Joep Oomen_
Sr. Oomen.—
La
mía será una presentación poco diferente de la anterior. En este evento hay
diferentes enfoques desde diferentes lugares de la ciudadanía, lo que es bueno.
Les
explicaré un poco nuestra experiencia, nuestro análisis del papel que pueden
jugar las autoridades locales en el proceso que ojalá nos va a llevar a una
modificación positiva de las Convenciones internacionales sobre drogas en el año
2008, cuando tendrán que ser revisadas, y que será un paso más en el proceso de
aprendizaje que estamos haciendo como comunidad humana en el convivir con las
drogas.
Se ha dicho
muy bien esta mañana, tenemos que darnos cuenta de que la prohibición como
concepto también forma parte de este proceso, que no es nada inhumano. No es un
monstruo que viene de afuera, también está dentro de nosotros, dentro de nuestro
ser, y debemos, como seres humanos, aprender a pasar esa etapa y llegar a otra
composición de vida social donde el consumo de sustancias sea aceptado como
cualquier otro fenómeno de la vida humana. Entonces, nuestro análisis es que las
autoridades locales y el contexto local son un contexto donde nace ese nuevo
concepto de composición y desde donde se tienen que hacer estas iniciativas para
poner en práctica este nuevo aprendizaje, en la legislación, en la política y en
la realidad cotidiana.
En primer
lugar, en Europa en las sociedades desarrolladas hemos visto que hay una
tendencia al crecimiento de la demanda de las drogas en los últimos 30 años.
Cada vez más las drogas juegan un importante papel en nuestra sociedad, y es
porque hay una necesidad, ellas cumplen una demanda. Tratando de analizar eso un
poco, por un lado en las sociedades industrializadas hay este crecimiento de la
demanda porque cada vez hay normas más exigentes al ser humano. Tiene que
aguantar presiones, tanto físicas como sicológicas, que son cada vez más
complicadas. Sufren una creciente presión sobre sí mismos. Por otro lado, hay
una creciente falta de espiritualidad, ritualidad y solidaridad espontánea que
suele acompañarles a los seres humanos en este proceso de aguantar las
exigencias de arriba. Esas dos cosas, más exigencia y menos solidaridad,
espiritualidad y convivencia con los demás, probablemente crean la necesidad de
sustancias, porque ellas justamente ayudan al ser humano a tratar con esta
tensión. En un contexto en que están prohibidas, esta tensión aumenta más.
Al mismo
tiempo no hay una forma para que los individuos aprendan a consumirlas, como
siempre han aprendido de la sabiduría que ha crecido por miles de años respecto
de cómo hacerlo y qué riesgos hay en esto. En el mundo desarrollado no existe
más este aprendizaje. Todo el mundo tiene que aprender esto por sí mismo. De
igual modo, por el hecho de que estén prohibidas, crece la tensión en el
consumidor, lo que hace incrementar más el uso y provoca una serie de graves
problemas.
Donde se
reconoce esa tensión por primera vez es en el nivel local. Es el momento
concreto y claro donde una persona sufre —él, sus familiares, vecinos y amigos y
la gente que le rodea—. Ahí es donde nace este nuevo concepto de una convivencia
con las sustancias. Ahí deja de tener valor un concepto vacío como es el de la
prohibición. Que un mundo debe estar libre de drogas, que uno debe estar
abstinente, que las drogas no hay que consumirlas, son conceptos teóricos
completamente vacíos cuando uno está frente a una persona a la que quiere, con
quien tiene una relación y a quien ve sufriendo.
Ahí es donde
nace el nuevo concepto, desde adentro de la sociedad. Del vientre de la sociedad
nace una nueva forma de resolver este problema, que es como un trauma social. O
sea, que tampoco se trate de una cosa ideológica. Es muy lógico que eso suceda.
Tal vez, se
puede ilustrar con la tabla que tenemos aquí. En ella, comparamos el efecto de
la política sobre el alcohol y las drogas ilegales.
Vemos que
los productores, distribuidores y consumidores de alcohol tienen muchos
derechos. Es decir, pueden producir, distribuir y tomar alcohol en público. La
gente no tiene ningún problema moral con respecto a que uno tome alcohol. Es al
revés, se estimula el consumo del alcohol socialmente. Por otra parte, no existe
mucha criminalidad ni corrupción con relación al alcohol. Existen problemas de
salud pero serían mucho peores si el alcohol estuviera prohibido. En ese caso,
la gente buscaría alcohol en el mercado negro; eso lo hemos visto en los Estados
Unidos en los años 20.
Con las
drogas sucede exactamente lo contrario: hay mucho menos derechos para el
productor, distribuidor y consumidor. Y los problemas sociales son muchos
mayores. Entonces, uno puede suponer que aumentando los derechos y las
responsabilidades, porque los derechos vienen con responsabilidades, de los
productores, distribuidores y consumidores de drogas la columna de los problemas
bajaría.
Hemos visto que a nivel individual y entre los
representantes comunitarios está creciendo esta nueva convivencia. Este nuevo
concepto tiene que llegar a un nivel nacional e internacional para poder cambiar
las políticas. Vamos a llegar a ese nivel internacional en 2008 cuando la
comunidad internacional tenga que revisar y evaluar la estrategia antidroga de
los últimos diez años. Es decir, va a haber en una reunión de
Europa es un
mundo a pequeña escala, es un territorio que tiene más o menos la dimensión de
Brasil. Somos unos 45 países dentro de ese territorio y cada uno tiene sus
propias normas y tradiciones culturales, religiosas, políticas y sociales.
Finlandia y Portugal son dos mundos muy diferentes.
¿Qué hemos aprendido? Que para poder construir una base
firme para nuestra convivencia y bienestar económico necesitamos aprender a
colaborar. Y que necesitamos diseñar un marco legal y político común para
diferentes temas. Ahí nace
En ese sentido es interesante ver que la Unión Europea no
tiene ningún poder sobre la política de drogas de cada país. Cada país tiene sus
propias normas y
El desafío
para nosotros es ver cómo todas estas experiencias de la sociedad pueden llegar
al nivel de decisiones políticas. Por ejemplo, en Europa hemos visto que en los
últimos 15 años la reducción de daños ha conquistado mucho poder. En la tabla
pueden ven el estado de las posibilidades legales para aplicar la reducción de
daño en varios países europeos.
Hace 15 años
esa tabla estaba toda en blanco, solamente Holanda tenía algunos derechos. O
sea, esto ha pasado en los últimos 15 años. Eso refleja lo que estaba diciendo
al principio, que esta nueva convivencia con las drogas, una vez que se ha
pasado del modelo de abstención al modelo de reducción de daño, ya no tiene
freno. Es muy lógico y claro para todos que este es el camino que debemos
seguir.
Detrás de
esas cifras está la realidad de muchas ciudades de Europa: Amsterdam, Copenhagen,
Zurich, Ginebra, Frankfurt y Barcelona, donde las autoridades políticas y
sanitarias ya han desertado de la guerra a las drogas y están empezando a
aplicar una nueva convivencia con las drogas. Mientras tanto, los gobiernos
nacionales siguen instrumentando la Convención de las Naciones Unidas a
regañadientes. Entonces, son los alcaldes y los funcionarios de salud con
quienes podemos trabajar, y tenemos que hacerlo. Ellos lo tienen mucho más claro
cómo y por qué se tiene que hacer ese proceso.
Por ejemplo,
tomamos el caso de la reducción de daños. Un trabajador de salud que trabaja en
una sala de consumo ve diariamente a los usuarios de heroína llegar para poder
inyectarse bajo condiciones sanitarias. Este trabajador ve que es absurdo
instalar una sala de consumo para que una persona lo haga de una manera
higiénica, pero después quedarse con los brazos cruzados ante el hecho de que
esa persona se inyecta una sustancia de 12 por ciento de pureza por la que ha
pagado con la venta de su cuerpo o con alguna acción criminal.
En ese
momento el trabajador de la salud se da cuenta que bajo esas condiciones la
reducción de daño o del riesgo es nada más un concepto vacio, cosmético,
diseñado para disimular el verdadero daño que resulta de la prohibición de
drogas.
Otro ejemplo es la cannabis. En Holanda existe por parte
de los alcaldes una política de normalización de esta sustancia desde 1975,
donde han instalado coffeeshops
donde
puede obtenerse esta droga. En realidad, ha tenido una consecuencia muy
favorable que se puede mostrar con cifras. Se puede observar que el 13 por
ciento de los jóvenes holandeses de entre 15 y 16 años fuma regularmente
cannabis, mucho menos que los jóvenes belgas, alemanes, franceses, ingleses y
norteamericanos donde está prohibida esta sustancia.
Los alcaldes en Holanda habilitaron los
coffeeshops y están contentos
con ellos. Hace unos meses se realizo una encuesta en un periódico nacional, del
que resultó que de los alcaldes de las 30 ciudades más grandes de Holanda, 20
habían dicho que quieren legalizar el cannabis.
Creemos que
el proceso de descentralización y el proceso de dar más poder a las autoridades
locales y regionales va a ser un punto central para que al final se llegue a
abolir la base universal para las políticas de drogas.
El hecho de que las autoridades locales no puedan ejercer
las políticas éticas que están viendo que tienen éxito y que son mucho más
aceptadas en un sector de la población, normalmente implica que va a haber una
confrontación entre autoridades internacionales y locales que va a conducir a
una clara discusión. Nosotros vamos a tener que activar a las autoridades
locales para que asuman esa responsabilidad. Muchas gracias.
(Aplausos)
RED LATINOAMERICANA PRO REFORMA DE LAS POLÍTICAS DE DROGAS
Ponencias Simposio
organizado por
(Red Latinoamericana
Senado de la Re
pública de Argentina.
2005