Los herbicidas causan daño en los genes que intervienen en el proceso del cierre del tubo neural en el embrión. Entre las anomalías congénitas están los Defectos del cierre del Tubo Neural (DTN). De la parte superior de esa estructura tubular se forma el cerebro. De la parte inferior, la columna vertebral. Cuando se lesiona la primera se produce anencefalia; un niño recién nacido sin cerebro no puede vivir. La falta de cierre de la parte inferior ocasiona la espina bifida que puede ser abierta como en los meningoceles, meningo-mieloceles, los cuales causan parálisis, incontinencia, infección y muerte. Expertos en genética investigaron el problema en la frontera del Ecuador y Colombia y demostraron daño del ADN en campesinos y campesinas expuestos a las fumigaciones aéreas con herbicidas. La frecuencia de la Espina Bifida  se ha ido incrementando progresivamente.  Datos tomados del trabajo de Kafury  y Dominguez, realizados en la Clinica de Maternidad Rafael Calvo de Cartagena, muestran una frecuencia cuatro veces mayor en un periodo de 14 años. Esto se ha convertido en un problema de salud pública con un alto componente político.

 

Para buscar la verdad se debe iniciar de inmediato un estudio epidemiológico con pruebas científicas para confirmar o refutar con pruebas científicas los hechos que estamos denunciando. De cualquier forma, las fumigaciones aéreas deben suspenderse hasta cuando se disponga de los resultados realizados por laboratorios independientes. La sociedad entera debe protestar vehementemente contra estos crímenes que afectan el sector más vulnerable de la población. Existen alternativas para enfrentar el problema de los cultivos a usó ilícito sin sacrificar una generación de Colombianos.

 

Pedimos que el Congreso Nacional, las autoridades civiles y eclesiásticas, las asociaciones médicas, las sociedades pediátricas y, en términos generales, a toda la población para que protesten contra estos crímenes. Mi recomendación en calidad de experto médico es que se deben de inmediato suspender las fumigaciones. Como mínimo, hasta que se disponga de los resultados de una investigación epidemiológica seria y colegiada (representantes internacionales y nacionales entidades oficiales y organizaciones sociales) con pruebas estándar de toxicidad genética, para diseñar políticas nacidas del conocimiento por oposición a políticas que responden al interés político del momento cuya dinámica tiende a volverse imparable y cuyo impacto negativo en el largo plazo puede ser irreversible. Es imperativo determinar la relación de causalidad entre los herbicidas y el índice creciente de malformaciones que se puede observar. Hasta ahora (por falta de atención de parte de las entidades competentes), la realidad de los daños se manifiesta en las quejas y denuncias de los campesinos afectados y las organizaciones sociales que los escuchan y acompañan.  Es inadmisible que no se le haga un seguimiento médico a estas quejas.