CONFLICTO, AUTONOMÍA REGIONAL Y SOCIALISMO ECOLÓGICO
Libardo Sarmiento Anzola*
Presentación [1]
Entrevistamos a Libardo Sarmiento el 10 de abril del 2000. Según él, las ideas políticas renovadoras deben adquirir nuevos contenidos, diferenciados del llamado socialismo real que entró en crisis, pues un proyecto socialista sin democracia, sin libertades fundamentales, sin pluralismo, sin respeto por los derechos humanos, sin eficiencia económica y sin sostenibilidad social y ambiental, no es viable y menos deseable. Un proyecto socialista, basado en la democracia radical, la diversidad étnica y cultural, las autonomías locales, laico, libertario, igualitarista, biocentrista, respetuoso de los derechos humanos, es viable y necesario en Colombia. Implica asumir la globalización de la sociedad, la organización de la economía en relaciones del mercado, las instituciones de un Estado social y democrático de derecho, la propiedad social y privada de los medios de producción, el desarrollo de la ciencia y la tecnología, la garantía universal de los derechos humanos y una política externa orientada a la integración latinoamericana y del Caribe. Requiere como condición básica la construcción de sujetos autónomos y responsables, que asuman la universalidad e integridad de los derechos humanos.
- ¿Qué
significa la autonomía local en relación con la paz?
En Colombia aún no ha sido superado el centralismo, a pesar de 10 años
de la Constitución del 91 y de las políticas de descentralización que comienzan
a principios de los años ochenta del siglo XX. Más que descentralización hasta
ahora hubo desconcentración de este
precario Estado-Nación. Lo que se ha hecho es trasladar más responsabilidades a
los municipios o departamentos, pero se han mantenido los grandes
desequilibrios, las brechas en lugar de cerrarse se han abierto más. Esta fue
una descentralización dictada, controlada y reglamentada desde el centro, que
ha entrado en crisis.
En
relación con el tema del desarrollo regional, la descentralización y la paz, es
necesario tomar en cuenta tres aspectos básicos: la autonomía, el
reconocimiento de la diversidad cultural, el ordenamiento ambiental y la
justicia social. Esto exige unidades políticas y territoriales que den
garantías a los derechos humanos en su integralidad,
es decir no sólo como derechos civiles y políticos, sino también como derechos
sociales, económicos y culturales. Pero además como derechos de autonomía local y regional, con
reconocimiento de la pluralidad y la diversidad. El desarrollo de sistemas
universales, es decir nacionales, de salud, educación, vivienda, servicios
públicos, empleo, que den sustento a los derechos sociales, requiere
combinarlos con un proceso de autonomías locales y regionales. El ordenamiento
ambiental implica una cohabitación ecosistémica entre
sociedad y naturaleza., mediada por las comunidades locales.
En
Colombia fracasaron los modelos que se quisieron copiar de Europa, en la época
de las luchas independentistas y en el inicio de la República, para construir
un Estado-Nación. Podemos decir que en ese modelo, implantado de manera
precaria, está la fuente de parte de los conflictos colombianos. En un país con
tanta diversidad regional, étnica y cultural, se requieren dinámicas de
autonomía y desarrollos regionales que rompan el centralismo que por muchas
décadas ha gobernado ¿Cómo romper ese centralismo? ¿Cómo desarrollar
autonomías? He ahí el problema, en un país con grandes desigualdades y donde el
predominio de ciertas elites y su control sobre territorios, grupos sociales y
la economía, es tan marcado. Además, este es
un punto que no es alcanzable en el corto plazo.
Se ha hablado de la federalización, pero es
imposible volver a pensar en Estados autónomos en Colombia, por los costos que
implica tener ejércitos autónomos o sistema impositivos autónomos. Pero en un
marco de desarrollo territorial, ordenamiento ambiental y democracia radical,
es fundamental el tema de las autonomías locales. Yo creo que es imposible
construir un estado fuerte como el que se intentó copiar tipo Estados de bienestar europeos, o modelos
de "identidades nacionales", pues en la Colombia del siglo XXI gran
parte de los conflictos potenciales son regionales, étnicos y de grupos
sociales específicos. En un ordenamiento territorial se pueden generar, por
ejemplo, conflictos entre comunidades indígenas y comunidades negras,
comunidades afrocolombianas que van ganando
reconocimiento como territorios que se cruzan muchas veces con los resguardos
indígenas, o con procesos de
ordenamientos ambientales del país que son necesarios para darle sostenibilidad al desarrollo. Esta es otra fuente de
conflicto. Pero las relaciones entre descentralización y paz no pasan por la eliminación del
conflicto, sino por su reconocimiento.
También se requiere una unidad política nacional, que no sea contradictoria con un ordenamiento democrático, con la justicia social, con la biodiversidad y con el reconocimiento de la pluralidad étnica y cultural. Es fundamental garantizar las autonomías locales y la democracia participativa real, pero los procesos autogestionarios locales van a tener que articularse con una unidad política global que es como un Estado, que no quisiera llamar Estado, pero sí una relación política que pueda dar organicidad al país en su desarrollo global pero sustentado en procesos de planeación desde abajo, desde lo local y regional. Otro asunto es ¿cómo se articulan estas autonomías y regiones con las dinámicas de la globalización?.
La concepción excluyente de
ciudades región globalizadas
En relación con las concepciones del desarrollo territorial, ha
surgido desde hace algún tiempo lo que se conoce como ciudades región globalizadas. Estas son grandes ciudades con
dinámicas de acumulación y desarrollo de influencia sobre entornos nacionales,
regionales y locales muy extensos, donde los conceptos urbano y rural dejan de
ser categorías explicativas. Estas regiones están más articuladas globalmente
con mercados internacionales que con los mercados nacionales.
En Colombia podemos reconocer algunas ciudades región globalizadas. Es el caso
de la ciudad región de Medellín que
no sólo tiene influencia y dinamiza el desarrollo del departamento de
Antioquia, sino que articula Choco, Córdoba, Sucre; allí los procesos de
acumulación están articulados con negociaciones internacionales, con dinámicas
de inversión extranjeras, que no pasan por el centro del país. Otro caso de ciudad región es Cali en el sur del
país, que articula los departamentos de Cauca, Nariño, Caquetá y ya comienza a
influenciar Huila y Putumayo. Entre estas grandes ciudades región hay toda una red de
infraestructuras y de circuitos económicos, políticos y sociales, que comienzan
a competir por exportaciones y por inversiones extranjeras. El Eje Cafetero,
por ejemplo, no logra constituir una ciudad
región y comienza a ser una microregión en
proceso de disolución, que se va a incorporar a esa ciudad región antioqueña, esa gran Antioquia, o a esa ciudad región del Valle del Cauca con
centro en Cali, a pesar de cualquier intento por reconstruir el viejo Caldas.
Bogotá, a pesar de ser la capital del país, comienza a ser una ciudad región que recoge parte de los
departamentos de los Santanderes, Meta, Casanare, Cauca, Tolima, Boyacá.
La configuración del país tiende a darle mucha más autonomía a
estas ciudades región globalizadas en términos de sus recursos, su
sistema administrativo, su sistema fiscal impositivo, sus procesos de
exportación, en la búsqueda de la inversión extranjera, en la dinámica de
desarrollo científico tecnológico, en sus concepciones de sostenibilidad,
en el manejo de sus recursos naturales. El futuro de Colombia, de ser viable,
tendrá que ser una especie de federalización
globalizada, autónoma, o no será.
Pero gran parte del conflicto colombiano tiene como base que estos
proyectos de desarrollo son excluyentes. La inversión de capital extranjero y
los capitales regionales que allí se están invirtiendo, en grandes macroproyectos de vías, energéticos, de
agroindustria de exportación, de explotación de recursos naturales no
renovables, de industria minera, de biodiversidad, en este momento constituye
dinámicas perversas que excluyen a la población y que articulan la guerra sucia
a la consolidación de ciudades región.
El conflicto entre comunidades y macroproyectos de desarrollo
capitalista en las dinámicas de
globalización explica el desplazamiento forzoso y masivo en Colombia.
Casi 3 millones de colombianos han sido desplazados en los últimos 15 años, de
los cuales 300.000 en 1999, principalmente porque viven en regiones objetivo
del desarrollo de proyectos económicos impulsados por capitales nacionales y
transnacionales. Diversos sectores económicos y políticos, nacionales y
multinacionales, utilizan grupos paramilitares con el apoyo del Ejército de
Colombia, para aterrorizar a la población rural mediante masacres y apropiarse
de sus espacios y tiempos de vida.
Por esto, la guerra en Colombia no es solamente un problema de luchas
territoriales, por controles territoriales, como táctica y estrategia, sino que
obedece también a macro proyectos de
desarrollo, donde es el futuro el que esta definiendo el conflicto presente y
no solo el pasado histórico de las injusticias.
En la
medida que se construyen los grandes proyectos de esas elites regionales, se
producen también grandes desplazamientos forzados de población, como ocurre en "Antioquia la mejor esquina de América
Latina", donde se vende para el extranjero la biodiversidad y hay multinacionales negociando el bosque
maderable del Choco. El gobierno de Ernesto Samper,
con su Ministro del Medio Ambiente, Verano de la Rosa, realizaron
en Alemania y Francia negociaciones sobre la biodiversidad y la riqueza de la
zona chocoana; hubo seminarios con empresarios de industrias de alimentos,
químicas y farmacéuticas. Así como el gobierno norteamericano está interesado
en el control del Amazonas y la propiedad de los recursos no renovables.
Desde hace dos años ha empezado a expulsarse población del Choco. Esto
se debe a cambios en los usos del suelo, compra de tierras, las expectativas de
la comunicación interoceánica, la entrada de multinacionales, la explotación
maderera, el paramilitarismo cuidando todo lo que son
los procesos de explotación maderera del Choco y la viabilidad de los proyectos
macroeconómicos nacionales y multinacionales. Allí la violencia está relacionada
con un modelo que es excluyente, que desplaza población, que consolida una
sociedad de privilegios, absolutamente jerárquica y que concentra cada vez más
las riquezas y la explotación de estos recursos regionales.
Los
espacios de expulsión violenta de la población corresponden a lugares donde
tiene lugar la expansión de grandes proyectos de desarrollo económico y
dinámicas de contra reforma agraria. Este desplazamiento es urbano y
rural, en ambos casos las víctimas corresponden a los sectores más pobres,
discriminados y en situación de vulnerabilidad. El desplazamiento forzado en
Colombia se da por razones tanto políticas como económicas. Los espacios de
expulsión violenta corresponden a zonas estratégicas para la guerra pero
también a las regiones de expansión del modelo capitalista de acumulación.
Recientemente (tanto en la administración de Ernesto Samper como en la de Andrés Pastrana) se han dado más
garantías en la explotación del subsuelo y recursos naturales para favorecer la
rentabilidad de las multinacionales y la hegemonía del capital financiero. En
las regalías del negocio de hidrocarburos aumentó de 50 a 70% la participación
de las compañías extranjeras; las concesiones a las multinacionales de las
zonas mineras aumentaron de 30 a 50 años; se entregaron al sector privado las
obras de infraestructura energética y de transportes; de igual manera se
privatizarán los principales ríos navegables, empezando por el Meta y siguiendo
por el Magdalena, y se promoverá la explotación de los bosques comerciables y
maderables no intervenidos (73,8% del área con aptitud forestal). Iniciativas
estatales que permiten, por las vías legales y extralegales, la expropiación de
las comunidades localizadas en los espacios de influencia de los
macroproyectos.
La recuperación del río Meta se la están entregando a una
multinacional japonesa que está explotando 600.000 hectáreas de cedro. Los
Estados Unidos en este momento tienen interés en el control militar sobre la Amazonia, que contiene recursos estratégicos hacia el
futuro, minerales, petróleo, biodiversidad.
Lo que se esta jugando es el control sobre estos territorios, con una intervención mucho más acentuada de los intereses multinacionales sobre Colombia, con una debilidad muy grande de nuestra sociedad atravesada por conflictos muy graves. La pregunta que surge es sobre la posibilidad de un nuevo proyecto histórico, donde se ubica la necesidad de dinámicas mucho más autónomas y democráticas. El gobierno de Pastrana ha terminado de vender el país por U.S.$4.600 millones de dólares: U.S.$3.000 de préstamo del Fondo Monetario Internacional (llamado ahora Fondo de la Miseria Internacional) y U.S.$1.600 millones del Plan Colombia para intensificar la guerra en el país y permitir una mayor intervención del ejército norteamericano en el conflicto interno. Con ello el país pierde el dominio de las políticas macroeconómicas y de control interno.
- ¿Qué podemos esperar o desear hacia el futuro?
Se requiere un cambio en la concepción de Estado, que le dé mucho más
autonomía a lo local. El gran reto es cómo estas dinámicas regionales
globalizadas logran ser incluyentes e involucrar conceptos de defensa de las
culturas y de las poblaciones locales, de modo que éstas sean beneficiarias de
estas nuevas dinámicas del siglo XXI.
Deberá surgir como una necesidad la lucha de las sociedades locales en
defensa de sus recursos, su reconocimiento étnico y cultural, el respeto por la
pluralidad, en una nueva concepción de relación con el entorno y los recursos
naturales, de garantía de los derechos humanos que implica, al tiempo con la
universalidad de los derechos, la defensa del control territorial de estas
comunidades, que no pueden ser excluidas. ¿Allí quién las defiende, si no
existe un Estado-Nación? ¿a quién claman? ¿a la justicia internacional? Finalmente, lo decisivo será la
construcción de fuerzas sociales y procesos políticos capaces de lograr la
hegemonía de estas fuerzas regionales, construidas desde abajo, contra las
dinámicas de acumulación perversas y excluyentes, de
un desarrollo que puede ser voraz. En resumen, se trata de desmantelar el poder
de las clases privilegiadas para construir una democracia radical, esto es una
democracia económica, política y social.
Hacia el futuro habrán muchas dinámicas de descentralización, ya no
habrá un concepto o una ley central que limita los traslados, la transferencia
de recursos, los situados fiscales, sino que éstos van a ser manejados más
local y regionalmente. El problema es ¿cómo ganar justicia social y fortalecer
la democracia radical en estas regiones? pero no vamos a tener una Colombia
fragmentada, ni federada, sino mayor juego del desarrollo regional y local en
dinámicas nacionales de globalización.
Los conflictos se van a acentuar cada vez más, regionalmente. El
conflicto armado no es lo único, hay conflictos ambientales, conflictos
sociales y problemas estructurales del desarrollo. La perspectiva no es de
menores conflictos. Estas concepciones de modelos regionales tienen mayores
potencialidades de conflicto porque, además de las luchas antes mencionadas de
las comunidades locales, las regiones van a tener que competir entre sí y ya no
va a haber un Estado-Nación que les de organicidad. Nunca lo hubo, pero tampoco
lo habrá.
Sin embargo, se va a requerir una unidad política que articule y
coordine todas estas dinámicas regionales. El concepto de Estado va a tener que
ser reemplazado por unidades administrativas, de coordinación en lo económico y
lo social, más que propiamente Estados, y delegar poder, rompiendo las
burocracias y los poderes centrales, hacia dinámicas más autónomas regionales y
globales.
Ello implica en lo regional un reordenamiento de acuerdo con las
condiciones ecológicas y las potencialidades de inserción internacional. Esto
se fundamenta en una transformación estructural del municipio, con el objetivo
de adoptar un ordenamiento por unidades regionales de desarrollo sostenible,
ambiental, social, político y cultural. El fundamento político de las unidades
regionales de desarrollo deben ser asambleas y parlamentos populares de
autogestión y democracia participativa.
Incluso se puede prever el papel que pueden jugar estas regiones en un
futuro, en su articulación global, en conflictos supranacionales, por ejemplo
en el caso de la zona andina con Venezuela, Perú, Ecuador, Panamá. Lo que
estamos presenciando en este subcontinente
latinoamericano es una gran inestabilidad de la zona andina y que posiblemente
hacia el futuro el concepto de Estado-Nación de Colombia no tenga mucho
sentido, ni viabilidad, en estos procesos de globalización. Van a ser
inevitables relaciones mucho más estrechas con Venezuela, con Ecuador...
Nuestras economías son aun más débiles en el proceso de cambio tecnológico que
se ha venido dando desde finales del siglo XX en el mundo y con mayor fuerza en
estos umbrales del siglo XXI. Las fronteras van a tener que desdibujarse y
estos conceptos regionales van a cobijar zonas supranacionales en el área
andina, por ejemplo, para que puedan tener sentido. La integración
latinoamericana, económica, social, política, cultural y ambiental es la única
viabilidad de estos países en el actual proceso de globalización.
Por otra parte, esas fronteras con los países vecinos son muy ficticias. Las comunidades indígenas en la Guajira son hermanas con las comunidades venezolanas de esa zona. Igual sucede en las fronteras con Ecuador, Brasil y Panamá. Se han partido comunidades, entonces se va a tener que flexibilizar todavía más este tipo de fronteras, así como es necesario acabar con figuras como el Departamento. Los departamentos son botines de barones electorales. El caso del Magdalena medio es lo más diciente: es el patio trasero de cuatro departamentos (Antioquia, Cesar, Bolívar y Santander) donde ninguno invierte, la gente del sur de Bolívar par ir a Cartagena no tiene vías, tiene que ir por Barranquilla o por otros departamentos, por Cesar, son zonas absolutamente abandonadas, explotadas en sus recursos y además con unos potenciales de desarrollo muy grandes.
- ¿Serán
necesarios cambios constitucionales?
Yo creo que en Colombia se requiere una nueva reforma constitucional,
o una nueva Carta, que permitan un nuevo ordenamiento territorial en al país,
que rompa los poderes políticos que no han permitido este reordenamiento y que
dé una garantía real e integral a los derechos humanos. La Constitución del 91
mantuvo la imposición de los departamentos, figura que responde a una vieja
visión centralista que rompió las dinámicas regionales a finales del siglo XIX,
para consolidar el poder desde el centro.
Toca volver a barajar y permitir que se desarrollen nuevas provincias,
nuevas regiones en el país, sin el amarre de las fronteras actuales político
administrativas, artificiales e impuestas de manera arbitraria. Por ejemplo el
Magdalena Medio implica la consolidación de una nueva región, pero hoy es el
patio trasero de Santander, de Antioquía, de Cesar y
de Bolívar. Su conformación implicaría una redefinición del poder, pues los
antioqueños no van a querer soltar su zona de influencia sobre el Magdalena
medio, lo mismo los santandereanos, los del Cesar; pero hay una necesidad
sentida allí de constituir una nueva región autónoma de desarrollo con un
centro en Barrancabermeja.
Esto implicaría también romper los poderes regionales a través de una
"insurgencia de las
provincias", como dice Orlando Fals
Borda. Una insurgencia democrática, para que la población pueda reorganizarse
en una concepción ecosocialista y biopol{itica, una relación más
integral con su propia cultura, su
propia historia, con el medio ambiente, con los recursos naturales. Esta es
parte de la lucha frente a una violencia de lo viejo que no deja nacer lo nuevo
en el país, que va a pasar por una confrontación muy grande con el poder desde
lo local. Hay muchos proyectos regionales en el país, lo importantes es cuándo
se van a visibilizar y con qué fuerza. Hay proyectos
en el viejo Tolima, en el Magdalena medio, en las
comunidades indígenas, en las comunidades afrocolombianas,
en todas las instancias locales del país y que no son reconocidas por el centro
y los poderes tradicionales.
Otro problema es, nuevamente, cómo garantizar una unidad política en
el país que no pasa por un Estado-Nación central, autoritario, fuerte,
jerárquico, excluyente de las grandes regiones, sino por una democracia que
venga desde abajo. Todo un proyecto desde abajo para volver a reconstruir este
país, que se va a encontrar con estas nuevas dinámicas de ciudad región globalizadas que son manejadas desde elites muy
excluyentes, que quieren hacer un reordenamiento, pero no democrático, ni incluyente,
ni que beneficie.
La biopolítica es pensamiento,
sentimiento y acción que toman partido por la pluralidad y diversidad de la
vida como principio holístico, dialéctico, complejo,
estético y ético, para la transformación societal. La
biopolítica se construye sobre ideas
fundamentales de una vida digna, justa, buena, bella, solidaria, libertaria e
igualitaria, en respeto y equilibrio con la naturaleza. En consecuencia, es
opuesta a toda institución social o práctica humana construida sobre la muerte
o, lo mismo, sobre la opresión, explotación, exclusión y expoliación de seres
vivientes.
Esto implica una lucha y una negociación por una reestructuración del
poder territorial, en procura de una legitimidad democrática y una mayor
viabilidad y sostenibilidad económica, política,
ambiental y social. Lo que estamos viendo son proyectos federativos y
excluyentes, de acuerdos de elites que controlan poder, pero que no van a
resolver el problema de viabilidad de
este país. Porque que lo que se esta jugando es la viabilidad del país, o la
intensificación de la guerra por conflictos regionales, conflictos de clase
mucho más profundos.
En un nuevo proceso Constituyente, lo local y las fuerzas regionales van a tener una representatividad más fuerte que en la Asamblea Constituyente de 1991, es decir, no sólo quién tiene representación de poder armado o político y económico, sino también toda esta insurgencia civil de las regiones, de proyectos de poblaciones locales y regionales, para acentuar el reordenamiento territorial en el país y cambiar la organización político administrativa, con una concepción más avanzada que incluye reordenamiento ambiental. Esto implica entender qué es este territorio, quiénes son sus pobladores y cuáles son las relaciones que se dan entre poblaciones y territorio y al interior de la misma población. Esto pasa por una concepción integral de derechos humanos, por la organización de territorios desde abajo, autónomos, autogestionarios, por romper el Estado central o poder central, romper las burocracias centrales y darle mucho más juego a lo local, finalmente por democratizar el país.
-
¿Cuáles proyectos es posible identificar?
En
síntesis, es posible identificar tres proyectos básicos:
1.
La vieja concepción de querer
construir un Estado-Nación en el país, un aparato estatal fuerte con mucha
influencia y una idea de nación que tiene que ver con una concepción de
identidad unitaria y orgánica que va en contra de la diversidad, de la
pluralidad. Es una concepción unanimista, europea,
que supone que hay un origen único de nación colombiana y que por lo tanto
choca con la diversidad étnica, regional y cultural del país. Esto implica
acabar con las diferencias, toda identidad desconoce al otro como distinto, lo
ve como enemigo, busca fortalecer el poder tradicional.
2.
Otra concepción consiste en
darle mucho más juego a la globalización, pero en proyectos de ciudades región
globalizadas, donde lo más perverso que podemos ver es el proyecto
antioqueño, con sus macroproyectos, globalización, desplazamiento de población.
A esto le funciona totalmente el paramilitarismo.
3.
El tercero es este otro modelo
de democracia desde abajo, de reordenamiento territorial ambiental, de
autonomías locales. Una concepción
ambientalista, de justicia social, de democracia radical, un proyecto ecosocialista, biopolítico
y de reconocimiento de las diversidades.
De estos
tres modelos, los dos primeros profundizan la guerra en Colombia. El tercero
podría dar algunas pista para una salida al conflicto
colombiano, para que el país tenga viabilidad en un mundo mucho más complejo y
globalizado.
El viejo modelo del Estado-Nación ya lo están abandonando en Europa, donde el concepto de región y autonomías locales no está en contraposición con el gran proyecto geopolítico de la Unión Europea. Esto también puede ser valido para nosotros, entendiendo lo local y lo regional en la realización del sueño de Bolívar de la gran nación latinoamericana, de un proyecto latinoamericano que no es el proyecto del gran mercado norteamericano con una integración puramente económica. Aquí se trata de una articulación social, política, económica y ambiental, de una concepción mucho más democrática. Esto implica una confrontación con la hegemonía norteamericana, los intereses de la oligarquía y su gran proyecto neoliberal hacia el continente americano.
- ¿Quien
puede agenciar un nuevo proyecto histórico?
Las
elites de Colombia están en un proceso de reprimarización de su economía,
articulada a la venta a las multinacionales de la biodiversidad y los recursos
naturales no renovables, lo cual también implica dar seguridad a esa inversión,
eso es el "Plan Colombia", por ello el interés de las multinacionales
para que se apruebe en los Estados Unidos toda esta ayuda militar. Para poder
mantener y reproducir un modelo rentista, especulativo y excluyente se necesita
continuar y escalar la guerra.
Los
grandes retos son ¿Cómo cambiamos la concepción del modelo de desarrollo
rentista y especulativo en Colombia, hacia un modelo que reconozca la
biodiversidad del país y busque un nuevo equilibrio entre la sociedad y la
naturaleza, que resuelva los problemas estructurales con justicia y autonomía
regional?
¿Cómo
fortalecer los actores sociales locales en sus procesos de resistencia y de
ocupación de espacios, de control local, de radicalización de la democracia,
con base en un nuevo modelo, una nueva organización de la sociedad colombiana,
un nuevo proyecto político?
En la
insurgencia armada, el ELN ha planteado el tema de la federalización
del país, las FARC también plantean un ordenamiento de controles territoriales
por grupos políticos, pero ninguno tiene
una concepción del desarrollo con reconocimiento de la pluralidad, la
biodiversidad y la diversidad cultural y regional del país.
Hay
muchas dinámicas locales y regionales, pero dispersas. Los movimientos sociales
locales son débiles ¿Cómo fortalecer ese poder social para que pueda disputar también a los poderes económicos y poderes políticos tradicionales?
No
tenemos aún todas las respuestas, pero es desde el fortalecimiento de lo social
que se puede generar un proyecto político en el país que recoja la diversidad,
las luchas feministas, las luchas indígenas, las luchas de las comunidades
negras, los procesos sindicales y de la sociedad civil, las luchas de los colonos,
las dinámicas de organización campesina y de movimientos civiles locales y
regionales. La insurgencia armada en un proceso eventual de negociación tendría
que asumir una nueva visión, para permitir fusionar estas nuevas relaciones de
poder en un nuevo proyecto histórico en el país. El poder social, hoy
fragmentado, se debe transformar en poder político y económico.
El
Estado en Colombia es otro factor de inestabilidad y conflicto con todo lo que
vemos de corrupción, exclusión, falta de democracia y presencia de dominios
territoriales, pues el país está fragmentado por botines electorales. Debe
reclamarse el poder del Estado para los sectores populares.
Yo creo
que hacia un nuevo proyecto histórico juega un papel importante una alternativa
de carácter ecosocialista,
biopolítica, democrática, con una nueva visión de
equilibrios de la sociedad con la naturaleza, de justicia social, de resolución
de las desigualdades y de garantía finalmente del poder de los actores sociales
regionales.
En la medida que la naturaleza y la sociedad sean entendidas como historia del trabajo, de la propiedad, de la explotación de las comunidades plurales, sus cultura y sus ambientes constitutivos y de las luchas sociales, más fácil será que el futuro sea sostenible, igualitario, en paz, social y ambientalmente justo[2].
Ý Economista, Filósofo y Master en
Teoría Económica. Profesor universitario, investigador y consultor. Ha
publicado numerosos artículos y varios libros, entre ellos, “Utopía y
sociedad”, “Colombia fin de siglo, crisis de hegemonías y ecosocialismo”,
“Exclusión, conflicto y desarrollo societal”.
[1] Entrevista realizada por: Darío
González P. y Sonia casatañeda R.
[2] James O’Connor, (1997), ¿Qué es la
historia ecológica?, en: Ecología política, No. 14, Icaria Editorial, Barcelona,
páginas 115-130.
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