CIUDADANIA Y PAZ
Camilo González Posso*
“La participación y la democracia no son estrategias para la paz, son su esencia”
Se ha vuelto un lugar común decir que la paz no es
simplemente el silencio de los fusiles e incluso que tampoco es solo el nombre
de la justicia social. También se acepta que es síntesis de derechos y
realización de lo que Galtung y otros, siguiendo a Gandhi, llaman la no-violencia activa, es decir pacifismo
beligerante frente a la agresión física, a la desigualdad económica o la discriminación
cultural. Pero es menos frecuente definir la paz por la democracia, la
solidaridad y por las relaciones sociales e instituciones que las sustentan. Y
así ocurre porque la participación ciudadana y social, de manera distorsionada,
con frecuencia son consideradas instrumentos para la paz, un complemento o medio de legitimación
pero no su esencia y posibilidad de realización.
En realidad, todos los procesos críticos hacia un Acuerdo
Nacional de Paz como el que se ha propuesto construir en Colombia dependen en
definitiva de esa participación de la sociedad civil. Así ocurre por ejemplo
con la movilización contra las estrategias de solución militar y a favor de la
solución política y el paso a una tregua indefinida; el compromiso de todos los
sectores de la sociedad es lo que le da posibilidad a un pacto de paz y este es
impensable si no se construyen
mecanismos e instrumentos de dialogo y concertación, que superen las
audiencias entre mudos para la elaboración de los contenidos de ese Acuerdo. También puede decirse que la sostenibilidad de la paz es inimaginable si no hay
democracia para la institucionalización de los acuerdos en un proceso
constituyente y legislativo, o para su
ejecución en la fase posconflicto.
Aceptando estos enunciados generales podemos avanzar con
respecto a los esquemas elitistas que piensan que la clave para la solución
política esta en garantizar una correlación de fuerzas en el terreno militar y
progresar en los acuerdos entre el gobierno y la insurgencia. Sin embargo, aun
con el reconocimiento de la importancia de la participación ciudadana en los
procesos críticos, etapas y escenarios del proceso de paz, a la hora de
establecer el cómo quienes manejan los
hilos del proceso mantienen la idea instrumental e incluso imponen la lógica de
que la participación es un acompañamiento complementario. Tribuna para los
aplausos.
Para algunos dirigentes de la guerrilla o de los
gobiernos esa participación social es muchas veces sospechosa: sospechosa de
poca representatividad y mucho deseo de protagonismo de lideres
menores o sospechosa de presencia camuflada de agentes oficiosos del
contradictor en la mesa de negociación. La negación de la democracia y la
participación en los procesos y escenarios se da en la practica con el
argumento ilusorio de que la legitimidad y representación de la sociedad
descansa en lo fundamental en los “elegidos” mediante el voto popular, que se
sitúan a un lado de la mesa y, del otro lado en los “defensores de los
intereses del pueblo que lo representan en el levantamiento armado contra la
injusticia y la exclusión”.
Si se reconoce que la construcción de la paz es la opción a una crisis
generalizada que caracteriza las instituciones y las relaciones en la misma
sociedad se pueden superar los esquemas impuestos por los voceros de la
“legitima representación” o la “legitima rebelión”. Incluso se pueden evitar
tentaciones de la “burocracia de la paz”
que confunde sociedad civil con sociedades limitadas de ONGs.
Lo que se necesita en primera instancia para salir del colapso y de la sociedad
violenta, es precisamente la construcción de nuevos sujetos sociales y
políticos que sean capaces de redefinir las reglas para edificar una
convivencia pacifica y ampliar las fronteras de bienestar y equidad.
Los procesos para la paz no solo dependen de la participación ciudadana y social, son a su vez una oportunidad para que se construyan los sujetos de esa participación y ello es lo que ha comenzado a ocurrir en dinámicas sin antecedentes como la que viven cotidianamente las comunidades educativas en un ejercicio infatigable de construcción de nueva cultura de paz y no-violencia; esa es la clave de las marchas ciudadanas que han involucrado a millones de colombianos para exigir justicia social o No mas guerra y No mas barbarie. La posibilidad de salir del abismo y llegar al enigmático “punto de no retorno” depende de la magnitud que cobre la revolución ética que esta impregnando a esta sociedad y que actúa como antídoto frente a la impaciencia y el guerrerismo y depende de la multiplicación de iniciativa y de microorganismos que expresan un poder ciudadano democratizante desde la base de la sociedad. Asi vamos haciendonos a la idea que la participación, la democracia y la solidaridad, no son estrategias para la paz sino parte de su esencia.
Ý INDEPAZ - Mandato Ciudadano por La Paz, la Vida y la
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