por la policía que asocia juventud pobre y tráfico ilícito. Durante los años 70, el mayor consumo de la Cannabis y el incremento del uso de la cocaína torna el tráfico de estas más lucrativo que el asalto a los bancos. Su impacto en la violencia urbana se siente con mayor fuerza a partir de los años 80, cuando la estructura de la red del tráfico toma la forma de oligopolio en la cúpula de los negocios, lo cual es acompañado del soborno de las autoridades, y se establece una simbiosis entre la corrupción policial y la criminalidad violenta. Los capitales acumulados se transfieren hacia actividades lícitas como taxis, inmuebles, hoteles, comercio, entre otras. El período que sigue a 1986 es el más violento y de mayor vinculación de jóvenes de las favelas a las redes del tráfico.

De manera similar, en la década del 90 se incrementa la violencia y las tasas de homicidio entre los jóvenes del Sertão pernambucano, área de enormes desigualdades sociales y de conflictos históricos, donde el recrudecimiento de la violencia se entrelaza con las actividades del plantío de la Cannabis, incluida la actividad policial, en unos casos dirigida a la erradicación de los cultivos, sin proporcionar a los campesinos otras alternativas económicas y sociales de sobrevivencia, y en otros casos caracterizada por el alineamiento con bandas que se forma en las redes del negocio, lo cual la relaciona no solo con el plantío, sino en especial con asesinatos y asaltos a camiones. Además, las tradicionales riñas de importantes familias por el poder local se extienden al control del cultivo de la Cannabis con trabajadores asalariados.

Entre las causas del vínculo de jóvenes de las favelas a las redes del tráfico se encuentran: El deseo de disminuir la diferencia existente entre su poder de consumo y la presión social para consumir, para afirmarse socialmente; la relación precoz con el mundo del trabajo y la necesidad de aun niños aportar a los ingresos familiares. Muchos de ellos intentaron antes diversas actividades laborales con bajos salarios, condiciones insalubres, humillaciones, ausencia de protección legal, donde descubrieron que el trabajo que se les asigna no constituye un elemento dignificante de la condición humana y que tampoco les posibilita el acceso al mundo del consumo deseado. Por otra parte consideran la escuela a la que asisten como algo distante y que no los capacita para competir en el difícil mercado de trabajo del mundo globalizado.

Sin embargo, a diferencia de aquellos que se enredan en las redes del tráfico, la mayoría de los jóvenes pobres continúa creyendo en la capacidad social de estas instituciones. Así, someterse al trabajo indigno pero honesto, o al trabajo deshonesto, peligroso pero lucrativo, parecen ser lados distintos de una misma realidad. Sin embargo, el autor no quiere trazar ningún perfil del adolescente que entra en el tráfico. “No creemos -dice- en la existencia de características personales que tornen el joven más susceptible a la entrada en el negocio de las drogas, ni en elementos sociales que lo definan invariablemente”. El hecho de trabajar precozmente no es un prerrequisito para producir un delincuente, pues el delincuente es formado en la relación social, no es una característica a priori, es fruto del “proceso de subjetivación”. El tráfico ilícito se presenta también como otro componente productor de subjetividad que somete a los jóvenes a sus reglas y jerarquías, combinándose con elementos presentes en la vida de esos jóvenes como la promoción social del llamado al consumo.

En el área rural, los jóvenes experimentan una situación al mismo tiempo diferenciada y similar a la de los jóvenes de las favelas cariocas, con desigualdades externas. Se observa en muchos de estos jóvenes una desilusión en la posibilidad de vivir de la agricultura o como asalariados. Migrar a otras regiones del país es la opción casi exclusiva. Observan que la dedicación de sus padres durante años al cultivo de la tierra no condujo a la mejoría de sus condiciones de vida, sino a su degradación, como pequeños agricultores o trabajadores asalariados. Las políticas oficiales no se realizan, imprimiéndoles un sentimiento de abandono.

En este escenario de extrema desigualdad y pobreza, el narcotráfico encontró un terreno abonado para incorporar a jóvenes a sus filas, reproduciendo la explotación del trabajo, la violencia y la concentración de la renta inherentes a las relaciones agrarias en Brasil, en particular, y a la sociedad brasilera en general. En un ambiente bastante pobre, cuyas condiciones de vida son extremadamente difíciles, la incorporación a cultivos de uso ilícito puede representar mejoría de las condiciones de sobrevivencia.

 


[1] Sociólogo e  Investigador del Consejo Nacional de Investigación.

 


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